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Los Platónicos Cristianos

En Ireneo oímos la voz del apóstol Pablo. Desde luego que sus escritos exhiben también la influencia del pensamiento griego, pero en ellos palpita el verdadero espíritu apostólico. Sin que haya la menor duda, Ireneo fue un pensador bíblico, y su doctrina de la perfección cristiana es un resultado de su profunda comprensión de la obra expiatoria de Dios en Jesucristo.

En los escritos de los hombres que consideraremos a continuación, Clemente de Alejandría y Orígenes, su sucesor, discernimos un tono y un énfasis enteramente diferentes. En ambos, y especialmente en Orígenes, oímos la voz de Platón más que la de Pablo. Si bien estos dos teólogos estaban saturados del conocimiento de las Escrituras, creían en Cristo y lo amaban supremamente, sus escritos exhalaban el espíritu de la filosofía griega. La perfección que ellos enseñan, si bien participa de la mente de Jesús y de Pablo, es una transformación cristiana del ideal de la virtud y la bondad perfectas que encontramos en los diálogos de Platón. Para Clemente y Orígenes, el hombre perfecto es el “gnóstico cristiano”, el hombre cuyo conocimiento de Dios lo ha capacitado para dominar sus pasiones humanas y vivir una vida de virtud cristiana. Por esta razón Clemente y Orígenes han sido llamados “los platónicos cristianos”.

Estos hombres se dedicaron a declarar el evangelio a las clases educadas de Alejandría, segunda ciudad del Imperio Romano, fundada por Alejandro el Grande el año 332 A. C. Era primordialmente un centro comercial que, por esa razón, había atraído a muchos griegos y judíos. Pero su vida intelectual era igualmente notable. Sus bibliotecas eran las más famosas en todo el Imperio. En sus calles se encontraban el Oriente y el Poniente. Allí, la filosofía griega ya se había mezclado con el judaísmo en el pensamiento de Filón de Alejandría, un contemporáneo de Jesús; en Alejandría también el Antiguo Testamento había sido traducido al griego. No sabemos cuándo el cristianismo fue introducido en Alejandría, pero debe haber sido a principios de la era cristiana, pues para el segundo siglo ya estaba firmemente arraigado en esa ciudad.

Es esta profunda alianza de la filosofía griega y de la fe bíblica, tan característica del pensamiento de Alejandría por más de dos siglos, lo que halla expresión en la enseñanza perfeccionista de Clemente y de Orígenes.

A.               CLEMENTE DE ALEJANDRÍA

Tito Flavio Clemente nació el año de 150, probablemente en Atenas. A su íntimo conocimiento de la literatura y las costumbres griegas, Clemente aunaba un conocimiento igualmente profundo de la Biblia. Mondésert escribe: “La Biblia… se volvió para él casi un lenguaje y una manera de pensar; y, lo que es extraño, podemos decir casi lo mismo del impacto que hizo sobre él la filosofía griega, y sobre todo, el platonismo.”1

Clemente escribió tres tratados sobre la perfección cristiana: El pedagogo, La exhortación (Protrepticus) y Stró matas. El primero aparece con el nombre de “Cristo el educador”, en Los padres de la iglesia.2 Strómatas no aduce ser un tratado terminado; como su nombre lo implica, es una colección de diversas ideas. En El pedagogo Clemente escribe de la perfección de experiencia religiosa de la que todo creyente disfruta en Cristo. En La exhortación, hace una invitación conmovedora a los griegos, a que reconozcan toda la verdad y la belleza alabadas por sus poetas y sus filósofos, (que ahora está) en el Nuevo Canto que es Cristo. Finalmente, en Strómatas, Clemente intenta desarrollar la perfección elevada que los cristianos gnósticos encuentran en Cristo.

1.               La vida perfecta

Clemente afirmaba que creer en Cristo es experimentar una perfección inicial. Escribió: “Cuando nacemos de nuevo, inmediatamente recibimos la perfección que anhelamos, puesto que (en ese momento) fuimos iluminados, venimos al conocimiento de Dios. Seguramente que quien tiene conocimiento del Ser perfecto no es imperfecto.”3 Esta es la perfección de cualquier experiencia cristiana genuina, el conocimiento de Dios, el cual es la vida eterna (véase 1 Jn. 1:5).

El nuevo nacimiento es también una experiencia ética. Clemente razona: “Por el divino Espíritu nos deshacemos de los pecados que oscurecen nuestros ojos como una neblina, y permitimos que el ojo del espíritu sea libre, sin estorbos e iluminado. Sólo mediante este ojo vemos a Dios, cuando el Espíritu Santo desciende sobre nosotros, desde el cielo.”4 Clemente insiste en que todos los que hayan nacido de Dios deben “tanto como puedan ser tan libres del pecado como les sea posible”. Añade: “No hay nada más importante para nosotros que, en primer Jugar, deshacernos del pecado y de las debilidades, y luego desarraigar cualquier inclinación pecaminosa crónica.”5

Clemente tiene una comprensión clara en cuanto a que Cristo primero tiene que sanarnos de la enfermedad del pecado, antes de que pueda enseñarnos el camino de la perfección superior.

Si una persona está enferma, no puede aprender bien nada de lo que se le haya enseñado sino hasta que primero haya sanado completamente. A una persona que esté enferma le damos instrucciones por una razón enteramente diferente de la razón por la que instruimos a alguien que está aprendiendo; a esta última la instruimos para que adquiera conocimiento, a la primera para que recupere su salud. Así como nuestro cuerpo necesita un médico cuando está enfermo, así también cuando somos débiles, nuestra alma necesita un Educador que cure sus males. Sólo entonces necesita al Maestro para que la guíe, y para que desarrolle su capacidad de saber, cuando haya sido purificada y capacitada de retener la revelación de la palabra.6

Esto es la santificación de la vida cotidiana. “Hay muy pocos de los escritores cristianos de esa edad, y lo que es más, de cualquier edad, que hayan visto con tanta claridad como Clemente que el don de la comunión con Dios trae consigo no sólo un refuerzo de virtudes celestiales, sino también una transformación de las tareas cotidianas. Clemente está describiendo como un ideal, la vida que puede ser vivida en Alejandría, en medio de una población ajetreada, negociante, amante de los placeres y excitable.”7

Clemente sabe que hay un camino cristiano de vida, una conducta benévola, semejante a la de Cristo, que viene como un fruto natural de la nueva relación con Dios. Clemente describe este nuevo estilo de vida, con gran lujo de detalle, en El pedagogo. Pero muy pocas veces ha sido descrita la transformación de la gracia tan bellamente, como en el siguiente famoso pasaje de La exhortación:

Es su naturaleza, como hombre, estar en estrecho compañerismo con Dios. Así como no forzamos al caballo a arar, ni al toro a cazar, sino que guiamos a cada animal a su tarea natural, por la misma razón apelamos al hombre, quien fue hecho para que contemple el cielo, y quien es, en verdad, una planta celestial, a que venga al conocimiento de Dios... ¿Has encontrado a Dios Tienes vida.8

2.               El gnóstico cristiano

Clemente postulaba que la salvación es la entera obra de Dios que principia con la persuasión divina de la gracia preveniente, se vuelve realidad en el nuevo nacimiento del Espíritu, lo cual a su vez abre la puerta para un conocimiento más elevado del amor perfecto, mismo que Clemente designa con el nombre gnosis; de aquí en adelante nos referiremos a ello como Gnosis o conocimiento.

Es esencial que distingamos la Gnosis de Clemente, de la idea equivalente, del gnosticismo pagano. Para este último, Gnosis es un conocimiento esotérico que es posible sólo para unos cuantos escogidos que son por naturaleza “los espirituales” (pneumatikoí). Para el gnóstico pagano “los perfectos” son unos cuantos predestinados; para Clemente la verdadera Gnosis es una posibilidad para todos los cristianos.

La verdad es que el Logos —el Verbo divino que se encarnó en Jesús— ha estado instruyendo a todos los hombres en el camino del verdadero conocimiento y de la vida. “Nuestro instructor es el santo Dios, Jesús, el Verbo que es el guía de toda la humanidad.”

Dios es la fuente de todo bien; sea directamente, como en el Antiguo y el Nuevo Testamentos, o indirectamente, como en el caso de la filosofía. Pero pudiera ser que la filosofía haya sido dada a los griegos directamente, pues fue “un ayo”, para traer el helenismo a Cristo, tal como la Ley lo fue para los hebreos. Así que la filosofía fue una preparación, que preparó el camino para el hombre que es traído a la perfección por Cristo.9

Por lo tanto, esta tarea que el Verbo ha desempeñado, de instruir ala humanidad, ha sido una educación progresiva. Así también es en la iglesia. “El Verbo, que es todo amor, y que anhela perfeccionar en nosotros un camino que guíe progresivamente a la salvación, hace un uso efectivo de un orden bien adaptado a nuestro desarrollo; al principio Él persuade, luego educa, y después de todo esto, Él enseña.”10

La “fe”, o sea esa confianza sencilla en Cristo, es suficiente para ser salvo; pero el hombre que le añade “conocimiento” a su fe, tiene una posesión más elevada. Él es el cristiano verdadero, el cristiano gnóstico.

“Al que tiene le será dado”; a la fe (se añadirá) el conocimiento; al conocimiento, amor; al amor, la herencia... Este conocimiento guía al fin, el último fin que no tiene fin, una vida de conformidad con Dios... Habiendo sido así liberados, los que han sido perfeccionados reciben su recompensa. Han terminado con su purificación, han terminado con el resto de su servicio, aunque sea un servicio santo, con lo santo; ahora se han vuelto puros de corazón, y gracias a su estrecha intimidad con el Señor les espera una restauración a una contemplación eterna.”11

“La perfección a la que los creyentes son llamados en el Strómatas se designa theoría, que significa una unificación cabal de los poderes del alma. Incluye conocimiento, pero también tiene los conceptos de amor, armonía completa de propósito y de deseo. La primera clase de perfección12 lleva naturalmente a la segunda, porque la segunda ya ha sido dada, y está implícita en la primera.”13

La Gnosis de la que Clemente habla no es un conocimiento meramente intelectual. “Es una clase de perfección del hombre como hombre, armoniosa y uniforme consigo misma y con el Verbo divino, y está completa en los dos aspectos, la disposición, y la manera de vida y de hablar, por la ciencia de las cosas divinas, pues es por la intuición que la fe es hecha perfecta.”14 Ahora Clemente está pensando en Dios, no en términos platónicos, sino en términos cristianos. La perfección cristiana en sus alcances más elevados es comunión con Dios y “conformidad o semejanza a Dios”. Es pureza de corazón, intimidad con Dios quien es Amor.

Dios mismo es amor, y debido a su amor nos persiguió... En su amor nos persiguió el Padre, y la gran prueba de esto es el Hijo a quien Él engendró de Si mismo y el amor que fue el fruto producido de su amor... Y cuando Él se dio a Sí mismo en rescate, nos dejó un nuevo Testamento, “Os doy mi amor” (léase Jn. 13:34). ¿Cuál es la naturaleza y alcance de este amor Por cada uno de nosotros Él puso su vida, la vida que valía todo el universo, y Él requiere que a cambio nosotros hagamos lo mismo los unos por los otros.15

Lo que sigue de esto es que la Gnosis que el cristiano busca involucra no sólo el conocimiento y el amor de Dios sino la perfección ética. La declaración final acerca de la Gnosis en el séptimo libro de Strómatas muestra conclusivamente que Clemente está enteramente de acuerdo con Pablo en cuanto a considerar el amor como la meta de la vida cristiana. Clemente recalca lo desinteresado del amor perfecto, el cual es servir a Dios motivados por pura devoción a la bondad divina y a hacer bien, no para ser vistos por los hombres, sino para reflejar la imagen y la semejanza del Señor. ¡El que manifiesta misericordia no debe saber que está manifestando misericor­dia! “Tal misericordia será una costumbre (éxis), una disposición (diáthesis), y esta libertad bella de la autoconscien­cia es el ideal del alma.”16

Esta perfección no es algo que el hombre logre; es la obra del Verbo en su función de Maestro, un don de Dios al cristiano que ha aprendido a orar sin cesar. La perfección es la obra de Cristo, el Verbo que mora en el corazón.

Si la oración es así una ocasión para tener comunión con Dios, ninguna ocasión para que nos acerquemos a Dios debe ser menospreciada. Ciertamente, la santidad del gnóstico, estando ligada con la Providencia divina mediante un reconocimiento voluntario de su parte, muestra la beneficencia de Dios en la perfección, puesto que la santidad del gnóstico es, por así decirlo, la verificación de la Providencia sobre sí, y un sentimiento recíproco de lealtad como lo es entre dos amigos.17

Esta frase expresa claramente la verdad final de que todas las cosas son de Dios en la vida del creyente que está siendo perfeccionado. El cristiano “perfecto” reconoce que una Providencia benefactora está moldeando su destino y transformándolo a la semejanza de Cristo (véase Ro. 8:28-29).

Al captar algo de la visión que Clemente tuvo de la perfección podemos entender por qué Alexander Knox pudo escribir lo siguiente acerca de Juan Wesley: “El realizar en sí mismo el cristiano perfecto de Clemente de Alejandría fue el propósito de su corazón.”

B.               ORÍGENES

El discípulo más célebre de Clemente, y su sucesor a la cabeza de la escuela para catecúmenos en Alejandría, fue el renombrado Orígenes (185-285). Como Clemente, había sido un estudiante ávido, tanto de las Escrituras cristianas como de la filosofía griega, desde su niñez. ¡Jerónimo dice que Orígenes escribió seis mil libros! Aun si cortamos el número drásticamente, fue uno de los escritores más prolíficos del mundo antiguo. Fue un crítico y exégeta bíblico, y escribió la primera obra sistemática de teología cristiana.

Al igual que Clemente, Orígenes trazó una distinción muy marcada entre “fe” y “conocimiento”, pero los interpretó diferentemente de como lo hizo su maestro. Orígenes creía que la fe es la aceptación de las doctrinas y el conocimiento cristianos esenciales, la demostración de ambos. La fe salva, pero el conocimiento perfecciona. Orígenes basó su doctrina de la Gnosis en lo que Pablo escribió en el capítulo 12 de 1 Corintios:

Además debería saberse que los santos apóstoles, al predicar la fe de Cristo, hablaron con suma claridad sobre ciertos asuntos que ellos consideraron que eran necesarios para todos los creyentes, y hasta para aquellos que parecen ser lentos en su investigación de la ciencia divina; pero (los apóstoles) dejaron que la razón de sus declaraciones fuese inquirida por aquellos que han recibido los dones excelentes del Espíritu, particularmen­te los dones del lenguaje, la sabiduría y el conocimiento.18

Aceptar las creencias cristianas es ser salvo; seguir adelante a un conocimiento de la verdad adicional deducida de esas creencias y de la Escritura es tener Gnosis y lograr la perfección.

Para ascender a la cumbre de la perfección cristiana uno debe darle la espalda al mundo visible tanto como a las emociones de la humanidad. Cuando uno entra en la cámara secreta de la sabiduría y del conocimiento, cierra la puerta a todo aquello que es percibido por los sentidos. El cristiano “perfecto” es aquel que, como Moisés, ha ascendido por encima de todas las cosas creadas.19

Para los que quieran seguir a la perfección, el primer consejo de Orígenes era: “Conócete a ti mismo.” Esto significa reconocer que el cuerpo mismo, con sus deseos y emociones, debe ser vencido. El cristiano está trabado en un combate sin tregua con el cuerpo que lo estorba, conforme él va en pos del conocimiento perfecto de Dios y la Gnosis espiritual perfecta. Por lo tanto debe emplear las armas del ascetismo si ha de ganar la victoria sobre su ser inferior. “La frase de Pablo, ‘golpeo mi cuerpo’, es interpretada en este sentido. Las palabras de Jesús, ‘si no os volvéis... como niños’, se interpretan como que significan la mortificación de las concupiscencias de la humanidad, puesto que el niño todavía no ha experimentado el placer sexual.”20

Comentando acerca de la narración que Mateo hace de la Transfiguración, Orígenes interpreta la frase “seis días después” (Mt. 17:1) como que significa el pasar más allá de las cosas creadas, puesto que el mundo fue creado en seis días. Si alguien se considera digno de contemplar la Transfiguración, debe pasar más allá de los seis días, y ya no contemplar las cosas del mundo. Entonces esa persona observará un nuevo sábado y se regocijará en la alta montaña de Dios.21

La escalera a la perfección se asciende gradualmente. El cristiano no sabe de ninguna separación súbita del pecado. La conversión es sólo un retorno de la voluntad a la voluntad de Dios. La salvación del pecado principia con el bautismo, ocasión en la que uno cesa de ser pecador. El cristiano bautizado ya no es un siervo del pecado; peca, pero no es un pecador.22 Con la ayuda de Dios gradualmente conquista sus pecados y hace progresos específicos hacia la conquista del mal moral.23

A todos los que niegan la posibilidad de alcanzar la perfección moral, Orígenes contesta diciendo:

La naturaleza humana, por el ejercicio de la voluntad ha adquirido la capacidad de caminar sobre un trapecio suspendido muy alto en un teatro… y ha logrado esta capacidad por medio de la práctica y la aplicación: ¿Hemos de suponer que es imposible para la naturaleza humana el vivir virtuosamente, si esto es lo que quiere, aun si anteriormente se ha hundido mucho Un hombre que tal cosa diga seguramente está trayendo una acusación contra el carácter del Creador del ser racional, más que en contra de la criatura. Pues está sugiriendo que el Creador ha hecho la naturaleza humana competente para lograr cosas difíciles pero inútiles, y al mismo tiempo incompetente para lograr su propia beatitud.24

Aunque el lograr esta perfección no es posible sin la ayuda concomitante de la gracia de Dios, el esquema anterior es esencialmente humanista. El hombre toma la iniciativa, y Dios lo ayuda. “La voluntad del hombre no es suficiente para lograr el fin (de la salvación), ni tampoco es la carrera de los atletas metafóricos suficiente para lograr ‘el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús’. Esto es sólo logrado por la ayuda de Dios... Nuestra perfección no viene meramente como resultado de que nosotros permanezcamos inactivos, empero no es lograda por nuestra actividad; Dios tiene la mayor parte en que se vuelva realidad.”25

Es enteramente claro que Orígenes intenta adscribir la perfección a la gracia de Dios: “Respecto a nuestra salvación, ‘la voluntad y la actividad vienen de Dios’.”26 Pero al explicar cómo tal cosa es cierta, Orígenes pone de manifiesto que nunca comprendió la doctrina nuevotestamentaria de la gracia, o sea que en nuestra salvación la iniciativa es enteramente de Dios. La doctrina de Orígenes es una doctrina de “arbitrio libre”, más que de “gracia gratuita”. Aunque el hombre caído es obstaculizado por el pecado, “la naturaleza humana mediante el ejercicio de su voluntad... es competente para lograr o alcanzar la verdadera beatitud”. Todo lo que es necesario es la ayuda de Dios. La iniciativa no es de Dios sino del hombre. Es una comprensión antropocén­trica de la salvación, más que teocéntrica.

Por lo tanto, en la enseñanza de Orígenes, la doctrina de la perfección cristiana da un “paso fatal”,27 al aceptar las presuposiciones de la filosofía griega en vez de las premisas bíblicas.

(1) Orígenes no considera que la fe es una confianza personal, sino un asentimiento mental a la verdad. Inevitablemente la salvación se vuelve un resultado del esfuerzo humano. La Gnosis que el cristiano perfecto recibe es intelectual más que espiritual.

(2) La evaluación negativa del cuerpo humano es platónica y no bíblica; por ende, la perfección viene mediante la victoria sobre el cuerpo. Inevitablemente, el pecado llega a ser entendido en función del deseo sexual. Por la caída de Adán, nuestro cuerpo es “el cuerpo del pecado”. Es mediante el acto sexual mismo que el pecado es propagado, mediante la semilla del hombre. Cristo, por lo tanto, no tuvo “cuerpo de pecado” por cuanto Él “no fue concebido mediante la semilla de un hombre”.28 “Por ende, cada hombre es contaminado en padre y madre, y sólo Jesús mi Señor vino a nacer sin mancha.” Esta doctrina llegó a su apogeo en el pensamiento de Agustín, como veremos, pues este teólogo identificó casi completamente el pecado original con la concupiscencia, la cual si bien no está limitada al deseo sexual, es más vívidamente comprendida así.

(3) La perfección se vuelve el ascenso místico del alma por la “sagrada escalera”. No es el don del agape de Dios para el hombre, recibido por la fe, mediante la gracia; es la expresión de eros, el cumplimiento del amor del hombre para Dios, y por ende, el logro, o lo que ha logrado el hombre, con la ayuda de la gracia divina. Aunque Orígenes se refiere al Espíritu Santo como nuestro Santificador, en el pasaje de su obra De principiis, donde hace tal alusión, no relaciona la santificación del Espíritu a la obra redentora de Cristo. “La verdad es que hubo una confusión en la mente de Orígenes en cuanto a todo el asunto de la salvación en lo que tocaba a la obra del Espíritu Santo.”30 Esa confusión lo guía a sacrificar la enseñanza nuevotestamentaria de que nuestra salvación es, desde principio a fin, entera y solamente, por la gracia de Dios.

(4) Finalmente, Orígenes abrió la puerta al monasticis­mo con su idea de la perfección mediante el ascetismo, y la idea consecuente de una doble norma para la vida cristiana. Habiendo interpretado las palabras de Jesús en Mateo 19:12 como un consejo para la perfección, ¡Orígenes se hizo castrar a fin de volverse uno de los que se habían hecho “eunucos por causa del reino de los cielos”! Parecían ser los tiempos ideales para que los que querían ser “perfectos” escaparan del mundo y “mortificaran” sus cuerpos. Puesto que la gente común que tenía que quedarse en el mundo de la vida cotidiana no podía hacer caso del consejo de la perfección, fueron dejados a luchar durante una vida de imperfección y pecado. “Probablemente el aspecto más indeseable de este ideal doble haya sido que tendió a desalentar los esfuerzos del cristiano ordinario.”31