El Espíritu de Santidad
por Everett Lewis Cattell
Casa Nazarena de Publicaciones
PO. Box 527 Kansas City, Missouri,
64141, E.U.A.
Esta obra apareció en inglés con el título de The Spirit of Holiness. Fue traducida al castellano por Dardo Bruchez, bajo los auspicios de la División de Publicaciones Latinas.
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Librería Nazarena Donato Alvarez Núm. 884
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IMPRESO EN E.U.A. — PRINTED IN U.S.A.
CONTENIDO
1. El Elemento Tiempo en la Salvación
3. La Vida Controlada por el Espíritu
Ha sido mi privilegio durante muchos años, tanto en India como en América, predicar acerca de las líneas sutiles que dividen a los cristianos en sus distintos puntos de vista sobre la vida espiritual más profunda. Este libro contiene la sustancia de lo que he predicado, usando ya un pasaje de las Escrituras, ya otro.
Me convertí en la Iglesia de los Amigos, con su énfasis tradicional sobre la obra del Espíritu Santo. Durante los últimos cien años, grandes sectores del cuaquerismo han sido influenciados por el énfasis wesleyano que emana de la Asociación Nacional de Santidad en Norteamérica. Por lo tanto, he nacido y me he criado dentro del movimiento de santidad. Cuando era jovencito me esforzaba en llevar una vida cristiana de santidad y tenía problemas entre la doctrina que había escuchado y mi propia experiencia religiosa. Estas preocupaciones me llevaron a hacer estudios más profundos acerca de la vida de santidad.
Encontré que había mucha confusión precisamente porque el movimiento de santidad hacía un énfasis exagerado en algunos aspectos de la doctrina, mientras desdeñaba, o hacía caso omiso de otros.
Por ejemplo, se hacía tanto énfasis en la crisis de la santificación, que se olvidaba el valor del desarrollo de una vida santa. Los predicadores procuraban conducir a sus oyentes hasta la crisis de santificación, pero fuera de eso mostraban muy poco interés en que los que habían pasado por esa crisis crecieran en la vida espiritual. Otra debilidad consistía en no saber distinguir bien entre la naturaleza carnal, que debía ser erradicada, y la naturaleza humana purificada, que debía ser disciplinada. Muchos tenían miedo de hablar de disciplina por temor de que los acusaran de enseñar la “supresión.” Tampoco se le daba adecuado tratamiento a las tentaciones de la vida santificada.
Al estudiar los libros de los grandes expositores de la vida de santidad, y especialmente volviendo al wesleyanismo, hallé la respuesta a muchas de mis preguntas, pero perdí de vista cuál debía ser el énfasis principal. Pero por lo menos descubrí que la doctrina de la santificación cuadra mejor con la Escritura cuando se la pone en un equilibrio adecuado. Así fue como me lancé a predicar en un esfuerzo por aclarar aquellos puntos que por tanto tiempo me habían tenido perplejo. El resultado de mis investigaciones, tal como ha sido desarrollado a lo largo de los años, está en las páginas siguientes.
Antes de salir de misionero para la India yo tenía alguna relación con el movimiento que pregona la “vida victoriosa,” no obstante tenía la impresión de que las diferencias entre “santidad” y “vida victoriosa” eran más materia de definiciones que de realidad. En la India me encontré con toda clase de gentes. Gracias a Dios, los misioneros no teníamos que vivir en la espléndida aislación denominacional con que vivimos en Estados Unidos. Como las puertas del ministerio estaban abiertas a todos los grupos denominacionales, tuve que acudir a una expresión más elemental y escritural de la verdad que la que se estila en los círculos donde prevalecen los estereotipos sagrados. Traté de comprender realmente las diferencias entre vida de santidad y vida más profunda, y dar una explicación clara de todos los diferentes puntos de vista.
Queda para el lector descubrir dónde la siguiente exposición es de ayuda o no. Me impresiona el hecho de que la vida en el Espíritu es difícil de definir, precisamente por eso, porque es una vida. Las palabras, en su mejor forma, son “pensamientos congelados,” e inadecuadas para expresar la totalidad de la vida. Aun el apóstol Pablo tenía problema para expresar en palabras sus profundas paradojas. Sería fanatismo de parte nuestra reclamar finalidad para nuestro modo particular de expresar la vida espiritual más profunda. Que Dios nos ayude a pasar de las palabras a la realidad de la vida que Phillips llama “la santidad que no es ilusión” (Efesios 4:24).