por
John T Seamands
¿QUÉ NOS DICE ESTE LIBRO...
El tema predominante de este libro que a la vez inspira y lanza un reto, es el gozo que acompaña el descenso del Espíritu Santo a la vida del creyente. En el prefacio, el autor pregunta: “¿Será que no estamos siempre gozosos porque no tenemos la plenitud del Espíritu Santo Sinceramente, yo así lo creo.”
Una ojeada a los títulos de los capítulos nos revela el alcance de la obra:
1. El Embajador Divino.
2. Residente y Presidente.
3. Bautismo con Fuego.
4. Pureza de Pensamientos.
5. Potencia en el Hombre Interior.
6. Ríos de Agua Viva.
7. Avivemos el Fuego.
8. Un Pentecostés Moderno.
Dedicado con todo cariño
a mi padre,
misionero veterano en la
India, cuyo gozo radiante
ha sido bello ejemplo de
una vida llena del
Espíritu Santo.
CONTENIDO
III. Bautismo con Fuego
V. Potencia en el Hombre Interior
VII. Avivemos el Fuego
VIII. Un Pentecostés Moderno
PREÁMBULO
Este es un libro de excelentes sermones. Cumple con el requisito de Pablo: “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal.” Es de provecho espiritual, un reto intelectual y a la vez interesante.
Los pastores, evangelistas, maestros de escuela dominical y otros oradores encontrarán aquí mucho material selecto, basado en un conocimiento inteligente de las Sagradas Escrituras y presentado con destreza.
Sin embargo, es algo más que un volumen de sermones. Es muy adecuado para la meditación, ya sea en privado o en grupos, así como para estudios bíblicos. Me complace recomendar a los padres, los jóvenes estudiantes y todos los que anhelan gozar de buenas relaciones con Dios y con el prójimo, que lo lean y estudien con devoción.
Se trata de ocho sermones sobre ocho temas, pero con un solo propósito; temas, que a manera de escalera, conducen a un elevado desenlace. Llenarán una necesidad inherente a todo lector.
El tema del libro es el Espíritu Santo y la vida de bienaventuranza, que El concede a todos los que están dispuestos a ser guiados por El.
La promesa de enviar a “otro Consolador” que convencería al mundo de pecado, enseñaría, daría poder al creyente y glorificaría a Cristo Jesús, no fue solamente para los cristianos del primer siglo, sino para todos aquellos en todos los siglos que esperan hasta que descienda sobre ellos. El Consolador, el Espíritu Santo, es tan indispensable para nosotros hoy, como lo fue para aquellos que le recibieron en el primer Pentecostés.
El autor, John T. Seamands, su padre E. A. Seamands, a quien se dedica el libro y el hermano menor David A. Seamands, han servido a Dios con tal devoción, constancia y eficacia que se les reconoce como fieles ejemplos de esa vida, a la que en las páginas siguientes, se exhorta con palabras verdaderamente persuasivas.
J. Waskom Pickett
Obispo de la Iglesia Metodista
PREFACIO
Este es un libro de sermones, y todos ellos tratan de la presencia del Espíritu Santo en la vida del cristiano y de la iglesia. El título se ha escogido no precisamente para hacer hincapié en el tema, sino más bien en una de las fases que predominan en esa vida.
El gozo no es esencialmente el resultado primordial de la plenitud del Espíritu Santo, y por lo tanto, no hay que considerarlo como el fin de esa búsqueda. Los resultados fundamentales son: la pureza personal y el poder para servir al prójimo. El gozo es secundario en sí, pero es el anhelo y distintivo del verdadero discípulo de Jesucristo.
Las Sagradas Escrituras mencionan frecuentemente el gozo como uno de los frutos del Espíritu Santo. En la serie de frutos del Espíritu, el apóstol Pablo menciona el gozo en seguida del amor, virtud primordial (Gálatas 5:22). En su Epístola a los Efesios, relaciona el canto con la plenitud del Espíritu Santo: “Sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones” (Efesios 5:18-19). A la iglesia en Roma, le escribe, diciéndole: “El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Romanos 14:17).
El gozo era una de las características principales de los primeros cristianos, hombres y mujeres llenos del Espíritu Santo. Lucas habla de los 3,000 que se convirtieron el día de Pentecostés: “perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo” (Hechos 2:46-47). Cuando los apóstoles fueron encarcelados y después amenazados con mayores castigos si seguían predicando en el nombre de Jesús, “ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre” (Hechos 5:41). Cuando Felipe subió a la ciudad de Samaria y principió un gran avivamiento entre el pueblo, “había gran gozo en aquella ciudad” (Hechos 8:8). Cuando el funcionario etíope fue bautizado por el evangelista Felipe “siguió gozoso su camino” (Hechos 8:39). Cuando los judíos expulsaron a Pablo y Bernabé de Antioquía de Pisidia, y los nuevos creyentes también sufrían amenazas, “los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo” (Hechos 13:52). Cuando Pablo y Silas fueron azotados y echados en la cárcel en Filipos, “a medianoche... cantaban himnos a Dios; y los presos los oían” (Hechos 16:25).
Es evidente que muchos de los cristianos actualmente no reflejan en su vida “el gozo del Señor.” En vez de sinfonías gozosas sólo se dejan oír endechas fúnebres. Casi todos los domingos me toca predicar en distintas iglesias y al estar frente a la congregación, me doy cuenta invariablemente que un gran número de los miembros no entonan los himnos, y los que cantan no parece que se deleiten en ello. Con razón Nietzsche, el filósofo y agnóstico alemán, decía que antes de prestar atención a las pretensiones de los cristianos, habría que pedirles mejores pruebas de haber sido redimidos.
Si no estamos siempre gozosos, ¿será porque no hemos llegado a experimentar la plenitud del Espíritu Santo Sinceramente, yo así lo creo. No hemos insistido como debiéramos hacerlo en la doctrina y la experiencia del Espíritu Santo, en seminarios, iglesias, en nuestra predicación o instrucción doctrinal. En la mayoría de los púlpitos en todo el país, se hace mención del Espíritu Santo, únicamente cuando se repite el credo de los apóstoles o se pronuncia la bendición. Urge que dentro de las doctrinas de la iglesia, ocupen un lugar central, la persona y el ministerio del Espíritu Santo.
El presente libro sobre el Espíritu Santo, es un esfuerzo sincero por darle preeminencia a la doctrina del Espíritu Santo en relación con la vida diaria. Al apropiarnos de la plenitud del Espíritu, principiaremos a experimentar el gozo del Señor, que se refleja en el rostro y se manifiesta en la vida diaria. Si por la lectura de estos mensajes, siquiera unos cuantos miembros de la iglesia logran transformarse en cristianos llenos del Espíritu, y el gozo les inunda, el autor considerará que su labor no ha sido en vano. Desde luego, toda obra que el Espíritu inicia, se propaga en forma gloriosa. Nuestra ferviente oración es que así sea.
—El autor