ANALISIS
I. La separación de la religión interior de la exterior es un ardid de Satanás. El celo por la ley de las obras ha causado el olvido de la justicia que es por la fe. Otros van al extremo contrario, y hablan mal de la ley, haciendo así que la fe y las obras estén en oposición mutua. Ambos extremos: el negar la necesidad de las buenas obras, o la substitución de las buenas obras por la ley de la fe, son erróneos. De la misma manera se ha hecho que los fines y los medios de la religión no estén en armonía. La religión no consiste en asistir a los cultos de la iglesia, en recibir la Cena del Señor, en oír sermones o leer libros buenos. El amor de Dios y del prójimo es una parte esencial de la religión. Esto se refiere muy especialmente al ayuno religioso, el cual exaltan demasiado muchas personas, y otras lo menosprecian. La verdad se encuentra en el medio, entre los dos extremos. El ayunar no es el todo de la religión, pero por otra parte, es algo.
II. Naturaleza del ayuno: el no comer, abstenerse de tomar alimento, por cierto tiempo determinado. Circunstancias exteriores relacionadas con el ayuno en tiempos antiguos. Estos puntos diferentes no se mencionan con aprobación en el Nuevo Testamento, ni en las épocas más puras de la Iglesia. Semejantes muestras de humillación son más propias en los adoradores de Baal y de los dioses de los paganos. El tiempo del ayuno que se menciona en la Escritura es de la mañana a la tarde. Relación que hay entre la abstinencia y el ayuno. La clase inferior de ayuno. Días de ayuno entre los judíos y también en la Iglesia Cristiana. Ayunos de vez en cuando.
III. Las razones y el fin del ayuno. Bajo la influencia de emociones fuertes, pasiones vehementes, dolor o miedo. Ejemplos. Esta es la razón natural del ayuno. Se cita la homilía sobre el ayuno. Otro motivo para el ayuno es el abuso de las cosas legales. La razón más poderosa es que ayuda a orar, especialmente cuando con tal fin se separan ciertas horas. A pesar de todo esto, no existe ninguna relación natural entre el ayuno y las bendiciones que por medio de él Dios concede. Con esta práctica se calma el enojo de Dios. Se citan varios casos. Los apóstoles enseñaron el deber de ayunar, uniéndolo a la oración.
IV. Se consideran algunas objeciones.
SERMON XXVII
SOBRE EL SERMON DE NUESTRO SEÑOR EN LA MONTAÑA (VII)
Y cuando ayunáis, no seáis como los hipócritas, austeros; porque ellos demudan sus rostros para parecer a los hombres que ayunan: de cierto os digo, que ya tienen su pago. Mas tú, cuando ayunas, unge tu cabeza y lava tu rostro; para no parecer a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto: y tu Padre que ve en secreto, te recompensará en público (Mateo 6:16-18).
1. Desde el principio del mundo, uno de los ardides de Satanás ha sido separar lo que Dios había juntado-dividir la religión interior de la exterior; hacer que la una estuviese en pugna con la otra-y en esto ha tenido buen éxito entre aquellos que ignoraban "sus maquinaciones."
En todas las épocas ha habido muchos que teniendo el celo de Dios, pero no según conocimiento, se han adherido estrictamente a "la justicia que es por la ley," el cumplimiento de los deberes exteriores, y al mismo tiempo se han descuidado por completo de la justicia interior, "la justicia que es de Dios por la fe." Otros muchos han caído en el extremo opuesto menospreciando los deberes exteriores, y aun murmuran "de la ley, y juzgan a la ley," en cuanto a que ésta enseña el cumplimiento de dichos deberes.
2. Por este mismo ardid ha hecho Satanás que la fe y las obras estén en desacuerdo con tanta frecuencia, y muchos que verdaderamente tenían celo de Dios, han caído, si bien por corto tiempo, en una u otra trampa. Algunos han exaltado la fe a tal grado, que excluyen por completo las buenas obras, negando no sólo que sean la causa de nuestra justificación (puesto que sabemos que el hombre es justificado gratuitamente por medio de la redención que es en Jesucristo), sino también que sean el fruto necesario de la fe; más aún, no dándoles ningún lugar en la religión de Jesucristo. Otros, ansiosos por evitar este error peligroso, se han alejado lo mismo en dirección opuesta y han sostenido que las buenas obras son la causa-a lo menos la causa previa-de nuestra justificación, o han hablado de ellas como si fuesen el todo por el todo de la religión de Jesucristo.
3. De la misma manera, los hombres han puesto en desacuerdo el fin y los medios en la religión. Algunos individuos con toda buena intención parece que hacen consistir toda la religión en asistir a los cultos de la iglesia, en tomar la Cena del Señor, en oír sermones y leer libros piadosos, olvidándose al mismo tiempo del fin de todo esto, el amor a Dios y al prójimo. Esto mismo ha confirmado a otros en su olvido-si no en su desprecio-de las instituciones de Dios, de las que tanto se han abusado, y en minar y destruir el propio fin para cuyo sostén fueron establecidas.
4. De todos los medios de gracia, apenas habrá otro respecto del cual hayan caído los hombres en mayores errores, como el que nuestro Señor menciona en las palabras del texto, a saber: el ayuno religioso. ¡Cómo han exaltado esto algunos, mucho más allá de la Escritura y la razón! Otros lo han menospreciado por completo, vengándose, como quien dice, al despreciarlo tanto como los otros lo han exaltado. Aquéllos han hablado del ayuno como si fuera el todo por el todo; si no el fin en sí mismo, al menos infaliblemente unido con él. Estos, como si no fuera nada absolutamente; como si fuese un trabajo estéril que no tuviera relación alguna en lo absoluto. Mientras que, evidentemente, la verdad se encuentra entre los dos extremos. No es el todo, pero tampoco deja de ser algo. No es el fin, pero es un medio precioso que guía a ese fin; medio que Dios mismo ha establecido y por el cual, en su consecuencia, cuando se usa bien, ciertamente nos dará su bendición.
A fin de explicar esto con la mayor claridad, procuraré mostrar, en primer lugar, cuál es la naturaleza del ayuno con sus diversos grados y clases. Después, sus razones, bases y fines. Luego, cómo pueden contestarse las objeciones más plausibles que se arguyan. Y en cuarto lugar, la manera como debe usarse.
I. 1. Procuraré, en primer lugar, mostrar cuál es la naturaleza del ayuno, con sus diversos grados y clases. Respecto de su naturaleza, todos los escritores inspirados-tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo-dan un mismo sentido a la palabra ayunar: no comer, abstenerse de tomar alimento. Tan claro es esto que sería perder tiempo el citar las palabras de David, Nehemías, Isaías y los profetas que siguieron, o las de nuestro Señor y sus apóstoles, puesto que todos están de acuerdo en esto: que ayunar es abstenerse de tomar alimento por un tiempo fijo.
2. A esto añadían los antiguos, generalmente, otras circunstancias que no tenían ninguna relación con el ayuno tales como la falta de aseo en el traje; no usar ciertos adornos; vestir de luto; echarse ceniza sobre la cabeza, o ponerse el saco penitencial a raíz. Pero en el Nuevo Testamento rara vez se mencionan estas cosas secundarias. Tampoco parece que los cristianos de edades más puras les hayan dado valor alguno, si bien algunos penitentes podían usarlas de su motu proprio como señas exteriores de su humillación interior. Mucho menos lo hicieron los apóstoles y los cristianos contemporáneos suyos. Semejantes prácticas eran dignas de los sacerdotes y adoradores de Baal. Los dioses de los paganos no eran sino diablos, e indudablemente que era cosa aceptable para el dios-diablo, cuando sus sacerdotes "clamaban a grandes voces, y sajábanse con cuchillo y con lancetas conforme a su costumbre, hasta chorrear la sangre sobre ellos" (I Reyes 18:28). Esto no puede ser agradable a Aquel que no vino a destruir las vidas de los hombres, sino a salvarlas-ni es digno de sus discípulos.
3. Respecto de los grados o medios del ayuno, hay ejemplos de algunos que han ayunado por varios días sin interrupción. Está escrito que Moisés, Elías y nuestro bendito Salvador, teniendo fuerzas sobrenaturales para llevar a cabo tal privación, ayunaron sin interrupción "cuarenta días y cuarenta noches." Sin embargo, el tiempo del ayuno que con más frecuencia se menciona en la Escritura, es de un día: desde por la mañana hasta en la noche, siendo este el ayuno que comúnmente observaban los cristianos; Además de éste, tenían otros ayunos (semijejunia, como los llamaba Tertuliano), que consistían en no probar alimento el cuarto y sexto día de la semana-todos los miércoles y viernes del año- hasta las tres de la tarde, hora en que volvían del culto público.
4. Muy relacionado a esto es lo que nuestra iglesia parece querer dar a entender especialmente con el término abstinencia, que puede usarse cuando no podemos ayunar por completo, con motivo de enfermedad o debilidad corporal: comer poco, abstenerse en parte, tomar menos alimento del que acostumbramos. No recuerdo que haya de esto ningún ejemplo en la Escritura, pero tampoco lo condeno, puesto que la Biblia no lo condena. Puede ser útil y atraer una bendición de Dios.
5. El grado ínfimo del ayuno-si tal nombre se le puede dar-es de abstenerse de cosas agradables al paladar, y de esto tenemos varios ejemplos en la Sagrada Escritura además del de Daniel y sus hermanos, quienes, por una razón especial-a saber: que no querían "contaminarse en la ración de la comida del rey, ni en el vino de su beber" (Daniel 1: 18), (una ración de la cual el rey había mandado que les diesen) -pidieron y consiguieron del jefe de los eunucos, legumbres qué comer y agua para beber. Tal vez de una imitación errónea de esto haya resultado la costumbre antigua de abstenerse de comer carne y beber vino durante las épocas del año señaladas para el ayuno y la abstinencia-si es que no debió su origen a la suposición de que la carne y el vino son los alimentos más agradables-y la creencia de que en los días solemnes en que se acerca uno a Dios de una manera especial, deben usarse alimentos menos agradables al paladar.
6. Habían en la iglesia judaica ciertos ayunos fijos, tales como el ayuno del séptimo mes-que Dios mismo mandó que todo el pueblo de Israel observase, bajo pena de castigo muy severo en caso de desobediencia. "Y habló Jehová a Moisés, diciendo: Empero a los diez días de este mes séptimo será el día de las expiaciones: tendréis santa convocación y afligiréis vuestras almas...para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios. Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de sus pueblos" (Levítico 23: 26-29). En épocas siguientes añadiéronse a estos varios otros ayunos fijos. Así, el profeta Zacarías menciona el ayuno no sólo del séptimo, sino también del cuarto, del quinto y del décimo mes (8:19).
Había igualmente en la antigua Iglesia Cristiana, ayunos fijos, tanto anuales como semanales. A los primeros pertenecía el anterior a la Pascua de resurrección, que algunos observaban durante cuarenta y ocho horas; otros por una semana; muchos por dos semanas, sin probar alimento, sino hasta la noche de cada día. A los ayunos semanales pertenecían los del cuarto y sexto día de la semana, que se observaban (como escribe Epifanio, asegurando que era un hecho innegable), en toda la tierra habitada, o al menos en todo lugar donde los cristianos tenían su habitación. Los ayunos anuales en nuestra iglesia[1] son: "los cuarenta días de cuaresma, los días de témporas en las cuatro estaciones, los días de rogaciones y las vísperas de varias fiestas solemnes; las semanales, todos los viernes del año, excepto los días de navidad."
Empero, además de los ayunos fijos en todas las naciones que temen a Dios, siempre ha habido ocasiones especiales de ayuno señaladas de tiempo en tiempo, según lo han requerido las respectivas ocasiones y circunstancias especiales. Así pues, cuando "los hijos de Moab y de Ammón...vinieron contra Josaphat a la guerra.puso Josaphat su rostro para consultar a Jehová, e hizo pregonar ayuno a todo Judá" (II Crónicas 20:1-3). Así también, "en el año quinto de Joacim, hijo de Josías en el mes noveno," cuando tenían miedo del rey de Babilonia, los príncipes de Judá proclamaron "ayuno en la presencia de Jehová, a todo el pueblo de Jerusalem" (Jeremías 36:9).
De la misma manera, algunas personas que desean enmendar sus caminos y andar humildemente cerca de Dios, encontrarán a menudo la ocasión de afligir sus almas en lo privado y ante su Padre que está en secreto. A esta clase de ayuno se refieren especial y principalmente las direcciones que aquí se dan.
II. 1. Paso, en segundo lugar, a mostrar cuáles son las clases, razones y fines del ayuno.
Primeramente, los hombres que se encuentran bajo fuertes emociones de la mente-a quienes domina una pasión vehemente como el dolor o el miedo-con frecuencia se dejan absorber por tales influencias y se olvidan de comer su pan. En semejantes épocas se cuidan poco del alimento, aun del necesario para sostener la vida-y mucho menos desean cosas delicadas o cambio agradable, puesto que su mente está ocupada con pensamientos muy diferentes. Así, por ejemplo, cuando Saúl dijo: "Estoy muy congojado; pues los Filisteos pelean contra mí, y Dios se ha apartado de mí;" está escrito: "en todo aquel día y aquella noche no había comido pan" (I Samuel 28:15, 20). Los que estaban en el buque con Pablo, "siendo atormentados de una vehemente tempestad," y ya perdida toda esperanza de su salud, permanecieron ayunos, no comiendo nada, es decir: no haciendo ninguna comida cabal por catorce días (Hechos 27:18-33). Cuando David y todos los hombres que con él estaban supieron que el pueblo había huido del campo de batalla, y que Saúl y Jonathan, su hijo, eran muertos también, "lloraron, y lamentaron y ayunaron hasta la tarde, por Saúl y por Jonathan...y por la casa de Israel" (II Samuel 1: 12).
Con frecuencia los que están profundamente interesados en su ocupación se impacientan cuando se les interrumpe, y aun les repugna el alimento necesario, puesto que distrae sus pensamientos de aquello en lo que desean fijar toda su atención. Como Saúl, en la ocasión ya mencionada, cayó en tierra cuan grande era, que no quedó en él esfuerzo ninguno, y sin embargo, dijo: "No comeré," hasta que "sus criados juntamente con la mujer le constriñeron."
2. He aquí, pues, la razón natural del ayuno. Quien está profundamente afligido, abrumado por el dolor del pecado y con una viva persuasión de la ira de Dios-sin tener ninguna regla para ello, sin saber ni ponerse a pensar si abstenerse de tomar alimento es un mandamiento de Dios o no-se abstiene no sólo de tomar cosas agradables, sino hasta del alimento necesario. Como Pablo, por ejemplo, quien después de haber sido guiado a Damasco, "estuvo tres días sin ver, y no comió, ni bebió" (Hechos 9: 9).
Además, cuando la tempestad ruge con furor, cuando abruma un temor horrible al que ha estado sin Dios en este mundo, su alma aborrece toda clase de alimento; es para él desagradable y molesto. Le impacienta todo lo que viene a interrumpir su incesante clamar: "¡Señor, sálvame que perezco!"
Con cuánta energía se expresa respecto de esto mismo nuestra iglesia en la primera parte de la hornilla sobre el ayuno. "Cuando los hombres sienten el peso terrible del pecado, ven que su justa recompensa es la condenación y miran, con la vista de su mente, los horrores del infierno; tiemblan, se estremecen y se sienten interiormente tocados con' dolor de corazón y no pueden menos que acusarse, presentar su angustia ante Dios omnipotente e implorar su misericordia. Al hacer esto con toda seriedad, sus mentes se encuentran de tal manera ocupadas, absortas-en parte con dolor y pesadumbre, en parte con el sincero deseo de ser librados del peligro del infierno y de la condenación-que hacen a un lado todo deseo de comer y beber, y el aborrecimiento de todas las cosas y placeres mundanales se deja sentir en su lugar. De modo que nada les cuadra mejor que llorar y lamentarse, gemir y mostrar tanto con sus palabras como con su conducta que están cansados de la vida."
3. Otra de las razones del ayuno es esta: muchos de los que ahora temen a Dios tienen una conciencia muy viva de lo mucho que han pecado en contra de El, abusando de estas cosas lícitas. Saben cuánto han pecado comiendo con exceso; lo mucho que han quebrantado por largo tiempo la ley santa de Dios respecto de la templanza-si no es que también de la sobriedad. Cómo han complacido sus apetitos sensuales, tal vez hasta lastimar la salud de su cuerpo, perjudicando evidentemente su alma y no poco. Porque de esta manera han estado alimentando y aumentando continuamente esa viva ligereza, esa vacuidad de la mente, esa frivolidad de genio, ese descuido gayo respecto de las cosas que merecen nuestro más profundo interés, ese aturdimiento e instabilidad de espíritu que no son otra cosa sino embriaguez del alma, que embrutecen sus facultades más nobles tanto como el exceso del vino y los licores. A fin, pues, de destruir el efecto, deben quitar la causa. Se alejan de todo exceso y se abstienen, hasta donde les es posible, de aquello que por poco les precipita a la perdición eterna. Muy a menudo se abstienen por completo, siempre procuran ser moderados y templados en todo.
4. Recuerdan asimismo que la prosperidad aumentó no sólo la frivolidad y descuido del espíritu, sino también torpes y malos deseos, y aun afecciones impuras y viles. Nuestra experiencia nos dice que de esto no cabe la menor duda. Aun esa sensibilidad fina y metódica hace que el alma se vuelva más sensual y la rebaja hasta el nivel de las bestias que perecen. No hay palabras con qué expresar el efecto que platillos variados y delicados ejercen en la mente, lo mismo que en el cuerpo-preparándolo para todos los placeres de los sentidos tan luego como se presente la oportunidad. Por consiguiente, a fin de evitar esto, todo hombre verdaderamente sabio debe dominar su alma y tenerla bajo sujeción. Debe educarla más y más a no permitirse las complacencias de los apetitos inferiores que naturalmente tienden a encadenarla en la tierra, a mancharla y degradarla. Esta es otra razón perpetua en favor del ayuno-quitar el alimento de la lujuria y la sensualidad, destruir los incentivos de los deseos torpes y dañinos, de vanos y bajos afectos.
5. Tal vez no debamos omitir el mencionar otra razón para el ayuno-si bien no creo que haya necesidad de hacerla muy enfática-sobre la que algunos buenos hombres han insistido mucho, a saber: el castigo de sí mismos por haber abusado de los dones buenos de Dios, absteniéndose por completo y por algún tiempo de usarlos; poniendo en práctica cierta clase de venganza santa en sí mismos, como quien dice, por su torpeza e ingratitud pasadas al convertir las cosas que deberían ser para su salud en ocasión de su caída. Suponen que David obró de esta manera cuando dijo: "Lloré, afligiendo" o castigando, "con ayuno mi alma;" lo mismo que Pablo cuando menciona la venganza, o santo dolor, que causó a los corintios.
6. La quinta razón, y una más poderosa, para el ayuno, es que ayuda a la oración-especialmente cuando señalamos períodos largos para la oración privada. Entonces es cuando Dios toma especial contentamiento en elevar las almas de sus siervos sobre las cosas de la tierra, y algunas veces envolverlos, como quien dice, en el tercer cielo. Muy especialmente ha sido empleado como una ayuda a la oración el medio de confirmar y aumentar no sólo una virtud-no únicamente la castidad como algunos se han imaginado vanamente, sin que para ello haya ningún fundamento en la Escritura, la razón o la experiencia-sino también la seriedad de espíritu, celo, sensibilidad y delicadeza de conciencia; el morir para el mundo, y en su consecuencia, el amor de Dios y toda santa y celestial afección.
7. Esto no quiere decir que exista una relación natural o necesaria entre el ayuno y las bendiciones que por ese medio concede Dios, sino que tendrá misericordia del que tendrá misericordia, que concederá cualquiera cosa que crea buena, por los medios que juzgue más convenientes. En todas las edades ha señalado el ayuno como el medio de calmar su ira y obtener las bendiciones que de tiempo en tiempo necesitamos.
Que este es un medio muy poderoso de calmar la ira de Dios, aprendemos de ese ejemplo tan notable de Acab. No había ninguno que como él se hubiese vendido, entregándose por completo como un esclavo comprado con dinero, a hacer la iniquidad. Y sin embargo, cuando "rasgó sus vestidos, y puso saco sobre su carne y ayunó...y anduvo humillado. Entonces fue palabra de Jehová a Elías Thisbita, diciendo: ¿No has visto cómo Acab se ha humillado delante de mí Pues por cuanto se ha humillado delante de mí, no traeré el mal en sus días."
Con este fin-el de calmar la ira de Dios-Daniel le buscó en oración, y cilicio y en ayuno; lo que se desprende de todo el tenor de su oración, especialmente de su solemne conclusión: "Oh, Señor, según todas tus justicias," o misericordias, "apártese ahora tu ira y tu furor de sobre...tu santo monte. Oye la oración de tu siervo, y haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado. Oye, Señor; oh, Señor, perdona; presta oído, Señor, y haz...por amor de ti mismo" (Daniel 9: 16, 19).
8. No sólo el pueblo de Dios nos enseña a buscar al Señor por medio del ayuno y la oración cuando ha sido provocado a ira, sino también los paganos. Cuando Jonás empezó a pregonar, diciendo: "De aquí a cuarenta días Nínive será destruida," los habitantes de Nínive pregonaron ayuno, y vistiéronse de sacos desde el mayor hasta el menor de ellos. El rey de Nínive "levantóse de su silla, y echó de sí su vestido, 'y cubrióse de saco y se sentó sobre ceniza. E hizo pregonar y anunciar en Nínive...hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna, no se les dé alimento, ni beban agua" (lo que no quiere decir que las bestias hubieran pecado ni que se pudiesen arrepentir, sino que con su ejemplo se amonestase a los hombres, tomando en consideración que por sus pecados la ira de Dios pendía sobre todas las criaturas). "¿Quién sabe si se volverá y arrepentirá Dios, y se apartará del furor de su ira, y no pereceremos" Sus esfuerzos no fueron en vano: la ira terrible de Dios se volvió de ellos. "Y vio Dios lo que hicieron" (los frutos del arrepentimiento y la fe, que por medio de su profeta, El había obrado en ellos); "y arrepintióse del mal que había dicho les había de hacer, y no lo hizo" (Jonás 3:4, 6-7, 9-10).
9. El ayuno es no sólo un medio de apartar la ira de Dios, sino también de obtener las bendiciones que más necesitamos. Así, cuando las demás tribus fueron derribadas delante de los hijos de Benjamín, "todos los hijos de Israel vinieron a la casa de Dios, y lloraron...y ayunaron aquel día hasta la tarde;" y entonces Jehová dijo: "Subid, que mañana yo lo entregaré en tu mano" (Jueces 20:26, 28). Durante la esclavitud bajo los filisteos, Samuel reunió a todo Israel, y ayunaron aquel día delante de Jehová. Y cuando los filisteos llegaron para pelear con los hijos de Israel, "Jehová tronó aquel día con gran estruendo sobre los Filisteos, y desbaratólos, y fueron vencidos delante de Israel" (I Samuel 7: 10). Esdras dice: "Publiqué ayuno allí junto al río de Ahava, para afligirnos delante de nuestro Dios, para solicitar de él camino derecho para nosotros, y para nuestros niños...y él fue propicio" (8:21, 23). Nehemías escribe: "Ayuné y oré delante del Dios de los cielos y dije.Concede hoy próspero suceso a tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón." Y Dios le concedió favor en presencia del rey" (Nehemías 1:4, 11).
10. Del mismo modo unían los apóstoles el ayuno a la oración, siempre que deseaban la bendición de Dios sobre alguna empresa importante. Así es que leemos: "Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y doctores...ministrando...y ayunando," indudablemente pidiendo la dirección divina en este mismo asunto, "dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra para la cual los he llamado. Entonces habiendo" por segunda vez, "ayunado y orado, y puesto las manos encima...despidiéronlos" (Hechos 13:1-3).
Los mismos Pablo y Bernabé, según leemos en el capítulo siguiente, cuando "volvieron a Listra, y a Iconio, y a Antioquía, confirmando los ánimos de los discípulos.y habiéndoles constituido ancianos en cada una de las iglesias, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor" (Hechos 14: 21-23).
Que las bendiciones que en el uso de este medio han de obtenerse no se pueden conseguir de otro modo, lo declara nuestro Señor claramente en contestación a la pregunta de sus discípulos: "¿Por qué nosotros no lo pudimos echar fuera" Jesús les dijo: "Por vuestra incredulidad; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible. Mas este linaje"-de demonios-"no sale sino por oración y ayuno" (Mateo 17: 19-21). Estos son los medios señalados para obtener esa fe, por medio de la cual aun los demonios quedan sujetos.
11. Estos, pues, eran los medios establecidos. Porque no sólo debido a la luz de la razón o de la conciencia natural, así llamada, se ha enseñado al pueblo de Dios en todas las edades a que use del ayuno como un medio de estos fines, sino que de tiempo en tiempo, Dios mismo, con las revelaciones claras de su voluntad, nos lo ha enseñado. Tales son esas palabras tan notables del profeta Joel: "Por eso pues dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y llanto... ¿Quién sabe si se volverá y apiadará, y dejará bendición tras de él'.Tocad trompeta en Sión, pregonad ayuno, llamad a congregación. Y Jehová celará su tierra, y perdonará su pueblo. Y responderá Jehová y dirá a su pueblo: He aquí yo os envío pan y mosto, y aceite.y nunca más os pondré en oprobio entre las gentes" (Joel 2:12, 14, 18-19).
Y no sólo bendiciones temporales enseña Dios a su pueblo a buscar por este medio, sino que al mismo tiempo promete a los que le busquen con ayuno, llanto y lamentación: "os restituiré los años que comió la oruga, la langosta, el pulgón, y el revoltón; mi grande ejército," e inmediatamente añade: "y comeréis hasta saciaros, y alabaréis el nombre de Jehová vuestro Dios...Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy Jehová vuestro Dios." Y luego sigue la promesa del Evangelio: "Derramará mi Espíritu sobre toda carne; y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros viejos soñarán sueños y vuestros mancebos verán visiones. Y aun también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días."
12. Las mismas razones que existieron para impulsar a las almas de aquellos tiempos al cumplimiento celoso y constante de este deber, existen hoy día con igual fuerza para animarnos. Pero tenemos, sobre todo, otra razón especial para ayunar con frecuencia, a saber: el mandamiento de Aquel cuyo nombre llevamos. A la verdad, en este lugar no manda expresamente ayunar, hacer limosna u orar, pero sus direcciones de cómo se ha de ayunar, dar limosna y orar, tienen tanta fuerza como si fuesen mandatos, puesto que el mandar que hagamos una cosa de tal o cual manera, equivale indubitablemente a mandarnos que la hagamos, siendo que es imposible hacerla de cierto modo, sin hacerla. En su consecuencia, el decir: dad limosna, orad, ayunad de tal manera, es claramente un mandamiento de que debemos hacer la tal cosa-lo mismo que de la manera en que debemos ejecutarla y que no perderá en modo alguno su recompensa.
Este es, además, un motivo más para alentarse en el desempeño de dicho deber, es decir, la promesa que nuestro Señor tan misericordiosamente hace a los que cumplen fielmente: "Tu Padre que ve en secreto, te recompensará en público." Tales son los fundamentos, razones y fines del ayuno; tales las circunstancias que nos animan a continuar practicándolo, a pesar de las muchas objeciones que los hombres más sabios que su Señor siempre han presentado en contra.
III. 1. Paso a considerar la más plausible de estas objeciones. En primer lugar, se dice con frecuencia: -Que se abstenga el pecador de cometer el pecado y no de tomar alimento: esto es lo que Dios requiere de él. -Es muy cierto, pero también requiere el ayuno; por consiguiente, lo uno debe hacerse y lo otro no se debe dejar de hacer.
Examinad vuestro argumento en toda su plenitud, y fácilmente apreciaréis su fuerza:
Si los cristianos se deben abstener del pecado, entonces no deben abstenerse de tomar alimento;
Pero los cristianos deben abstenerse del pecado;
Luego no deben abstenerse de tomar alimento.
Que los cristianos deban abstenerse del pecado es cosa muy cierta, pero, ¿cómo se sigue de esto que no deban abstenerse de tomar alimento Que se abstengan de lo uno y de lo otro. Que se abstengan siempre, mediante la gracia de Dios, del pecado. Que se abstengan con frecuencia de tomar alimento, por las razones y los motivos que la Escritura y la experiencia claramente demuestran que se explican de este modo.
2. "Pero ¿no es mejor," como se ha objetado en segundo lugar, "abstenerse del orgullo y la vanidad, de deseos torpes y dañinos, del mal genio, la cólera y el descontento, que de tomar alimento" Indudablemente que lo es, pero a este punto habremos de recordaros otra vez las palabras de nuestro Señor: "Esto era menester hacer, y no dejar lo otro." Y a la verdad, lo último es sólo para hacer lo primero; es el medio de ese gran fin. Nos abstenemos de tomar alimento con este fin: que por medio de la gracia de Dios que nuestras almas reciben al usar de ese medio exterior, juntamente con todos los demás conductos de su gracia que El ha establecido, podamos abstenemos de toda pasión y temperamento que no sea agradable en su presencia. Nos abstenemos de lo primero para que, recibiendo poder de lo alto, podamos abstenernos de lo otro. De manera que vuestro argumento prueba todo lo contrario de lo que os proponéis; prueba que debemos ayunar, porque si no hemos de abstenemos de mal genio y malos deseos, entonces debemos de abstenemos de tomar alimento, puesto que estas pequeñas muestras de autonegación son las vías que Dios ha escogido para aplicar su gran salvación
3. "Empero, según nuestra experiencia, esto no es un hecho." Esta es la tercera objeción. "Hemos ayunado mucho y con gran frecuencia, pero ¿de qué nos ha servido No hemos mejorado nada; ninguna bendición hemos alcanzado por ese medio; nos ha sido una rémora más bien que una ayuda. Por ejemplo, en lugar de evitar la ira, o el mal humor, ha sido el medio de aumentar estos males hasta tal grado que no podíamos aguantar a los demás ni a nosotros mismos. Muy probablemente todo esto sea cierto. Es posible ayunar u orar de tal manera que os volváis peores que antes, más desgraciados y más inicuos. Y sin embargo, la culpa no está en el medio, sino en el modo con que lo usáis. Seguid usándolo, pero de diferente modo. Haced lo que Dios manda como El lo manda, y entonces no cabe duda que se cumplirá su promesa; no se tardará más su bendición, sino que cuando ayunéis en secreto. Aquel "que ve en secreto, te recompensará en público."
4. "Pero ¿no es una mera superstición"-se objeta en cuarto lugar-"el imaginarse que Dios se ocupa de estas pequeñeces" Si decís que lo es, condenáis a todas las generaciones de los hijos de Dios. ¿Fueron todos ellos hombres supersticiosos ¿Sois tan duros que podáis afirmar esto de Moisés y Josué, de Samuel y David, de Josafat, Esdras, Nehemías y todos los profetas; más aún, de uno más grande que todos éstos: el mismo Hijo de Dios Cosa muy cierta es que tanto el Maestro como sus siervos creyeron que el ayuno no es cualquier cosa, y que el Altísimo no lo desprecia. Indudablemente que los apóstoles fueron de la misma opinión después que "fueron llenos del Espíritu Santo y de sabiduría." Cuando "tuvieron la unción del Santo, y conocieron todas las cosas," aun probáronse ser ministros de Dios con ayunos, lo mismo que "en armas de justicia a diestra y a siniestra." Después que el Esposo fue quitado de en medio de ellos, ayunaron en aquellos días. No hacían cosa alguna (como ya hemos visto), que tuviera que ver con la gloria de Dios-como por ejemplo, enviar trabajadores a la mies-sin observar antes el ayuno solemne lo mismo que la oración.
5. "Pero si el ayuno tiene importancia tan grande y recibe semejantes bendiciones, ¿no sería mejor"-dicen algunos, en quinto lugar-"ayunar siempre; no de cuando en cuando, sino constantemente; abstenemos en dados tiempos hasta donde las fuerzas de nuestro cuerpo lo permitan" Que ninguno deje de hacer la prueba. De todos modos, tomad pocos alimentos y sencillos. Ejercitaos en negaros a vosotros mismos todo lo que podáis, en todos tiempos y hasta donde lo permitan las fuerzas de vuestros cuerpos. Esto puede conducir, mediante la bendición de Dios, a varios de los grandes fines arriba mencionados. Pero esto no es el ayuno, el ayuno bíblico; nunca se le da este nombre en toda la Biblia. Hasta cierto punto llena los fines del ayuno, pero es, sin embargo, una cosa muy diferente. Practicadlo de todos modos, pero no al extremo de hacer a un lado un mandamiento de Dios, un medio establecido de evitar sus juicios y de obtener las bendiciones que pertenecen a sus hijos.
6. Usad, pues, continuamente, toda la abstinencia que podáis, que, en este sentido, no es otra cosa sino la templanza cristiana. Esto no debe estorbar en lo absoluto vuestra observancia del ayuno y la oración en tiempos solemnes. Por ejemplo: vuestra templanza o abstinencia habitual no evitarían que ayunaseis en secreto. Si repentinamente os vieseis abrumados de un gran pesar y remordimiento, y de un temor y desmayo terribles, semejante estado de la mente casi os obligaría al ayuno. Aborreceríais vuestro alimento cotidiano; apenas podríais tomar lo necesario para sustentar el cuerpo, hasta que Dios os sacase del lago de miseria, pusiese vuestros pies sobre la peña y enderezase vuestros pasos. Lo mismo sería si estuvieseis en agonía de deseos, luchando enérgicamente con Dios para que os diese su bendición. No habría necesidad de que ninguno os enseñase que no deberéis comer pan, hasta que hayáis obtenido la petición de vuestros labios.
7. Además, si os hubieseis encontrado en la ciudad de Nínive, cuando por toda la ciudad se proclamó: "Hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna; no se les dé alimento ni beban agua; y clamen a Dios fuertemente," ¿habría vuestro ayuno continuo sido razón para que no tomaseis parte en la humillación general Indudablemente que no-vuestra obligación habría sido lo mismo que la de cualquiera otro, el no probar alimento en ese día.
La abstinencia u observancia de un ayuno continuo, no eximía a ninguno de los hijos de Israel de ayunar el día diez del mes séptimo, el gran día anual de la reconciliación. Ninguna excepción se hacía para ellos en aquel solemne decreto: "Toda persona que no se afligiere," que no ayunare, "en este mismo día, será cortada de sus pueblos."
Por último: si hubieseis estado con los hermanos en Antioquía, al tiempo de que se encontraban orando y ayunando, antes de enviar a Bernabé y a Saulo, ¿habría sido vuestra templanza o abstinencia suficiente causa para no ayunar lo mismo que los demás No cabe duda de que si os hubieseis rehusado, os habrían separado de la comunión cristiana. Habríais sido expulsados y con razón, como introductores del desorden en la iglesia de Dios.
IV. 1. Paso, en conclusión, a mencionar de qué modo debemos ayunar, a fin de que nuestro ayuno sea un servicio aceptable al Señor. Desde luego, debe hacerse para el Señor, fijando en El nuestra mirada con toda sinceridad. Que nuestra intención sea esta, y esta únicamente: glorificar a nuestro Padre que está en los cielos; expresar nuestra vergüenza y dolor por las muchas transgresiones en contra de su santa ley; esperar un aumento de la gracia que purifica, fijando nuestros afectos en las cosas de arriba; añadir a nuestras oraciones sinceridad y seriedad; apartar la ira de Dios y obtener todas las grandes y preciosas promesas que nos ha hecho por medio de Jesucristo.
Cuidemos de no burlarnos de Dios, convirtiendo nuestro ayuno lo mismo que nuestras oraciones, en abominación ante el Señor, al mezclar cualquier deseo temporal, sobre todo el de buscar las alabanzas de los hombres. Muy especialmente nos amonesta nuestro Señor en las palabras de nuestro texto: "Y cuando ayunáis, no seáis como los hipócritas;" como eran muchos de los llamados del pueblo de Dios: austeros, agrios, tristes por afectación, asumiendo cierto aire peculiar en sus semblantes. "Porque ellos demudan sus rostros," no sólo con gestos que no son naturales, sino también echándose polvo y ceniza, "para parecer a los hombres que ayunan," siendo éste, si no el único, su principal objeto. "De cierto os digo que ya tienen su pago:" la admiración y la alabanza de los hombres. "Mas tú, cuando ayunas, unge tu cabeza y lava tu rostro,"-has lo que acostumbras hacer en todos tiempos-"para no parecer a los hombres que ayunas." Que no sea esta tu intención en parte. Si lo llegan a saber sin que tú lo desees, no le hace, no eres mejor ni peor. Recuerda que ayunas, no mirando a los hombres, "sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en secreto, te recompensará en público."
2. Mas si deseamos obtener esta recompensa, cuidémonos, en segundo lugar, de no imaginarnos que por razón de nuestro ayuno, merecemos alguna cosa de Dios. No se nos puede amonestar demasiado respecto de esto, pues que el deseo de establecer nuestra propia justicia, el procurar la salvación pagando la deuda y no por gracia, está tan profundamente arraigado en nuestros corazones. El ayuno sólo es un medio que Dios ha establecido en el cual aguardamos su no merecida misericordia, y en el que, sin mérito alguno por parte nuestra, ha prometido misericordiosamente darnos su bendición.
3. No debemos imaginarnos que el cumplimiento del mero acto exterior atraerá la bendición de Dios. "¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que encorve su cabeza como junco, y haga cama de saco y ceniza". ¿Son estos actos externos por muy fielmente que se hagan, todo lo que quiere significar con las palabras "aflija el hombre su alma" "¿Llamaréis esto ayuno y día agradable a Jehová" Indudablemente que no. Si no es más que servicio exterior, no es sino trabajo perdido-semejante obra tal vez aflija al cuerpo, pero al alma de nada vale.
4. Algunas veces puede afligirse el cuerpo demasiado, hasta el grado de imposibilitarlo para el cumplimiento de nuestros deberes. Esto también debemos procurar evitar diligentemente, porque es nuestra obligación conservar nuestra salud como un don de Dios. Por consiguiente, debemos tener cuidado, siempre que ayunemos, de hacerlo conforme a nuestras fuerzas, puesto que no hemos de ofrecer a Dios el homicidio en sacrificio, ni destruir nuestros cuerpos para ayudar a nuestras almas.
Pero en estas ocasiones solemnes debemos procurar, aun cuando estemos sufriendo gran debilidad de cuerpo, evitar el otro extremo, por el cual Dios condena a los antiguos que protestaban porque no aceptaba sus ayunos. "¿Por qué, dicen, ayunamos, y no hiciste caso...He aquí que en el día de vuestro ayuno halláis lo que queréis, dice Jehová." Si no podemos abstenernos por completo de tomar alimento, al menos podemos abstenemos de probar platillos agradables, y entonces no en vano buscaremos su rostro.
5. Procuremos, pues, afligir nuestras almas, lo mismo que nuestros cuerpos. Que todas las épocas de ayuno, ya público, ya privado, sean otras tantas oportunidades de ejercitar todos esos santos afectos que atañen a un corazón arrepentido y contrito; que sean épocas de lamentación sincera, de dolor santo por el pecado, tal dolor como el de los corintios, respecto del cual el Apóstol dijo: "Me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte. Porque el dolor que es según Dios" (he [gàr] katà theón lúpe: el dolor que es según Dios, el cual es un don precioso de su Espíritu, elevando el alma al Dios de quien mana), "obra arrepentimiento saludable de que no hay de qué arrepentirse." Que nuestro dolor de una manera santa obre en nosotros el mismo arrepentimiento interior y exterior, el mismo cambio completo de corazón, renovado según la imagen de Dios, en justicia y verdadera santidad e idéntico cambio de vida, hasta que seamos santos como El es santo, en toda nuestra manera de ser. Que obre en nosotros la misma vigilancia que en El existe, sin mancha y limpio de toda culpa; el mismo limpiamiento de nosotros mismos, en nuestras vidas más bien que con nuestras palabras, evitando toda apariencia de mal; la misma indignación, odio vehemente de todo pecado; el mismo temor de nuestros corazones engañosos; el mismo deseo de ser en todas cosas según el deseo santo y aceptable de Dios; el mismo celo en todo lo que pueda redundar en su gloria,.y en el desarrollo del conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, e idéntica venganza en contra de Satanás y todas sus obras en contra de toda impureza de cuerpo y alma (II Corintios 7: 9-10).
6. Al ayuno debemos siempre añadir la oración ferviente, derramando ante Dios toda nuestra alma, confesando nuestros pecados con todas las circunstancias agravantes, humillándonos ante su poderosa mano, mostrándole todas nuestras necesidades, nuestra culpabilidad y desamparo. Esta es una época a propósito para aumentar nuestras oraciones, tanto por nuestros hermanos como por nosotros mismos. Lamentemos ahora las transgresiones de nuestro pueblo y clamemos en alta voz por la ciudad de nuestro Dios, para que Jehová edifique a Sión y alumbre su faz sobre sus desolaciones. Haremos observar que los siervos de Dios, en tiempos antiguos acostumbraban siempre aunar la oración al ayuno. Así lo hicieron los apóstoles en todos los ejemplos arriba mencionados y así el Señor junta estos dos medios en el discurso que hemos estado considerando.
7. A fin de observar el ayuno aceptable a nuestro Señor, sólo falta que añadamos nuestras limosnas, obras de misericordia, según nuestras fuerzas, tanto a los cuerpos como a las almas de los hombres. En tales sacrificios también, Dios toma contentamiento. Así el ángel anuncia a Cornelio, que estaba orando y ayunando en su casa: "Tus oraciones y tus limosnas han subido en memoria a la presencia de Dios" (Hechos 10:4). Y así lo declara expresa y plenamente Dios mismo: "¿No es antes el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, deshacer los haces de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes metas en casa; que cuando vieres al desnudo lo cubras, y no te escondas de tu carne Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salud se dejará ver presto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia. Entonces invocarás y oírte ha Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí...Si," cuando ayunas, "derramares tu alma al hambriento, y saciares el alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el medio día. Y Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías hartará tu alma, y engordará tus huesos; y serás como huerta de riego, y como manadero de aguas, cuyas aguas nunca faltan" (Isaías 58: 7-8, 10-11).
PREGUNTAS SOBRE EL SERMON XXVII
1. (¶ 1). ¿Qué cosa ha procurado hacer Satanás 2. (¶ 2). Como resultado de esto, ¿qué cosas han estado en desacuerdo 3. (¶ 3). ¿Qué cosa se dice del fin y de los medios de la religión 4. (¶ 4). ¿Qué extremos han prevalecido respecto del ayuno 5. (I. 1). ¿Cuál es la proposición en la primera división 6. (I. 2). ¿Qué circunstancias acompañaban por lo general al ayuno en tiempos antiguos 7. (I. 3). ¿Qué ejemplos se mencionan de los grados o medidas del ayuno 8. (I. 4). ¿Qué se dice de la abstinencia 9. (I. 5). ¿Cuál es el grado ínfimo del ayuno 10. (I. 6). ¿Qué se dice de ayunos fijos 11. (II. 1). ¿Qué cosa se propone en segundo lugar 12. (II. 2). ¿Cuál es la razón natural del ayuno 13. (II. 3). ¿Qué otra razón se menciona aquí 14. (II. 4). ¿Qué se dice de la abundancia de pan 15. (II. 5). ¿Qué otra razón para el ayuno se menciona aquí ¿Se debe hacer esto enfático 16. (II. 6). ¿Cuál es la quinta razón 17. (II. 7). ¿Existe una relación necesaria o natural entre el ayuno y las bendiciones que por este medio se obtienen 18. (II. 8). ¿Han usado otros de este medio además del pueblo de Dios ¿Qué ejemplo se menciona 19. (II. 9). ¿Qué se dice aquí del ayuno como un medio 20. (II. 10). ¿Qué cosa unen siempre los apóstoles al ayuno 21. (II. 11). ¿Qué se dice aquí de esos medios establecidos 22. (II. 12). ¿Son estas condiciones aplicables a nosotros mismos 23. (III. 1). ¿Cuál es la primera objeción que se considera 24. (III. 2). ¿La segunda 25. (III. 3). Sírvase usted mencionar la tercera. 26. (III. 4). ¿Y la cuarta 27. (III. 5). ¿Qué se dice del ayuno continuo 28. (III. 6). ¿Qué nombre se da a esta clase de abstinencia 29. (III. 7). ¿Qué ejemplo se menciona en prueba de que la templanza cristiana no es disculpa para dejar de ayunar 30. (IV. 1). ¿Qué se propone aquí 21. (IV. 2). ¿Qué se dice del mérito de ayunar 32. (IV. 3). ¿Merece el simple cumplimiento de un acto exterior una bendición de Dios 33. (IV. 4). ¿De qué manera debemos evitar el afligir nuestro cuerpo demasiado 34. (IV. 5). ¿Qué se dice respecto de afligir el alma 35. (IV. 6). ¿Qué se debe aunar siempre al ayuno 36. (IV. 7). ¿Qué se debe añadir
[1] La Iglesia Anglicana