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Sermón 56 - El beneplácito de Dios por sus obras

Génesis 1:31

Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera.

1.                Cuando Dios creó los cielos y la tierra y todo lo que ésta contiene, al término de cada día de labor se dice: "Y vio Dios que era bueno". Todo lo que fue creado era bueno en su especie, ajustado al fin para el que fue proyectado, adaptado para promover el bien de la totalidad y para la gloria del gran Creador. Esta frase agradó a Dios pronunciar con respecto a cada criatura en particular. Pero hay un destacado cambio de expresión con respecto a todas las partes del universo tomadas en relación unas con otras, y constituyendo un solo sistema: "Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera".

2.                ¡Qué parte tan pequeña de esta gran obra de Dios puede comprender el ser humano! Mas es nuestro deber contemplar lo que él ha hecho, y ser capaces de comprender todo lo que podamos. Pues el Señor misericordioso, como el salmista observa, ha hecho maravillosas obras, tanto de creación como de providencia, que deben recordarse[1] y ser comprendidas por todos los que le temen. Con la ayuda del Espíritu, que da el entendimiento a los seres humanos, esforcémonos en dar una mirada general a las obras que Dios hizo en este mundo inferior, tal cual eran antes que fueran desordenadas y depravadas como consecuencia del pecado humano. Entonces veremos fácilmente que así como cada criatura fue "buena" en su estado primitivo, así también cuando todas juntas formaron un solo sistema general, "he aquí, que eran buenas en gran manera". No recuerdo haber visto ningún intento de este tipo, a no ser en aquel excelente poema (denominado por el Sr. Hutchinson "esa farsa inicua") de Milton, El Paraíso Perdido.[2]

I.            1. "En el principio Dios creó la materia de los cielos y la tierra".[3] Así puede traducirse con propiedad el texto, como lo observa un gran hombre.[4] Primero creó los cuatro elementos de los cuales fue compuesto el universo: tierra, agua, aire y fuego, mezclados juntamente en una masa común. La parte mayor de ésta, la tierra y el agua, estaban completamente informes hasta que Dios infundió un principio de movimiento, ordenando al aire moverse sobre la faz de las aguas.[5] De inmediato, Dios dijo: Sea la luz; y fue la luz.[6] Aquí estaban las cuatro partes constituyentes del universo: los elementos verdaderos, originales y simples. Todos eran esencialmente distintos entre sí, pero sin embargo tan junta e íntimamente mezclados en todos los cuerpos compuestos, que no podemos encontrar ninguno, no importa cuán pequeño, que no los contenga todos.

2.            "Y vio Dios que" cada uno de estos "era bueno";[7] eran perfectos en su especie. La tierra era buena: toda su superficie era hermosa en alto grado. Para hacerla más agradable, Dios "vistió la faz universal con agradable verdor".[8] La adornó con flores de todo color y con arbustos y árboles de todo tipo. Y cada parte fue tan fértil como hermosa: en ninguna parte estaba deformada por rocas ásperas o desiguales; ni impresionaba la vista con precipicios horribles, enormes abismos, o sombrías cavernas; con profundas e intransitables ciénagas, o desiertos de estéril arena. Pero no tenemos autoridad para decir, con algunos doctos e ingeniosos autores, que no había montañas sobre la tierra original, ni desigualdad sobre su superficie. No es fácil reconciliar esta hipótesis con aquellas palabras de Moisés: "Las aguas crecieron,... y todos los montes altos que había debajo de todos los cielos, fueron cubiertos. Quince codos más alto subieron las aguas, después que fueron cubiertos los montes"[9] No tenemos razón para creer que estas montañas fueron producidas por el diluvio mismo. No tenemos ningún indicio de esto. Por lo tanto no podemos dudar que existían anteriormente. En verdad aquellas responden a muchos propósitos excelentes, además de incrementar grandemente la belleza de la creación por una variedad de perspectivas que se habrían perdido completamen­te si la tierra hubiera sido una extendida planicie. No obstante, no tenemos necesidad de suponer que sus laderas fueran abruptas, o difíciles de ascender. Es altamente probable que se elevaran y descendieran en grados casi imperceptibles.

3.            En cuanto a las partes interiores de la tierra, aun hasta estos días tenemos escaso conocimiento de ellas. Muchos han supuesto que el centro del globo está rodeado por un abismo de fuego. Muchos otros han imaginado que está rodeado por un abismo de agua, supuestamente expresado en la Escritura con aquello del "grande abismo",[10] cuyas fuentes todas fueron quebradas para provocar el diluvio universal. Pero sea del modo que sea, estamos seguros que todas las cosas fueron dispuestas a este respecto con el más perfecto orden y armonía. Por tanto no hubo agitación en las entrañas del globo, ni convulsiones violentas, ni conmoción de la tierra, ni terremotos; todo permanecía inmóvil como los pilares del cielo. Entonces no había tales cosas como erupciones de fuego, ni había volcanes, o montañas ardientes. Si acaso existían, ni el Vesubio, el Etna, o el Hecla[11] derramaban para entonces humo y fuego, sino que estaban cubiertos con un verde manto desde la cima hasta el pie.

4.            Es probable que el elemento agua estuviera para entonces mayormente confinado en el gran abismo. En la nueva tierra (según estamos informados por el Apóstol) "el mar ya no existía más",[12] nada cubría la faz de la tierra como ahora, haciendo una gran parte de ésta inhabitable para el ser humano. Por lo tanto es probable que no hubiera un mar externo en la paradisíaca tierra; ninguno hasta que el gran abismo rompiera las barreras que originalmente estaban destinadas a contenerlo. Ciertamente no había entonces necesidad del océano para la navegación como la hay ahora. Pues, como supone el poeta Omnis tulit omnia tellius[13] Cada país producía todas las cosas ya para la necesidad ya para la comodidad de sus habitantes. Era entonces el ser humano (como será nuevamente en la resurrección) igual a los ángeles, capaz de transportarse a su placer a cualquier distancia. Por sobre y encima de aquello, esos llameantes mensajeros estaban siempre dispuestos a servir a los herederos de la salvación. No obstante, hubiera mar o no, había suficientes ríos para irrigar la tierra y hacerla muy abundante. Estas cosas respondían todas a los propósitos de conveniencia y placer, por un "líquido transcurrir de corrientes murmurantes"[14] A ellas que fueron añadidas benévolas y afables lluvias, con saludables brumas y vapores. Pero no había lagos pútridos, ni aguas estancadas y turbias; sino sólo las que tienen "impresa la imagen de la bella naturaleza sobre sus plácidos pechos."[15]

5.            El elemento aire fue por entonces siempre sereno, y siempre amigable con los seres humanos. No contenía ningún temible meteoro, ni insalubres vapores, ni vahos venenosos. No había tempestades, sino sólo frescas y beneficiosas brisas, genitabilis aura favoni,[16] ventilando a los humanos y a las bestias, soplando olores fragantes sobre sus silenciosas alas.

6.            El sol, la fuente del fuego, "de este gran mundo ojo y alma a la vez",[17] fue situado a la distancia más exacta de la tierra, como para deparar, a cada parte de ella, una suficiente cantidad de calor (ni muy poco ni mucho). Dios todavía no había "ordenado a sus ángeles rodear de soslayo este oblicuo globo".[18] No había por tanto entonces ningún país que sufriera bajo "la ira de Ártico, y del hielo eterno".[19] No había inviernos violentos o veranos sofocantes, ni extremos de frío o de calor. Ningún suelo era calcinado por el calor solar, ni parte alguna hecha inhabitable por carecer de él. Así tierra, agua, aire y fuego se conjuraban para el bienestar y el placer de los seres humanos.

7.            Para el mismo propósito sirvió la reconocida vicisitud de luz y oscuridad, día y noche. Pues en cuanto al cuerpo humano, aunque no estaba sujeto a la muerte y el dolor, necesitaba sin embargo el sustento del alimento. Aunque no sujeto al cansancio, necesitaba, sin embargo la continua reparación del dormir. Por este medio los resortes de la máquina animal eran reparados de tanto en tanto y mantenidos en buenas condiciones, para la grata labor para la cual el ser humano fue diseñado por su Creador. Por consiguiente, fue la tarde y la mañana un día,[20] antes que el pecado y el dolor estuvieran en el mundo. El primer día natural tuvo una parte de oscuridad para un tiempo de reposo, y una parte iluminada para un tiempo de trabajo. Y aun en el Paraíso Adán durmió[21] antes de haber pecado; el dormir, por tanto, perteneció a la naturaleza inocente del ser humano. No obstante, no percibo que de esto pueda inferirse que haya oscuridad ni ocasión para dormir en el cielo. Seguramente no hay oscuridad en la Ciudad de Dios. ¿No se dice expresamente "No habrá allí más noche" En verdad no tienen luz del sol, "porque Dios el Señor les iluminará".[22] Por tanto, todo es de día en el cielo, así como en el infierno todo es de noche. En la tierra tenemos una mezcla de ambos. El día y la noche se turnan hasta que la tierra sea convertida en cielo. Tampoco podemos en absoluto dar crédito al relato dado por el antiguo poeta relativo al dormir en el cielo, aunque concede que el dominante Júpiter permanece despierto mientras los dioses inferiores duermen.[23] Por lo cual es una pena que nuestro gran poeta copiara tan servilmente al antiguo pagano para decirnos, "el sueño ha sellado todo excepto los insomnes ojos del mismo Dios".[24] Ni tanto: los que están delante del trono de Dios le sirven día y noche (hablando a la manera de los seres humanos) en su templo.[25] Es decir, sin ningún intervalo. Así como los malos espíritus son atormenta­dos día y noche, sin ninguna interrupción para su miseria, así los espíritus santificados gozan de Dios día y noche, sin ninguna interrupción de su felicidad.

8.            En el segundo día Dios rodeó al globo terráqueo con aquel noble apéndice de la atmósfera, consistente fundamen­talmente de aire, pero repleto de partículas terrestres de diversas clases, y con inmensos volúmenes de agua (algunas veces invisible, otras visible) mantenida a flote por aquel fuego etéreo, una partícula del cual se adhiere a cada partícula del aire. Por esto el agua se dividía en innumerables gotas, que descendiendo mojaban la tierra y la hacían muy fértil, sin incomodar a ninguno de sus habitantes. Por entonces no había impetuosas corrientes de aire, ni vientos intempestuosos; ni furiosos granizos, ni lluvias torrentosas, ni rodantes relámpagos o zigzagueantes rayos. Una perenne primavera sonreía perpetuamente sobre la entera superficie de la tierra.

9.            Al tercer día Dios mandó que surgieran de la tierra toda clase de vegetales. "Le agradó primero vestir la faz universal con agradable verdor."[26] Y entonces agregar a eso innumerables hierbas, entremezcladas con flores de todos los colores. A esto fueron agregados arbustos de todo tipo, junto con altos e imponentes árboles, ya para sombra, ya para madera o para frutos de ilimitada variedad. Algunos de estos fueron adaptados a climas particulares o a riesgos particulares, mientras que vegetales de uso más general (como el trigo en particular) no fueron confinados a un país, sino que florecerían en todo clima. Pero entre todo esto no había hierbas malas, ni plantas inútiles, ninguna que estorbara a la tierra. Y mucho menos venenosas, que pudieran lesionar a cualquier criatura, sino que todo era saludable en su especie, adecuado al propósito agraciado de su gran Creador.

10.          El Señor creó ahora el sol que rige el día, y la luna que gobierna la noche.[27] El sol fue: "De este gran mundo, ojo y alma a la vez."[28] El ojo, que hace todas las cosas visibles, impartiendo luz a cada parte del sistema, y por ello regocijando a la tierra y al cielo a la vez. Y el alma, el principio de toda vida, sea de vegetales o de animales. Algunos de los usos de la luna que conocemos son: que causa las mareas y las corrientes marinas, y que influye en mayor o menor grado todos los fluidos en el globo terráqueo. Y muchos otros usos puede tener, desconocidos para nosotros, pero conocidos por el sabio Creador. Pero lo que es cierto es que la luna no tiene una influencia perjudicial ni nociva sobre las criaturas vivientes. También hizo las estrellas:[29] tanto las que se mueven alrededor del sol, sean del primer o segundo orden, como las que por estar a una distancia muy lejana nos aparecen como fijas en el firmamento del cielo. Si los cometas son contados entre las estrellas, o si fueron parte de la creación original, tal vez no sea fácil determinar con certidumbre, en tanto no tenemos nada sino conjeturas probables ya relativas a su naturaleza ya a su uso. Desconocemos si son (como algunas personas ingeniosas han imaginado) mundos en ruinas (mundos que han padecido una conflagración general) o si son (según otros suponen, no sin improbabilidad) inmensas reservas de fluido, asignadas a girar durante ciertas estaciones, y abastecer la humedad aún decreciente en la tierra. Pero estamos ciertos que no producen ni presagian ningún mal. No es cierto, como muchos han imaginado, que "de su horrible cabellera, salpican pestilencia y guerra".[30]

11.          Después de esto Dios, el Señor, pobló la tierra con animales de toda especie. Primero ordenó a las aguas engendrar de manera abundante: dar a luz criaturas que, al habitar un elemento muy grande, en general eran de una naturaleza más torpe, dotadas con menos sentidos y menos entendimiento que otros animales. Los moluscos bivalvos en particular parecen no tener sentidos sino el de la emoción, aunque quizás el del gusto en menor medida, así que están no mas que un nivel por encima de los vegetales. Aun la reina de las aguas (un título que algunos dan a las ballenas por su enorme tamaño), que suma el sentido de la vista al del gusto y al de la emoción, no parece tener un entendimiento proporcio­nado a su volumen. Más bien, en esto es inferior no sólo a la mayoría de las aves y bestias sino aun a la generalidad de los reptiles e insectos. Sin embargo, ninguno de ellos intentaba entonces devorar o dañar a otro. Todos eran tranquilos y apacibles, como era el medio acuoso donde vagaban placente­ramente.

12.          Parece que la especie de los insectos estaba por lo menos un nivel por encima de los habitantes de las aguas. Casi todos estos también se devoran unos a otros y toda otra criatura que pueden vencer. En verdad, es tal el miserable desorden del mundo actual que innumerables criaturas no pueden preservar su propia vida sino destruyendo las de otras. Pero en el principio no fue así. El paradisíaco mundo proporcionaba suficiente alimento para todos sus habitantes, así que ninguno de ellos tenía necesidad de sustentarse devorando a otros. La araña era tan inofensiva como la mosca, y entonces no acechaba por sangre. Los más débiles reptaban con seguridad por la tierra, o extendían sus doradas alas en el aire; se agitaban en la brisa y resplandecían al sol sin que nadie los atemorizara. Entretanto los reptiles de cualquier especie eran igualmente inofensivos, y más inteligentes que ellos. Ciertamen­te una especie de ellos era más astuta, o sagaz, que ninguno de los animales creados que Dios había hecho.[31]

13.          Pero en general las aves, creadas para volar en el abierto firmamento del cielo, parecen haber sido de un orden muy superior al de los insectos o de los reptiles, aunque considerablemente inferior a las bestias (o a los cuadrúpedos, animales de cuatro patas, según ahora restringimos el término, que doscientos años atrás incluía toda clase de criaturas vivientes). Muchas de estas especies no sólo están dotadas con una gran medida de comprensión natural, sino que de igual manera son capaces de mucho progreso mediante el arte, como uno no podría fácilmente concebir. Pero entre ellos no había aves o bestias de rapiña, ninguna que molestara o destruyera a otra; sino que todas las criaturas respiraban en sus diferentes estilos la benevolencia de su gran Creador.

14.          ¡Tal fue el estado de la creación, de acuerdo con las insuficientes ideas que ahora nos podemos formar de ella, cuando su gran Autor, observando a todo el sistema de una mirada, lo declaró "muy bueno"! Era bueno al máximo grado posible y sin ninguna mezcla de mal. Cada parte se ajustaba exactamente con la otra y conducía a la bondad del todo. Había una "cadena de oro", para usar la expresión de Platón,[32] que descendía del trono de Dios; una serie de seres conectados exactamente, desde el más elevado al más bajo: desde la inerte tierra, pasando por los fósiles, vegetales, animales, y hasta llegar al ser humano, creado a la imagen de Dios y designado a conocer, amar, y gozar a su Creador por toda la eternidad.

II.           1. He aquí un firme fundamento sobre el cual podemos hacer pie y responder a todos los reparos de insignificantes filósofos; a todas las objeciones que el hombre vano que se volvería entendido[33] hace a la bondad o sabiduría de Dios en la creación. Todas estas se basan sobre un completo error, esto es, que el mundo está ahora en el mismo estado que tuvo al principio. Y sobre esta suposición levantan abundancia de plausibles objeciones. Pero todas estas objeciones caen a tierra cuando observamos que esta suposición no puede ser admitida. Al principio el mundo se encontraba en un estado completamente diferente que ahora. Por tanto hagan cualquier objeción que deseen al presente estado, sea de la creación animada o inanimada, sea en general o con referencia a cualquier caso en particular, la respuesta está pronta: éstas no se encuentran ahora como eran al principio. Por tanto, escuchando a aquel fatuo Rey de Castilla, que clamaba con exquisita autosuficiencia "Si yo hubiera hecho el mundo, lo hubiera hecho mejor de lo que Dios Todopoderoso lo ha hecho",[34] ustedes podrían haber replicado "No, Dios Todopoderoso (sea que lo sepan o no) no lo hizo tal como es ahora. El lo hizo mejor, indescriptiblemente mejor de lo que es al presente. Lo hizo sin ninguna mácula, sin ningún defecto. No creó la corrupción, ni la destrucción de la creación inanimada. No creó la muerte en la creación animal, ni sus heraldos, el pecado y el dolor. Si no quieren creer su propio relato, crean en su hermano pagano. Fue sólo Post mortem aetheria domo Subductum, esto es, en idioma corriente, luego que el humano, en abierto desafío de su Hacedor, hubo comido del árbol de la ciencia, que macies et nova febrium, terris incubuit cohors;[35] es decir que una entera armada de males, totalmente nuevos, totalmente desconocidos hasta entonces, irrumpió sobre el rebelde ser humano y todas las otras criaturas, y se extendió sobre la faz de la tierra."

2.            "Mas bien" (dice un valiente ser humano que desde entonces ha pasado por cristiano, haciéndolo tan bien que muchos creen que lo es)[36] "Dios no es culpable por los males naturales o morales existentes en el mundo. Pues él lo hizo lo mejor que pudo: viendo que el mal debe existir en la misma naturaleza de las cosas". Debe existir, según la presente naturaleza de las cosas, presuponiendo que el ser humano se ha rebelado contra Dios. Pero en el estado original de las cosas el mal no existió en absoluto. El mal resultado necesario de la materia, ni tampoco resultado necesario del espíritu. Entonces todas las cosas, sin excepción, eran muy buenas. ¿Cómo podrían ser de otra manera En absoluto hubo defecto alguno en el poder de Dios, sino bondad y sabiduría. ¡Que se avergüence todo pagano sensato que se atreva a ofrecer tan miserable excusa a su Creador! ¡Dios no necesita de ninguno de nosotros para defenderlo, sea a él o a su creación! En cuanto a Dios, perfecto es su camino[37]- y originalmente así eran todas sus obras. Y así serán de nuevo, cuando el Hijo de Dios haya destruido todas las obras del diablo.[38]

3.            Sobre esta base, entonces (que Dios hizo al hombre recto, y a cada criatura perfecta en su especie, mas los seres humanos buscaron muchas perversiones[39] de felicidad independientes de Dios y, por sus apostasías de Dios, se arrojaron a sí mismos y a toda la creación, que estaba íntimamente ligada a ellos, en el desorden, la miseria, la muerte) sobre esta base, repito, no encontraremos difícil "justificar los caminos de Dios entre los humanos".[40] Pues él dejó al ser humano a mano de su propio arbitrio para elegir el bien o el mal, la vida o la muerte; no le quitó la libertad que le había dado, aun cuando quiso elegir la muerte, a consecuencia de lo cual toda la creación ahora gime conjuntamente.[41] No obstante, cuando consideramos que todos los males introducidos en la creación pueden operar juntos para nuestro bien (ciertamente, produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria[42]) podemos alabar a Dios por permitir estos males pasajeros con el fin de lograr nuestro bien eterno. En efecto, bien podemos clamar: "¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios!"[43] "Bien ha hecho todo."[44] ¡Gloria sea dada a Dios, y al Cordero por los siglos de los siglos![45]



[1] Cf Sal. 105.5.

 

[2] Cf El Paraíso Perdido, vii.549-640.

 

[3] Gn. 1.1.

 

[4] John Hutchinson.

 

[5] Gn.1.2.

 

[6] Gn 1.3.

 

[7] Gn. 1.10.

 

[8] Cf Milton, El Paraíso Perdido, vii. 313, 3 15-16.

 

[9] Gn. 7: 17, 19-20.

 

[10] Gn.7.11

 

[11] N. del T.: Los dos primeros volcanes se encuentran en Italia, y el tercero en Islandia.

 

[12] Ap. 21.1.

 

[13] Virgilio, Eglogas, iv. 39. Como en otros casos semejantes, Wesley da el sentido de la cita en la próxima oración.

 

[14] Milton, El Paraíso Perdido, viii. 263.

 

[15] Thomas Pamell, "The Hermit", verso 2; véase también Moral and Sacred Poems (1744), 1.268.

 

[16] Lucrecio De Rerum Natura (Sobre la Naturaleza de las Cosas) I.11.

 

[17] Milton, El Paraíso Perdido, v. 171.

 

[18] Milton, El Paraíso Perdido, x. 668-71.

 

[19] Prior, Solomon, 1.265; y Moral and Sacred Poems (1744), 1.106.

 

[20] Gn. 1.5b.

 

[21] Gn. 2.21.

 

[22] Ap. 22.5.

 

[23] Homero, La Ilíada, i. 511-12, 17-18; xiv 312-13, 341-42.

 

[24] Milton El Paraíso Perdido, v.646-47.

 

[25] Ap. 7.15.

 

[26] Véase la nota 8.

 

[27] Gn. 1.16; Sal. 136.8-9.

 

[28] Véase la nota 17.

 

[29] Gn. 1.16.

 

[30] Milton El Paraíso Perdido ii.710-11.

 

[31] Gn. 3.1.

 

[32] Platón Teeteto, 153c; donde Platón cita a Homero, La Ilíada, viii. 19.

 

[33] Job 11.12.

 

[34] El "fatuo rey" era Alfonso X, El Sabio (1221-84), cuyo irónico aforismo sobrevive en diferentes versiones.

 

[35] Horacio, Odas, I. iii. 29-31. Las citas se refieren al mito según el cual, después que el fuego fuera robado de su hogar celestial (por Prometeo), la enfermedad debilitan y una nueva plaga de fiebres cayeron sobre la tierra.

 

[36] Wesley parece referirse a Soame Jenyns, quien en 1757 publicó anónimamente su Free Inquiry into the Nature and Origin of Evil.

 

[37] 2 S. 22.31.

 

[38] Jn. 3.8.

 

[39] Ec. 7.29.

 

[40] Milton El Paraíso Perdido, i.26.

 

[41] Ro. 8.22.

 

[42] 2 Co. 5.17.

 

[43] Ro. 11.33.

 

[44] Mr. 7.37.

 

[45] Ap. 5.13.