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Sermón XXVII - Sobre el Sermón de Nuestro Señor en la Montaña (VII)

ANALISIS

I.          La separación de la religión interior de la exterior es un ardid de Satanás. El celo por la ley de las obras ha causado el ol­vido de la justicia que es por la fe. Otros van al extremo contrario, y hablan mal de la ley, haciendo así que la fe y las obras estén en oposición mutua. Ambos extremos: el negar la necesidad de las buenas obras, o la substitución de las buenas obras por la ley de la fe, son erróneos. De la misma manera se ha hecho que los fines y los medios de la religión no estén en armonía. La religión no consiste en asistir a los cultos de la iglesia, en recibir la Cena del Señor, en oír sermones o leer libros buenos. El amor de Dios y del prójimo es una parte esencial de la religión. Esto se refiere muy especialmente al ayuno religioso, el cual exaltan demasiado mu­chas personas, y otras lo menosprecian. La verdad se encuentra en el medio, entre los dos extremos. El ayunar no es el todo de la religión, pero por otra parte, es algo.

II.         Naturaleza del ayuno: el no comer, abstenerse de tomar alimento, por cierto tiempo determinado. Circunstancias exterio­res relacionadas con el ayuno en tiempos antiguos. Estos puntos diferentes no se mencionan con aprobación en el Nuevo Testa­mento, ni en las épocas más puras de la Iglesia. Semejantes mues­tras de humillación son más propias en los adoradores de Baal y de los dioses de los paganos. El tiempo del ayuno que se mencio­na en la Escritura es de la mañana a la tarde. Relación que hay entre la abstinencia y el ayuno. La clase inferior de ayuno. Días de ayuno entre los judíos y también en la Iglesia Cristiana. Ayu­nos de vez en cuando.

III.        Las razones y el fin del ayuno. Bajo la influencia de emociones fuertes, pasiones vehementes, dolor o miedo. Ejemplos. Esta es la razón natural del ayuno. Se cita la homilía sobre el ayuno. Otro motivo para el ayuno es el abuso de las cosas legales. La razón más poderosa es que ayuda a orar, especialmente cuan­do con tal fin se separan ciertas horas. A pesar de todo esto, no existe ninguna relación natural entre el ayuno y las bendiciones que por medio de él Dios concede. Con esta práctica se calma el enojo de Dios. Se citan varios casos. Los apóstoles enseñaron el deber de ayunar, uniéndolo a la oración.

IV.         Se consideran algunas objeciones.

SERMON XXVII

SOBRE EL SERMON DE NUESTRO SEÑOR EN LA MONTAÑA (VII)

Y cuando ayunáis, no seáis como los hipócritas, austeros; porque ellos demudan sus rostros para parecer a los hom­bres que ayunan: de cierto os digo, que ya tienen su pago. Mas tú, cuando ayunas, unge tu cabeza y lava tu rostro; para no parecer a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto: y tu Padre que ve en secreto, te recom­pensará en público (Mateo 6:16-18).

1.          Desde el principio del mundo, uno de los ardides de Satanás ha sido separar lo que Dios había juntado-dividir la religión interior de la exterior; hacer que la una estuvie­se en pugna con la otra-y en esto ha tenido buen éxito en­tre aquellos que ignoraban "sus maquinaciones."

En todas las épocas ha habido muchos que teniendo el ce­lo de Dios, pero no según conocimiento, se han adherido es­trictamente a "la justicia que es por la ley," el cumplimien­to de los deberes exteriores, y al mismo tiempo se han des­cuidado por completo de la justicia interior, "la justicia que es de Dios por la fe." Otros muchos han caído en el ex­tremo opuesto menospreciando los deberes exteriores, y aun murmuran "de la ley, y juzgan a la ley," en cuanto a que ésta enseña el cumplimiento de dichos deberes.

2.          Por este mismo ardid ha hecho Satanás que la fe y las obras estén en desacuerdo con tanta frecuencia, y mu­chos que verdaderamente tenían celo de Dios, han caído, si bien por corto tiempo, en una u otra trampa. Algunos han exaltado la fe a tal grado, que excluyen por completo las buenas obras, negando no sólo que sean la causa de nuestra justificación (puesto que sabemos que el hombre es justifi­cado gratuitamente por medio de la redención que es en Je­sucristo), sino también que sean el fruto necesario de la fe; más aún, no dándoles ningún lugar en la religión de Jesu­cristo. Otros, ansiosos por evitar este error peligroso, se han alejado lo mismo en dirección opuesta y han sostenido que las buenas obras son la causa-a lo menos la causa pre­via-de nuestra justificación, o han hablado de ellas como si fuesen el todo por el todo de la religión de Jesucristo.

3.          De la misma manera, los hombres han puesto en de­sacuerdo el fin y los medios en la religión. Algunos indivi­duos con toda buena intención parece que hacen consistir toda la religión en asistir a los cultos de la iglesia, en tomar la Cena del Señor, en oír sermones y leer libros piadosos, ol­vidándose al mismo tiempo del fin de todo esto, el amor a Dios y al prójimo. Esto mismo ha confirmado a otros en su olvido-si no en su desprecio-de las instituciones de Dios, de las que tanto se han abusado, y en minar y destruir el pro­pio fin para cuyo sostén fueron establecidas.

4.          De todos los medios de gracia, apenas habrá otro respecto del cual hayan caído los hombres en mayores erro­res, como el que nuestro Señor menciona en las palabras del texto, a saber: el ayuno religioso. ¡Cómo han exaltado esto algunos, mucho más allá de la Escritura y la razón! Otros lo han menospreciado por completo, vengándose, como quien dice, al despreciarlo tanto como los otros lo han exaltado. Aquéllos han hablado del ayuno como si fuera el todo por el todo; si no el fin en sí mismo, al menos infaliblemente uni­do con él. Estos, como si no fuera nada absolutamente; como si fuese un trabajo estéril que no tuviera relación alguna en lo absoluto. Mientras que, evidentemente, la verdad se en­cuentra entre los dos extremos. No es el todo, pero tampoco deja de ser algo. No es el fin, pero es un medio precioso que guía a ese fin; medio que Dios mismo ha establecido y por el cual, en su consecuencia, cuando se usa bien, ciertamen­te nos dará su bendición.

A fin de explicar esto con la mayor claridad, procuraré mostrar, en primer lugar, cuál es la naturaleza del ayuno con sus diversos grados y clases. Después, sus razones, bases y fines. Luego, cómo pueden contestarse las objeciones más plausibles que se arguyan. Y en cuarto lugar, la manera co­mo debe usarse.

I.          1. Procuraré, en primer lugar, mostrar cuál es la naturaleza del ayuno, con sus diversos grados y clases. Res­pecto de su naturaleza, todos los escritores inspirados-tan­to del Antiguo Testamento como del Nuevo-dan un mismo sentido a la palabra ayunar: no comer, abstenerse de tomar alimento. Tan claro es esto que sería perder tiempo el citar las palabras de David, Nehemías, Isaías y los profetas que si­guieron, o las de nuestro Señor y sus apóstoles, puesto que todos están de acuerdo en esto: que ayunar es abstenerse de tomar alimento por un tiempo fijo.

2.          A esto añadían los antiguos, generalmente, otras cir­cunstancias que no tenían ninguna relación con el ayuno tales como la falta de aseo en el traje; no usar ciertos ador­nos; vestir de luto; echarse ceniza sobre la cabeza, o ponerse el saco penitencial a raíz. Pero en el Nuevo Testamento rara vez se mencionan estas cosas secundarias. Tampoco parece que los cristianos de edades más puras les hayan dado valor alguno, si bien algunos penitentes podían usarlas de su motu proprio como señas exteriores de su humillación interior. Mucho menos lo hicieron los apóstoles y los cristianos contem­poráneos suyos. Semejantes prácticas eran dignas de los sa­cerdotes y adoradores de Baal. Los dioses de los paganos no eran sino diablos, e indudablemente que era cosa aceptable para el dios-diablo, cuando sus sacerdotes "clamaban a gran­des voces, y sajábanse con cuchillo y con lancetas conforme a su costumbre, hasta chorrear la sangre sobre ellos" (I Re­yes 18:28). Esto no puede ser agradable a Aquel que no vino a destruir las vidas de los hombres, sino a salvarlas-ni es digno de sus discípulos.

3.          Respecto de los grados o medios del ayuno, hay ejem­plos de algunos que han ayunado por varios días sin inte­rrupción. Está escrito que Moisés, Elías y nuestro bendito Salvador, teniendo fuerzas sobrenaturales para llevar a cabo tal privación, ayunaron sin interrupción "cuarenta días y cuarenta noches." Sin embargo, el tiempo del ayuno que con más frecuencia se menciona en la Escritura, es de un día: desde por la mañana hasta en la noche, siendo este el ayuno que comúnmente observaban los cristianos; Además de éste, tenían otros ayunos (semijejunia, como los llamaba Tertu­liano), que consistían en no probar alimento el cuarto y sex­to día de la semana-todos los miércoles y viernes del año- hasta las tres de la tarde, hora en que volvían del culto público.

4.          Muy relacionado a esto es lo que nuestra iglesia pa­rece querer dar a entender especialmente con el término abstinencia, que puede usarse cuando no podemos ayunar por completo, con motivo de enfermedad o debilidad cor­poral: comer poco, abstenerse en parte, tomar menos ali­mento del que acostumbramos. No recuerdo que haya de esto ningún ejemplo en la Escritura, pero tampoco lo condeno, puesto que la Biblia no lo condena. Puede ser útil y atraer una bendición de Dios.

5.          El grado ínfimo del ayuno-si tal nombre se le pue­de dar-es de abstenerse de cosas agradables al paladar, y de esto tenemos varios ejemplos en la Sagrada Escritura además del de Daniel y sus hermanos, quienes, por una ra­zón especial-a saber: que no querían "contaminarse en la ración de la comida del rey, ni en el vino de su beber" (Da­niel 1: 18), (una ración de la cual el rey había mandado que les diesen) -pidieron y consiguieron del jefe de los eunucos, legumbres qué comer y agua para beber. Tal vez de una imi­tación errónea de esto haya resultado la costumbre antigua de abstenerse de comer carne y beber vino durante las épocas del año señaladas para el ayuno y la abstinencia-si es que no debió su origen a la suposición de que la carne y el vino son los alimentos más agradables-y la creencia de que en los días solemnes en que se acerca uno a Dios de una manera especial, deben usarse alimentos menos agradables al paladar.

6.          Habían en la iglesia judaica ciertos ayunos fijos, ta­les como el ayuno del séptimo mes-que Dios mismo mandó que todo el pueblo de Israel observase, bajo pena de castigo muy severo en caso de desobediencia. "Y habló Jehová a Moisés, diciendo: Empero a los diez días de este mes sépti­mo será el día de las expiaciones: tendréis santa convoca­ción y afligiréis vuestras almas...para reconciliaros de­lante de Jehová vuestro Dios. Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de sus pueblos" (Levítico 23: 26-29). En épocas siguientes añadiéronse a es­tos varios otros ayunos fijos. Así, el profeta Zacarías men­ciona el ayuno no sólo del séptimo, sino también del cuarto, del quinto y del décimo mes (8:19).

Había igualmente en la antigua Iglesia Cristiana, ayu­nos fijos, tanto anuales como semanales. A los primeros pertenecía el anterior a la Pascua de resurrección, que algu­nos observaban durante cuarenta y ocho horas; otros por una semana; muchos por dos semanas, sin probar alimento, sino hasta la noche de cada día. A los ayunos semanales per­tenecían los del cuarto y sexto día de la semana, que se ob­servaban (como escribe Epifanio, asegurando que era un hecho innegable), en toda la tierra habitada, o al menos en todo lugar donde los cristianos tenían su habitación. Los ayu­nos anuales en nuestra iglesia[1] son: "los cuarenta días de cua­resma, los días de témporas en las cuatro estaciones, los días de rogaciones y las vísperas de varias fiestas solemnes; las se­manales, todos los viernes del año, excepto los días de navidad."

Empero, además de los ayunos fijos en todas las naciones que temen a Dios, siempre ha habido ocasiones especiales de ayuno señaladas de tiempo en tiempo, según lo han requerido las respectivas ocasiones y circunstancias especiales. Así pues, cuando "los hijos de Moab y de Ammón...vinieron contra Josaphat a la guerra.puso Josaphat su rostro para consul­tar a Jehová, e hizo pregonar ayuno a todo Judá" (II Crónicas 20:1-3). Así también, "en el año quinto de Joacim, hijo de Josías en el mes noveno," cuando tenían miedo del rey de Babilo­nia, los príncipes de Judá proclamaron "ayuno en la presencia de Jehová, a todo el pueblo de Jerusalem" (Jeremías 36:9).

De la misma manera, algunas personas que desean en­mendar sus caminos y andar humildemente cerca de Dios, encontrarán a menudo la ocasión de afligir sus almas en lo privado y ante su Padre que está en secreto. A esta clase de ayuno se refieren especial y principalmente las direcciones que aquí se dan.

II.         1. Paso, en segundo lugar, a mostrar cuáles son las clases, razones y fines del ayuno.

Primeramente, los hombres que se encuentran bajo fuer­tes emociones de la mente-a quienes domina una pasión ve­hemente como el dolor o el miedo-con frecuencia se dejan absorber por tales influencias y se olvidan de comer su pan. En semejantes épocas se cuidan poco del alimento, aun del necesario para sostener la vida-y mucho menos desean co­sas delicadas o cambio agradable, puesto que su mente está ocupada con pensamientos muy diferentes. Así, por ejemplo, cuando Saúl dijo: "Estoy muy congojado; pues los Filisteos pelean contra mí, y Dios se ha apartado de mí;" está escrito: "en todo aquel día y aquella noche no había comido pan" (I Samuel 28:15, 20). Los que estaban en el buque con Pablo, "siendo atormentados de una vehemente tempestad," y ya perdida toda esperanza de su salud, permanecieron ayunos, no comiendo nada, es decir: no haciendo ninguna comida cabal por catorce días (Hechos 27:18-33). Cuando David y todos los hombres que con él estaban supieron que el pue­blo había huido del campo de batalla, y que Saúl y Jonathan, su hijo, eran muertos también, "lloraron, y lamentaron y ayunaron hasta la tarde, por Saúl y por Jonathan...y por la casa de Israel" (II Samuel 1: 12).

Con frecuencia los que están profundamente interesados en su ocupación se impacientan cuando se les interrumpe, y aun les repugna el alimento necesario, puesto que distrae sus pensamientos de aquello en lo que desean fijar toda su aten­ción. Como Saúl, en la ocasión ya mencionada, cayó en tierra cuan grande era, que no quedó en él esfuerzo ninguno, y sin embargo, dijo: "No comeré," hasta que "sus criados junta­mente con la mujer le constriñeron."

2.          He aquí, pues, la razón natural del ayuno. Quien está profundamente afligido, abrumado por el dolor del pecado y con una viva persuasión de la ira de Dios-sin tener ninguna regla para ello, sin saber ni ponerse a pensar si abstenerse de tomar alimento es un mandamiento de Dios o no-se abstiene no sólo de tomar cosas agradables, sino hasta del alimento necesario. Como Pablo, por ejemplo, quien después de ha­ber sido guiado a Damasco, "estuvo tres días sin ver, y no comió, ni bebió" (Hechos 9: 9).

Además, cuando la tempestad ruge con furor, cuando abruma un temor horrible al que ha estado sin Dios en este mundo, su alma aborrece toda clase de alimento; es para él des­agradable y molesto. Le impacienta todo lo que viene a inte­rrumpir su incesante clamar: "¡Señor, sálvame que perezco!"

Con cuánta energía se expresa respecto de esto mismo nuestra iglesia en la primera parte de la hornilla sobre el ayuno. "Cuando los hombres sienten el peso terrible del pe­cado, ven que su justa recompensa es la condenación y miran, con la vista de su mente, los horrores del infierno; tiem­blan, se estremecen y se sienten interiormente tocados con' dolor de corazón y no pueden menos que acusarse, presentar su angustia ante Dios omnipotente e implorar su misericor­dia. Al hacer esto con toda seriedad, sus mentes se encuen­tran de tal manera ocupadas, absortas-en parte con dolor y pesadumbre, en parte con el sincero deseo de ser librados del peligro del infierno y de la condenación-que hacen a un lado todo deseo de comer y beber, y el aborrecimiento de todas las cosas y placeres mundanales se deja sentir en su lugar. De modo que nada les cuadra mejor que llorar y la­mentarse, gemir y mostrar tanto con sus palabras como con su conducta que están cansados de la vida."

3.          Otra de las razones del ayuno es esta: muchos de los que ahora temen a Dios tienen una conciencia muy viva de lo mucho que han pecado en contra de El, abusando de estas cosas lícitas. Saben cuánto han pecado comiendo con exceso; lo mucho que han quebrantado por largo tiempo la ley san­ta de Dios respecto de la templanza-si no es que también de la sobriedad. Cómo han complacido sus apetitos sensuales, tal vez hasta lastimar la salud de su cuerpo, perjudicando evidentemente su alma y no poco. Porque de esta manera han estado alimentando y aumentando continuamente esa viva li­gereza, esa vacuidad de la mente, esa frivolidad de genio, ese descuido gayo respecto de las cosas que merecen nuestro más profundo interés, ese aturdimiento e instabilidad de espíritu que no son otra cosa sino embriaguez del alma, que embru­tecen sus facultades más nobles tanto como el exceso del vino y los licores. A fin, pues, de destruir el efecto, deben quitar la causa. Se alejan de todo exceso y se abstienen, hasta donde les es posible, de aquello que por poco les precipita a la per­dición eterna. Muy a menudo se abstienen por completo, siem­pre procuran ser moderados y templados en todo.

4.          Recuerdan asimismo que la prosperidad aumentó no sólo la frivolidad y descuido del espíritu, sino también tor­pes y malos deseos, y aun afecciones impuras y viles. Nuestra experiencia nos dice que de esto no cabe la menor duda. Aun esa sensibilidad fina y metódica hace que el alma se vuelva más sensual y la rebaja hasta el nivel de las bestias que pe­recen. No hay palabras con qué expresar el efecto que plati­llos variados y delicados ejercen en la mente, lo mismo que en el cuerpo-preparándolo para todos los placeres de los sentidos tan luego como se presente la oportunidad. Por con­siguiente, a fin de evitar esto, todo hombre verdaderamente sabio debe dominar su alma y tenerla bajo sujeción. Debe educarla más y más a no permitirse las complacencias de los apetitos inferiores que naturalmente tienden a encadenarla en la tierra, a mancharla y degradarla. Esta es otra razón perpetua en favor del ayuno-quitar el alimento de la lujuria y la sensualidad, destruir los incentivos de los deseos torpes y dañinos, de vanos y bajos afectos.

5.          Tal vez no debamos omitir el mencionar otra razón para el ayuno-si bien no creo que haya necesidad de hacerla muy enfática-sobre la que algunos buenos hombres han in­sistido mucho, a saber: el castigo de sí mismos por haber abusado de los dones buenos de Dios, absteniéndose por com­pleto y por algún tiempo de usarlos; poniendo en práctica cierta clase de venganza santa en sí mismos, como quien dice, por su torpeza e ingratitud pasadas al convertir las cosas que deberían ser para su salud en ocasión de su caída. Suponen que David obró de esta manera cuando dijo: "Lloré, afligien­do" o castigando, "con ayuno mi alma;" lo mismo que Pablo cuando menciona la venganza, o santo dolor, que causó a los corintios.

6.          La quinta razón, y una más poderosa, para el ayuno, es que ayuda a la oración-especialmente cuando señalamos períodos largos para la oración privada. Entonces es cuando Dios toma especial contentamiento en elevar las almas de sus siervos sobre las cosas de la tierra, y algunas veces envolverlos, como quien dice, en el tercer cielo. Muy especial­mente ha sido empleado como una ayuda a la oración el me­dio de confirmar y aumentar no sólo una virtud-no única­mente la castidad como algunos se han imaginado vanamen­te, sin que para ello haya ningún fundamento en la Escritura, la razón o la experiencia-sino también la seriedad de espíritu, celo, sensibilidad y delicadeza de conciencia; el morir para el mundo, y en su consecuencia, el amor de Dios y toda santa y celestial afección.

7.          Esto no quiere decir que exista una relación natural o necesaria entre el ayuno y las bendiciones que por ese me­dio concede Dios, sino que tendrá misericordia del que ten­drá misericordia, que concederá cualquiera cosa que crea buena, por los medios que juzgue más convenientes. En todas las edades ha señalado el ayuno como el medio de calmar su ira y obtener las bendiciones que de tiempo en tiempo nece­sitamos.

Que este es un medio muy poderoso de calmar la ira de Dios, aprendemos de ese ejemplo tan notable de Acab. No había ninguno que como él se hubiese vendido, entregándo­se por completo como un esclavo comprado con dinero, a ha­cer la iniquidad. Y sin embargo, cuando "rasgó sus vestidos, y puso saco sobre su carne y ayunó...y anduvo humillado. Entonces fue palabra de Jehová a Elías Thisbita, diciendo: ¿No has visto cómo Acab se ha humillado delante de mí Pues por cuanto se ha humillado delante de mí, no traeré el mal en sus días."

Con este fin-el de calmar la ira de Dios-Daniel le bus­có en oración, y cilicio y en ayuno; lo que se desprende de todo el tenor de su oración, especialmente de su solemne con­clusión: "Oh, Señor, según todas tus justicias," o misericor­dias, "apártese ahora tu ira y tu furor de sobre...tu santo monte. Oye la oración de tu siervo, y haz que tu rostro res­plandezca sobre tu santuario asolado. Oye, Señor; oh, Señor, perdona; presta oído, Señor, y haz...por amor de ti mis­mo" (Daniel 9: 16, 19).

8.          No sólo el pueblo de Dios nos enseña a buscar al Señor por medio del ayuno y la oración cuando ha sido provocado a ira, sino también los paganos. Cuando Jonás empezó a pre­gonar, diciendo: "De aquí a cuarenta días Nínive será des­truida," los habitantes de Nínive pregonaron ayuno, y vis­tiéronse de sacos desde el mayor hasta el menor de ellos. El rey de Nínive "levantóse de su silla, y echó de sí su vestido, 'y cubrióse de saco y se sentó sobre ceniza. E hizo pregonar y anunciar en Nínive...hombres y animales, bueyes y ove­jas, no gusten cosa alguna, no se les dé alimento, ni beban agua" (lo que no quiere decir que las bestias hubieran pe­cado ni que se pudiesen arrepentir, sino que con su ejemplo se amonestase a los hombres, tomando en consideración que por sus pecados la ira de Dios pendía sobre todas las criaturas). "¿Quién sabe si se volverá y arrepentirá Dios, y se apartará del furor de su ira, y no pereceremos" Sus esfuerzos no fueron en vano: la ira terrible de Dios se volvió de ellos. "Y vio Dios lo que hicieron" (los frutos del arrepentimiento y la fe, que por medio de su profeta, El había obrado en ellos); "y arrepintióse del mal que había dicho les había de hacer, y no lo hizo" (Jonás 3:4, 6-7, 9-10).

9.          El ayuno es no sólo un medio de apartar la ira de Dios, sino también de obtener las bendiciones que más ne­cesitamos. Así, cuando las demás tribus fueron derribadas delante de los hijos de Benjamín, "todos los hijos de Israel vinieron a la casa de Dios, y lloraron...y ayunaron aquel día hasta la tarde;" y entonces Jehová dijo: "Subid, que mañana yo lo entregaré en tu mano" (Jueces 20:26, 28). Durante la esclavitud bajo los filisteos, Samuel reunió a todo Israel, y ayunaron aquel día delante de Jehová. Y cuando los filisteos llegaron para pelear con los hijos de Israel, "Je­hová tronó aquel día con gran estruendo sobre los Filisteos, y desbaratólos, y fueron vencidos delante de Israel" (I Sa­muel 7: 10). Esdras dice: "Publiqué ayuno allí junto al río de Ahava, para afligirnos delante de nuestro Dios, para so­licitar de él camino derecho para nosotros, y para nues­tros niños...y él fue propicio" (8:21, 23). Nehemías escribe: "Ayuné y oré delante del Dios de los cielos y dije.Concede hoy próspero suceso a tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón." Y Dios le concedió favor en pre­sencia del rey" (Nehemías 1:4, 11).

10.        Del mismo modo unían los apóstoles el ayuno a la oración, siempre que deseaban la bendición de Dios sobre al­guna empresa importante. Así es que leemos: "Había enton­ces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y docto­res...ministrando...y ayunando," indudablemente pi­diendo la dirección divina en este mismo asunto, "dijo el Es­píritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra para la cual los he llamado. Entonces habiendo" por segunda vez, "ayunado y orado, y puesto las manos encima...des­pidiéronlos" (Hechos 13:1-3).

Los mismos Pablo y Bernabé, según leemos en el capí­tulo siguiente, cuando "volvieron a Listra, y a Iconio, y a Antioquía, confirmando los ánimos de los discípulos.y habiéndoles constituido ancianos en cada una de las igle­sias, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Se­ñor" (Hechos 14: 21-23).

Que las bendiciones que en el uso de este medio han de obtenerse no se pueden conseguir de otro modo, lo declara nuestro Señor claramente en contestación a la pregunta de sus discípulos: "¿Por qué nosotros no lo pudimos echar fue­ra" Jesús les dijo: "Por vuestra incredulidad; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible. Mas este linaje"-de demonios-"no sale sino por oración y ayuno" (Mateo 17: 19-21). Estos son los me­dios señalados para obtener esa fe, por medio de la cual aun los demonios quedan sujetos.

11.        Estos, pues, eran los medios establecidos. Porque no sólo debido a la luz de la razón o de la conciencia natural, así llamada, se ha enseñado al pueblo de Dios en todas las edades a que use del ayuno como un medio de estos fines, sino que de tiempo en tiempo, Dios mismo, con las revelacio­nes claras de su voluntad, nos lo ha enseñado. Tales son esas palabras tan notables del profeta Joel: "Por eso pues dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayu­no y lloro y llanto... ¿Quién sabe si se volverá y apiadará, y dejará bendición tras de él'.Tocad trompeta en Sión, pregonad ayuno, llamad a congregación. Y Jehová celará su tierra, y perdonará su pueblo. Y responderá Jehová y dirá a su pueblo: He aquí yo os envío pan y mosto, y aceite.y nunca más os pondré en oprobio entre las gentes" (Joel 2:12, 14, 18-19).

Y no sólo bendiciones temporales enseña Dios a su pue­blo a buscar por este medio, sino que al mismo tiempo pro­mete a los que le busquen con ayuno, llanto y lamentación: "os restituiré los años que comió la oruga, la langosta, el pulgón, y el revoltón; mi grande ejército," e inmediatamente añade: "y comeréis hasta saciaros, y alabaréis el nombre de Jehová vuestro Dios...Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy Jehová vuestro Dios." Y luego sigue la promesa del Evangelio: "Derramará mi Espíritu sobre toda carne; y profetizarán vuestros hijos y vuestras hi­jas; vuestros viejos soñarán sueños y vuestros mancebos ve­rán visiones. Y aun también sobre los siervos y sobre las sier­vas derramaré mi Espíritu en aquellos días."

12.        Las mismas razones que existieron para impulsar a las almas de aquellos tiempos al cumplimiento celoso y constante de este deber, existen hoy día con igual fuerza para animarnos. Pero tenemos, sobre todo, otra razón espe­cial para ayunar con frecuencia, a saber: el mandamiento de Aquel cuyo nombre llevamos. A la verdad, en este lugar no manda expresamente ayunar, hacer limosna u orar, pero sus direcciones de cómo se ha de ayunar, dar limosna y orar, tie­nen tanta fuerza como si fuesen mandatos, puesto que el man­dar que hagamos una cosa de tal o cual manera, equivale in­dubitablemente a mandarnos que la hagamos, siendo que es imposible hacerla de cierto modo, sin hacerla. En su con­secuencia, el decir: dad limosna, orad, ayunad de tal manera, es claramente un mandamiento de que debemos hacer la tal cosa-lo mismo que de la manera en que debemos ejecutarla y que no perderá en modo alguno su recompensa.

Este es, además, un motivo más para alentarse en el de­sempeño de dicho deber, es decir, la promesa que nuestro Señor tan misericordiosamente hace a los que cumplen fiel­mente: "Tu Padre que ve en secreto, te recompensará en pú­blico." Tales son los fundamentos, razones y fines del ayuno; tales las circunstancias que nos animan a continuar practi­cándolo, a pesar de las muchas objeciones que los hombres más sabios que su Señor siempre han presentado en contra.

III.        1. Paso a considerar la más plausible de estas ob­jeciones. En primer lugar, se dice con frecuencia: -Que se abstenga el pecador de cometer el pecado y no de tomar ali­mento: esto es lo que Dios requiere de él. -Es muy cierto, pero también requiere el ayuno; por consiguiente, lo uno debe hacerse y lo otro no se debe dejar de hacer.

Examinad vuestro argumento en toda su plenitud, y fácilmente apreciaréis su fuerza:

Si los cristianos se deben abstener del pecado, entonces no deben abstenerse de tomar alimento;

Pero los cristianos deben abstenerse del pecado;

Luego no deben abstenerse de tomar alimento.

Que los cristianos deban abstenerse del pecado es cosa muy cierta, pero, ¿cómo se sigue de esto que no deban abste­nerse de tomar alimento Que se abstengan de lo uno y de lo otro. Que se abstengan siempre, mediante la gracia de Dios, del pecado. Que se abstengan con frecuencia de tomar alimen­to, por las razones y los motivos que la Escritura y la expe­riencia claramente demuestran que se explican de este modo.

2.          "Pero ¿no es mejor," como se ha objetado en segun­do lugar, "abstenerse del orgullo y la vanidad, de deseos tor­pes y dañinos, del mal genio, la cólera y el descontento, que de tomar alimento" Indudablemente que lo es, pero a este punto habremos de recordaros otra vez las palabras de nues­tro Señor: "Esto era menester hacer, y no dejar lo otro." Y a la verdad, lo último es sólo para hacer lo primero; es el medio de ese gran fin. Nos abstenemos de tomar alimento con este fin: que por medio de la gracia de Dios que nuestras almas reciben al usar de ese medio exterior, juntamente con todos los demás conductos de su gracia que El ha establecido, podamos abstenemos de toda pasión y temperamento que no sea agradable en su presencia. Nos abstenemos de lo prime­ro para que, recibiendo poder de lo alto, podamos abstenernos de lo otro. De manera que vuestro argumento prueba todo lo contrario de lo que os proponéis; prueba que debemos ayunar, porque si no hemos de abstenemos de mal genio y malos deseos, entonces debemos de abstenemos de tomar ali­mento, puesto que estas pequeñas muestras de autonegación son las vías que Dios ha escogido para aplicar su gran salvación

3.          "Empero, según nuestra experiencia, esto no es un hecho." Esta es la tercera objeción. "Hemos ayunado mucho y con gran frecuencia, pero ¿de qué nos ha servido No he­mos mejorado nada; ninguna bendición hemos alcanzado por ese medio; nos ha sido una rémora más bien que una ayuda. Por ejemplo, en lugar de evitar la ira, o el mal humor, ha si­do el medio de aumentar estos males hasta tal grado que no podíamos aguantar a los demás ni a nosotros mismos. Muy probablemente todo esto sea cierto. Es posible ayunar u orar de tal manera que os volváis peores que antes, más desgraciados y más inicuos. Y sin embargo, la culpa no está en el medio, sino en el modo con que lo usáis. Seguid usán­dolo, pero de diferente modo. Haced lo que Dios manda como El lo manda, y entonces no cabe duda que se cumplirá su promesa; no se tardará más su bendición, sino que cuando ayunéis en secreto. Aquel "que ve en secreto, te recompen­sará en público."

4.          "Pero ¿no es una mera superstición"-se objeta en cuarto lugar-"el imaginarse que Dios se ocupa de estas pe­queñeces" Si decís que lo es, condenáis a todas las genera­ciones de los hijos de Dios. ¿Fueron todos ellos hombres su­persticiosos ¿Sois tan duros que podáis afirmar esto de Moisés y Josué, de Samuel y David, de Josafat, Esdras, Ne­hemías y todos los profetas; más aún, de uno más grande que todos éstos: el mismo Hijo de Dios Cosa muy cierta es que tanto el Maestro como sus siervos creyeron que el ayuno no es cualquier cosa, y que el Altísimo no lo desprecia. Indu­dablemente que los apóstoles fueron de la misma opinión después que "fueron llenos del Espíritu Santo y de sabidu­ría." Cuando "tuvieron la unción del Santo, y conocieron to­das las cosas," aun probáronse ser ministros de Dios con ayu­nos, lo mismo que "en armas de justicia a diestra y a sinies­tra." Después que el Esposo fue quitado de en medio de ellos, ayunaron en aquellos días. No hacían cosa alguna (co­mo ya hemos visto), que tuviera que ver con la gloria de Dios-como por ejemplo, enviar trabajadores a la mies-sin observar antes el ayuno solemne lo mismo que la oración.

5.          "Pero si el ayuno tiene importancia tan grande y recibe semejantes bendiciones, ¿no sería mejor"-dicen al­gunos, en quinto lugar-"ayunar siempre; no de cuando en cuando, sino constantemente; abstenemos en dados tiempos hasta donde las fuerzas de nuestro cuerpo lo permitan" Que ninguno deje de hacer la prueba. De todos modos, to­mad pocos alimentos y sencillos. Ejercitaos en negaros a vos­otros mismos todo lo que podáis, en todos tiempos y hasta donde lo permitan las fuerzas de vuestros cuerpos. Esto pue­de conducir, mediante la bendición de Dios, a varios de los grandes fines arriba mencionados. Pero esto no es el ayuno, el ayuno bíblico; nunca se le da este nombre en toda la Bi­blia. Hasta cierto punto llena los fines del ayuno, pero es, sin embargo, una cosa muy diferente. Practicadlo de todos modos, pero no al extremo de hacer a un lado un manda­miento de Dios, un medio establecido de evitar sus juicios y de obtener las bendiciones que pertenecen a sus hijos.

6.          Usad, pues, continuamente, toda la abstinencia que podáis, que, en este sentido, no es otra cosa sino la templanza cristiana. Esto no debe estorbar en lo absoluto vuestra ob­servancia del ayuno y la oración en tiempos solemnes. Por ejemplo: vuestra templanza o abstinencia habitual no evita­rían que ayunaseis en secreto. Si repentinamente os vieseis abrumados de un gran pesar y remordimiento, y de un temor y desmayo terribles, semejante estado de la mente casi os obligaría al ayuno. Aborreceríais vuestro alimento cotidiano; apenas podríais tomar lo necesario para sustentar el cuer­po, hasta que Dios os sacase del lago de miseria, pusiese vues­tros pies sobre la peña y enderezase vuestros pasos. Lo mismo sería si estuvieseis en agonía de deseos, luchando enérgica­mente con Dios para que os diese su bendición. No habría ne­cesidad de que ninguno os enseñase que no deberéis comer pan, hasta que hayáis obtenido la petición de vuestros labios.

7.          Además, si os hubieseis encontrado en la ciudad de Nínive, cuando por toda la ciudad se proclamó: "Hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna; no se les dé alimento ni beban agua; y clamen a Dios fuertemente," ¿habría vuestro ayuno continuo sido razón para que no to­maseis parte en la humillación general Indudablemente que no-vuestra obligación habría sido lo mismo que la de cual­quiera otro, el no probar alimento en ese día.

La abstinencia u observancia de un ayuno continuo, no eximía a ninguno de los hijos de Israel de ayunar el día diez del mes séptimo, el gran día anual de la reconciliación. Nin­guna excepción se hacía para ellos en aquel solemne decreto: "Toda persona que no se afligiere," que no ayunare, "en este mismo día, será cortada de sus pueblos."

Por último: si hubieseis estado con los hermanos en Antioquía, al tiempo de que se encontraban orando y ayu­nando, antes de enviar a Bernabé y a Saulo, ¿habría sido vuestra templanza o abstinencia suficiente causa para no ayunar lo mismo que los demás No cabe duda de que si os hubieseis rehusado, os habrían separado de la comunión cris­tiana. Habríais sido expulsados y con razón, como introduc­tores del desorden en la iglesia de Dios.

IV.        1. Paso, en conclusión, a mencionar de qué modo debemos ayunar, a fin de que nuestro ayuno sea un servicio aceptable al Señor. Desde luego, debe hacerse para el Señor, fijando en El nuestra mirada con toda sinceridad. Que nues­tra intención sea esta, y esta únicamente: glorificar a nues­tro Padre que está en los cielos; expresar nuestra vergüenza y dolor por las muchas transgresiones en contra de su santa ley; esperar un aumento de la gracia que purifica, fijando nuestros afectos en las cosas de arriba; añadir a nuestras ora­ciones sinceridad y seriedad; apartar la ira de Dios y obtener todas las grandes y preciosas promesas que nos ha hecho por medio de Jesucristo.

Cuidemos de no burlarnos de Dios, convirtiendo nuestro ayuno lo mismo que nuestras oraciones, en abominación an­te el Señor, al mezclar cualquier deseo temporal, sobre todo el de buscar las alabanzas de los hombres. Muy especial­mente nos amonesta nuestro Señor en las palabras de nues­tro texto: "Y cuando ayunáis, no seáis como los hipócritas;" como eran muchos de los llamados del pueblo de Dios: aus­teros, agrios, tristes por afectación, asumiendo cierto aire pe­culiar en sus semblantes. "Porque ellos demudan sus rostros," no sólo con gestos que no son naturales, sino también echán­dose polvo y ceniza, "para parecer a los hombres que ayu­nan," siendo éste, si no el único, su principal objeto. "De cierto os digo que ya tienen su pago:" la admiración y la ala­banza de los hombres. "Mas tú, cuando ayunas, unge tu ca­beza y lava tu rostro,"-has lo que acostumbras hacer en to­dos tiempos-"para no parecer a los hombres que ayunas." Que no sea esta tu intención en parte. Si lo llegan a saber sin que tú lo desees, no le hace, no eres mejor ni peor. Re­cuerda que ayunas, no mirando a los hombres, "sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en secreto, te recompensará en público."

2.          Mas si deseamos obtener esta recompensa, cuidémo­nos, en segundo lugar, de no imaginarnos que por razón de nuestro ayuno, merecemos alguna cosa de Dios. No se nos puede amonestar demasiado respecto de esto, pues que el deseo de establecer nuestra propia justicia, el procurar la salvación pagando la deuda y no por gracia, está tan profun­damente arraigado en nuestros corazones. El ayuno sólo es un medio que Dios ha establecido en el cual aguardamos su no merecida misericordia, y en el que, sin mérito alguno por parte nuestra, ha prometido misericordiosamente darnos su bendición.

3.          No debemos imaginarnos que el cumplimiento del mero acto exterior atraerá la bendición de Dios. "¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que encorve su cabeza como junco, y haga cama de saco y ceniza". ¿Son estos actos externos por muy fielmente que se hagan, todo lo que quiere significar con las palabras "afli­ja el hombre su alma" "¿Llamaréis esto ayuno y día agra­dable a Jehová" Indudablemente que no. Si no es más que servicio exterior, no es sino trabajo perdido-semejante obra tal vez aflija al cuerpo, pero al alma de nada vale.

4.          Algunas veces puede afligirse el cuerpo demasiado, hasta el grado de imposibilitarlo para el cumplimiento de nuestros deberes. Esto también debemos procurar evitar di­ligentemente, porque es nuestra obligación conservar nuestra         salud como un don de Dios. Por consiguiente, debemos tener cuidado, siempre que ayunemos, de hacerlo conforme a nues­tras fuerzas, puesto que no hemos de ofrecer a Dios el homi­cidio en sacrificio, ni destruir nuestros cuerpos para ayudar a nuestras almas.

Pero en estas ocasiones solemnes debemos procurar, aun cuando estemos sufriendo gran debilidad de cuerpo, evitar el otro extremo, por el cual Dios condena a los antiguos que protestaban porque no aceptaba sus ayunos. "¿Por qué, dicen, ayunamos, y no hiciste caso...He aquí que en el día de vuestro ayuno halláis lo que queréis, dice Jehová." Si no podemos abstenernos por completo de tomar alimento, al menos podemos abstenemos de probar platillos agradables, y entonces no en vano buscaremos su rostro.

5.          Procuremos, pues, afligir nuestras almas, lo mismo que nuestros cuerpos. Que todas las épocas de ayuno, ya pú­blico, ya privado, sean otras tantas oportunidades de ejerci­tar todos esos santos afectos que atañen a un corazón arre­pentido y contrito; que sean épocas de lamentación sincera, de dolor santo por el pecado, tal dolor como el de los corin­tios, respecto del cual el Apóstol dijo: "Me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados pa­ra arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra par­te. Porque el dolor que es según Dios" (he [gàr] katà theón lúpe: el dolor que es según Dios, el cual es un don precioso de su Es­píritu, elevando el alma al Dios de quien mana), "obra arre­pentimiento saludable de que no hay de qué arrepentirse." Que nuestro dolor de una manera santa obre en nosotros el mismo arrepentimiento interior y exterior, el mismo cam­bio completo de corazón, renovado según la imagen de Dios, en justicia y verdadera santidad e idéntico cambio de vida, hasta que seamos santos como El es santo, en toda nuestra manera de ser. Que obre en nosotros la misma vigilancia que en El existe, sin mancha y limpio de toda culpa; el mismo limpiamiento de nosotros mismos, en nuestras vidas más bien que con nuestras palabras, evitando toda apariencia de mal; la misma indignación, odio vehemente de todo pecado; el mismo temor de nuestros corazones engañosos; el mismo deseo de ser en todas cosas según el deseo santo y aceptable de Dios; el mismo celo en todo lo que pueda redundar en su gloria,.y en el desarrollo del conocimiento de nuestro Se­ñor Jesucristo, e idéntica venganza en contra de Satanás y todas sus obras en contra de toda impureza de cuerpo y alma (II Corintios 7: 9-10).

6.          Al ayuno debemos siempre añadir la oración fer­viente, derramando ante Dios toda nuestra alma, confesan­do nuestros pecados con todas las circunstancias agravantes, humillándonos ante su poderosa mano, mostrándole todas nuestras necesidades, nuestra culpabilidad y desamparo. Esta es una época a propósito para aumentar nuestras oraciones, tanto por nuestros hermanos como por nosotros mismos. La­mentemos ahora las transgresiones de nuestro pueblo y cla­memos en alta voz por la ciudad de nuestro Dios, para que Jehová edifique a Sión y alumbre su faz sobre sus desolacio­nes. Haremos observar que los siervos de Dios, en tiempos antiguos acostumbraban siempre aunar la oración al ayuno. Así lo hicieron los apóstoles en todos los ejemplos arriba mencionados y así el Señor junta estos dos medios en el dis­curso que hemos estado considerando.

7.          A fin de observar el ayuno aceptable a nuestro Se­ñor, sólo falta que añadamos nuestras limosnas, obras de mi­sericordia, según nuestras fuerzas, tanto a los cuerpos co­mo a las almas de los hombres. En tales sacrificios también, Dios toma contentamiento. Así el ángel anuncia a Cornelio, que estaba orando y ayunando en su casa: "Tus oraciones y tus limosnas han subido en memoria a la presencia de Dios" (Hechos 10:4). Y así lo declara expresa y plenamente Dios mismo: "¿No es antes el ayuno que yo escogí, desatar las li­gaduras de impiedad, deshacer los haces de opresión, y de­jar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes metas en casa; que cuando vieres al desnudo lo cu­bras, y no te escondas de tu carne Entonces nacerá tu luz co­mo el alba, y tu salud se dejará ver presto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia. En­tonces invocarás y oírte ha Jehová; clamarás, y dirá él: He­me aquí...Si," cuando ayunas, "derramares tu alma al hambriento, y saciares el alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el medio día. Y Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías hartará tu alma, y engorda­rá tus huesos; y serás como huerta de riego, y como manadero de aguas, cuyas aguas nunca faltan" (Isaías 58: 7-8, 10-11).

PREGUNTAS SOBRE EL SERMON XXVII

1. (¶ 1). ¿Qué cosa ha procurado hacer Satanás 2. (¶ 2). Co­mo resultado de esto, ¿qué cosas han estado en desacuerdo 3. (¶ 3). ¿Qué cosa se dice del fin y de los medios de la religión 4. (¶ 4). ¿Qué extremos han prevalecido respecto del ayuno 5. (I. 1). ¿Cuál es la proposición en la primera división 6. (I. 2). ¿Qué circunstan­cias acompañaban por lo general al ayuno en tiempos antiguos 7. (I. 3). ¿Qué ejemplos se mencionan de los grados o medidas del ayuno 8. (I. 4). ¿Qué se dice de la abstinencia 9. (I. 5). ¿Cuál es el gra­do ínfimo del ayuno 10. (I. 6). ¿Qué se dice de ayunos fijos 11. (II. 1). ¿Qué cosa se propone en segundo lugar 12. (II. 2). ¿Cuál es la razón natural del ayuno 13. (II. 3). ¿Qué otra razón se men­ciona aquí 14. (II. 4). ¿Qué se dice de la abundancia de pan 15. (II. 5). ¿Qué otra razón para el ayuno se menciona aquí ¿Se debe hacer esto enfático 16. (II. 6). ¿Cuál es la quinta razón 17. (II. 7). ¿Existe una relación necesaria o natural entre el ayuno y las bendicio­nes que por este medio se obtienen 18. (II. 8). ¿Han usado otros de este medio además del pueblo de Dios ¿Qué ejemplo se menciona 19. (II. 9). ¿Qué se dice aquí del ayuno como un medio 20. (II. 10). ¿Qué cosa unen siempre los apóstoles al ayuno 21. (II. 11). ¿Qué se dice aquí de esos medios establecidos 22. (II. 12). ¿Son estas condiciones aplicables a nosotros mismos 23. (III. 1). ¿Cuál es la primera objeción que se considera 24. (III. 2). ¿La segunda 25. (III. 3). Sírvase usted mencionar la tercera. 26. (III. 4). ¿Y la cuarta 27. (III. 5). ¿Qué se dice del ayuno continuo 28. (III. 6). ¿Qué nombre se da a esta clase de abstinencia 29. (III. 7). ¿Qué ejemplo se menciona en prueba de que la templanza cristiana no es disculpa pa­ra dejar de ayunar 30. (IV. 1). ¿Qué se propone aquí 21. (IV. 2). ¿Qué se dice del mérito de ayunar 32. (IV. 3). ¿Merece el simple cumplimiento de un acto exterior una bendición de Dios 33. (IV. 4). ¿De qué manera debemos evitar el afligir nuestro cuerpo demasiado 34. (IV. 5). ¿Qué se dice respecto de afligir el alma 35. (IV. 6). ¿Qué  se debe aunar siempre al ayuno 36. (IV. 7). ¿Qué se debe añadir



[1] La Iglesia Anglicana