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El Espíritu de Santidad

El Espíritu de Santidad

por  Everett Lewis Cattell

Casa Nazarena de Publicaciones
PO. Box 527 Kansas City, Missouri,

64141, E.U.A.

 

Esta obra apareció en inglés con el título de The Spirit of Holiness. Fue traducida al castellano por Dardo Bruchez, bajo los auspicios de la Divi­sión de Publicaciones Latinas.

Librería Nazarena 3a. Avenida 18-08, Zona 1
Guatemala, Guatemala
Librería Nazarena  Donato Alvarez Núm. 884
Buenos Aires, Argentina
Librería “El Faro Nazareno”  Apartado 2502
Managua, Nicaragua

IMPRESO EN E.U.A. — PRINTED IN U.S.A.

 

CONTENIDO

1.           El Elemento Tiempo en la Salvación

2.           La Santificación del Yo

3.           La Vida Controlada por el Espíritu

4.           La Guía del Espíritu

5.           Orando en el Espíritu

6.           La Unidad del Espíritu

7.           Una Definición del Amor

 

 

PREFACIO

Ha sido mi privilegio durante muchos años, tanto en India como en América, predicar acerca de las líneas suti­les que dividen a los cristianos en sus distintos puntos de vista sobre la vida espiritual más profunda. Este libro contiene la sustancia de lo que he predicado, usando ya un pasaje de las Escrituras, ya otro.

Me convertí en la Iglesia de los Amigos, con su énfasis tradicional sobre la obra del Espíritu Santo. Durante los últimos cien años, grandes sectores del cuaquerismo han sido influenciados por el énfasis wesleyano que emana de la Asociación Nacional de Santidad en Norteamérica. Por lo tanto, he nacido y me he criado dentro del movimiento de santidad. Cuando era jovencito me esforzaba en llevar una vida cristiana de santidad y tenía problemas entre la doctrina que había escuchado y mi propia experiencia religiosa. Estas preocupaciones me llevaron a hacer estu­dios más profundos acerca de la vida de santidad.

Encontré que había mucha confusión precisamente porque el movimiento de santidad hacía un énfasis exage­rado en algunos aspectos de la doctrina, mientras desdeña­ba, o hacía caso omiso de otros.

Por ejemplo, se hacía tanto énfasis en la crisis de la santificación, que se olvidaba el valor del desarrollo de una vida santa. Los predicadores procuraban conducir a sus oyentes hasta la crisis de santificación, pero fuera de eso mostraban muy poco interés en que los que habían pasado por esa crisis crecieran en la vida espiritual. Otra debilidad consistía en no saber distinguir bien entre la naturaleza carnal, que debía ser erradicada, y la naturaleza humana purificada, que debía ser disciplinada. Muchos tenían miedo de hablar de disciplina por temor de que los acusa­ran de enseñar la “supresión.” Tampoco se le daba ade­cuado tratamiento a las tentaciones de la vida santificada.

Al estudiar los libros de los grandes expositores de la vida de santidad, y especialmente volviendo al wesleya­nismo, hallé la respuesta a muchas de mis preguntas, pero perdí de vista cuál debía ser el énfasis principal. Pero por lo menos descubrí que la doctrina de la santificación cua­dra mejor con la Escritura cuando se la pone en un equili­brio adecuado. Así fue como me lancé a predicar en un esfuerzo por aclarar aquellos puntos que por tanto tiempo me habían tenido perplejo. El resultado de mis investi­gaciones, tal como ha sido desarrollado a lo largo de los años, está en las páginas siguientes.

Antes de salir de misionero para la India yo tenía algu­na relación con el movimiento que pregona la “vida victo­riosa,” no obstante tenía la impresión de que las diferen­cias entre “santidad” y “vida victoriosa” eran más ma­teria de definiciones que de realidad. En la India me en­contré con toda clase de gentes. Gracias a Dios, los misio­neros no teníamos que vivir en la espléndida aisla­ción denominacional con que vivimos en Estados Unidos. Como las puertas del ministerio estaban abiertas a todos los grupos denominacionales, tuve que acudir a una expre­sión más elemental y escritural de la verdad que la que se estila en los círculos donde prevalecen los estereotipos sagrados. Traté de comprender realmente las diferencias entre vida de santidad y vida más profunda, y dar una explicación clara de todos los diferentes puntos de vista.

Queda para el lector descubrir dónde la siguiente ex­posición es de ayuda o no. Me impresiona el hecho de que la vida en el Espíritu es difícil de definir, precisamente por eso, porque es una vida. Las palabras, en su mejor forma, son “pensamientos congelados,” e inadecuadas para ex­presar la totalidad de la vida. Aun el apóstol Pablo tenía problema para expresar en palabras sus profundas parado­jas. Sería fanatismo de parte nuestra reclamar finalidad para nuestro modo particular de expresar la vida espiritual más profunda. Que Dios nos ayude a pasar de las palabras a la realidad de la vida que Phillips llama “la santidad que no es ilusión” (Efesios 4:24).