NOTAS INTRODUCTORIAS
De este sermón se desprende claramente el espíritu liberal del señor Wesley. Lejos por una parte de ser fanático, y, por la otra, de esa caridad tan latitudinal que no exige fe ni obras, estaba siempre listo a descubrir la obra del Señor, dondequiera que ésta se encontrara. La necesidad de advertir a sus hermanos en contra de un espíritu exclusivista, se le presentaba con frecuencia. En su "Relación Clara del Pueblo Llamado Metodista," nos da cuenta de la conducta que observó, y dice a la letra: "Lo que por mucho tiempo temí en gran manera y resolví evitar por cuantos medios estuvieran a mi alcance, es la falta de liberalidad; ese espíritu de partido, ese fanatismo miserable que hace creer a muchos que ninguna obra de Dios se encuentra entre nosotros. Para destruir este mal, creí conveniente leer a todos los que quisieran escuchar, las relaciones que de cuando en cuando recibía de la obra que Dios está haciendo por toda la tierra, tanto en nuestro país como en otras naciones; no sólo entre nosotros, sino también entre otras denominaciones. A tal fin dedicaba yo una noche al mes, y de ello no me arrepiento. Por lo general, estas reuniones son ocasiones de gran consuelo para los que aman a Dios y, por amor de El, a todo el género humano. Y también sirven para echar abajo los muros que la sutileza del diablo o la torpeza de los hombres han edificado para dividirnos. Asimismo, sirven para animar a los hijos de Dios a decir: Todo aquel que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, y hermana, y madre.
ANALISIS DEL SERMON XXXVIII
Historia de este acontecimiento y su aplicación entre nosotros.
I. Sentido en el que los hombres pueden echar-y echan- fuera a los diablos hoy día. Dios mora en los hijos de la luz, el diablo en los hijos de las tinieblas. Puede ser algunas veces aun en un sentido material. Indudablemente que es cierto en un sentido espiritual, en la gran mayoría de los hombres. Hacen las obras del diablo. Todo aquel que al predicar el Evangelio guía a los hombres al arrepentimiento y al conocimiento de la verdad, echa fuera al diablo.
II. ¿Qué quiere decir la expresión: "No nos sigue"
(1) No pertenece al número de nuestros trabajadores. (2) No es de nuestro partido en la iglesia. (3) No está de acuerdo con nosotros en nuestras Opiniones. (4) No observa las mismas prácticas en el culto. (5) Pertenece a una iglesia antibíblica y anticristiana. (6) El que no esté de acuerdo con nosotros es tanto como si nos odiara.
III. Explicación del mandato de nuestro Señor: "No se lo prohibáis."
(1) Deberíamos tener pruebas suficientes de sus obras. (2) Si existen dichas pruebas, no debemos hacerle mala obra. Tal vez sea un laico. Quizá creamos que no ha sido enviado de Dios; que no tiene un llamamiento válido; que no ha sido ordenado. Pero el ejemplo de los apóstoles no autoriza nuestra insistencia en este particular. No debemos hacerle oposición alguna, despreciándole o rehusándonos a ayudarle.
IV. Cuidad de no ser fanáticos, de no preferir vuestras opiniones, partido, iglesia o religión, a la obra de Dios. Debemos procurar, muy especialmente, no tomar el fanatismo de otros por pretexto del nuestro.
SERMON XXXVIII
ADVERTENCIA EN CONTRA DEL FANATISMO
Y respondióle Juan, diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera los demonios, el cual no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos sigue. Y Jesús dijo: No se lo prohibáis (Marcos 9: 38, 39).
1. Leemos en los versículos anteriores que después de haber estado disputando los apóstoles respecto de "quién había de ser el mayor," Jesús, "tomando un niño, púsolo en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dice: El que recibiere en mi nombre uno de los tales niños, a mí recibe; y el que a mí recibe, no recibe a mí, mas al que me envió. Y respondióle Juan, diciendo: "-es decir, en contestación a que el Señor acababa de decir-"Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echa fuera los demonios...y se lo prohibimos porque no nos sigue." Como si hubiera dicho: ¿Debimos haberlo recibido Al recibirle, ¿te habríamos recibido a ti ¿No debimos más bien habérselo prohibido ¿No hicimos bien en prohibírselo "Y Jesús dijo: No se lo prohibáis."
2. El mismo pasaje se encuentra en Lucas, y casi en idénticas palabras. Pero puede ser que alguno diga: ¿Qué tenemos que ver con esto, viendo que en nuestros días ningún hombre echa fuera demonios ¿No hace ya doce o catorce siglos que la Iglesia dejó de tener el poder de hacer esto ¿Qué tenemos que ver, pues, en este caso o en la decisión de nuestro Señor
3. Tal vez más de lo que parece, puesto que el caso que se propone es una experiencia común. A fin de que saquemos de él todo el provecho posible, me propongo mostrar: primeramente, el sentido en que los hombres pueden echar-y echan-fuera los demonios hoy día. En segundo lugar, el significado de las palabras: "No nos sigue." En tercer lugar, lo que quiere decir la respuesta de nuestro Señor: "No se lo prohibáis." Y concluiré haciendo una deducción de todo lo anterior.
I. 1. Paso, en primer lugar, a mostrar el sentido en que los hombres pueden echar-y echan-fuera los demonios en nuestros días.
A fin de comprender claramente este asunto, precisa tener presente que según el tenor de la Escritura, así como Dios mora y obra en los hijos de la luz, el diablo mora y obra igualmente en los hijos de las tinieblas. De la misma manera que el Espíritu Santo posee las almas de los hombres buenos, el espíritu maligno posee los espíritus de los malos. De aquí que el Apóstol le llame "el dios de este mundo," teniendo presente, sin duda, el poder ilimitado que goza sobre los hombres mundanos. Por eso nuestro bendito Señor le llama "el príncipe de este mundo," puesto que su dominio sobre los hombres es absoluto. De aquí que Juan exclame: "Sabemos que somos de Dios, y todo el mundo"-todos los que no son de Dios-"está puesto en maldad;" vive y existe en el malo, así corno los que no son del mundo viven y existen en Dios.
2. No debe considerarse al diablo simplemente como león rugiente que "anda alrededor buscando a quien devore." No sólo como a un enemigo sutil, que repentinamente sorprende a las almas y las lleva cautivas a donde quiere, sino como uno que mora en ellas y anda en ellas; que gobierna las tinieblas y la iniquidad de este mundo, de los hombres mundanales y de sus designios y acciones negras, permaneciendo en posesión de sus corazones, elevando en ellos su trono y subyugando bajo su poder todos sus pensamientos. Así es como el fuerte armado guarda su atrio; y si alguna vez este espíritu inmundo sale del hombre, vuelve con "otros siete espíritus peores que él, y entrados habitan allí." Y no está ocioso al ocupar su morada, sino que constantemente obra en estos "hijos de desobediencia" con poder, con gran energía, transformándolos a su imagen. Borra toda traza de la semejanza a Dios, y los prepara para toda clase de palabras y obras malas.
3. Que el príncipe y Dios de este mundo aún está en posesión de todos los que conocen a Dios, es una verdad innegable. Sólo que ahora los tiene bajo su dominio de una manera diferente a aquella en que tuvo a los hombres de la antigüedad. En aquellos tiempos con frecuencia atormentaba sus cuerpos, lo mismo que sus almas, abierta y descaradamente, mientras que ahora sólo atormenta sus almas-con raras excepciones-del modo más disimulado que puede. La razón de esto es obvia: en aquel entonces tenía el plan de inducir al género humano en la superstición, y obraba, por consiguiente, descaradamente. Pero en nuestros días trata de llevarnos a la infidelidad, y obra, por lo tanto, con la mayor precaución; porque mientras más cauteloso es, más consigue.
4. Empero si hemos de dar crédito a los historiadores, hay países donde aun hoy día obra tan descaradamente como en tiempos remotos. "Pero, ¿por qué sólo en naciones salvajes y de bárbaros ¿Por qué no también en Italia, Francia o Inglaterra" Por una razón muy sencilla: conoce a los hombres y sabe cómo manejar a cada uno de ellos. Ante los lapones aparece tal cual es, porque su fin es afirmarlos más y más en su superstición y crasa idolatría, pero entre vosotros tiene otro objeto muy diferente. Quiere que os idolatréis a vosotros mismos; que os creáis más sabios en vuestra opinión que Dios mismo y que todos sus oráculos. Ahora bien, para conseguir esto no se presenta tal cual es-lo cual frustraría todos sus planes-no, usa de toda clase de artificios para haceros negar su existencia, hasta teneros seguros en sus moradas.
5. Reina, pues, si bien de una manera diferente, tan absolutamente en un país como en otro. Tan seguro tiene en sus garras al alegre incrédulo italiano, como al tártaro salvaje. Su víctima está durmiendo cerca del león y éste es demasiado astuto para despertarla. Por ahora sólo juega alrededor, que después la despedazará.
El dios de este mundo domina a sus adoradores ingleses tan completamente como a los lapones, pero tiene buen cuidado de no asustar a los primeros, no sea que clamen al Dios de los cielos. El príncipe de las tinieblas no se deja ver, mientras que tiene dominio sobre estos sus súbditos. El conquistador está mucho más seguro de sus cautivos cuanto más libres se crean éstos. Así que "cuando el fuerte armado guarda su atrio, en paz está lo que posee"-ni el deísta ni el cristiano de nombre sospechan su presencia, y por consiguiente, están en perfecta armonía con él.
6. Mientras tanto, sigue obrando en ellos con la mayor energía y de tal manera obscurece la vista de su entendimiento, que la luz del Evangelio glorioso de Cristo no puede alumbrarlos. Encadena sus almas en la tierra y en el infierno con los eslabones de sus afectos viles. Los ata al mundo con el amor del mundo, el amor del dinero, del placer o de la alabanza. Por medio de la soberbia, de la envidia, de la cólera, del odio y de la venganza, arrastra sus almas hasta el borde del infierno. En todo esto obra con tanto mayor aplomo y libertad, cuanto que sus víctimas no saben que está obrando.
7. Empero ¡cuán fácilmente podemos descubrir la causa cuando vemos los efectos! Algunas veces son claros y palpables. Así sucedía en las naciones más civilizadas de los paganos. Los romanos, tan famosos y virtuosos, aun en medio de su más alta sabiduría y gloria estaban "atestados de toda iniquidad, de fornicación, de malicia, de avaricia, de maldad; llenos de envidia, de homicidios, de contiendas, de engaños, de malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a sus padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia."
8. Un testigo, que puede considerarse irrecusable, corrobora la descripción anterior en sus cargos más serios. Me refiero al pagano Dión Casius, quien menciona el hecho de que antes de que César volviera de Galia, se practicaba abierta y descaradamente no sólo toda clase de glotonería y prostitución; abundaban no sólo la mentira, la injusticia y la crueldad, ora en los tribunales públicos o en las familias particulares, sino que los robos más escandalosos, la rapiña y los asesinatos eran tan frecuentes en toda la ciudad de Roma, que pocos hombres se aventuraban a salir de casa por la noche sin haber hecho antes sus testamentos. Decían que no estaban seguros de volver con vida.
9. Tan negras y palpables como éstas son las obras del demonio hoy día entre muchas naciones paganas, si no es que en todas ellas. La religión natural de los creeks, cherokees, chickasaws y otras tribus de indios bárbaros que viven cerca de nuestras colonias en el sur, y que consisten de naciones enteras, les permite martirizar a sus prisioneros todo el día, y por último asarlos. Con motivo de la menor provocación, matan a sus paisanos disparándoles por la espalda. Peor todavía, es cosa muy común que un hijo levante a su padre la tapa de los sesos, si cree que ha vivido demasiado. Con frecuencia las madres, cansadas de sus hijos, les amarran piedras pesadas al cuello y echan tres o cuatro de ellos en el río, uno después de otro.
10. Ojalá y sólo entre los paganos se hubiesen practicado obras tan palpablemente del demonio, pero no nos atrevemos a hacer semejante aserción. Aun en la crueldad y el derramamiento de sangre, ¡cuán poco atrás de ellos se han quedado los cristianos! No sólo los españoles y los portugueses acuchillando a miles en Sudamérica. No sólo los holandeses en las Indias, o los franceses en la América del Norte, siguiendo en el camino de los españoles, sino también nuestros mismos paisanos quienes han derramado mucha sangre, exterminando naciones enteras, mostrando así el espíritu que mora y obra en los hijos de desobediencia.
11. Estos monstruos casi hacen que nos olvidemos de las obras que el diablo hace en nuestra patria. Pero ¡ay! ¡ni aun en ella podemos echar una mirada sin encontrarlas por todas partes! ¿No es una prueba de su poder el que hombres blasfemos, borrachos, fornicarios, adúlteros, ladrones, salteadores, sodomitas, asesinos, se encuentren todavía por todos los ámbitos del país ¡Cuán triunfante reina el príncipe de este mundo sobre todos estos hijos de desobediencia!
12. Menos descaradamente, pero con igual éxito, obra entre los hipócritas, los chismosos, los embusteros, los calumniadores, los opresores, los que hacen extorsión, los perjuros, los que venden al amigo, la honra, la conciencia o la patria. Y ¡todavía se atreven los tales a hablar de religión y de conciencia, del honor, de la virtud, del bien público! No pueden engañar a Satanás como no pueden engañar a Dios. También el diablo conoce a los suyos. Son una gran multitud, de todas naciones y gentes, sobre las que tiene perfecto señorío hasta el día de hoy.
13. Si tomáis esto en consideración, fácilmente comprenderéis en qué sentido los hombres pueden echar fuera a los demonios hoy día. Todo fiel ministro de Cristo los echa fuera, si es que Dios prospera la obra de sus manos.
Con su palabra, que tiene la ayuda del poder de Dios, induce a los pecadores al arrepentimiento, a un cambio completo-tanto interior como exterior-de todo lo que es malo a todo lo que es bueno. En el verdadero sentido, esto no es otra cosa sino echar a los diablos fuera de las almas en las que hasta lo presente han morado. El fuerte ya no puede guardar su casa. Uno más fuerte que él ha venido a echarlo, a tomar posesión y a hacerla una habitación de Dios por medio de su Espíritu. Aquí concluye la influencia de Satanás, y el Hijo de Dios "destruye las obras del maligno." Una vez iluminada la inteligencia del pecador, su corazón se siente dulcemente atraído al Señor. Se enaltecen sus deseos, se purifican sus afectos, y estando lleno del Espíritu Santo crece en la gracia hasta que llega a ser santo no solamente de corazón, sino en todas sus costumbres.
14. En verdad, todo esto es obra de Dios. Sólo El puede echar fuera a Satanás, pero por lo general, para llevar esto a cabo le place valerse del hombre como de un instrumento, de quien luego se dice que echa fuera los demonios en su nombre, con su poder y su autoridad. El envía a este trabajo a los que quiere, pero por lo general a personas a quienes nadie habría escogido. Porque "sus caminos no son como nuestros caminos, ni sus pensamientos como nuestros pensamientos." Escoge, pues, a los débiles para confusión de los fuertes y a los ignorantes para confundir a los sabios, por la sencilla razón de que desea la gloria para sí-para que ninguna carne se jacte en su presencia.
II. 1. Empero si alguno echa fuera demonios de esta manera, y "no nos sigue," ¿no deberemos prohibírselo Según parece, esta era la opinión y la práctica del apóstol, hasta que sometió el caso a la decisión del Maestro. "Se lo prohibimos"-dice--"porque no nos sigue"-lo que él creía ser una razón suficiente. Paso a considerar el significado de estas palabras: "no nos sigue."
Estas palabras pueden referirse a una circunstancia muy secundaria. Es decir, que no tiene ninguna relación exterior con nosotros. No trabajamos juntos. No es nuestro compañero en el Evangelio. En verdad, siempre que al Señor le place mandar un gran número de trabajadores a su mies, no pueden todos trabajar subordinados los unos a los otros o de común acuerdo. Ni siquiera pueden tratarse o conocerse personalmente. Algunos estarán en partes de la mies tan distantes, que lejos de tener relaciones personales serán tan extraños los unos a los otros como si hubiesen vivido en épocas diferentes. Indudablemente que podemos decir respecto de aquellos a quienes no conocemos: "no nos siguen."
2. La segunda interpretación de estas palabras puede ser esta: no pertenece a nuestro partido. Motivo de profunda tristeza ha sido por largo tiempo para todos los que anhelan la paz en la Iglesia, el hecho de que existan aún tantos partidos entre aquellos que se, llaman cristianos. Esto es especialmente cierto entre nuestros paisanos, quienes constantemente se han estado dividiendo en asuntos enteramente secundarios, muchos de los cuales no conciernen en lo absoluto a la religión. Muchos partidos que han durado siglos, han debido su origen a las circunstancias más triviales. Todos los que pertenecen a dichos partidos indudablemente se opondrían a cualquiera que no fuese de su número, y dirían: "no nos sigue."
3. En tercer lugar, el sentido de esas palabras puede ser este: no está de acuerdo con nosotros en nuestras opiniones religiosas. Hubo un tiempo en que todos los cristianos tenían una misma mente y un mismo corazón. Tan abundante así era la gracia que tenían cuando por primera vez fueron llenos del Espíritu Santo. Empero ¡qué poco duró esta bendición! ¡Qué poco duró esa unanimidad y cuán pronto brotó la diferencia de opiniones aun en la Iglesia de Cristo! Y eso no en los cristianos solamente de nombre, sino en los verdaderos. Sí, aun entre los mismos jefes, entre los apóstoles. Esa diferencia que brotó entonces jamás ha sido desarraigada, pues no sabemos que esas columnas de la Iglesia de Dios se hayan puesto de acuerdo especialmente respecto de la ley ceremonial mientras estuvieron sobre la tierra.
No es nada extraño, por consiguiente, que exista hoy día tal variedad de opiniones en la Iglesia Cristiana. Una de las consecuencias naturales de esto es que si vemos a alguno echando fuera demonios, será a menudo uno que "no nos sigue," es decir, que no acepta nuestras opiniones. Es probable que no esté acorde con nosotros en todo lo que opinamos, ni aun respecto de la religión. Probablemente piense de manera distinta aun en asuntos importantes tales como la naturaleza y el fin de la ley moral, los decretos eternos de Dios, la suficiencia y eficacia de su gracia y la perseverancia de sus hijos.
4. Quizá no sólo piense, sino que también obre de una manera diferente a la nuestra. Tal vez no le guste el culto con que adoramos a Dios en nuestra congregación, y crea que las formas que tuvieron su origen en tiempos de Martín Lutero y Juan Calvino, le aprovechan más. Puede ser que se oponga a esa liturgia que para nosotros es la mejor que existe, y que tenga muchas dudas respecto de la forma de gobierno que nosotros creemos ser apostólico y escriturario. Puede ser que vaya más allá todavía, que siguiendo los dictámenes de su conciencia se abstenga de frecuentar las que nosotros creemos ser ordenanzas de Jesucristo. O en caso de que esté de acuerdo con nosotros en que son ordenanzas de Dios, tal vez exista alguna diferencia de opinión respecto a la manera de administrar dichas ordenanzas o de las personas que deban recibirlas. La consecuencia inevitable de cualquiera de estas diferencias, es que la persona que no está de acuerdo con nosotros, se separa de nuestra sociedad. En este sentido, por consiguiente, "no nos sigue," no pertenece "a nuestra iglesia," como luego decimos.
5. Empero estas palabras pueden tomarse en un sentido más verdadero todavía cuando se refieren a un miembro de esa iglesia que no sólo es muy diferente de la nuestra, sino que en muchos respectos es antibíblica y anticristiana. Esa iglesia cuyas doctrinas creemos ser enteramente falsas y erróneas y cuyas prácticas son tan peligrosas, que es culpable de supersticiones crasas, lo mismo que de idolatría. Que a la fe una vez dada a los santos ha añadido tantos artículos, que ha omitido por completo uno de los mandamientos de Dios e invalidado varios otros con sus tradiciones. Y la que, a pesar de su pretendida veneración y perfecta conformidad a la Iglesia Primitiva, ha introducido un sinnúmero de innovaciones que no autorizan la antigüedad ni la Escritura. Evidentemente que quien camina tan lejos de nosotros "no nos sigue."
6. Sin embargo, puede existir una diferencia todavía mayor que ésta. El que no está de acuerdo con nosotros en las opiniones ni en la práctica, tal vez esté más desacorde aún en los afectos. Esta es una consecuencia muy natural y común. Las diferencias que empiezan en asuntos de opiniones rara vez paran allí. Por lo general influyen en los afectos y separan a los más íntimos amigos. No hay animosidad tan pertinaz e irreconciliable como la que resulta de diferencias en asuntos de religión. Por esta razón los enemigos más crueles del hombre son los de su casa. Por esto el padre está en contra de sus hijos, y los hijos en contra de su padre. Tal vez se persigan aun hasta la muerte, creyendo mientras tanto que rinden un servicio a Dios.
No es nada extraño, por consiguiente, que si las personas no están de acuerdo con nosotros en asuntos religiosos o en la práctica, muy pronto nos empiecen a tratar con dureza y aun con crueldad. No es nada extraño que aumente su predisposición para con nosotros hasta el grado de que lleguen a tener mala opinión de nuestras personas como la tienen de nuestras opiniones. En consecuencia natural, hablarán de nosotros como piensan: mal. Nos harán oposición y nos estorbarán en el trabajo hasta donde les sea posible, puesto que no creen que ésta sea la obra de Dios, sino del hombre o del demonio. Quien piensa, habla y obra de esta manera, a la verdad que "no nos sigue."
7. No creo que la persona de quien el apóstol habla en las palabras del texto, haya ido hasta tal extremo. Si bien no tenemos ninguna descripción especial de dicho individuo en el contexto ni en ninguna otra parte de la Sagrada Escritura. No tenemos derecho a suponer que haya existido ninguna diferencia material entre él y los apóstoles, ni mucho menos que estuviera predispuesto en contra de ellos o del Maestro. Podemos-según parece-deducir esto de las palabras del Señor que siguen inmediatamente después: "Ninguno hay que haga milagros en mi nombre que luego pueda decir mal de mí." A propósito he supuesto el caso más extremo, añadiendo todas las circunstancias que puedan imaginarse, para que estando advertidos de esta tremenda tentación no condescendamos de ninguna manera a pelear en contra de Dios.
III. 1. Supongamos ahora que a un hombre, con quien nada tenemos que ver, que no es de nuestro partido, que no pertenece a nuestra iglesia, y que difiere mucho de nosotros tanto en el criterio como en la práctica y en los afectos, lo vemos echando fuera "demonios." Jesús dice: "No se lo prohibáis." Paso, en tercer lugar, a explicar esta importante dirección de nuestro Señor.
2. Si vemos a este hombre echando fuera los demonios, ¡qué bueno sería en ese caso que creyéramos lo que viésemos con nuestros propios ojos, y que no dudásemos de nuestros sentidos! ¡Qué poco conocedor del género humano es aquel que no percibe inmediatamente cuán difícil nos es creer que otro eche fuera demonios, si "no nos sigue" en todos o en la mayor parte de los significados de estas palabras ya expuestas! Iba yo a decir en alguno de los significados, puesto que si juzgamos por lo que pasa en nuestros corazones, fácilmente podemos comprender que se niegan los hombres a ver algo bueno en quienes no están de acuerdo con ellos en todo.
3. Empero, ¿qué prueba suficiente y racional hay de que algún hombre eche fuera demonios, en el sentido que acabamos de mencionar La respuesta es fácil. ¿Hay pruebas suficientes (1) de que cierta persona era un pecador descarado y escandaloso; (2) de que ya no lo es; de que, habiendo roto sus cadenas lleva ahora una vida cristiana; (3) de que este cambio es el resultado de haber escuchado la predicación de cierto hermano Si existen estos tres puntos claros e innegables, entonces hay pruebas suficientes y racionales-que no podéis negar sino pecando voluntariamente-de que este hombre echa fuera demonios.
4. Entonces, "no se lo prohibáis." Cuidad de no estorbarle con vuestra autoridad, argumentos o persuasiones. No tratéis en manera alguna de evitar que haga uso de todo el poder que Dios le ha dado. Si acaso está bajo vuestra autoridad, no uséis ésta para estorbar la obra de Dios. No le deis razones para que ya no hable en el nombre de Jesús, que Satanás no dejará de hacerlo por sí solo y sin vuestra ayuda. No tratéis de persuadirle a que abandone su trabajo, puesto que si escucha los consejos del diablo y los vuestros, tal vez se pierdan muchas almas en su iniquidad, pero de su sangre Dios os pedirá cuenta.
5. "Supongamos que el individuo que echa fuera demonios es un laico, ¿no se lo debo prohibir" ¿Es un hecho ¿Hay pruebas innegables, de que este hombre haya echado o eche fuera demonios Si las hay, "no se lo prohibáis," no sea que peligre vuestra alma. ¿No tiene Dios derecho a obrar por medio de quien le plazca Nadie puede hacer estas cosas si Dios no está con él, a no ser que Dios le haya enviado para este fin. Y si Dios le ha enviado, ¿le detendréis, le prohibiréis que vaya
6. "Pero dudo que Dios le haya enviado." "Por cierto, maravillosa cosa es esta (podría decir cualquiera que fuera una prueba viviente de su misión) que vosotros no sepáis de dónde viene, y a mí me abrió los ojos. Si este no hubiese venido de Dios, no pudiera hacer nada." Si dudáis del hecho, mandad traer a los padres del hombre. Haced que vengan sus hermanos, sus amigos, sus conocidos. Pero si no lo dudáis, si tenéis que confesar que se ha hecho un gran milagro, entonces ¿con qué conciencia, con qué valor, podéis mandar a uno a quien Dios ha enviado, "que no hable en Su nombre"
7. Concedo que es sumamente conveniente que todo aquel que predica en su nombre tenga, además de la vocación interior, algún llamamiento exterior. Pero niego que esto sea absolutamente necesario.
"Pero, ¿no dice la Escritura claramente: Nadie toma para sí la honra, sino el que es llamado de Dios, como Aarón"
Infinidad de veces se ha citado este versículo, como si diese gran fuerza al argumento, mas en verdad es una cita muy mal hecha. Porque, en primer lugar, Aarón jamás fue llamado a predicar. Fue llamado a ofrecer dones y sacrificios por el pecado, lo cual era su ocupación especial. En segundo lugar, estos hombres no ofrecen sacrificios de ninguna clase, sólo predican-lo que no hizo Aarón. Y por consiguiente, no se puede encontrar en toda la Escritura un texto que esté más lejos del asunto que éste.
8. "Empero, ¿cuál era la costumbre en la época apostólica" Fácilmente podéis estudiarla en los Hechos de los Apóstoles. El capítulo octavo de este libro dice así: "Y en aquel día se hizo una gran persecución en la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles" (v. 1). "Mas los que fueron esparcidos, iban por todas partes anunciando la palabra" (v. 4). Ahora bien, ¿habían sido todos estos llamados exteriormente a predicar Ninguna persona que esté en sus cinco sentidos puede creer semejante cosa. Luego esta es una prueba innegable de cuál era la costumbre en la edad apostólica. Aquí tenéis no sólo uno, sino una multitud de predicadores que fueron enviados únicamente por Dios.
9. A la verdad, lejos de inducirnos la costumbre de los apóstoles a creer que los hombres no tienen derecho de predicar antes de ordenarse, nos hace ver que en aquella época se consideraba esto como necesario. No cabe la menor duda de que el apóstol Pablo acostumbraba y aconsejaba probar al candidato antes de ordenarlo. "Y éstos (los diáconos) también sean antes probados; y así ministren" (I Timoteo 3: 10). ¿Probados ¿Cómo ¿Haciéndoles construir una oración en griego y haciéndoles unas cuantas preguntas triviales ¡Prueba estupenda de que un hombre es ministro de Cristo! La prueba debe ser clara y satisfactoria, tal cual aún se acostumbra en algunas iglesias protestantes de Europa, investigando no sólo si sus vidas son santas y sin mancilla, sino también si poseen los dones más necesarios e indispensables para edificar la Iglesia de Cristo.
10. Pero supongamos que cierto hombre posee estos dones, que ha hecho que algunas almas se arrepientan, y que, sin embargo, el obispo se niega a ordenarle. En tal caso, el obispo le prohíbe echar fuera demonios. Pero yo no me atrevo a prohibírselo. He publicado las razones que tengo para obrar así y todo el mundo las sabe. Sin embargo, algunos insisten en que debo hacerlo. Vosotros que insistís en esto, tened la bondad de contestar a esas razones. No tengo noticia hasta la fecha de que ninguno lo haya hecho ni haya tratado de hacerlo. Sólo sé que algunos las consideran débiles y triviales. Y en esto demostraron su prudencia porque es más fácil despreciar un argumento-o al menos despreciarlo aparentemente-que contestarlo. Por consiguiente, mientras que no se me pruebe que mis razones son falsas, y siempre que tenga yo pruebas de que un hombre echa fuera demonios, cualquiera que sea la conducta que observen otros, no me atreveré a prohibírselo, no sea que me encuentre yo luchando en contra de Dios.
11. Quienquiera que seas, oh alma que temes a Dios, no se lo prohíbas, indirecta ni directamente. Hay muchas maneras de prohibírselo. Lo hacéis indirectamente si negáis o despreciáis por completo la obra que Dios ha llevado a cabo por medio de él. Lo hacéis indirectamente, desanimándole en su obra, buscando discusiones con él sobre su trabajo, haciendo objeciones en contra de dicho trabajo y tratando de atemorizarle con ciertas consecuencias que probablemente no tendrán lugar. Se lo prohibís al mostraros descorteses con él, en vuestras palabras o con vuestra conducta, y mucho más cuando habláis de él con otros de una manera injusta y despreciativa, cuando procuráis hacerlo aparecer ante otros como despreciable y odioso. Se lo prohibís constantemente al hablar mal de su trabajo o al despreciarlo. ¡No se lo prohibáis de ninguna de estas maneras, ni prohibáis a otros que vayan a escucharle, ni desaniméis a los pecadores que van a oír esa Palabra que puede salvar sus almas!
12. Si queréis seguir el consejo del Señor en toda su plenitud y significado, acordaos de sus palabras: "El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, derrama." El que no recoge a los hombres para llevarlos al reino de Dios, ciertamente los aleja, porque en esta lucha no cabe la neutralidad. Los que no están del lado de Dios, están con Satanás. ¿Estáis del lado de Dios Entonces lejos de prohibir a nadie que eche fuera demonios, haced cuanto esté a vuestro alcance para ayudarle en su obra. Fácilmente reconoceréis la obra de Dios y confesaréis su grandeza. Removeréis de su camino todas las dificultades y objeciones hasta donde os sea posible. Esforzaréis sus manos al hablar bien de él ante todos los hombres, mencionando las cosas que habéis visto y oído. Animaréis a otros a que vayan a oírle predicar, que escuchen a aquel que Dios ha enviado. No dejaréis de darle siempre que Dios os lo permita, pruebas claras del amor sincero que le profesáis.
IV. 1. Si faltamos voluntariamente en cualquiera de estos puntos, si se lo prohibimos ora directa, o indirectamente, porque "no nos sigue," no podremos negar que somos fanáticos. Esta es la deducción que saco de lo que llevamos dicho, si bien temo que rara vez se dé a la palabra fanatismo su verdadero significado, a pesar de lo mucho que se usa-como no se le da tampoco al término entusiasmo. Fanatismo es la tenaz preocupación o apego que tenemos a nuestro partido, nuestras opiniones, nuestra iglesia o religión. Por consiguiente, todo aquel que se preocupa tenazmente de estas cosas, o que se apega en tal extremo a ellas que prohíbe a los demás que echen fuera demonios simplemente porque no están enteramente de acuerdo con él, es un fanático.
2. Guardaos de esto. Tened cuidado: (1) de no probar que sois fanáticos, negándoos a creer que otros que no están de acuerdo con vosotros echen fuera demonios. Y si no faltáis en esto, si confesáis el hecho, examinaos a vosotros mismos y preguntaos: (2) al prohibirle directa o indirectamente que eche fuera demonios ¿no declaro que soy un fanático ¿No se lo prohíbo simplemente porque no pertenece a mi partido, porque no acepta mis opiniones, o porque no adora a Dios según los métodos de religión que me enseñaron mis padres
3. Examinaos a vosotros mismos. Haceos estas preguntas: ¿No se lo prohíbo, al menos indirectamente, por ninguno de estos motivos ¿No me duele que Dios favorezca y bendiga a un hombre que tiene opiniones tan erradas ¿No le desanimo únicamente porque no pertenece a mi iglesia, entrando con él en disputas respecto de ello, presentándole objeciones y atormentándole al decirle que su modo de obrar traerá tales y cuales consecuencias ¿No demuestro, bien en mis acciones, ya con mis palabras o con mi descortesía, que tengo cólera con él y que le desprecio ¿No hablo en su ausencia de sus faltas verdaderas o supuestas, de sus defectos o debilidades ¿No evito que le escuchen los pecadores Si hacéis cualquiera de estas cosas, sabed que sois fanáticos hasta este momento.
4. "Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón: pruébame y reconoce mis pensamientos y ve si hay en mi" algo de fanatismo, "y guíame en el camino eterno." A fin de examinarnos perfectamente bien, supongamos el caso más extremo. Por ejemplo, si viese yo a un papista, o a un arriano, o a un sociniano, echando fuera demonios, no se lo podría prohibir sin demostrar con ello que soy un fanático. Más aún, si se pudiera suponer el caso de que viera yo a un judío, a un deísta o a un turco, haciendo este milagro, y se lo prohibiese directa o indirectamente, no sería sino un fanático.
5. Hermanos, ¡cuidaos de esto! No os contentéis con dejar que otros echen fuera demonios. Esto es bueno, pero es necesario hacer algo más. Si deseáis evitar toda clase de fanatismo, no vaciléis. En cualquiera de estos casos, y sea quien fuere el instrumento de Dios, reconocedlo como tal. No os contentéis con reconocerlo, regocijaos en su obra y alabad su nombre con acción de gracias. Animad a cualquiera que, enviado de Dios, se entrega por completo a esta obra. Hablad bien de él dondequiera que os encontréis. Defended su carácter y misión. Dilatad hasta donde podáis el campo donde ha de trabajar. Mostraos corteses con él de palabra y en obras. Clamad a Dios constantemente en su favor, para que se salve a sí mismo y a los que le escuchan.
6. Réstame tan sólo añadir una advertencia: No creáis que el fanatismo de otros disculpa el vuestro. No sería extraño si uno que echa fuera demonios, os prohibiese hacer lo mismo. Habréis notado que este es cabalmente el caso que se menciona en el texto: los apóstoles prohibieron a otro hacer lo que ellos mismos hacían. Tened cuidado de no hacer tal cosa. No debéis devolver mal por mal. El que otro hermano deje de observar la ley del Señor, no disculpa que os olvidéis de ella. Dejad que él absorba todo el fanatismo que quiera. Si os lo prohíbe, no se lo prohibáis vosotros. Al contrario, esforzaos, velad y orad más a fin de que aumente el amor que le profesáis. Si él habla toda clase de maldad en contra de vosotros, hablad todo lo bueno que podáis de él, y que sea cierto. Seguid en esto el glorioso dicho de aquel gran hombre (¡ojalá hubiese pensado siempre del mismo modo!): "Dejad que Lutero me llame diablo una y mil veces; yo siempre le consideraré como a un mensajero de Dios."
PREGUNTAS SOBRE EL SERMON XXXVIII
1. (¶ 1). ¿Qué cosa se lee en los versículos anteriores 2. (¶ 2). ¿Qué cuestión se propone en este párrafo 3. (¶ 3). ¿De qué manera se contesta 4. (¶ 4). ¿Qué cosa se propone demostrar 5. (I. 1). ¿Qué cosa se muestra en primer lugar 6. (I. 2). ¿Cómo debe considerarse al diablo 7. (I. 3). ¿Qué se dice del príncipe de este mundo 8. (I. 4). ¿Qué dicen los historiadores de ciertos países 9. (I. 5). ¿De qué manera reina el demonio en distintos países 10. (I. 6). ¿Cómo trabaja entre las naciones 11. (I. 7). ¿Cómo podemos descubrir la causa de estas obras 12. (I. 8). ¿Qué se dice de Dión Casius 13. (I. 9). ¿Qué se dice de la religión de los indígenas americanos 14. (I. 10). ¿Qué se dice en este párrafo de la crueldad y el derramamiento de sangre 15. (I. 11). ¿Qué dice de su propio país 16. (I. 12). ¿De qué otra manera obra el diablo 17. (I. 13). ¿Cómo pueden los hombres echar fuera demonios en lo presente 18. (I. 14). ¿Quién es el único que puede echar a Satanás 19. (II. 1). ¿Debemos prohibírselo a los que no nos siguen 20. (II. 2). ¿Qué segundo significado puede darse a esta expresión 21. (II. 3). ¿Cuál otro, en tercer lugar 22. (II. 4). ¿Cómo puede diferir de nosotros, en cuarto lugar 23. (II. 5). ¿De qué otro modo todavía más acentuado 24. (II. 6). ¿Qué otra diferencia más importante puede existir 25. (II. 7). ¿Qué se dice de la persona que menciona el texto 26. (III. 1). ¿Qué cosa se supone aquí 27. (III. 2). ¿Qué cosa se dice aquí de nuestra costumbre de no querer ver nada bueno en los demás 28. (III. 3). Sírvase usted mencionar la pregunta contenida en este párrafo y su contestación respectiva. 29. (III. 4). Una vez concedido esto, ¿qué deber tenemos 30. (III. 5). ¿Y suponiendo que sea un laico 31. (III. 6). ¿Qué objeción se hace en este párrafo y cómo se contesta 32. (III. 7). ¿Qué cosa conviene en extremo 33. (III. 8). ¿A qué pregunta se contesta en este párrafo 34. (III. 9). ¿Qué práctica observaban los apóstoles 35. (III. 10). ¿Qué se dice de la conducta del obispo 36. (III. 11-12). ¿Qué exhortación se hace aquí 37. (IV. 1). ¿Qué se dice del fanatismo en este párrafo 38. (IV. 2-3). ¿Qué otra advertencia se hace aquí 39. (IV. 4-6). ¿Cómo concluye el sermón