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Prefacio

Este libro tiene por objeto ayudar a todo lector de sus páginas a que disfrute inmediatamente de la santidad, según se enseña en la Biblia. Su autor es un oficial del Ejército de Salvación, quien, teniendo él mismo una grata y clara experiencia de las cosas de las cuales escribe, ha sido grandemente utilizado por Dios, tanto por medio de su vida como por su testimonio, para la santificación del pueblo del Señor, como también para la salvación de pecadores. Lo recomiendo a él y lo que aquí ha escrito, a todos aquellos que aman a Dios y su reino sobre la tierra. Deseo agregar, con mucho placer, que la lectura de algunos de los capítulos siguientes, ha sido de mucha bendición a mi propio corazón y que no tengo duda alguna de que el Espíritu Santo habrá instruido al autor e influido sobre él.

En ninguna de sus enseñanzas se ha reprochado tanto al Ejército de Salvación como en ésta, de la “santidad a Jehová”. De hecho, sus enseñanzas, aparte de sus métodos, exceptuando únicamente la de la santidad, han sido bien recibidas por todas las ramas de la Iglesia. Es una de las extrañas contradicciones del moderno cristianismo, que cada una de las iglesias parece tener tan en poco su propio credo, que extiende su diestra y bendice a todas las demás; hay aquí, hoy en día, una especie de tácito entendimiento de que no importa mucho lo que uno cree, con tal de que uno profese creer algo. Gracias a Dios porque, hasta cierto punto, nosotros nos hemos visto libres de esa falsa caridad, así como también del caos, inseguridad y confusión que de ella se desprenden; y nuestro testimonio acerca de la completa santificación ha contribuido mucho a preservarnos en ese sentido, pues ha suscitado la oposición, no sólo de los apologistas intelectuales de sistemas existen­tes, sino también de parte de los miles cuyo servicio a Dios hecho a medias y cuya involuntaria consagración ha condenado.

Por cuanto la santidad que nosotros defendemos es una santidad luchadora, santidad sufrida, santidad salvadora de almas, en una palabra, santidad de JESUCRISTO, cualquier “goce de religión”, cualquier “esperar en Dios, o cualquier “plenitud de la bendición”, que no esté inmediatamente unida de manera indisoluble, en toda la extensión de la palabra, con la pasión activa y desprovista de todo egoísmo, por ir inmediatamente al rescate de los pecadores y libertarlos de sus pecados, es, a nuestro juicio, una mera caricatura de la vida más elevada, de unión entera con Cristo, la cual, según nos dice la Palabra de Dios, es la vida más elevada de todas.

Este hecho hace que nos sea imposible publicar un libro como éste, sin dejar de decir una palabra de precaución a cada lector. Hay multitud de personas a quienes les agrada leer y oír hablar cualquier cosa acerca de la santidad, que frecuentan reuniones de santidad y convenciones de la vida más elevada y, no obstante esto, en el curso de los años (no importa lo que profesen ser con los labios) no ven que sea necesaria la separación del mundo en pequeñeces tales como el usar los vestidos mundanos de los que visten a la moda; los hábitos de la vida cómoda, adquiridos en los hogares de gente acaudalada, o las asociaciones mundanas de sus familias y sus círculos.

Por vuestro propio bien, no leáis este libro ni ningún otro que verse sobre la santidad, si es que no estáis dispuestos a oír en él a la voz de Dios diciéndoos qué es lo que debéis dejar, y qué debéis hacer para él. Una vez que lo hayáis leído, id al instante, y sin consultar a nadie, obedeced. ¡Dios os ayudará!

W. BRAMWELL BOOTH

CUARTEL GENERAL INTERNACIONAL

   LONDRES, E. C.

   7 de febrero de 1896