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Conozca los Profetas Mayores, Caps. 1-2

Conozca los Profetas Mayores

por Ralph Earle, Th. D.

Catedrático Emérito de Literatura Bíblica

Seminario Teológico Nazareno

Casa Nazarena de Publicaciones

2923 Troost Avenue, Kansas City, Missouri 64109 U.S.A.

Esta obra apareció en inglés con el título de Meet The Major Prophets. Fue traducida por Ismael E. Amaya bajo los auspicios del Departamento de Publicaciones Internacionales.

Edición corregida, 1982

Tercera impresión, 1985

Printed in U.S.A. Impreso en E.U.A.

9/82

PREFACIO

Este libro es complemento de Conozca los Profetas Menores. La aceptación generosa otorgada a la obra anterior, ha estimulado en el autor la creencia de que hay un deseo creciente por el estudio de la Biblia, cuan­do éste se presenta no como un tomo de muerte, sino como un libro de vida.

Los capítulos sobre Isaías son más grandes que los de los otros tres profetas. La mayoría de los estudiantes de la Biblia estará de acuerdo en dar un mayor énfa­sis al "príncipe de los profetas." El mensaje de Isaías es más comprensivo y tiene un significado más contem­poráneo.

Nadie leerá cuidadosamente los mensajes de estos cuatro Profetas Mayores sin sentir su estrecha pertenen­cia a los tiempos modernos. Aunque fueron escritos en tiempos del Antiguo Testamento, están repletos de ac­tualidad. El hombre, hoy como siempre, necesita oír el sonido en su alma, que diga: "Así ha dicho Jehová."

-RALPH EARLE

Contenido

Capítulo

CAPITULO UNO

               El Príncipe de les Profetas

CAPITULO DOS

               El Profeta de Consuelo

CAPITULO TRES

               El Profeta Llorón

CAPITULO CUATRO

               El Profeta del Castigo

CAPITULO CINCO

               El Profeta Cautivo

CAPITULO SEIS

               El Profeta Apocalíptico

CAPITULO UNO

EL PRINCIPE DE LOS PROFETAS

Isaías 1-39

Nombre: Significa "Jehová salva."

Ciudad Natal: Jerusalén.

Fecha de su Ministerio: Aproximadamente entre 740 y 700 A.C.

Lugar de su Ministerio: El Reino del Sur o Judá.

División del Libro:

I.               Profecías Concernientes a Judá y Jerusalén (capítulos 1-12).

II.              Sentencias en Contra de las Naciones Extran­jeras (capítulos 13-23).

III.              Mensajes de Salvación (capítulos 24-27).

IV.              Advertencia en Contra de la Alianza con Egip­to (capítulos 28-35).

V.               Historia del Tiempo de Ezequías (capítulos 36-39).

VI.              El Mensaje de Consuelo (capítulos 40-66).

Versículos para memorizar: 9:6; 26:3; 32:17; 41:10, 13; 53:5; 55:6-7.

I.               PROFECIAS CONCERNIENTES A JUDA Y JERUSALEN (capítulos 1-12)

A.           EL TITULO (1:1)

Al igual que otros libros proféticos del Antiguo Tes­tamento, el primer versículo de Isaías nos da el título del libro. Por tanto, la profecía propiamente dicha, co­mienza con el versículo dos.

El encabezado nos indica el lugar que el libro ocu­pa en la cronología de la historia. Isaías profetizó "en días de Uzzías, Jotham, Achaz y Ezequías, reyes de Ju­dá." El primer versículo del libro de Oseas menciona los mismos cuatro reyes, pero agrega el nombre de Je­roboam II de Israel, siendo que Oseas profetizó en el Reino del Norte. El ministerio de Isaías fue en el Reino del Sur-Judá; por eso sólo menciona los reyes de ese reino. Las fechas serían alrededor de los años 740-700 A.C.

Parece que Isaías fue un ciudadano de Jerusalén y consejero de sus reyes. Fue tanto un estadista como un profeta.

B.           EL PREFACIO (1:2-31)

El primer capítulo de Isaías debe ser considerado como un prefacio al libro, escrito después del resto del mismo, como generalmente se escriben los prefacios. Es­to se deduce por el carácter general y comprensivo del capítulo, y también porque el primer versículo del capítulo dos dice: "Lo que vio Isaías, hijo de Amoz, to­cante a Judá y a Jerusalén." Estas palabras parecen in­dicar el principio del cuerpo principal del libro.

El tono de este prefacio es de un castigo severo. En el versículo cuatro el profeta señala a su país como "gente pecadora, pueblo cargado de maldad." En este versículo se encuentra la frase clave sobresaliente de Isaías, el "Santo de Israel," que se encuentra como vein­ticinco veces en el libro. Sin duda que hay una relación entre esta frase típica y la visión que el profeta tuvo de la santidad de Dios. Para él, Jehová era sobre todas las cosas, "el Santo de Israel."

La triste condición moral de la nación se describe en el versículo seis como la de una persona enferma, cu­bierta con llagas podridas de pies a cabeza. Esto se de­be a la rebelión del pueblo en contra de Dios.

En el versículo nueve se hace mención de un énfa­sis importante de Isaías-el "remanente." No importa qué tan perversa fuera la nación, siempre habría unos pocos fieles.

En los versículos 10-15, Isaías hace que su trompeta suene la misma nota de su contemporáneo Amós-que la justicia es más importante que el ritual. Dios dice que está harto de ver a la gente traer sus sacrificios y hollar sus atrios. El ritualismo, cuando no está respal­dado por la justicia, es rebelión en contra del "Santo de Israel."

Entonces Dios dice a Judá: "Lavad, limpiaos;... de­jad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien" (vrs. 16-17). Y luego viene esa gran invitación de la Deidad a la humanidad: "Venid luego, dirá Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos: si fueren rojos co­mo el carmesí, vendrán a ser como blanca lana" (v. 18).

C.           LAS TRES JERUSALENES (capítulos 2-4)

1.               La Jerusalén Gloriosa (2:2-5). Isaías nos dice "lo que él vio... tocante... a Jerusalén" (2: 1). La prime­ra visión es la vislumbre de una gloria futura. "En lo postrero de los tiempos" Jerusalén será la capital de las naciones, y todos los pueblos correrán a ella para ado­rar. La palabra del Señor saldrá de Jerusalén, y la gue­rra será sobrepujada por la paz. Todo esto se cumplió parcialmente en la Crucifixión, Resurrección y Pente­costés en Jerusalén, y en la predicación del Evangelio que comenzó allí. Pero para su cumplimiento completo debe esperarse la segunda venida de Cristo.

2.               La Jerusalén Sucia (2: 6-4: 1). La mayor par­te de estos tres capítulos describe el pecado de Jerusa­lén y el castigo subsecuente. Aparentemente las cosas re­flejaban mucha prosperidad. La tierra estaba "llena de plata y oro" y también "llena de caballos" (v. 7). Pero también estaba "llena de ídolos" (v. 8). La prosperi­dad y la idolatría a menudo van juntas.

En el capítulo dos, versículo doce, encontramos otra frase clave de Isaías y otros profetas-"el día de Jehová." Será un día de castigo sobre la gente por su soberbia.

Siempre hay el eterno contraste entre el justo y el impío. "Decid al justo que le irá bien: porque comerá de los frutos de sus manos. ¡Ay del impío! mal le irá: porque según las obras de sus manos le será pagado" (3:10-11).

La descripción que el profeta hace de las mujeres de Judá en aquel tiempo (3:16-23), tiene por desgracia mucha actualidad. La humildad y la sinceridad siguen siendo las virtudes cardinales del reino de los cielos.

3.               Jerusalén la Piadosa (4:2-6). Un remanente re­dimido, lavado de sus pecados, será llamado santo. Dios mismo habitará en medio de esta Jerusalén gloriosa.

D.           LA VIÑA DEL SEÑOR (capítulo 5)

1.               La Viña del Señor (vrs. 1-7). Esta hermosa pa­rábola es un cuadro del cuidado amoroso de Dios en proteger, preparar y plantar su viña; El "habíala cerca­do, y despedregádola, y plantádola de vides escogidas" (v. 2). También edificó una torre para que los ladro­nes no se acercaran, e hizo un molino para trabajar las uvas. Pero cuando buscó fruto, sólo encontró uvas silvestres.

La viña se identifica como "la casa de Israel" y las vides plantadas en ella son "los hombres de Judá" (v. 7). Por cuanto la viña no produjo buen fruto, será destrui­da (vrs. 5-6).

2.               Uvas Silvestres (vrs. 8-23). Aquí se enumeran seis clases de uvas silvestres, cada una de ella antece­dida por un "¡ay!" La primera es avaricia insaciable (vrs. 8-10). "¡Ay de los que juntan casa con casa, y alle­gan heredad a heredad hasta acabar el término! ¿Habi­taréis vosotros solos en medio de la tierra" ¡Qué fi­gura patética de los que se pasan la vida adquiriendo propiedades y amasando fortunas, sólo para dejarlo to­do en la muerte! No hay una tragedia más tonta que ésta.

La segunda clase de uvas silvestres se identifica como la embriaguez (vrs. 11-17). Con toda nuestra edu­cación y hazañas vanidosas, estamos convirtiéndonos rá­pidamente en un mundo de alcohólicos, como Judá lo era en los días de Isaías.

El tercer "¡ay!" se pronuncia en contra del desafío a Dios (vrs. 18-19). La gente lleva el pecado como en carretas y luego desafían al Santo de Israel a que apre­sure su castigo. Pero esa obra de juicio vendrá más pronto de lo que ellos desean.

La cuarta uva silvestre es confusión moral (v. 20): "ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno ma­lo." Esto todavía se hace en nuestros días.

El quinto mal es la soberbia (v. 21). Las personas eran "sabias en sus ojos."

El sexto "¡ay!" repite la acusación de la embria­guez (vrs. 22-23), con su resultante injusticia en los negocios.

3.               Las Consecuencias (vrs. 24-30). Toda esta con­dición de pecado resultará en castigo, que será como fuego que devora la madera y como llama que consume la paja. Esto es porque "desecharon la ley de Jehová de los ejércitos, y abominaron la palabra del santo de Israel" (v. 24). "Por esta causa se encendió el furor de Jehová contra su pueblo, y extendió contra él su mano" (v. 25).

E.            LA VISION DE ISAIAS (capítulo 6)

Fue en el año en que murió el rey Uzzías. Ese rey grande y piadoso había levantado la nación de Judá a su nivel más elevado de prosperidad desde los días de David y Salomón. Durante los cincuenta y dos años de su ilustre reinado, conquistó a los filisteos en la costa occidental y a los árabes en los desiertos del este. Los ammonitas del otro lado del Jordán se sometieron tra­yendo regalos, y el nombre de Uzzías se hizo famoso desde Egipto hasta el Eufrates.

Al mismo tiempo fortificó la capital, Jerusalén. Edi­ficó torres de observación sobre las esquinas de sus ma­cizas murallas y también sobre las puertas. Algunos de sus "expertos" inventaron catapultas que pudieran arrojar grandes piedras desde las murallas sobre cual­quiera que quisiera tomar la ciudad. Estos fueron los precursores de los cañones del siglo XIX. Otras cata­pultas antepasadas de las ametralladoras modernas, arro­jaban flechas. La pequeña Judá estaba en su apogeo de poder y prosperidad.

Isaías, el joven profeta-patriota, se sentía orgullo­so de su pueblo. Quería estar al frente del desfile cuan­do el reino marchara hacia su edad de oro. El futuro es­taba adornado de promesas.

Pero de repente todo se arruinó. En un momento de soberbia y voluntad propia el rey decidió ofrecer in­cienso en el altar de oro del lugar santo. Esto era pre­rrogativa del sacerdocio. Ochenta sacerdotes entraron al templo para impedir que el monarca hiciera tremen­da locura.

El furor de Uzzías se desató en contra de ellos. ¿Quién se atreve a desafiar al rey Por un momento se olvidó de que estaba desafiando al Rey de reyes.

De repente vio que los sacerdotes se volvieron de él con horror. La terrible marca de la lepra se veía cla­ramente en su frente. Uzzías era un hombre castigado por Dios. Aterrado, huyó del lugar santo para ir a vi­vir una vida solitaria en un leprosario por el resto de sus días. Sus conquistas llegaron a su fin porque él no pudo conquistarse a sí mismo. Había olvidado que la su­misión a la voluntad de Dios es la victoria más grande que un hombre puede ganar.

El corazón del pobre profeta se llenó de quebranto. Pero quizá él haya orado así: "Oh Dios, tú sanaste a María de su lepra, cuando murmuró en contra de Moi­sés en el desierto. ¿No te agradaría sanar al rey y res­taurarlo al trono otra vez" Toda esperanza se desva­neció cuando un día el temido mensaje vino: "El rey está muriendo."

1.               Su Dios Santo. En esa hora triste Isaías hizo lo único que puede hacer el hombre mortal. Fue al tem­plo y se postró delante del Señor. Mientras estaba oran­do, levantó sus ojos humedecidos por las lágrimas, tuvo una visión, y ¡qué visión! Parecía como que miraba el trono de Judá, ahora vacío, perdiéndose de vista, y su corazón se hundió juntamente con él. Pero súbitamente, vio otro trono levantándose sobre el horizonte. Y este no estaba vacío. En él estaba sentado el Rey de reyes y Señor de señores. El joven profeta aprendió aquel día que aunque los reinos terrenales pueden tambalear y los tronos caer, el eterno reino de Dios permanece se­guro. En el centro del universo está sentado el Rey To­dopoderoso, supremo, sereno, tranquilo en la confianza de su infinito poder para enderezar todos los errores y restaurar todas las ruinas causadas por el hombre.

Pero Isaías no sólo vio "al Señor sentado sobre un trono alto y sublime." Alrededor del trono había serafi­nes. Estas criaturas santas, hechas para habitar en la presencia de la Deidad, cubrían sus rostros y sus pies con reverencia delante del Santo de Israel.

La necesidad más grande que hay en el mundo hoy día, es de la renovación del sentido de lo sagrado de la vida. El pecado se tiene como un chiste. La santidad se menosprecia con mofa. Es necesario encarar al hombre con Dios.

El profeta no solamente vio; él oyó. A través del espacio infinito, se oyó el eco de los serafines: "Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos: toda la tierra está llena de su gloria." Pero ¡cuán pocos son los que tienen ojos para ver, oídos para oír, y corazones para sentir la gloria de Dios-brillando en una hermosa puesta de sol, abriéndose en la hermosura y la fragancia de una rosa, sonando en el cántico de los pájaros, palpitando en las pulsaciones de una nueva vida en la primavera. ¡Cuánto pierde el hombre en su desenfrenada carrera!

Isaías no sólo vio y oyó; él sintió. Los quiciales de las puertas del templo comenzaron a temblar como si el Todopoderoso las estuviera sacudiendo. El umbral debajo de sus pies también tembló.

2.               Su Yo Pecaminoso. ¿Cuál fue el efecto de todo esto ¡Temblores de terremotos en el alma del profeta! Fue conmovido hasta lo más profundo de su ser por la santidad de Dios. Toda su auto-suficiencia y su auto-satisfacción fueron conmovidas y hechas pedazos.

La noticia de la muerte del rey hizo que los casti­llos que Isaías se había edificado en el aire se vinieran abajo, cayendo los pedazos sobre su cabeza hasta que todas las ruinas quedaran a su alrededor. Pero ahora algo de mayor significado había tenido lugar. Su auto-complacencia interior había sido deshecha por el po­deroso impacto de lo divino.

En realidad, nosotros nunca nos vemos a nosotros mismos sino hasta que vemos a Dios. La visión de la santidad de Dios dio al profeta una revelación de su propio pecado. El clamó en desesperación: "¡Ay de mí! que soy muerto." El hebreo dice: "Que soy cortado." Vio una abertura entre Dios y su alma que no podía cerrar; en su imaginación vio un inmenso cañón que él no podía cruzar, un abismo hondo y ancho que no po­día atravesar. El pecado siempre hace separación.

3.               El Remedio Divino. Isaías no sólo vio la santi­dad de Dios y su propio pecado; él también vio el re­medio. De repente un serafín voló hacia donde él esta­ba. Con un carbón encendido tomado del altar simbó­licamente con tenazas, tocó los labios del profeta y dijo: "He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu cul­pa, y limpio tu pecado." La limpieza había venido en respuesta al clamor del profeta.

Toda verdadera visión es una experiencia trans­formadora. No podemos ver a Dios y seguir siendo los mismos. Podemos mirarnos a nosotros mismos y quedar satisfechos. Parece que la mayor parte de la gente lo hace así, porque hace muy poco por mejorar. Podemos mirar a otros y quedarnos satisfechos con la compara­ción. Pero nunca podemos mirar a Dios y sentirnos có­modos. Su santidad absoluta nos hace caer sobre nuestras rodillas con una súplica por su gracia.

Nadie puede mirar a Cristo y sentirse satisfecho. Su perfección será siempre un desafío a nuestras imperfec­ciones. La visión de El en toda su belleza siempre crea­rá en nuestros corazones un descontento divino.

Algunos han interpretado esta visión de Isaías-re­gistrada en el capítulo seis-como su llamado inicial al ministerio profético, aunque escrito después del capítulo cinco. Pero puede ser que en este momento el profeta haya recibido una experiencia más profunda con Dios que enriqueció y amplió su ministerio grandemente.

F.            LA PERPLEJIDAD POLITICA (capítulos 7-12)

1.               Achaz y Asiria (cap. 7). En el año 734 A.C. el reino del Norte de Israel y su vecino hacia el norte, Siria, fueron amenazados por el creciente poderío de Asiria, la que estaba procurando conquistar todo el oeste de Asia. Sintiendo la necesidad de una alianza fuerte en contra de Asiria, Peca, el rey de Israel, y Re­zín, el rey de Siria, evidentemente pidieron a Achaz, el rey de Judá, que se uniera a ellos. Cuando éste rehusó -prefiriendo aliarse a Asiria-Peca y Rezín decidie­ron atacarlo (v. 1; véase II Reyes 16:5).

Precisamente en este momento, el profeta Isaías to­mó cartas en el asunto. El sabía que Achaz estaba pen­sando pedir ayuda a Asiria. Tomando a su hijo, quien tenía el nombre simbólico de Sear-jasub, "un remanen­te retornará" (v. 3), fue al encuentro del joven rey. Su mensaje fue: "Guarda, y repósate" (v. 4). Traducido en términos de la situación, esto quería decir, "¡No ha­gas alianza con pueblos extranjeros!" El profeta le dijo que no temiera de esos "dos cabos de tizón," los reyes de Israel y Siria. Su furia pronto se acabaría y serían consumidos por Asiria. Todo lo que Achaz tenía que hacer era confiar en Dios y dejar que El arreglara to­do el negocio.

Debe notarse también que Siria se menciona por su capital, Damasco, lo mismo que Israel se menciona por Samaria, su capital.

Al Reino del Norte también a veces se le llama Efraín a causa de su tribu más importante, en cuyo territorio estaba Samaria.

Los reyes de Israel y Siria estaban amenazando in­vadir a Judá, deponer a Achaz, y poner en su trono a Tabeel (v. 6), quien colaboraría con ellos. Pero Dios aseguró a Achaz que esto no sucedería (v. 7). Luego le lanzó un desafío con esta advertencia: "Si vosotros no creyereis, de cierto no permaneceréis." Todavía es ver­dad que la fe en Dios es la única base estable de segu­ridad, ya sea individual o nacional.

Entonces se ordenó a Achaz que pidiera una señal de que Dios iba a hacer esto (v. 11). Pero el rey ya había hecho la decisión de desobedecer a Dios y seguir adelan­te con la alianza con Asiria. Así que caprichosamente rehusó pedir una señal (v. 12), para evitar ser puesto en aprietos por su cumplimiento. Entonces Dios le dio una señal: "He aquí que la virgen concebirá, y parirá un hijo, y llamará su nombre Emmanuel" (v. 14). Es obvio que Isaías 7:14 podría ser una señal para Achaz solamente si se cumpliera en su día. Antes de que el hijo creciera hasta una edad de responsabilidad, Siria e Israel habrían perdido ambos sus reyes a quienes Achaz tanto temía. Esto pasó cuando Asiria tomó a Damasco en el año 732 A.C., y a Samaria en el 722 A.C.

La profecía también tiene un significado que va a través de siete siglos más adelante hasta el nacimiento virginal de Jesús. Una de las características de las pro­fecías mesiánicas del Antiguo Testamento es que tienen un cumplimiento inmediato y parcial en el tiempo del profeta, y luego un cumplimiento distante y completo en la venida de Cristo. Este cumplimiento se registra en las palabras de Mateo: "Todo esto aconteció para que se cumpliese lo que fue dicho por el Señor, por el profeta que dijo: He aquí la virgen concebirá y parirá un hijo, y llamarás su nombre Emmanuel, que declarado, es: Con nosotros Dios" (Mateo 1: 22-23).

Puesto que Achaz rehusó obedecer, Dios le advir­tió que Asiria vendría y "raerá" (v. 20) a Judá. Este era el precio de la desobediencia.

2.               La Insensatez de las Alianzas Extranjeras (8:1-9:7). Al profeta se le ordenó tomar un rollo-proba­blemente de papiro-y con una pluma escribir acerca de su hijo Maher-salal-hash-baz-"la fuerza de Damasco y los despojos de Samaria." Este nombre simbólico sig­nificaba la rápida invasión de Siria e Israel por Asiria. Esto sucedería antes de que el niño aprendiera a ha­blar (v. 4).

El pueblo estaba desechando "las aguas de Siloé, que corren mansamente" (v. 6), probablemente una re­ferencia a las aguas tranquilas del estanque de Siloé (Juan 9:7) -y en su lugar querían hacer alianza con Asiria. Entonces Dios les advirtió que Asiria vendría como impetuoso río desbordado, inundando toda la tie­rra (v. 7). La ironía de todo esto fue que cuando Asiria, por invitación de Achaz conquistó Siria e Israel, conti­nuó adelante e invadió a Judá como un castigo. Achaz recibió más de lo que había pedido.

Isaías era tanto un estadista como un profeta, y sabía muy bien que las alianzas con países extranjeros terminan en guerra. La única salvación para la nación yacía en una confianza serena en Dios. El pueblo decía con temor nervioso, "¡conjuración!" (v. 12). Pero el consejo del profeta era: "A Jehová de los ejércitos, a él santificad: sea él vuestro temor, y él sea vuestro miedo" (v. 13). Si ellos hubieran temido a Dios en lugar de temer a las naciones extranjeras, hubieran permane­cido seguros.

El profeta sabía muy bien que su nombre y los nombres de sus hijos eran simbólicos para que fueran "por señales y prodigios en Israel, de parte de Jehová de los ejércitos" (v. 18). Isaías era el hombre clave en ese tiempo en Judá, pero los reyes rehusaron recono­cerle como tal.

Esta sección se cierra con otra gran profecía me­siánica. No hay descripción más hermosa de Cristo en el Antiguo Testamento que la que encontramos en Isaías 9: 6-"Porque un niño nos es nacido"-el Bebé de Be­lén-"hijo nos es dado"-el Hijo de Dios sin pecado, dado como un Sacrificio por nuestros pecados-"y el principado sobre su hombro"- la administración de nues­tras vidas puesta sobre los hombros anchos y grandes de su infinita y eterna potencia-"y llamaráse su nom­bre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz." ¿Qué más podría haber inspirado el majestuoso oratorio de Handel, El Mesías

3.               La Ira Acumulada (9:8-10:4). Aquí tenemos un poderoso poema de cuatro estrofas, cada una de ellas terminando con el trágico refrán: "Ni con todo eso ha cesado su furor, antes todavía su mano extendida" (9:12, 17, 21; 10: 4). En la primera estrofa (9: 8-12), se se­ñala a la gente por su actitud arrogante, y la predicción es que Israel será devorado por los sirios en el norte y los filisteos en el sur. La segunda estrofa (9: 13-17), describe la actitud no arrepentida de la gente, y amenaza con la destrucción en la batalla. La tercera (9: 18-21), predice confusión y anarquía: "Manasés a Efraín, y Efraín a Manasés, y entrambos contra Judá." Con las nubes de las amenazas de guerras de parte de las nacio­nes extranjeras, pesando sobre sus cabezas, las tribus todavía se pelearían entre sí. La cuarta estrofa (10:1-4), describe la despiadada crueldad de los ricos al oprimir a los pobres, acumulando propiedades injustamente, sien­do que todo se perdería pronto en la cautividad. ¡Qué insensatos somos los mortales! Y, no obstante, muchos siguen haciendo lo mismo en la presencia misma del tormento eterno.

4.               El Instrumento de Dios Para el Castigo (10:5-34). La clave de esta sección la encontramos en el primer versículo: "Oh Assur, vara y bastón de mi fu­ror: en su mano he puesto mi ira." Asiria es el instru­mento de Dios para castigar a una "nación hipócrita." ¡Qué terrible es que Judá sea llamada "el pueblo de mi ira"! (v. 6).

Pero Asiria es inconsciente de que está siendo usa­da por Dios (v. 7). Ha destruido (v. 10) naciones más grandes que Judá (Jerusalén) e Israel (Samaria). Una vez que el Señor haya usado a Asiria para castigar a su pueblo, El a su vez le castigará a ella por su arrogan­te crueldad (vrs. 12-15).

El versículo once nos indica claramente que esta profecía se pronunció después de la caída de Samaria en el año 722 ó 721 A.C. Asiria decía: "Como hice a Sa­maria y a sus ídolos, ¿no haré así también a Jerusalén y a sus ídolos" La conquista de Samaria, marcando la caída del Reino del Norte de Israel, sucedió casi exacta­mente a la mitad del ministerio de Isaías (740-700 A.C.).

La doctrina del "remanente" se subraya enfática­mente en los versículos 20, 21 y 22. Una de las contri­buciones más importantes de Isaías es que un remanente retornará después de la destrucción de la nación.

5.               El Retorno de la Cautividad (cap. 11-12). Esta sección comienza con otra hermosa profecía mesiánica: "Y saldrá una vara del tronco de Isaí y un vástago re­toñará de sus raíces. Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová." El Mesías debe ser "del tronco de Isaí;" quiere decir, "el hijo de David." Teniendo como base este pasaje y otros más, los escribas del tiempo de Cristo enseñaban esto (véase Marcos 13:35).

Las dos características principales del reino del Mesías serían justicia (11: 4-5) y paz (11: 10). En lo to­cante a Israel, sería un remanente que retornaría de Egipto y del este (11: 11-12). La eterna disputa entre Judá y Efraín-que condujo a la división del reino bajo Roboam y Jeroboam (I Reyes 12) -al fin será curada (11:13), y las naciones circunvecinas se some­terán a su gobierno (11: 14). No se revela exactamente cuándo y cómo se cumplirá el pasaje de 11: 15-16.

El capítulo 12 es un hermoso himno de acción de gracias que será cantado por el remanente redimido a su regreso de la cautividad. Nos recuerda a uno de los himnos de Moisés después del cruce del Mar Rojo (Éxodo 15).

II.               SENTENCIAS EN CONTRA DE LAS NACIONES EXTRANJERAS (capítulos 13-23)

A.               BABILONIA (13:1-14:23)

La prominente frase profética, "el día de Jehová," aparece aquí otra vez (13:6-13). Es un día de "asola­miento del Todopoderoso" (v. 6), "para tornar la tie­rra en soledad" (v. 9). Esto va de acuerdo con todas las descripciones del día de Jehová.

Se indica que los conquistadores de Babilonia son los Medos (13:17). Ellos tomaron la ciudad en el año 538 A.C. y el imperio Medo-Persa sucedió al babilónico.

La descripción de la desolación de Babilonia (11:19-22) se ha cumplido literalmente. Por más de dos mil años ha permanecido en ruinas, como Sodoma y Go­morra (v. 19) lo han estado por muchos siglos más.

A menudo en el libro de Isaías hay breves predic­ciones de la restauración de Israel. Una de ellas se en­cuentra aquí (14:1-3).

Luego viene una "parábola"- mejor dicho, "una canción burlesca"-en contra del rey de Babilonia (14:4-23). En ella se incluye uno de los pasajes más notables del libro (vrs. 12-15), el lenguaje del cual parece ir más allá del rey de Babilonia hasta el gran opresor de la humanidad, Satanás. La tradición afirma que en el principio, Satanás era un hermoso ángel llamado Lu­cifer, o "estrella del día." Fueron su orgullo y su volun­tad propia los que causaron su caída. Es interesante no­tar que los verbos en primera persona, se usan cinco veces en dos versículos (13-14) -subiré, ensalzaré, sentaré, subiré y seré. Esta es la verdadera naturaleza del pecado. Es rebelión en contra de Dios. Parece que el pecado tiene su origen en la voluntad propia, y cierta­mente encuentra su expresión principal en esa actitud. El pecado hace que el hombre desee usurpar el lugar de autoridad en su vida que sólo Dios debe tener.

B.           ASIRIA (14:24-27)

Esta nación era la principal amenaza a la paz del Asia occidental. Ahora Dios declara su destrucción, la que tuvo lugar con la caída de Nínive en el año 612 A.C.

C.               FILISTEA (14:28-32)

Esta sentencia tiene que ver con "Palestina" (v. 29). Hoy es comúnmente aceptado que el nombre moderno de Palestina deriva de los filisteos, quienes ocuparon la parte del sur de la llanura costera de Judá. Finalmente dieron su nombre a todo el país.

Esta "carga" está fechada "en el año que murió el rey Achaz" (v. 28). Eso fue alrededor del año 727 A.C., el año en que Tiglatpilneser III, rey de Asiria, murió. Los filisteos se estaban regocijando porque la vara que les había azotado tanto había sido quebrada. Pero el profeta les advierte que "de la raíz de la culebra sal­drá basilisco, y su fruto, ceraste volador" (v. 29). Tiglat­pilneser III ("la serpiente"), sería sucedido por Salma­nasar IV ("culebra"), y por Sargón II ("serpiente vo­ladora"), cada cual más cruel que su predecesor. Las crónicas de las cortes de estos reyes, descubiertas y des­cifradas recientemente, han confirmado abundantemen­te esta predicción.

El versículo 32 sugiere que cuando el "humo" de la venida de Asiria apareció en el "aquilón" (norte) (v. 31), algunos mensajeros habían venido de las ciudades filisteas, buscando una alianza con Judá para protec­ción mutua en contra de los ejércitos invasores. Pero la respuesta de Jerusalén fue: "Jehová fundó a Sión, y a ella se acogerán los afligidos de su pueblo." Des­afortunadamente para Judá esta política sabia no se sostuvo más tarde.

D.           MOAB (capítulos 15-16)

En el año 734 A.C., el rey de Asiria, Tiglat-pilneser había invadido Galilea y Jordania, amenazando así a Moab hacia el sur. La honda aflicción de este país se de­ja ver en los sentimientos de compasión del profeta por causa de su inminente caída (15: 5; 16: 9, 11).

La sección se cierra con una breve sentencia (16:13-14), evidentemente pronunciada más tarde que la otra, en la cual Isaías predice de una manera definitiva la caída de Moab "dentro de tres años." Esto ocurrió alrededor del año 711 A.C.

E.               DAMASCO (capítulo 17)

Esta sentencia incluye en su contenido al Reino del Norte, o Israel (véase vrs. 3-5). Es una advertencia de que los dos aliados, Siria e Israel, serán desolados. Es­to tuvo lugar, por lo menos en parte, en el año 734 A.C.

Sin embargo, la profecía se cierra con una predic­ción de que el destructor mismo será destruido, y esto súbitamente (v. 14). Esta sería la suerte que correría Asiria.

F.            EGIPTO Y ETIOPIA (capítulos 18-20)

En el primer período de Isaías, estas dos naciones eran gobernadas por el mismo rey. Por tanto, las tres sentencias que se encuentran en estos tres capítulos se consideran juntas.

1.               Etiopía (cap. 18). Cuando Asiria tomó a Da­masco (732 A.C.) y a Samaria (722 A.C.), la gente de Etiopía se alarmó con la posibilidad de una invasión del norte. Así que enviaron embajadores en todas direccio­nes (v. 2) para pedir ayuda. Pero "Isaías ordena a los embajadores volver a su país para que observen silen­ciosamente cómo Jehová detendría el intento de Asiria de subyugar a Judá."

2.               Egipto (cap. 19). Este capítulo se divide muy naturalmente en dos partes: una advertencia de la des­trucción venidera (vrs. 1-17) y una promesa de restau­ración futura (vrs. 18-25). Se profetiza que Egipto, en medio de su dificultad, se volverá al Señor y le adorará. El capítulo se cierra con la maravillosa predicción de que Egipto, Asiria e Israel, se unirán en la adoración del Señor. Sin duda que algunos aspectos de esta pro­fecía todavía tienen que cumplirse.

3.               Egipto y Etiopía (cap. 20). En el año en que la ciudad filistea de Asdod fue capturada por Thartán (co­mandante en jefe) de Sargón, rey de Asiria, Isaías recibió de Dios la orden de caminar descalzo y medio des­nudo. (Entre los semitas se consideraba una desgracia exponer el cuerpo humano entre el cuello y los tobillos). Por espacio de tres años el profeta se presentó en pú­blico vestido como un cautivo, un símbolo patente de la vergüenza de Egipto y Etiopía. Los pueblos de estas dos naciones serían llevados como prisioneros en desgracia por los asirios. Esto tuvo lugar en la conquista de Egip­to en el año 711 A.C.

G.           EL DESIERTO DE LA MAR (21: 1-10)

Se acepta generalmente que esta sentencia se re­fiere a Babilonia. Las palabras "Ha caído, ha caído Ba­bilonia," se repiten en Apocalipsis 14:8 y 18:2. Se su­giere que los elamitas y los medos serían los que de­pondrían el poderoso imperio babilónico.

H.           EDOM (21:11-12)

Estos dos versículos son valiosos especialmente por su apelación evangelística. En medio de las tinieblas de la última parte del siglo octavo A.C., la gente pregun­tó al profeta, puesto como un atalaya sobre el muro: "¿Qué de la noche" La repetición de la pregunta reve­la la urgencia y el temor. El profeta de Dios debería dar hoy la misma respuesta que se da aquí: "La mañana vie­ne, y después la noche." Para cada persona la eterni­dad será un día que nunca verá la oscuridad, o las completas "tinieblas de afuera" de una noche que nun­ca tendrá un amanecer. Para la gente de Edom ("Seir") el futuro estaría mezclado con esperanza y temor.

I.             ARABIA (21: 13-17)

Robinson explica este breve oráculo como. "una súplica cordial a los temanitas para que den pan y agua a las caravanas de Dedanim, las que habían sido des­viadas por causa de las guerras, de sus rutas normales de viaje." El versículo 14 debe traducirse como una pe­tición y no como una declaración.

J.            EL VALLE DE LA VISION (capítulo 22)

Estrictamente hablando, esta sentencia no era para una nación extranjera, sino en contra de Judá mismo. Quizá la razón de que se halle aquí es que incluía a las alianzas extranjeras, uno de los pecados habituales de Judá en esta época.

El tiempo fue la invasión de Judá por Sargón en el año 711 A.C. (Robinson), o la destrucción de Jeru­salén en el año 711 A.C. (C. A. Smith). En cualquiera de los dos casos, la ciudad estuvo en verdadero peligro. Mientras que el corazón del profeta estaba destrozado por la tristeza (vrs. 4-5), la gente estaba de fiesta en lugar de estar ayunando (vrs. 12-13). Dios reveló a Isaías que este pecado nunca sería perdonado (v. 14). En vez de orar a Dios para recibir ayuda, los habitantes de Jerusalén fortificaban sus defensas materiales (vrs. 8-11).

En la segunda mitad del capítulo se compara a dos personajes. Sebna, el tesorero (vrs. 15-19), había for­mado su propio medio ambiente, pero sería llevado al cautiverio. Quizá fuera un extranjero, de descendencia siria, quien pertenecía al grupo partidario de los egip­cios. Su posición se daría a Eliacín, (vrs. 20-25). Este último sería puesto como un clavo en lugar firme (v. 23), una expresión semita típica. Pero desafortunada­mente, el trataría de colgar a toda su familia en ese cla­vo (v. 24) -favoreciendo a sus parientes injustamente- así que el clavo eventualmente cedería bajo el peso (v. 25). A menudo el poder y las posiciones importantes, arruinan a hombres buenos.

K.           TIRO (capítulo 23)

Tiro era una de las grandes ciudades comerciales de los tiempos antiguos. Los barcos salían de sus mue­lles a todas partes del Mediterráneo, y algunos aun se aventuraban a navegar por la costa occidental del Áfri­ca. Pero este orgullo altanero sería derribado, y su ex­tenso comercio llegaría a su fin. Es interesante notar que se predijo que este período de eclipse duraría se­tenta años (vrs. 15, 17) como el de Judá. Luego su pros­peridad anterior volvería (vrs. 17-18).

III.              MENSAJES DE SALVACION (capítulos 24-27)

A.               ADVERTENCIA DE JUICIO (capítulo 24)

La cautividad que se aproxima se ve claramente en la visión del profeta: "Del todo será vaciada la tierra, y enteramente saqueada" (v. 3). Sin embargo, quedará un remanente fiel semejante al rebusco de las viñas y los olivos (v. 13). Pero las cosas estarán en una con­fusión tal que "temblará la tierra vacilando como un borracho" (v. 20).

B.           GOZO DE LOS REDIMIDOS (CAPÍTULO 25)

Este capítulo es un himno de alabanza a Dios por su liberación. Quizá represente la acción de gracias de los judíos por la liberación de la amenaza asiria, o posible­mente vislumbre el retorno futuro de la cautividad ba­bilónica. Notablemente bellos son los versículos 4, 8, y 9.

C.           LA ALABANZA DE JUDA (capítulo 26)

El nombre Judá significa "alabanza." Por tanto, es adecuado entonar un himno de alabanza en tierra de Judá (v. 11).

Una de las muchas expresiones hermosas de Isaías la encontramos en el versículo tres: "Tú le guardarás en completa paz, cuyo pensamiento en ti persevera; por­que en ti se ha confiado." En nuestros días turbulentos como en los de Isaías-la fe es siempre el fundamen­to de la paz.

El capítulo termina con una exhortación (vrs. 20-21) al pueblo de Dios para que se refugie en El hasta que la tormenta pase.

D.           OTRO CANTICO SOBRE UNA VIÑA (capítulo 27)

La mayoría de los profetas antiguos usaron mu­cho el lenguaje simbólico. En el primer versículo de este capítulo Isaías menciona la serpiente rolliza (Asi­ria), la serpiente retuerta (Babilonia), y el dragón del mar (Egipto). Estos tres poderes que habían destruido muchas naciones y que habían amenazado la seguridad de Judá, serían destruidos.

En este cántico sobre la viña (véase cap. 5), se ha­ce la predicción de que, aunque temporalmente daña­do, "echará raíces, florecerá y echará renuevos Israel" (v. 6). Pero antes de eso vendría el castigo y la destruc­ción, la purgación de los pecados de Judá (vrs. 9-11).

IV.       ADVERTENCIA EN CONTRA DE LA ALIANZA CON EGIPTO (capítulos 28-35)

A.         SEIS AYES (capítulos 28-33)

Esta sección contiene seis ayes, los cuales se consi­deran relacionados con la invasión de Senaquerib en el año 701 A.C. Sin embargo, los primeros seis versículos del capítulo 28 describen a los ebrios de Efraín. Lue­go la escena parece pasar a Jerusalén.

1.               Ay de los Políticos y Sacerdotes Ebrios (cap. 28). Las cosas estaban muy mal cuando Isaías tenía que decir que "el sacerdote y el profeta erraron con la si­dra, fueron trastornados del vino" (v. 7). Luego lanza una acusación sobre los políticos burlones-"varones burladores, que estáis enseñoreados sobre este pueblo que está en Jerusalén" (v. 14) -quienes dicen que han hecho un convenio con la muerte (v. 15). Reprende su cinismo petulante advirtiéndoles que el juicio viene de seguro (v. 17). Frente a su burla él da esta promesa: "He aquí yo fundo en Sión una piedra, piedra de for­taleza, de esquina, de precio, de cimiento estable: el que creyere, no se apresure" (v. 16). En el Nuevo Testa­mento (Mateo 21:42; Hechos 4: 11), se indica que esta piedra es Cristo.

2.               Ay de Jerusalén (29: 1-14). Ariel significa "león de Dios," y aparentemente se usa como un nombre para Jerusalén. Aquí estaba el centro de la adoración a Je­hová. Pero esta era la evaluación de Dios de los adora­dores: "Este pueblo se me acerca, y con sus labios me honra, mas su corazón alejó de mí" (v. 13).

3.               Ay de Aquellos que Esconden de Dios sus Pen­samientos (29:15-24). Se pronuncia un ay sobre aque­llos que dicen: "¿Quién nos ve, y quién nos conoce" Ellos olvidan que Dios ve y sabe todo lo que ellos ha­cen. Probablemente la referencia sea a sus planes se­cretos de hacer una alianza con Egipto y rebelarse en contra de Siria.

4.               Ay de los que se Vuelven a Egipto (cap. 30). Rehusando el consejo de Dios, los líderes de Judá van a Egipto para buscar ayuda (vrs. 1-2). Pero la ayuda egip­cia será en vano (v. 7). El mensaje de Dios es: "su for­taleza sería quedarse quietos," esto es, confiar tranquila­mente en Dios en vez de hacer alianzas extranjeras. A aquellos que corrieron a Egipto el Señor les dice: "En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza" (v. 15). Pero ellos re­husaron: "Y no quisisteis."

Luego viene esta hermosa promesa de la dirección divina: "Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él" (v. 21). Si el pueblo se abstuviera de hacer una alianza con Egipto, y pusiera su confianza completamente en Dios, El des­truiría los asirios con su palabra (v. 31).

5.               Ay de los que Confían en Egipto (caps. 31-32). Como notamos anteriormente, Isaías era un destacado estadista tanto como un inspirado profeta. El veía clara­mente la fatuidad de ir a Egipto en busca de ayuda. Esa nación sería pronto conquistada por Asiria. El estar en­vueltos en una alianza con Egipto resultaría solamente en doble castigo a manos de los asirios. Así que clamó: "¡Ay de los que descienden a Egipto por ayuda, y con­fían en caballos; y su confianza ponen en carros... y no miran al Santo de Israel!" (31: 1; véase 30: 2).

Dios era una defensa mucho más grande para Judá que lo que podrían serlo los caballos y los carros de Egipto. En una de sus muchas y hermosas promesas, Isaías dice: "Como las aves que vuelan, así amparará Jehová de los ejércitos a Jerusalén, amparando, libran­do, pasando, y salvando" (31:15). ¿Qué más podía pe­dir Judá

El profeta predijo que los israelitas quitarían sus ídolos (31:7). Luego Dios vencería y haría retroceder a los asirios con su poder (31:8).

De nuevo encontramos otro de los grandes pasajes mesiánicos de Isaías: "He aquí que en justicia reinará un rey... Y será aquel varón como escondedero contra el viento, y como acogida contra el turbión" (32: 1-2).

Una de las características de Isaías es su poderosa y clara condenación de las mujeres de Judá (32:9-12; véase 3:16-24). Siempre es verdad que como la mujer, así la nación. Las mujeres pueden hacer más para ele­var o destruir un país, que los hombres. El profeta no ve esperanza "hasta que sobre nosotros sea derramado el espíritu de lo alto" (32: 15).

El sector partidario de Egipto estaba constantemente urgiendo una alianza militar con aquel país. Pero el con­sejo consistente de Isaías, juntamente con las promesas, cierra esta sección. El dice: "Y el efecto de la justicia será paz; y la labor de justicia, reposo y seguridad para siempre. Y mi pueblo habitará en morada de paz; y en habitaciones seguras, y en recreo de reposo" (32: 17:18). Lo único que debía preocupar al pueblo era practicar la justicia; entonces Dios les protegería.

6.               Ay de los Ladrones (cap. 33). Los asirios ha­bían estado destruyendo naciones a izquierda y derecha. Ahora ellos serían destruidos.

El profeta dice al pueblo: "Y reinarán en tus tiem­pos la sabiduría y la ciencia" (v. 6). Ellos tenían que olvidar a Egipto, tomar su consejo y confiar en Dios. Su juez no era Egipto, sino Dios. El era su Legislador y Rey-"él... nos salvará" (v. 22).

B.               AMENAZA Y PROMESA (capítulos 34-35)

George L. Robinson escribe: "Lo más sorprenden­te de estas profecías es la constante alternación de ame­nazas y promesas." Esto está bien ilustrado por los dos capítulos de esta sección: el primero es principalmente una advertencia de castigo, mientras que el segundo es uno de los pasajes más hermosos de promesas del An­tiguo Testamento-un capítulo que sería bueno me­morizar.

1.               Castigo sobre Edom (cap. 34). Edom-llamado también Idumea-había sido un enemigo empedernido de Israel (véase Abdías). Dios se refiere a la nación como "el pueblo de mi anatema" (v. 5). El castigo y la desolación sobrevendrán sobre aquellos que han per­seguido a los israelitas en su camino a Canaán.

2.               Un Poema de Promesa (cap. 35). Este es uno de los muchos y hermosos pasajes devocionales de Isa­ías. Fuera de los Salmos no hay un libro más rico en el Antiguo Testamento en el cual el cristiano pueda me­ditar. Aquellos que aman su Biblia a menudo la abren en Isaías para buscar consuelo y fuerzas espirituales. Este capítulo es un himno de alabanza que requiere poco comentario. Lo recomendamos al lector.

V.           LA HISTORIA DE LOS TIEMPOS DE EZEQUIAS (capítulos 36-39)

Generalmente se sostiene que los capítulos 38 y 39 cronológicamente preceden a los capítulos 36 y 37. El or­den quizá se deba a que la historia de la invasión de Asiria (701 A.C.) relatada en los capítulos 36 y 37, encaja en una forma más natural con los capítulos 1-35, por tanto, la mención de la enfermedad de Ezequías en el capítulo 38 (714 A.C.), y de la embajada babilónica en el capí­tulo 39 (712 A.C.), une en forma más lógica los eventos siguientes. Estos cuatro capítulos forman una transición entre la primera parte de Isaías (caps. 1-35) y la se­gunda (caps. 40-66). Comprenden un interludio his­tórico entre ambos.

Esta sección se repite casi al pie de la letra en II Reyes 18:13-20:19. Fue una gran liberación que Dios hizo por su pueblo, la que era digna de relatarse dos veces.

A.           LA INVASION DE SENAQUERIB (capítulos 36-37)

1.               El Sitio de Jerusalén (36: 1-37: 8). En el año 701 A.C. -difícil de identificar con "el año catorce del rey Ezequías" (36: 1) -Senaquerib invadió a Judá y tomó muchas de sus ciudades. Según los anales sirios, tomó cuarenta y seis ciudades.

Deteniéndose en Lachis, Senaquerib envió a Rab­saces -literalmente, "jefe de los oficiales"-hasta Je­rusalén con un gran ejército (36:2). Este inteligente re­presentante de su monarca trató primero de intimidar a la ciudad para que se rindiera. Deteniéndose cerca de las murallas, envió un arrogante mensaje a Ezequías, a quien no quiso honrar con el título de "rey." En lugar de eso, dijo: "El gran rey, el rey de Asiria, dice así" (36: 4). Pero esto sería contrarrestado más tarde por las palabras de Isaías: "Jehová Dios de Israel, dice así" (37:21). Era un duelo entre Dios y Senaquerib.

Rabsaces justamente reprendió a Judá por confiar en el "bordón de caña frágil, en Egipto" (36: 6). Pero cuando se mofó de ellos por confiar en Jehová (v. 7), se pasó de la cuenta. La censura y el sarcasmo de sus pa­labras se ven en su manera de preguntar si ellos podrían proveer 2,000 cautivos para montar sus caballos (v. 8).

Cuando los representantes de Ezequías pidieron a Rabsaces que hablara en aramaico ("siriaco") en vez de en hebreo ("el lenguaje de los judíos"), para no asus­tar a la gente que escuchaba por sobre el muro, el ofi­cial asirio contestó con vulgar sarcasmo. El honor de un Dios santo estaba en peligro cuando Rabsaces anunció al pueblo de Dios sus amenazas a voz en cuello (36:13-21).

Cuando su mensaje fue llevado a Ezequías, el rey rasgó sus vestidos como una señal de mucha tristeza, se vistió de saco, y fue al templo (37:1). Envió un mensaje a Isaías, pidiéndole que orara (vrs. 2-4). El profeta man­dó decir al rey que no temiera las amenazas de los asi­rios, porque cierto rumor haría volver al enemigo a su patria otra vez (vrs. 6-8).

2.               La Carta Amenazadora (37:9-38). Aunque los asirios tuvieron que levantar el sitio para enfrentar los ejércitos de Etiopía, enviaron cartas de amenaza a Eze­quías. El rey la llevó al templo y "la extendió delante del Señor" (v. 14). Como contestación a su oración, Dios le aseguró que Jerusalén sería perdonada (vrs. 21-35). Aquella noche, "el ángel del Señor" hirió a 185,000 sol­dados asirios, y el peligro terminó.

B.           LA ENFERMEDAD Y EL ERROR DE EZEQUIAS (capítulos 38-39)

1.               La Enfermedad y la Sanidad (cap. 38). Isaías hizo saber al rey que moriría a causa de su grave enfer­medad. Pero Ezequías oró y Dios le extendió su vida por quince años más. Ezequías expresó su gratitud en un himno de acción de gracias (vrs. 9-20). El método de la curación se describe como una cataplasma de higos (v. 21).

2.               La Embajada de Babilonia (cap. 39). Merodach­baladán, rey de Babilonia, envió cartas y un regalo a Ezequías, felicitándole por su recuperación. Obrando con poca cordura, el rey de Judá mostró a los babilonios to­das sus riquezas y tesoros de oro y plata. Isaías le advir­tió que los babilonios volverían un día para tomar todas las riquezas que ellos habían visto y para llevar a sus descendientes al cautiverio.

Para Estudio Adicional

1.               Compare la personalidad de los cuatro reyes mencionados en Isaías 1:1 (vea II Crónicas 26-32).

2.               ¿Dónde y cuándo profetizó Isaías

3.               ¿Cuál es el énfasis principal de los capítulos 1-5

4.               Describa la visión del capítulo 6 y discuta su significado.

5.               ¿Cuál era la relación entre Asiria, Siria, Israel y Judá

6.               ¿En contra de qué naciones extranjeras se dirigieron las sentencias de Isaías

7.               ¿Con cuáles otras dos naciones advirtió Isaías que no se aliara Israel

8.               Haga un sumario de la historia de los tiempos de Ezequías.

CAPITULO DOS

EL PROFETA DE CONSUELO

(Isaías 40-66)

El cambio de tono que notamos comenzando con el primer versículo del capítulo 40 es muy marcado. Mien­tras que el énfasis principal de los primeros treinta y nueve capítulos es el juicio y el castigo, la nota sobresa­liente de los capítulos 40 a 66 es el consuelo y las promesas.

En los últimos años se ha venido aceptando la idea de que esta segunda parte no fue escrita por el Isaías del octavo siglo A.C., sino por un segundo Isaías de mediados del siglo sexto A.C. Se sostiene que el punto de vista que se despliega aquí es el de la última parte de la cautividad babilónica, cuando el pueblo de Israel comenzaba a pen­sar en volver a su propia patria. Especialmente se sostie­ne que nadie en el octavo siglo hubiera podido predecir por nombre la venida de Ciro (44:28; 45:1) para permi­tir a los judíos volver a Palestina.

La solución de todo el asunto reside en si uno pue­de creer en una inspiración sobrenatural o no, porque esta es la única forma en que se puede explicar este fe­nómeno. Este breve estudio no nos permite una conside­ración más detallada sobre el asunto. Sin embargo, uno puede alentarse por el hecho de que un distinguido eru­dito del Antiguo Testamento, George L. Robinson, des­pués de una vida de estudio de Isaías, escribió en la edi­ción revisada (1938) de su breve pero excelente El Li­bro de Isaías (en inglés), estas palabras: "A menudo, a través de los años, mis amigos me han preguntado, '¿Cree usted todavía en la unidad de Isaías' e invaria­blemente he contestado con toda franqueza: 'Estoy más convencido que nunca.'"

Uno de los argumentos sobre el cual Robinson pone mucho énfasis, es que el nombre divino, "el Santo de Israel"- que se encuentra veinticinco veces en Isaías y solamente seis veces en el resto del Antiguo Testa­mento- aparece más o menos en la misma proporción en las dos partes: doce veces en los capítulos 1-39 y trece veces en los capítulos 40-66. Y dice: "La presencia de este nombre divino en todas las diferentes porciones del libro es de más valor para identificar a Isaías como el autor de estas profecías que si su nombre se hubiera escrito al principio de cada capítulo."

I.            LA INSENSATEZ DE LA IDOLATRIA (capítulos 40-48)

A.           EL DIOS INCOMPARABLE DE ISRAEL (cap. 40)

El capítulo cuarenta de Isaías es uno de los discur­sos más elocuentes en toda la literatura. Se dice que Edmund Burke, uno de los oradores más distinguidos que Inglaterra haya tenido, acostumbraba leer el libro de Isaías antes de ir al parlamento.

1.               Consolaos (vrs. 1-11). Las palabras iniciales de este capítulo nos dan la clave de la segunda parte del libro. Después de las advertencias y amenazas, Dios ha­bla con una seguridad consoladora.

El versículo tercero se cita en cada uno de los cua­tro Evangelios, en relación con el ministerio de Juan el Bautista. En el versículo cuatro, se explica cómo alguien puede preparar el camino del Señor: alzando los valles, cortando los montes y los collados, enderezando las cur­vas y allanando lo áspero. Esta es la fórmula divina de cuatro puntos para un avivamiento. Cuando la segui­mos, la promesa es nuestra: "Y manifestaráse la gloria de Jehová, y toda carne juntamente lo verá" (v. 5). Eso es un verdadero avivamiento.

El cuidado cariñoso de Dios por los suyos se ex­presa en una forma hermosa en el versículo 11: "Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo cogerá los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suave­mente las paridas."

2.               El Dios Incomparable de Israel (vrs. 12-31). La grandeza de Dios se describe en términos de omnipoten­cia (v. 12), omnisciencia (vrs. 13-14), y trascendencia (vrs. 15-17). Luego viene la clave de esta sección: "¿A qué pues haréis semejante a Dios, o qué imagen le com­pondréis" (v. 18). Esto se repite en el versículo 25: "¿A qué pues me haréis semejante, o seré asimilado dice el Santo." El marcado contraste entre el verdadero Dios y los ídolos muertos (vrs. 19-24) se presenta de una manera muy clara. El capítulo se cierra con una admonición combinada con promesa: "Mas los que es­peran en Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán sus alas como águilas; correrán, y no se cansarán; cami­narán, y no se fatigarán" (v. 31).

B.           EL PODER DE LA PREDICCION (capítulo 41)

Parece que el segundo versículo de este capítulo se refiere a Ciro. Es una anticipación de la profecía más específica en 44: 28-45: 13.

Dos de las promesas más preciosas de la Palabra de Dios aparecen en este capítulo, en los versículos 10 y 13: "No temas, que yo soy contigo; no desmayes, que yo soy tu Dios que te esfuerzo: siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. Porque yo Jehová soy tu Dios, que te ase de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudé."

La prueba suprema de que Jehová sólo es el ver­dadero Dios consiste en su poder para predecir el fu­turo. Vez tras vez se lanza el desafío a los dioses falsos de las naciones paganas a que prueben su deidad predi­ciendo el futuro. Esto empieza en el versículo 22-"anúnciennos lo que ha de venir"-y continúa en el versículo 23: "Dadnos nuevas de lo que ha de ser después, para que sepamos que vosotros sois dioses." Sólo el Dios de Israel sabe el futuro.

C.           EL SIERVO DEL SEÑOR (capítulo 42)

Después de haber anunciado a Israel la sobera­nía de Jehová en el capítulo 40, y a los paganos en el capítulo 41, Isaías proclama el programa misionero de Dios para evangelizar a las naciones. Esta nota, que es prominente en los capítulos 40-66, ha hecho que la gen­te se refiera a veces al libro como "El Evangelio Según Isaías."

1.               El Primer Cántico Sobre el Siervo (vrs. 1-9). Este párrafo es el primero de cuatro "cánticos sobre el Siervo" en Isaías. El segundo es 49: 1-13, el tercero 50:4-11, el cuarto 52: 13-53: 12.

Mientras que "el Siervo del Señor" es el tema prin­cipal de la próxima sección (capítulos 49-57), apare­ce ya como un tema prominente en esta sección. La primera mención se encuentra en 41:8-9. Allí se identifica a Israel como "mi siervo." En la mayoría de los pa­sajes que se refieren al siervo en los capítulos 40-48, el énfasis se pone sobre la nación de Israel como si fuera el siervo del Señor. Esa es la interpretación general de los judíos hasta el día de hoy.

Sin embargo, en "el cántico sobre el Siervo" hay más evidencias para identificar al siervo como un indi­viduo. La Iglesia Cristiana admite ambas interpretacio­nes: en un sentido limitado a la nación de Israel, y en un sentido más completo, al Mesías de Israel.

El lenguaje de este primer cántico sobre el siervo es prominentemente personal. Se habla de "él." El Espíritu de Dios morará en él (v. 1). Será tierno y manso (v. 2), como ciertamente lo fue Cristo.

Además de la ternura del siervo, se pone énfasis en su misión mundial (vrs. 1, 4, 6). Su ministerio se des­cribe abriendo los ojos a los ciegos y liberando a los presos de la cárcel (v. 7). El cántico termina con la nota de predicción del futuro.

2.               Un Mosaico (vrs. 10-25). Como a menudo su­cede en los libros proféticos, el resto de este capítulo se refiere a varios asuntos cuya relación es difícil de per­cibir. Aquí encontramos alabanza (vrs. 10-12), juicio (vrs. 13-15), promesa (v. 16), reprensión por los ído­los (v. 17), otra referencia al siervo del Señor (v. 18), y el castigo de los pecados de Israel (vrs. 22-25).

D.               REDENCION (capítulo 43)

Israel pertenecía a Dios tanto por creación como por redención (v. 1). El segundo versículo parece describir los sufrimientos de Judá en la cautividad babilónica.

El énfasis de Isaías sobre el monoteísmo resalta cla­ramente a través de todo el capítulo. Jehová dice: "An­tes de mí no fue formado Dios, ni lo será después de mí" (v. 10). Y en cuanto a la redención agrega: "Yo, yo, Jehová; y fuera de mí no hay quien salve" (v. 11).

Otra nota de redención aparece en el versículo 25: "Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí; y no me acordaré de tus pecados."

Otra vez en este capítulo, como en 42:9, el Señor dice que hará "cosa nueva" (v. 19). Esto puede refe­rirse al retorno del exilio.

E.            LO ABSURDO DE LA IDOLATRIA (capítulo 44)

El ataque más duro en contra de la adoración de las imágenes-entre muchas otras en esta sección-la encontramos en este capítulo (vrs. 9-20). Después de declarar "fuera de mí no hay Dios" (v. 6), y más ade­lante, "no hay Dios sino yo. No hay fuerte: no conozco ninguno" (v. 8), Dios procede, por medio de su profe­ta a mostrar la insensatez de la idolatría. Un hombre corta un árbol. Una parte de él lo usa como combustible para calentarse Y cocinar, y con el resto hace un dios y se arrodilla ante él y lo adora. ¡Qué insensatez!

En los versículos 21-23, tenemos un pasaje glorioso de redención. El versículo 22 se asemeja mucho a 43:25. Este es el Evangelio Según Isaías. La redención trae perdón de los pecados.

F.            CIRO, SIERVO DE DIOS (capítulo 45)

1.               El Ungido de Dios (44: 28-45: 4). Ciro será el "pastor" de Dios para ordenar la reedificación de Je­rusalén y su templo (44:28). Pero lo más sorprendente es que Ciro es llamado el "ungido" de Dios (el término hebreo que significa "mesías"). El sería como un me­sías para los judíos, liberándolos de la cautividad y res­taurándolos a su tierra. Dios le había llamado y le había dado su nombre, aunque Ciro mismo no conocía a Dios (v. 4).

2.               No Hay Otro Dios (vrs. 5-25). La frase mono­teísta se repite aquí con marcado énfasis: "Yo Jehová, y ninguno más hay: no hay Dios fuera de mí" (v. 5); "Yo soy Jehová y ninguno más que yo" (vrs. 6, 18); "Y no hay más Dios que yo; Dios justo y Salvador: ninguno otro fuera de mí" (v. 21). Este Dios único es también el único Salvador: "Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra: porque yo soy Dios, y no hay más" (v. 22). Es difícil pensar cómo el monoteísmo po­dría ser expresado en una forma más clara. Jehová no es solamente el único Dios verdadero de Israel; El es el único Dios que existe. Los dioses de las naciones son solamente criaturas de sus pensamientos.

G. LA CAIDA DE BABILONIA (capítulos 46-47)

1.               El Derrocamiento de su Religión (cap. 46). Bel era el Dios principal de la religión babilónica; Nebo era el intérprete de los dioses. Pero el peso inerte de sus imágenes, era una carga penosa para las bestias que los llevaban (v. 1). Estos dioses no tenían poder, por el contrario, eran inútiles, y fueron llevados al cautiverio (v. 2). En contraste a ellos, Jehová lleva a su pueblo (vrs. 3-4), desde la cuna hasta el sepulcro.

Una vez más Dios lanza el desafío: "¿A quién me asemejáis, y me igualáis, y me comparáis, para que sea semejante" (v. 5). Lo absurdo de la idolatría es sub­rayada una vez más (vrs. 6-7). Vez tras vez se hace re­saltar la nota monoteísta: "porque yo soy Dios, y no hay más Dios, y nada hay a mí semejante" (v. 9). Su deidad se muestra, como se repite a menudo en esta sección, por el hecho de que El es capaz de anunciar "lo por venir desde el principio" (v. 10).

2.               El Derrocamiento de la Ciudad (cap. 47). La vergüenza de la triste caída de Babilonia se describe vívidamente (vrs. 1-5). Ella ha tratado al pueblo de Dios con una crueldad criminal (v. 6). Ahora su des­trucción ha venido, y ninguno de sus dioses falsos le puede ayudar (vrs. 12-14).

H.           UN SUMARIO (capítulo 48)

Los énfasis recurrentes de esta sección (caps. 40- 48) se resumen aquí en conclusión. Jehová es el único que puede predecir el futuro (vrs. 3-8). Los ídolos no pueden hacerlo (v. 5). Israel ha sido puesto en el horno de la aflicción para ser refinado (v. 10). Dios es el Creador (v. 13). El pueblo saldría de Babilonia para que todo el mundo supiera que Dios había redimido a su gente (v. 20).

De nuevo notamos una preciosa promesa en el ver­sículo 17: "Así ha dicho Jehová, Redentor tuyo, el San­to de Israel Yo Jehová Dios tuyo, que te enseña pro­vechosamente que te encamino por el camino que andas."

II.           EL SIERVO DEL SEÑOR (capítulos 49-57)

Ya en la sección previa el profeta ha mencionado al siervo del Señor por lo menos una docena de veces. Pero ahora viene a ser el tema dominante. Tres de los cuatro "cánticos sobre el siervo" se encuentran en esta sección.

A.               SALVACION (capítulo 49)

1.               El Segundo Cántico Sobre el Siervo (vrs. 1-13). Al principio el siervo parece ser identificado como Is­rael (v. 3). Pero luego se le presenta como el siervo de Dios "para levantar las tribus de Jacob, y para que res­taures los asolamientos de Israel... por luz de las gen­tes, para que seas mi salud hasta lo postrero de la tie­rra" (v. 6). Por tanto, el siervo se diferencia de la na­ción que él va a restaurar. Algunos han interpretado al siervo como el remanente fiel en Israel. Pero de una forma clara, el cumplimiento más elevado de este len­guaje puede encontrarse solamente en Cristo.

2.               La Restauración de Israel (vrs. 14-26). La pers­pectiva universal es más prominente en Isaías que en cualquier otro profeta del Antiguo Testamento. El re­sultado de la restauración de Israel será que "conocerá toda carne que yo Jehová soy Salvador tuyo, y Redentor tuyo, el Fuerte de Jacob" (v. 26).

B.           EL SIERVO SUFRIENTE (capítulo 50)

1.               Vendidos por sus Propios Pecados (vrs. 1-3). Jehová recuerda al pueblo que es su propio pecado lo que les causó ser vendidos a la esclavitud (v. 1). El podría haberles salvado, pero ellos no escucharon (v. 2).

2.               El Tercer Cántico Sobre el Siervo (vrs. 4-11). Aquí predomina la nota personal. Se nos da una vislumbre anticipada del Siervo Sufriente descrito más ampliamente en el capítulo cincuenta y tres. Hablando en la primera persona, el Siervo se describe a sí mismo de la siguiente manera: "Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban el cabello: no es­condí mi rostro de las injurias y esputos" (v. 6). Sola­mente en Cristo encontró cumplimiento todo esto.

C.               ESCUCHA Y DESPIERTATE (51:1-52:12)

1.               Escucha (51: 1-8). Tres veces en estos ocho ver­sículos, Dios, por medio de su profeta, pide a su pueblo que escuche (vrs. 1, 4, 7). La primera vez les dice que recuerden su origen. Así como El bendijo a Abraham, les bendecirá a ellos. La segunda vez les pide que re­conozcan su ley. La tercera vez les exhorta a que no teman los reproches de los hombres.

2.               Despiértate (51:9-52: 12). Tres veces el pro­feta clama: "Despiértate, despiértate" (51:9, 17; 52:1). La primera es un llamado a Dios para que despierte en favor de su pueblo. Como respuesta a este llamado vie­ne la promesa de redención y restauración: "Cierto, tor­narán los redimidos de Jehová, volverán a Sión can­tando, y gozo perpetuo será sobre sus cabezas: posee­rán gozo y alegría, y el dolor y el gemido huirán (51:11).

En la segunda oportunidad es un llamado a Jeru­salén para que despierte y se levante, porque su castigo terminará en bendición. El tercer llamado también es a Jerusalén. Debe despertar y ponerse sus hermosos vestidos, porque ya no será oprimida (52:1). A menudo en estos capítulos Dios consuela a su pueblo.

D.           EL CUARTO CANTICO SOBRE EL SIERVO (52:13-53:12)

El capítulo cincuenta y tres de Isaías debería comen­zar con 52:13, donde "mi siervo" es presentado. Esta sec­ción generalmente se considera como el punto culminante de la profecía hebrea. Robinson dice: "Los pensamientos más profundos en la revelación del Antiguo Testamento se encuentran en esta sección... Ocupan el primer lu­gar en la profecía mesiánica."

Era el capítulo cincuenta y tres de Isaías que el eu­nuco etíope iba leyendo en su carro cuando Felipe se le acercó para hablarle (Hechos 8:32). El evangelista le pudo mostrar que las palabras se referían a Cristo, como el Siervo Sufriente del Señor. Ningún otro pasaje pre­senta este aspecto tan claramente.

Las palabras del versículo tres han captado la imagi­nación de los hombres en todas partes: "Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores experi­mentado en quebranto." Se dice que cuando Handel al­canzó este punto en la composición de El Mesías se le en­contró llorando con su rostro sobre la mesa. Ninguna per­sona seria puede leer estas palabras sagradas sin con­moverse.

Pero el versículo cuatro hace una aclaración muy importante: Sus sufrimientos no fueron por El mismo, sino por nosotros. "Ciertamente llevó él nuestras enfer­medades, y sufrió nuestros dolores."

Este aspecto vicario se lleva aún más adelante en el versículo quinto, donde se subrayan el propósito y el re­sultado de su sufrimiento: "Mas él herido fue por nues­tras rebeliones, molido por nuestros pecados: el castigo de nuestra paz sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados."

Luego viene el pasaje que toca la sensibilidad del corazón de cada pecador penitente: "Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su ca­mino: mas Jehová cargó en él el pecado de todos nos­otros" (v. 6). ¡No nos extraña que a este capítulo se le llame el Evangelio Según Isaías!

La sumisión mansa de Cristo frente al sumo sacer­dote y Pilato se prefiguran en el versículo 7. Su muerte vicaria es descrita una vez más en el versículo 8.

Su muerte no es solamente vicaria, sino también efi­caz: "Cuando hubiere puesto su vida por expiación del trabajo de su alma verá y será saciado; con su cono­cimiento justificará mi siervo justo a muchos, y él llevará las iniquidades de ellos" (vrs. 10-11). El Padre estaría satisfecho con el sacrificio de su Hijo y lo aceptaría por la justificación de muchos.

El cántico cierra con la nota de redención: "Fue contado con los perversos, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores."

E.            LA RESTAURACION POR MEDIO DE LA REDENCION (capítulo 54)

La redención es un asunto costoso. Incluye sacri­ficio y sufrimiento (cap. 53). Pero acarrea bendición y gozo. La atmósfera del capítulo 54 es la de cautivos redi­midos cantando y gozándose.

El versículo segundo es un desafío constante para cada cristiano: "Ensancha el sitio de tu cabaña, y las cor­tinas de tus tiendas sean extendidas; no seas escasa; alar­ga tus cuerdas, y fortifica tus estacas." Dios quiere que continuemos ensanchando nuestras vidas continuamen­te, tanto interiormente en una experiencia espiritual, co­mo exteriormente en servicio efectivo. Pero uno no debe extender sus cuerdas a menos de que fortifique sus es­tacas. Mientras más grande sea la tienda y largas las cuer­das, más firmemente deben enterrarse las estacas en la tierra, o de lo contrario la tienda se vendrá abajo. Esto es lo que ha pasado a algunos obreros cristianos. Tomemos la figura de los rascacielos modernos: para ir más alto uno debe ir primero más profundo. La estabilidad de la estructura depende de la fortaleza del cimiento.

Una fase del evangelismo de Isaías se ve en su énfa­sis en lo universal. El tenía una visión más amplia que cualquier otro escritor del Antiguo Testamento. La sal­vación es para los gentiles tanto como para los judíos. "Tu simiente heredará gentes (gentiles)" (v. 3). "Dios de toda la tierra será llamado" (v. 5).

F.      LA INVITACION DEL EVANGELIO (capítulo 55)

El capítulo cincuenta y cinco de Isaías contiene una de las anticipaciones más hermosas de la predicación evan­gelística de esta era que se encuentre en el Antiguo Tes­tamento. La salvación es gratis (v. 1). "Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano" (v. 6). Estas palabras son tan significativas hoy día como lo fueron hace dos mil años. Lo mismo es el versículo siguiente: "Deje el impío su camino, y el hom­bre inicuo sus pensamientos; y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar."

Las palabras del versículo once han consolado a los predicadores veces sin fin: "Así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, antes hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié."

¿Y quién no se ha conmovido con los últimos dos versículos Solamente citaremos el versículo 12: "Por­que con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos; los montes y los collados levantarán canción delante de vos­otros, y todos los árboles del campo darán palmadas de aplauso." Este es un capítulo que todo cristiano debe­ría memorizar.

G.           JUICIO Y JUSTICIA (capítulos 56-57)

1.               La Importancia del Día de Reposo (56: 1-8). Una bendición especial se pronuncia sobre aquellos que guar­dan el día de reposo y no lo quebrantan (v. 2). El que­brantamiento del día de descanso es uno de los pecados más vergonzosos en el mundo hoy día. El verdadero cris­tiano dará un testimonio fiel al rehusar comprar en el día domingo en los muchos negocios que ahora perma­necen abiertos. Mientras más fácil sea quebrantar el día del Señor, más grande será la tentación. Este es un pun­to en el cual nosotros debemos ser diferentes, no indi­ferentes.

Aquellos que guarden el día del Señor debidamente, estarán gozosos en la casa de oración, y las ofrendas que traigan serán aceptas al Señor (v. 7). Uno no puede emplear la tarde del domingo en asuntos seculares-para no mencionar placeres mundanos-y esperar ser bende­cido en la iglesia. El versículo termina con la nota uni­versal otra vez: "Mi casa, casa de oración será llamada de todos los pueblos."

2.               Atalayas Ciegos y Perros Mudos (56: 9-57:2). En el Israel de aquel entonces, como a menudo sucede hoy día, los pastores del rebaño de Dios eran como ata­layas ciegos y perros mudos. Codiciaban las ganancias personales, en vez de cuidar a las ovejas.

3.               Otra Vez la Idolatría (57:3-21). Una de las cau­sas principales de la cautividad babilónica fue la idolatría de los israelitas. En ese horno de aflicción ellos fueron purgados de su amor por los ídolos, así que desde entonces no han caído en ese mal, aunque antes de eso lo habían he­cho frecuentemente desde los días del éxodo. Por tan­to, el punto de vista del capítulo 57 es pre-exílico.

La gente de Judá había caído en las clases de idola­tría más aborrecida, sacrificando sus propios niños en los altares de los dioses falsos (v. 5). Eso todavía se practica espiritualmente hoy día por aquellos que sacrifican sus hijos a Mammón y los placeres.

Sin embargo, incrustada en este antecedente tan ne­gro, hay una joya brillante: "Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el que­brantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados" (v. 15). El prerrequisito absoluto para el compañerismo con Dios es la humildad.

Esta sección del libro, como la anterior, termina con la expresión "No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos."

III.          LA GLORIA FUTURA DEL PUEBLO DE DIOS (capítulos 58-66)

El sufrimiento siempre precede a la gloria. Isaías so­bresalió por cierto entre los profetas que "profetizaron de la gracia que había de venir a vosotros, han inquirido y diligentemente buscado, escudriñando cuándo y en qué punto de tiempo significaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual prenunciaba las aflicciones que habían de venir a Cristo, y las glorias después de ellas" (I Pedro 1:10-11). Así que esta sección de la gloria fu­tura sigue a la del Siervo Sufriente del Señor. Todavía es cierto que el verdadero cristiano debe, como su Señor, experimentar primero el sufrimiento antes de que pueda gozar la gloria.

A.           EL AYUNO Y LA OBSERVANCIA DEL DIA DE REPOSO (capítulo 58)

1.               El Ayuno (vrs. 1-12). El pueblo observaba la re­ligión exteriormente, pero sus corazones estaban lejos de Dios. Ayunaban, pero lo hacían sólo en una forma legalis­ta (vrs. 3-4). Como acertadamente se ha observado, la Biblia no dice "Orad y trabajad," sino "Ayunad y Orad." El único valor espiritual que hay en el ayuno consiste en la actitud del intenso deseo y sacrificio desinteresado que representa y produce. No hay beneficio en el ayuno si empleamos el tiempo como siempre en el trabajo y los placeres. Tiene valor sólo como un medio para la oración concentrada e ininterrumpida. El ayuno no es una mani­pulación mecánica de la Deidad para obtener los resulta­dos que nosotros deseamos. Eso es magia, no verdadera religión. Nosotros no forzamos a Dios con nuestro ayu­no, sino que podemos entonces rogarle con más humildad y vehemencia.

Se indica que el verdadero ayuno (vrs. 5-7) consis­te de una actitud adecuada de amabilidad, justicia, gene­rosidad y atención propia al compañerismo de familia- "no te escondas de tu carne." A veces es más fácil huir de la vida a la seclusión que enfrentarse a ella con un verdadero espíritu de amor semejante al de Cristo.

El verdadero ayuno producirá luz, no oscuridad (vrs. 8-12). Acarreará gozo y buena salud (v. 8). Traerá los resultados deseados: seguridad de que Dios oye nues­tra oración (v. 9). El producto más importante de la ora­ción, la dirección divina, se nos garantiza: "Y Jehová te pastoreará siempre."

2.               La Observancia del Día de Reposo (vrs. 13-14). El día del Señor no es para trabajar o divertirse, sino pa­ra descansar y adorar. El verdadero cristiano no leerá literatura secular, ni escuchará o tendrá diversiones seculares en el domingo. Hay tantos libros buenos y es­pirituales para leer y tantas oportunidades para el ser­vicio cristiano hacia otros, que no hay excusa para bus­car nuestros propios "caminos" en el domingo.

B.           EL PECADO Y LA SALVACION (capítulo 59)

1.               El Pecado (vrs. 1-8). Los dos primeros versículos proclaman el principio importante de que la falta de sal­vación no se debe a la falta de poder de Dios-"no se ha acortado la mano de Jehová para salvar"-ni tampoco por falta de deseo-"ni se ha agravado su oído para oír"- sino más bien por causa del pecado del hombre-"Vues­tras iniquidades han hecho división entre vosotros y vues­tro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar su rostro de vosotros." El pecado es lo único que separa al hom­bre de Dios.

La profundidad del pecado se describe en términos muy vívidos en los versículos 3-8. Los últimos dos ver­sículos se citan en Romanos 3:15-17 en una figura del hombre natural, apartado de Dios.

2.               Confesión (vrs. 9-15). Consciente de sus peca­dos, Israel los confiesa a Dios. La confesión es siempre el camino que conduce del pecado a la salvación.

3.               Salvación (vrs. 16-21). Aunque no había hombre que intercediera, Dios mismo obró la salvación. La confe­sión del pueblo preparó el camino para que El lo hiciera. Esta promesa se da para los que confían en El: "Porque vendrá el enemigo como río, mas el espíritu de Jehová levantará bandera contra él" (v. 19).

C.           LAS BENDICIONES DE LA REDENCION (capítulos 60-61)

1.               Un Evangelio de Alcance Mundial (cap. 60). En este capítulo el énfasis característico de Isaías en la uni­versalidad de la redención se presenta más claramente. En el versículo tercero dice: "Y andarán las gentes (gen­tiles) a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimien­to." Otra vez clama: "La fortaleza de las gentes (genti­les) haya venido a ti" (v. 5). El mismo pensamiento se repite en el versículo 11. En otras palabras, la salvación de Israel resultaría en la bendición espiritual para todo el mundo. Naturalmente, esta profecía ha tenido su cum­plimiento solamente en Cristo y en la salvación que El ha provisto para todo el mundo. Las bendiciones de­rramadas sobre los judíos en tal abundancia y medida en el día del Pentecostés, pronto alcanzaron a todo el Imperio Romano. Dios prometió que la luz de su pre­sencia nunca se apagaría (vrs. 19-22).

2.               Las Bendiciones de la Salvación (cap. 61). El versículo primero y el principio del segundo fueron citados por Cristo en la sinagoga en Nazaret declarando que se cumplían en El (Lucas 4:16-21). Son otra des­cripción del Siervo del Señor. Cristo se detuvo en el "año de la buena voluntad de Jehová" porque eso des­cribía la salvación que El proveía en su primera veni­da. El "día de venganza de nuestro Dios" se refiere a la Segunda Venida.

El plan y propósito de Dios era que todos los hijos de Israel fueran "sacerdotes de Jehová" y "ministros del Dios nuestro" (v. 6), y trajeran las bendiciones del cielo a todos los habitantes de la tierra. Pero ellos fa­llaron en su misión, excepto en proveer el Antiguo Tes­tamento y el Mesías. Fue Cristo, el Siervo individual del Señor, quien vino a ser el medio de salvación para to­do el mundo.

D.           LA SALVACION DE ISRAEL (62:1-63:6)

1.               Jerusalén Restaurada (62:1-9). Dios promete que no descansará sino hasta que Jerusalén brille como una luz resplandeciente vista por todos los gentiles. Ella será "corona de gloria en la mano del Señor" (v. 3). Jerusalén había sido como una viuda "desamparada," su tierra en "asolamiento." Pero sería llamada Hephzibah-"mi deleite está en ella"- y su tierra, Beulah- "casada" (v. 4). Se exhorta al pueblo a orar para que Jerusalén sea hecha una "alabanza en la tierra" (v. 7).

2.               La Gente Santa (62:10-12). Cuando un camino se haya construido (véase 40:3) Dios vendrá rápida­mente en salvación. Entonces su pueblo será llamado "Pueblo Santo, Redimidos de Jehová," y Jerusalén se­rá llamada "Ciudad Buscada, y no desamparada" (v. 12).

3.               El Día de Venganza (63:1-6). Los tres primeros versículos de este capítulo a menudo se usan como la base para sermones evangelísticos sobre la muerte de Cristo, cuyos vestidos están manchados con su propia sangre, derramada por la salvación de los pecadores. Pero aun la lectura superficial del pasaje, nos muestra que esta referencia es acerca de la destrucción de los enemigos de Dios. Es la sangre de ellos, no la de Cristo, la que se derrama. Este pasaje se aplica a la Segunda Venida de Cristo para juzgar, no a la primera en sacrificio.

E.            LA ORACION DE ISRAEL (63:7-64:12)

1.               Un Llamamiento al Pasado (63: 7-19). Los "sier­vos" de oración (v. 17) del Señor llaman la atención a su trato maravilloso con el pueblo de Israel bajo la di­rección de Moisés (vrs. 11-14). Así como El había re­dimido a su pueblo de la esclavitud egipcia, también los debía restaurar de la cautividad babilónica. El punto de vista aquí es definitivamente el del exilio. Las tribus necesitan ser retornadas (v. 17), pues "nuestros enemi­gos han hollado el santuario" (v. 18).

Los versículos diez y once son de especial interés puesto que son el único lugar en el Antiguo Testamento donde la expresión "Espíritu Santo" se usa como el Espíritu de Dios, excepto Salmos 51:11.

2.               Una Petición Para el Presente (cap. 64). A me­nudo las palabras del primer versículo se han repe­tido por aquellos que han sentido carga por un aviva­miento: "¡Oh si rompieses los cielos, y descendieras, y a tu presencia se escurriesen los montes...!" Y el versículo cuatro ha engendrado muchas veces fe para bendiciones superiores a cualquier cosa esperada.

La figura del alfarero y el barro (v. 8) siempre ha tenido su atractivo. Jeremías desarrolla más vívida­mente la figura, que sólo se menciona aquí.

El punto de vista de la cautividad babilónica pare­ce indicarse muy claramente en los versículos 10 y 11: "Sión es un desierto, Jerusalén una soledad. La casa de nuestro santuario y de nuestra gloria (el templo de Salomón), en la cual te alabaron nuestros padres, fue consumida al fuego." La invasión asiria de los días de Isaías (siglo octavo A.C.) había causado mucha desola­ción a Judá. Pero el templo quemado-eso parece requerir la destrucción de Jerusalén por los babilonios en el año 586 A.C.

Para muchos eruditos del Antiguo Testamento, eso fija la fecha para el "Segundo Isaías" (capítulos 40-66). Pero aquellos que aceptan la inspiración sobrenatural no tienen dificultad en creer que el profeta pudo pro­yectarse a sí mismo en espíritu, a través de dos siglos hasta los tiempos de la cautividad. El asunto básico en esta cuestión es el creer o no creer en la inspiración di­vina. Sin embargo, debemos insistir en que suponiendo que pusiéramos los escritos del "Deutero-Isaías" en el siglo sexto, todavía quedan rasgos de visiones claras que penetran el futuro desconocido, y que no pueden ex­plicarse sobre una base meramente humana.

F.            LA RESPUESTA DE DIOS (capítulos 65-66)

1.               Un Pueblo Rebelde (65:1-16). "Extendí mis ma­nos todo el día a pueblo rebelde" (v. 2). En vez de oír a Jehová, se están hundiendo más profundamente en la idolatría (vrs. 3-4). Y todavía dicen "soy más santo que tú" (v. 5).

Pero hay un remanente fiel (vrs. 8-10). Son llama­dos "mis escogidos," y "mis siervos" (v. 9). Dios dará su tierra "a mi pueblo que me buscó" (v. 10).

Los rebeldes, sin embargo, serán muertos. No sólo no buscaron a Dios, sino que rehusaron responder cuan­do El les buscó (v. 12). Sus "siervos" serán protegidos, pero ellos sufrirán castigo (vrs. 13-15).

2.               Nuevos Cielos y Nueva Tierra (65: 17-25). La edad mesiánica se describe como un tiempo de regocijo y de longevidad de vida (vrs. 18-20), de prosperidad y paz (vrs. 21.25). Los humildes y los obedientes pueden reclamar la promesa: "Antes que clamen responderé yo; aun estando ellos hablando, yo habré oído (v. 24). El versículo 25 es un breve eco de la descripción más completa que hallamos en 11:6-9, cuando aun las bestias feroces no dañarán a ninguna otra criatura. Este len­guaje debe considerarse como un símbolo de la expe­riencia espiritual del cristiano santificado en nuestros días. Hasta qué grado será literal el cumplimiento de esta profecía durante el reino milenial sobre la tierra, tendremos que esperar para saberlo. Mientras tanto, lo principal es saber que el reino de Cristo se ha estable­cido completamente en nuestros corazones. Sólo median­te una completa consagración a su voluntad podremos nosotros gozar estas bendiciones ahora.

3.               Mensaje Final de Consuelo (cap. 66). La clave de este capítulo final la encontramos en el versículo 13: "Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros." El amor divino se expresa así en térmi­nos muy tiernos. Pero este consuelo se promete a aquel "que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra" (v. 2).

La pregunta "¿nacerá una nación de una vez" (v. 8) recibió una respuesta pasmosa el 15 de mayo de 1948, cuando la nueva nación de Israel súbitamente y sin que nadie lo esperara volvió a surgir, después de casi exactamente dos mil años de una existencia no in­dependiente (desde el año 63 A.C.). De seguro que to­do está listo, como nunca antes en esta era, para la Se­gunda Venida de Cristo.

Pero la bendición futura para el pueblo de Dios en "los cielos nuevos y la nueva tierra" (v. 22), con "toda carne" adorándole a El (v. 23), debe ser inevitablemen­te acompañada por el castigo de los malos. Las terribles palabras del último versículo de Isaías-"su gusano nunca morirá, ni su fuego se apagará"-fueron repetidas por Cristo en su advertencia del fuego de la Gehenna (Marcos 9:48).

Para Estudio Adicional

1.               ¿Qué cambio de tono toma lugar en Isaías 40

2.               Discuta la unidad de Isaías.

3.               ¿Cuál es el énfasis principal de los capítulos 40-48

4.               ¿Quién es "el Siervo del Señor"

5.               Enumere todas las profecías específicas de Cris­to en Isaías 53.

6.               ¿Qué dice Isaías acerca del Día de Reposo