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Declaración de la Doctrina

En su ensayo sobre Voltaire, John Morley declara que la santidad es “la más profunda de esas palabras que no pueden ser descritas”. En tiempos más recientes Rudolph Otto desarrolló la misma idea en su obra clásica, The Idea of the Holy,1 en la cual aduce que la experiencia de “lo Santo” (la “conciencia que la criatura” tiene de ello, y de lo cual escribe San Pablo en Ro. 1:19-20) es la esencia misma de la religión. Ser humano es ser confrontado por el Dios santo. Por esta razón, el concepto de la santidad, en una forma u otra, es tan antiguo como la religión.

Desde el punto de vista de la Biblia, la santidad tiene su origen en el Eterno. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él” (Ef. 1:3-4).

La santidad es la suma de los requisitos de la ley. Para contestar la pregunta, “¿cuál es el gran mandamiento en la ley”, Jesús contestó con las palabras de Deuteronomio 6:4-5 y Levítico 19:18, “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mt. 22:36-40).

La santidad es también la promesa del evangelio. Y, por raro que parezca, encontramos tal promesa en el Antiguo Testamento: “Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas” (Dt. 30:6). Este fue el texto que Juan Wesley escogió para su primer sermón sobre la perfección cristiana que él predicara en la Universidad de Oxford. Dejemos que Wesley mismo describa la ocasión:

El 1 de enero de 1733, prediqué ante la universidad en la iglesia de Santa María sobre “La Circuncisión del Corazón”, en cuya ocasión, para describirla dije: “Es esa disposición general del alma que, en las Escrituras es llamada santidad; y la que implica directamente el haber sido purificado del pecado, ‘de toda contaminación de carne y de espíritu’; y, que resulta en el haber recibido todas esas virtudes que estaban en Cristo Jesús; el haber ‘sido renovados en el entendimiento’, era el ser ‘perfectos como nuestro Padre que está en los cielos es perfecto’.” En el mismo sermón declaré: “El amor es el cumplimiento de la ley, ‘el fin del mandamiento’. No sólo es el ‘primero y grande mandamiento’, sino todos los mandamientos en uno. ‘Todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre’, todo esto está incluido en esta sola palabra, amor. Aquí están la perfección, y la gloria, y la felicidad. La regia ley del cielo y de la tierra es esta: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente’.”2

La doctrina de la perfección cristiana es la gloriosa enseñanza que postula que por las provisiones del sacrificio de Cristo y de la agencia personal del Espíritu Santo, y cumplida la condición de la fe sencilla, los que han confiado para su salvación en Cristo, pueden ser purificados del pecado original, o depravación, y transformados a un estado de entera devoción a Dios y de amor sin egoísmo a sus prójimos.

Creemos que esto es lo que significa ser “perfecto” en el sentido bíblico. “La palabra (perfecto) tiene varios significados”, explica Wesley; “aquí significa amor perfecto. El amor excluyendo al pecado; el amor llenando el corazón, adueñándose, por así decirlo, del alma en toda su capacidad.”3

A.                SANTIFICACIÓN

Esta palabra, como la otra, santidad, tiene varios significados que es importante considerar.

1. Santificación en general

En términos generales, santificación se refiere al proceso total de llegar a ser cristiano y de seguir siéndolo. “En su sentido más amplio, el término santificación incluye todos esos efectos que la Palabra de Dios produce en el corazón y la vida del hombre, que principian con su nuevo nacimiento de la muerte espiritual a la vida espiritual, y que culminan con la per­fección espiritual en la vida eterna.”4 He aquí otra definición: “La santificación es la obra del Espíritu Santo de Dios, que libra a los hombres de la culpa y del poder del pecado, que los consagra para que sirvan y amen a Dios, y que les imparte, inicial y progresivamente, los frutos de la redención de Cristo y las virtudes de la vida santa.”5

2. Santificación por posición.

Los teólogos luteranos y calvinistas generalmente han apoyado la idea de la santificación o santidad por posición. Un intérprete reciente de Lutero escribe:

Puesto que la fe recibe y acepta el don de Dios y así es como los hombres se vuelven santos mediante la fe, “santos” se vuelve el equivalente de “el que está creyendo”. Los santos son los creyentes y “hacer santo” significa “el haber sido hecho creyente”. En la explicación que Lutero da, el énfasis pasa de santificar y la acción de santificar, a la fe y la acción de ser conducido a la fe, excepto que no hay una verdadera diferencia entre las dos.6

John F. Wolvoord explica que “la perfección por posición es revelada como la posesión de todo cristiano... Es, por lo tanto la perfección absoluta que Cristo obró para nosotros en la cruz. Aquí no hay referencia alguna a la cualidad de la vida cristiana. El asunto de vivir sin pecado no está por delante. Todos los santos (los santificados) son partícipes de la perfección obrada por la muerte de Cristo”. La perfección por posición es un sinónimo de santificación por posición, la cual es “obrada por Cristo para cada creyente, y que cada creyente posee desde el momento en que ejerce la fe salvadora”7

Los wesleyanos aceptan esta posición, puesto que es un aspecto de la enseñanza bíblica. La santificación es “la adscripción de la santidad a las personas por virtud de su relación con Dios. Es la acepción inferior del término, y es la que se le da cuando se dice que todos los cristianos son santos. La iglesia cristiana es una comunidad separada, cuya naturaleza es santa”.8

Sin embargo, desde el punto de vista wesleyano, la santificación es más que una relación objetiva con Dios a través de Cristo. En el momento en que esta relación nueva es establecida por la fe en Cristo, el creyente justificado recibe el Espíritu Santo y experimenta el principio de la santificación ética. A este principio de la vida espiritual nosotros lo llamamos santificación inicial.

3.  Santificación inicial

Cuando se le preguntó a Wesley cuándo principia la santificación, contestó: “En momento en que somos justificados; la semilla de toda virtud es plantada en el alma. Desde ese momento el creyente muere gradualmente al pecado, y crece en la gracia. Sin embargo, el pecado permanece en él; efectivamente, la semilla de todo pecado (queda en él) hasta que es santificado en espíritu, alma y cuerpo.”9 Wesley cree que la santificación, en este sentido inicial, es la contraparte ética de la justificación. “En el momento en que somos justificados”, explica el señor Wesley “en ese mismo momento principia la santificación. En ese instante nacemos de nuevo, nacemos de lo alto, nacemos del Espíritu: se efectúa un cambio verdadero tanto como un cambio relativo. Somos renovados interiormente por el poder de Dios.”10 Así que la santificación inicial es prácticamente equivalente a la regeneración. El ser vivificados para Dios por el Espíritu equivale a principiar el camino de la perfección.

4.  Santificación progresiva

Al igual que la mayoría de los pensadores protestantes, los wesleyanos enseñan la santificación progresiva, que el Catecismo de Westminster define como “la obra de la gratuita gracia de Dios, por la cual somos renovados en todo nuestro ser a la imagen de Dios, y capacitados más y más para morir al pecado y vivir a la justicia”.11 Abraham Kuyper escribe:

La mera regeneración no santifica la inclinación y la disposición (del creyente); ni tampoco es capaz por sí misma de germinar la disposición santa. Más bien, se requiere el acto adicional y muy peculiar del Espíritu Santo, por el cual la disposición del pecador regenerado y convertido va quedando gradualmente en armonía con la voluntad divina; y este es el don misericordioso de la santificación. 12

La enseñanza característica de Juan Wesley es que esta obra de santificación interior puede ser terminada o concluida “en un momento”, por la fe, cuando el corazón es purificado de la raíz interna del pecado —el orgullo, la voluntad propia y terca, el ateísmo o la idolatría— y perfeccionado en el amor de Dios. Como consecuencia de esta purificación más profunda del corazón, el cristiano es capacitado a crecer más normalmente hacia una semejanza perfeccionada a Cristo. El artículo X del Manual de la Iglesia del Nazareno declara:

Creemos que la gracia de la entera santificación incluye el impulso para crecer en la gracia. Sin embargo, este impulso debe ser cultivado conscientemente, y dársele atención cuidadosa a los requisitos y procesos de desarrollo espiritual y mejoría de carácter y personalidad a semejanza de Cristo. Sin dicho esfuerzo intencionado el testimonio de uno podrá ser debilitado, la gracia nulificada y finalmente perdida.

5.  Entera santificación

En su sermón titulado, “Obrando Nuestra Propia Salvación”, Juan Wesley sitúa la gracia de la entera santificación en su contexto debido:

…Por la justificación somos salvados de la culpa del pecado, y restaurados al favor de Dios; por la santificación somos salvados del poder y de la raíz del pecado, y restaurados a la imagen de Dios. Toda la experiencia, como también las Escrituras, muestran que esta salvación es ambas, instantánea y gradual. Principia el momento en que somos justificados, en el amor santo, humilde, tierno y paciente a Dios y al prójimo. Aumenta gradualmente desde ese momento... hasta que, en otro instante, el corazón es purificado de todo pecado, y lleno con amor puro a Dios y al prójimo. Pero aun ese amor aumenta más y más, hasta que “crecemos en todo en aquel que es la cabeza”, hasta “que todos lleguemos... a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.13

Además de los términos anteriores, hay uno más que requiere explicación. Nos referimos a la perfección, o perfección cristiana.

6.  Perfección

Este término ha causado muchas críticas al movimiento de santidad, pero es un término bíblico; además, ha sido usado en la enseñanza de la santidad durante toda la era cristiana. En lo que toca a Wesley, él usó el término diciendo que era “bíblico, y Wesley estaba profundamente comprometido a (usar) el lenguaje de las Escrituras”.14 Wesley mismo hace un resumen de sus enseñanzas sobre la santidad en una obra pequeña titulada Una clara explicación de la perfección cristiana. El doctor Donald Metz hace la siguiente atinada observación: “La definición de Wesley de la perfección todavía no ha sido superada, y aún conserva la esencia de lo que ese término significa tal como es usado en los círculos de santidad. Wesley prefería usar el término perfección cristiana, en vez del término más amplio, perfección.15 Al concluir Una clara explicación, Wesley hace un resumen de sus enseñanzas, con estas palabras: “Al usar el término perfección quiero decir el amor humilde, tierno y paciente a Dios, y a nuestro prójimo, gobernando nuestro temperamento, nuestras palabras y acciones.”16 Wesley tuvo mucho cuidado en protegerse de una interpretación legalista o farisaica de la perfección, al insistir continuamente en que “no hay tal perfección en esta vida que implique una liberación completa, ya sea de la ignorancia o de los errores, en cosas que no sean esenciales a la salvación, o de múltiples tentaciones, o de un sinfín de flaquezas, con todas las cuales el cuerpo corruptible oprime más o menos al alma”. 17

De modo que Wesley, como las Escrituras, interpretaba perfección como amor perfecto. Este es el significado que le han dado los exponentes más lúcidos de la enseñanza a través de los siglos, tal como veremos en el curso de esta obra.'