Teológicamente, la conquista más significativa de la Reforma fue la restauración de la doctrina de justificación por la fe a su debido lugar de primacía. El hombre no puede hacer nada para lograr su salvación. No hay mérito alguno resultante de obra o justicia humana; la salvación es por la gracia sola, por la fe sola, y para la gloria sola de Dios. La justificación por la fe es, tal como dijera Lutero, “el artículo que decide que la iglesia se levante o caiga”.
Por lo tanto, sería imposible exagerar la contribución de los reformadores con su restauración de la doctrina bíblica fundamental de la justificación por la fe. Pero, aquí nos acordamos de lo que el Dr. Paul Sherer dijo acerca de ciertos neo-protestantes de este siglo: “Si la justificación era la niña de sus ojos, la santificación fue su punto ciego.” O, usando la frecuentemente citada frase de Adolph Harnack, “menospreciaron excesivamente el problema moral, el Sed santos porque Yo soy santo”.1 En su reacción contra la religión de obras del catolicismo medioeval, los reformadores se fueron al otro extremo, y no le hicieron justicia a la enseñanza nuevotestamentaria del Espíritu y su obra de santificación. El resultado tendió a darle un fuerte énfasis a la ortodoxia y a menospreciar una doctrina saludable de la santidad y de la espiritualidad cristiana.
¿Es acaso esta la razón por la que la Reforma no vino acompañada de un extenso avivamiento espiritual Sin duda alguna y había el cimiento para ello, pero quedó en manos de grupos como los pietistas alemanes, los cuáqueros y los moravos desarrollar la superestructura de una iglesia llena del Espíritu. Fue una gran pérdida para la iglesia el que Lutero y Calvino no pudieran vencer su pesimismo agustiniano en cuanto a las posibilidades de la gracia. Por no haber desarrollado una enseñanza completa en cuanto a la santificación, los reformadores dejaron un vacío en el protestantismo.
A. EL PIETISMO
Felipe Jacobo Spener (1633-1705) es considerado el padre del pietismo, que fue un movimiento de renovación espiritual entre los luteranos de Alemania. A su vez Spener se inspiró en la obra del místico asceta alemán Juan Arndt, El verdadero cristianismo, la cual recalcaba la necesidad del nuevo nacimiento y el imperativo de combinar el misticismo y la ética práctica. La influencia que uno encuentra detrás de toda la teología pietista es el misticismo de Jesús, de Bernardo de Claraval.2 En su obra Pia Desideria, Spener enuncia los principios del pietismo:
1) Exposición de las Escrituras, por los predicadores, en clases;
2) Los laicos son un sacerdocio espiritual (véase la sección sobre Lutero);
3) El conocimiento de Dios es cosa del corazón, no de la cabeza;
4) La oración para sanar los cismas, y para el aumento del amor;
5) Los teólogos han de crecer en piedad tanto como aprender la doctrina;
6) Los sermones no son para defender doctrinas, sino para edificar a los oyentes.3
La tolerancia de Spener era una excepción notable al dogmatismo que reinaba en su tiempo. Su lema se ha vuelto clásico: “En los puntos esenciales, unidad; en los puntos no esenciales, libertad; en todas las cosas, caridad.”
La marca característica del pietismo fue su búsqueda de la santidad personal. Spener organizó a los que buscaban la santidad en clases que él llamó collegia pietatis. Spener daba más énfasis al nuevo nacimiento que a la justificación. Insistía en que la prueba de que uno había sido justificado ante Dios es su obediencia amante y una pasión de vivir en santidad. Este místico alemán recalcaba más a Cristo en nosotros que a Cristo por nosotros, y la comunión con Dios más que la reconciliación con Dios. Una persona que haya nacido de Dios puede, armado de una intención pura, observar cabalmente la ley de Dios, puesto que lo que Dios requiere no es el conocimiento perfecto sino la sencillez de móvil. De esta manera, o por esta razón, el amor es el cumplimiento de la ley. La perfección cristiana es entonces, relativa, un proceso gradual que será completado en la vida venidera.
El sucesor de Spener fue Augusto Hermann Francke (1663-1727), cuya enseñanza de la perfección cristiana fue más típicamente luterana. Cierto que recalcó la santificación, pero “la fundió y la confundió” con la justificación.4 En su obra sobre la perfección cristiana, Francke describe tres etapas en el progreso del creyente hacia la meta final. En su avance hacia la perfección, el cristiano pasa de la niñez a la juventud a la madurez espiritual. La señal decisiva de madurez espiritual es la capacidad para distinguir entre el bien y el mal (véase He. 5: 14).5
B. LOS CUÁQUEROS
Tal vez haya algo de veracidad en la frase de Tomás Carlyle de que Jorge Fox (1624-90) fue “el protestante entre los protestantes”. Flew opina que las enseñanzas de Fox pueden ser consideradas como “el resultado lógico del concepto luterano de la fe” como una confianza completa del hombre en Cristo. Su doctrina de “la luz interior” no la hace idéntica a la justificación por la fe, pero sí eleva al nivel más alto posible el sentido de responsabilidad personal en el corazón de esta doctrina.6 Flew cree que en lo que toca a comprensión espiritual y ética, Fox va mucho más profundamente que los reformadores, “lo que logró precisamente gracias a su enseñanza sobre la perfección”. En seguida Flew hace una declaración muy contundente: “La doctrina cuáquera tiene esta distinción entre todos los tipos de enseñanza desde el siglo tercero hasta el dieciocho, que regresó de todo corazón a la actitud del Nuevo Testamento.”7
Desde el principio Fox enseñó que la luz interior significa emancipación del pecado. Poco tiempo después de su despertamiento religioso Fox tuvo una segunda experiencia, en 1648, cuando tenía veinticuatro años de edad. La describe así:
Ahora yo había entrado en espíritu más allá de la espada encendida, hasta el paraíso de Dios. Todas las cosas eran nuevas, y toda la creación despedía un olor diferente al de antes, más allá de lo que las palabras pueden describir. Yo no sabía nada excepto pureza e inocencia y justicia, habiendo sido renovado a la imagen de Cristo Jesús, de modo que digo que yo había llegado al estado de Adán, y a lo que él era antes de caer.8
Fox continúa su relato diciendo que fue “arrebatado en espíritu para que viera otro estado más firme que el de Adán en su inocencia, o sea un estado en Cristo Jesús para que nunca cayera”. Esta era una posición radical que los mismos escritores cuáqueros modificaron después, pero para Fox esta experiencia le dio entrada a un estado que aparentemente se volvió permanente, de victoria constante sobre el pecado.
Dos años después, durante su encarcelamiento en Derby, Fox les dijo lo siguiente a “diversos profesantes” que vinieron a “abogar por el pecado y la imperfección”:
Si vuestra fe es verdadera, os dará victoria sobre el pecado y el diablo, purificará vuestros corazones y conciencias y os traerá a un estado en que agradaréis a Dios, y os dará acceso otra vez ante Él. Pero ellos no pudieron tolerar estas ideas de pureza, y de victoria sobre el pecado y el diablo, puesto que le dijeron que no podían creer que persona alguna pudiese ser libre del pecado de este lado de la tumba.9
La doctrina aceptada de esos tiempos no dejaba lugar para una doctrina como la de Fox. La teología inglesa de todas las escuelas estaba dominada por la convicción agustiniana de la pecaminosidad inextirpable del hombre. Lado a lado de ese pesimismo teológico había un estado patéticamente bajo de moralidad y de espiritualidad en todo el país. Es fácil entender porqué Fox escribió lo siguiente, después de una revelación especial del Señor:
Él me mostró que los sacerdotes no eran de la verdadera fe, de la cual Cristo es el autor; esa fe que purifica y que da la victoria, y que le otorga a la gente el acceso a Dios, y por la cual agradan a Dios. 10
Después de otra iluminación, el sentido de misión de Fox fue aclarado:
Mi misión era sacarlos de todos los compañerismos del mundo, y todas las oraciones, y todos los cánticos que eran meras formas sin poder; a fin de que su compañerismo pudiese ser con el Espíritu eterno de Dios, a fin de que pudieran orar en el Espíritu Santo, y cantar en el Espíritu, y con la gracia que viene de Jesús.”11
C. E. Hinshaw escribe que, desde el punto de vista de Fox, “la salvación no es meramente el ser exento del castigo que el pecado merece, sino consiste en ser librado del poder y del dominio del mal... La justicia de Cristo no es una túnica para cubrir la deformidad del pecado, sino una fuente de aguas vivientes para purificar el alma”.12
La enseñanza de Fox, de que un cristiano puede ser restaurado a la inocencia que Adán tenía antes de la caída, “o sea un estado en Cristo Jesús para que nunca cayera”, fue, desde luego, un extremo y sin base bíblica. La caída de James Nayler se volvió un gran oprobio para los cuáqueros, y de allí en adelante sus escritores procuraron proteger las enseñanzas de Fox del fanatismo. William Penn explica y limita la doctrina muy cuidadosamente de la siguiente manera:
Por cuanto hemos declarado la imperiosa necesidad de una libertad perfecta del pecado, y una santificación cabal en cuerpo, alma y espíritu, que ha de disfrutarse de este lado de la tumba, por la operación del santo y perfecto Espíritu de nuestro Señor Jesucristo, de acuerdo al testimonio de la Santa Escritura, se nos presenta (o sea, se nos representa) tan presumidos como para declarar que la plenitud de la perfección y de la felicidad se puede alcanzar en esta vida: cuando en realidad nosotros no sólo estamos al tanto de esas debilidades que nos acompañan, en tanto que estemos vestidos de carne y de sangre, sino que también sabemos que sólo podemos “conocer en parte y ver en parte”, y que la perfección de sabiduría, de gloria y de felicidad está reservada para otro mundo mejor.13
Robert Barclay llegó a ser el teólogo oficial del cuaquerismo. En dos de sus proposiciones teológicas Barclay en efecto presenta una doctrina equilibrada de perfección cristiana:
En aquel en quien este nacimiento puro y santo es cabalmente obrado, el cuerpo de la muerte y del pecado llega a ser crucificado y eliminado, y su corazón unido y sujetado a la verdad; para no obedecer sugestión o tentación alguna del malo, sino para ser libre de pecados manifestados y de transgresiones de la ley de Dios, y en ese respecto ese cristiano es perfecto: empero esta perfección todavía admite un crecimiento, y siempre permanece en alguna forma una posibilidad de pecar, en esos casos en que la mente no obedece al Señor diligente y cuidadosamente.14
Aunque este don y gracia interior de Dios es suficiente para obrar la salvación, sin embargo, en aquellos que la resisten, puede volverse y se vuelve su condenación. Lo que es más, aquellos en cuyos corazones ha obrado en parte para purificar y santificarlos a fin de lograr su perfección mayor o subsecuente, pueden, por su desobediencia, caer de ella, tornarse a la disipación, naufragar de la fe, y después de haber disfrutado del don celestial y de haber sido hechos partícipes del Espíritu Santo, caer otra vez; sin embargo, puede en esta vida lograrse tal crecimiento y estabilidad en la verdad, de la que no puede haber apostasía total.15
La gloria culminante de la doctrina de los cuáqueros es que encontró su centro en la cruz de Cristo. “Allí encontró Jorge Fox el poder para esa vida que nunca se da por vencida que es la vida perfecta... La frase favorita de Fox era: ‘La cruz es el poder de Dios.’ La expiación era interna.”16
Ahora que conocéis el poder de Dios y habéis venido a él, que es la cruz de Cristo, que os crucifica (hasta traeros) al estado en que Adán y Eva estaban, en la caída, y por ende al mundo, por este poder de Dios vosotros llegáis a ver el estado en que vivían antes de haber caído, el cual poder de Dios es la cruz, en la cual reposa la gloria eterna, la cual resulta en la justicia, la santidad y la imagen de Dios, y crucifica la injusticia, la falta de santidad y la imagen de Satanás.17
Después de que regresó a la cruz de Cristo en la que encontró la sanidad para su caída de la gracia, James Nayler dijo en su lecho de moribundo las siguientes palabras que postulan la enseñanza cuáquera en hermoso equilibrio:
Hay un espíritu que, en mi opinión, se deleita en no hacer mal, ni en vengarse de daño alguno, sino que se deleita en sufrir todas las cosas... Su esperanza es sobrevivir a cualquier ira y contención y dejar atrás toda exaltación y crueldad, o todo aquello que sea de naturaleza contraria a sí. Anhela el fin de todas las tentaciones. Puesto que no lleva mal alguno en su seno, tampoco piensa el mal para nadie más. Si es traicionado, lo soporta, puesto que su manantial es la misericordia y el perdón de Dios. Su corona es la mansedumbre, su vida es eterno amor no fingido; y ocupa su trono con ruegos y no con disputas, y lo conserva con mansedumbre de mente.18
C. LOS MORAVOS
Los moravos, o unitas fratrum, como preferían que se les llamara, eran descendientes de los taboritas, una rama estricta de los discípulos de Juan Hus. En 1722 se establecieron en los terrenos de Nicolás Luis, conde de Zinzendorf, y ellos formaron una aldea a la que le dieron el nombre de Herrnhut, en Alemania. Aquí se unieron a otro grupo de refugiados, los schwenckfelders, y después de resolver ciertos asuntos doctrinales adoptaron con ellos la disciplina (Ratio Disciplinae) de Juan Comenio, teólogo y pedagogo moravo.
En el verano de 1727, la comunidad de Herrnhut experimentó una visitación extraordinaria del Espíritu Santo. Los moravos la consideraron otro Pentecostés, y el nacimiento de la iglesia revivida. Se agruparon en pequeñas bandas para la edificación espiritual y principiaron inmediatamente a enviar misioneros, cincuenta años antes de Carey y el movimiento misionero moderno.
Fue precisamente un grupo de estos misioneros los que le dieron a Juan Wesley, en su viaje a América, el primer testimonio que él jamás había oído de la salvación por la fe. Su evidente espíritu neotestamentario atrajo al predicador inglés a los moravos, y lo hizo mantener con ellos relaciones estrechas durante sus dos años en el Nuevo Mundo. Al regresar a Londres, en 1783, Wesley conoció a otro moravo, Pedro Böhler, quien resultó ser el instrumento de Dios para mostrarle a Wesley la verdadera naturaleza de la fe justificadora. El moravo estimuló a Wesley diciéndole: “Predica la fe hasta que la tengas; y entonces, porque la tienes la predicarás.”18
Por este consejo Wesley principió a predicar la fe. Dos meses después, en la noche del 24 de mayo, Wesley tuvo su notable experiencia “del ardor extraño” en su corazón, en la reunión a la que había ido de mala gana, de una sociedad (que probablemente era morava), en la calle Aldersgate, en la ciudad de Londres. “Sentí que confiaba en Cristo, en Cristo solo, para la salvación” escribió Wesley en su Diario, “y me fue dada la seguridad de que Él había quitado mis pecados, aun los míos, y me había salvado de la ley del pecado y de la muerte.”19
También con los moravos Wesley encontró por primera vez a “personas que habían sido salvadas tanto de los pecados internos como de los externos”. En una visita que Wesley hizo a Herrnhut en agosto de 1738, adonde había ido a conversar “con estos testigos vivientes del poder cabal de la fe”, Wesley conoció a Arvid Gradin, quien le dio la primera definición de “la completa certidumbre de fe” que él jamás había oído de “ser viviente alguno”. Esta fue la dirección que Wesley había estado buscando, y la escribió palabra por palabra, en latín, que también tradujo:
Reposa en la sangre de Cristo. Una confianza firme en Dios, y persuasión de su favor; una paz serena y una tranquilidad firme de mente, con una liberación de todo deseo carnal, y de todo pecado externo e interno. En una frase, mi corazón, que antes estaba agitado como un mar embravecido, ahora estaba quieto y tranquilo, y en una calma dulce.20
De Michael Linner, “el más anciano en la iglesia”, y de Christian David, Wesley aprendió por vez primera la diferencia entre un creyente justificado y uno cabalmente santificado. Al referirse a la predicación de Linner, Wesley escribe:
Tres veces él describió el estado de los que son “débiles en la fe", los que son justificados, pero que no tienen todavía un corazón nuevo y limpio; los que han recibido perdón a través de la sangre de Cristo, pero que no han recibido la morada constante del Espíritu Santo...
Una segunda vez él ... (me) mostró la naturaleza de ese estado intermedio, que la mayoría experimenta entre la esclavitud descrita en el capítulo siete de Romanos, y la gloriosa libertad de los hijos de Dios, descrita en el capítulo ocho, y en muchas otras partes de las Escrituras… Él explicó esto... usando los pasajes de la Biblia que describen el estado en que los apóstoles estaban antes del descenso del Espíritu Santo el día de Pentecostés.21
Sin embargo, los moravos no recalcaron la doctrina, y no es fácil decir con exactitud cuál era su credo. En discusiones doctrinales que Wesley tuvo posteriormente con los moravos, él encontró un entendimiento sumamente divergente de la perfección entre ellos, que reflejaba los énfasis tradicionales luterano y reformado.
Tres años después de su experiencia en Aldersgate, en mayo de 1741, Wesley tuvo “una conversación de varias horas” con Böhler y con Spangenberg. El tema fue la nueva criatura. Esta es la manera en que Spangenberg describió la reunión:
El momento en que somos justificados, una nueva criatura es puesta en nosotros. Esto es llamado el nuevo hombre.
Pero, no obstante esto, la vieja criatura, o el viejo hombre queda en nosotros hasta el día de nuestra muerte.
Y en este viejo hombre queda un viejo corazón, corrupto y abominable, pues la corrupción interior permanece en el alma en tanto que el alma permanece en el cuerpo.
Pero el corazón que está en el nuevo hombre es limpio. Y el nuevo hombre es más fuerte que el viejo; así que aunque la corrupción lucha continuamente, en tanto que pongamos nuestros ojos en Cristo no puede prevalecer.
Yo le pregunté: “¿Hay todavía un viejo hombre en usted” Me contestó: “Sí, y lo habrá en tanto que yo viva.” Luego dije: “¿Hay entonces corrupción en su corazón” Contestó: “En el corazón de mi viejo hombre la hay. Pero no en el corazón de mi nuevo hombre.” Volví a preguntar: “¿Concuerda la experiencia de sus hermanos con la suya” Él replicó: “Yo sé que lo que he dicho es la experiencia de todos los hermanos y hermanas por toda la iglesia.”
Unos cuantos de los hermanos y hermanas metodistas que estaban sentados al lado hablaron entonces de lo que habían experimentado. Él les dijo (con mucha emoción, que se notaba en el temblor de sus manos): “Todos ustedes se están engañando. No hay estado más elevado que el que he descrito. Están en un error muy peligroso. No conocen lo que hay en sus propios corazones. Se engañan imaginando que sus corrupciones han sido quitadas, cuando en realidad sólo han sido cubiertas. La corrupción interior nunca puede ser eliminada, hasta que nuestros cuerpos estén en la tierra.”22
En septiembre de 1741 Zinzendorf estuvo en Londres y se reunió con Wesley. Los dos conversaron sobre el tema de la perfección, que Wesley después escribió en latín. A continuación está una traducción de los pasajes básicos:
Z. No reconozco que haya perfección inherente alguna en esta vida. Esto es el error de los errores. Lo persigo a través del mundo con fuego y espada... Cristo es nuestra sola perfección. Todo aquel que aboga por la perfección inherente niega a Cristo.
W. Pero yo creo que el espíritu de Cristo obra esta perfección en los verdaderos cristianos.
Z. De ninguna manera. Toda nuestra perfección es en Cristo. Toda perfección cristiana es fe en la sangre de Cristo. Toda nuestra perfección cristiana es imputada, no inherente. Somos perfectos en Cristo; en nosotros mismos nunca somos perfectos.
W. Creo que estamos discutiendo por palabras.
Sin embargo, las siguientes palabras echan de ver que había una diferencia significativa entre Wesley y Zinzendorf:
W. Cuando digo perfección no quiero decir nada más que amar a Dios con todo el corazón.
Z. Pero esto no es su santidad. No es más santo si ama más, ni menos santo si ama menos.
W. ¡Qué dice! ¿Acaso no crece en santidad cada creyente conforme crece su amor
Z. En ninguna manera. En el momento en que es justificado, es enteramente santificado. Desde ese tiempo en adelante, no es ni más ni menos santo, y esto hasta la muerte.
W. ¿Pero no morimos más y más al mundo y vivimos más y más para Dios en el grado en que nos negamos a nosotros mismos
Z. Nosotros rechazamos toda auto-negación. La pisoteamos... Ninguna purificación precede al amor perfecto.23
Fue después de esta conversación que Wesley separó sus metodistas de la sociedad de Fetters Lane, donde habían estado asociados con los moravos; sin embargo, hasta su fin, Wesley reconoció la deuda que tenía con ellos, incluyendo el hecho del testimonio de Arvid Gradin, que incluye en su obra famosa, La perfección cristiana, y al que ya nos hemos referido antes: “(Fue) la primera vez que escuché de hombre viviente alguno lo que yo mismo había aprendido de los oráculos de Dios, lo que yo había estado pidiendo en oración, y, (con la pequeña banda de mis amigos), había estado esperando, por varios años.”