El Ministerio del Pastor Consejero
por James D. Hamilton
Casa Nazarena de Publicaciones P.O. Box 527
Kansas City, Missouri, 64141, E.U.A.
Esta obra apareció en inglés con el título de The Ministry of Pastoral Counseling. Fue traducida al castellano por Ene Tentroi, bajo los auspicios de la División de Publicaciones Latinas.
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IMPRESO EN E.U.A. — PRINTED IN U.S.A.
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A DOROTHY
CONTENIDO
Prefacio
I La Naturaleza del Pastor Consejero
II Los Límites del Aconsejamiento Pastoral
III Factores Positivos y Negativos en la Tarea de Aconsejamiento Pastoral
IV Aconsejar, una Función del Ministerio
V Las Técnicas de Aconsejar
VI La Entrevista de Aconsejamiento
VII Aconsejamiento Pre-marital
VIII Aconsejamiento Matrimonial
IX Aconsejando a la Juventud
X Cuándo y Cómo Acudir a un Profesional
Notas de Referencia
PREFACIO
Este libro se preparó para servir como guía elemental del pastor cuya educación y experiencia como consejero[1] no es del todo suficiente. Su propósito es dual: (1) examinar los elementos básicos del arte de aconsejar; y, (2) definir el lugar que esta actividad tiene en el ministerio del pastor.
I
La Naturaleza del Pastor Consejero
El ministro contemporáneo tiene muchas oportunidades para involucrarse en un amplio campo de actividades consejeras en su pastorado. Buscan su consejo personas de todas edades, angustiadas con muchos y variados problemas. No hay ministro que pueda negarse a aconsejar a menos que se encierre en su cuarto de estudio.1 Con frecuencia el ministro tiene la responsabilidad de un grupo grande de personas con diferentes antecedentes, personas que luchan con perturbadoras dificultades emocionales de toda clase.
El pastor no es un psicólogo, no obstante, se le busca para dar consejo como si lo fuera. No es un consejero por vocación, pero se supone que ayude en este campo. No es un consejero en asuntos educativos, pero con frecuencia los jóvenes vienen a él con problemas de sus estudios. Tampoco es un psiquiatra; pero algunas veces confronta profundos problemas de personas que necesitan atención de un psiquiatra, y por esto, debe conocer las manifestaciones de estos problemas para que pueda aconsejarlos inteligentemente.
Sobre todas las cosas, tendrá que saber aconsejar a personas con problemas religiosos, y por lo tanto debe ser un perito en este campo hasta donde le sea posible.
LA NECESIDAD DE UN PASTOR CONSEJERO
Esta es una edad compleja. Es una edad de crisis y tensión en que la industria y la maquinaria aprietan a los individuos dentro de su engranaje confrontándolos con problemas de varios grados y magnitud.2 Decisiones forzosas son la regla más bien que la excepción y estas decisiones causan profundas implicaciones inter-personales. El hombre moderno no puede vivir aislado. Esto quiere decir que sus acciones y reacciones, más que en ningún otro tiempo en la historia, afectan las acciones y reacciones de sus prójimos. Un gran número de personas se tambalea ante el impacto de “la vida” y sus miles de problemas; sienten la necesidad de ayuda y consejo. Claro que no todos ellos buscarán el consejo del ministro, pero muchos sí lo harán3. Es por esto que el pastor debe esforzarse en ser un consejero competente que pueda satisfacer las necesidades de las personas que acuden a él con sus problemas.
El consejo pastoral es tan viejo como el ministerio.4 Holman dijo:
La curación de las almas—el cuidado espiritual de los miembros de una congregación—es una función antigua de la iglesia cristiana y del ministro. Quizás el mayor aspecto fundamental de la labor ministerial haya sido siempre su trabajo con individuos miembros de su congregación. En contacto personal íntimo con su pueblo, el pastor ha procurado ayudar al tentado, renovar espiritualmente al derrotado, asegurar al penitente de su perdón, confortar al preocupado, dirigir al perplejo, dar valor al enfermo y afligido, y en una multitud de maneras, ver cómo enfrentarse con las necesidades puramente particulares de los que componen su congregación.5
Siempre ha sido la labor del pastor funcionar como mediador entre el hombre y sus problemas. El escritor Wood dice que no es cuestión de si el ministro ha de aconsejar o no, sino qué tan bien lo hará. Dice que el 87 por ciento de los laicos creen que la técnica en aconsejar ha de ser parte de la preparación del ministro.6
¿QUE ES EL ACONSEJAMIENTO PASTORAL
El consejero pastoral es muy diferente de otros tipos de dirección terapéutica, pues incluye una dimensión religiosa. “El propósito del aconsejamiento espiritual es traer a personas de ambos sexos dentro de una sana relación con Dios, y dirigirlos dentro de una vida abundante.”7 “Salvar,” en griego quiere decir sanar o hacer completo; por lo tanto, salvación es salud, racionalidad, libertad de todo desperfecto o mancha que deforme la personalidad humana y que impida la amistad con Dios.
El elemento de cambio en nuestra sociedad tiene sus implicaciones para el consejo pastoral. El cambio no es un fenómeno nuevo; siempre ha estado presente. Por siglos los filósofos se han estado preguntando, “¿Qué, en medio de todo cambio, no cambia” La respuesta es, “nada”. Heráclito, hace siglos, dijo: “Uno no puede pararse en el mismo río dos veces”. Con esto, quiso afirmar la vieja idea del cambio. Todas las sociedades pasadas han tenido que hacer frente a los cambios, pero la nuestra está pasando por cambios más rápidos y complejos que nunca. Goldstein se permite observar que los líderes sociales serán instrumentos para afectar las formas de adaptación que la sociedad necesita tener al afrontar el cambio8. Esto quiere decir que el pastor consejero que sirve como líder social, tiene que estar equipado para servir a las familias de su iglesia como un consejero sabio bajo las complicadas condiciones causadas por los cambios tan rápidos. Hulme dice: “Las características de nuestra era que llevan a las personas a buscar la sombra protectora del aislamiento, también originan disturbios emocionales que les obligan a buscar un consejero9.
Muchos que confrontan este complejo mundo carecen de preparación para resolver los problemas que resultan de esta complejidad. Los que tienen una orientación religiosa van con su pastor en busca de ayuda. Esto hace que se vuelva una labor del ministro, el ayudarles a adoptar una actitud saludable y adecuada hacia la vida. Es necesario desarrollar dentro de ellos la fortaleza humana que, junto con los recursos divinos, los prepare para enfrentarse con las demandas de un mundo altamente complejo. Esto quiere decir, que la función de la relación del consejero será doble: (1) “fortalecer el ego, el yo, o las funciones conscientes de la persona a través de las cuales se obtienen los procesos de integración y madurez” (la dimensión humana) y (2) “apropiar los recursos espirituales que Dios da” (la dimensión divina).10
El pastor consejero tendrá que recordar que las heridas emocionales que el individuo ha sufrido han venido a través de relaciones incorrectas con personas emocionalmente significativas11. Estas heridas quizá puedan ser curadas por otra persona quien, también sea emocionalmente significativa. En muchos casos, será el pastor quien ayudará con su ministerio de consejo a estos individuos lastimados. “Con frecuencia las personas que vienen a consultar un ministro han perdido la fe en ellos mismos, tanto como en Dios, y en sus semejantes”12. El ministro tendrá que ayudar a reconstruir esa confianza para obtener una más clara perspectiva.
El aconsejamiento pastoral y la psiquiatría se parecen, pero no son sinónimos. La psiquiatría, aunque no se opone necesariamente al aspecto religioso, no depende de él para su diagnosis o tratamiento. El aconsejamiento pastoral, por el otro lado, se basa fundamentalmente sobre una perspectiva e interpretación religiosa. Conscientemente trata de desarrollar en el individuo una relación con Dios que le dé acceso a los recursos espirituales que brotan de El. Bonneli caracteriza la tarea del pastor de esta manera:
El ministro que conduce a hombres y mujeres hasta un contacto vivo con Dios, que les enseña cómo usar su Biblia para desarrollo espiritual, cómo meditar, cómo orar, cómo desarrollar una fuerte y radiante fe, contribuirá un estimable servicio a las mentes y cuerpos de sus feligreses y también a sus espíritus13.
Una verdadera situación de aconsejamiento no existe necesariamente cuando el pastor y un feligrés se ponen a conversar juntos. Aconsejar no es solamente un intercambio de palabras. Es menester que haya una necesidad de la que se dé cuenta el que busca consejo y que se dé también cuenta de que necesita ayuda para la solución del problema que le preocupa. Hiltner escribe:
Una verdadera situación de aconsejamiento existe cuando el feligrés reconoce que algo anda mal, y siente que esto de algún modo tiene que ver con él y está convencido de que alguna persona profesionista pueda tal vez ayudarle, no dándole la respuesta sino ayudándole a esclarecerla él mismo14.
Así pues, aconsejar es una relación interpersonal en la que el pastor y el feligrés se concentran en aclarar los sentimientos y problemas de este último, relación en que los dos comprenden que es esto lo que se empeñan en lograr. Y será necesario que el ministro ayude a quien busca su ayuda a vencer sus conflictos y tensiones internas, ayudándole a hablar de sus problemas a fin de que sean examinados críticamente. Cuando esto se ha logrado, ya hay una verdadera situación de aconsejamiento.
REQUISITOS PERSONALES
Stolz dice, “La personalidad del pastor mismo es de primera importancia en su trabajo. Para un buen servicio pastoral, la madurez y una perspectiva saludable de la vida son esenciales.”15 El indica que cuando un ciego guía a otro ciego, los resultados son desastrosos para ambos.
Mientras más maduro emocionalmente sea el pastor, mayor será su facultad de entender y aceptar lo que sus feligreses le expresan. Si él no está bajo presión por la vida, y si puede comunicar su madurez y saludable modo de ver a sus feligreses, ellos lo buscarán para que les ayude a resolver sus problemas. Bonneil dijo que ningún pastor podía adecuadamente ministrar a las más profundas necesidades del corazón humano si no ha aprendido a tratar efectivamente con las suyas16.
En un sentido, la marca de su propia adaptación será su capacidad de atraer a su gente. Esto se obtendrá con su propia vida, no solamente invitando a la gente a venir a él con sus necesidades: “Una persona no puede comunicar los más profundos e íntimos aspectos de su vida a otra, a menos de que tenga un sentido de seguridad, confianza y fe en ella.”17 Esto es absolutamente esencial si el consejo ha de llevarse a cabo. Las personas acudirán al pastor sólo si confían en él y si ven en él la madurez que desearían ellos.
De primera importancia en evaluar las cualidades personales del pastor es una consideración de su capacidad de entenderse él mismo—sus actitudes, sus móviles, y su carácter. Sócrates expresó: “Conócete a ti mismo.” Este debe ser el objetivo de cada pastor. Sin este conocimiento propio las cualidades y capacidades del pastor serán de muy poco valor. Hiltner dice:
Es de gran importancia conocer a su feligrés, su inmensa realidad e individualidad única. Pero tal vez sepamos todo lo que se puede saber de los feligreses y todavía no hayamos podido establecer una relación fructífera de consejo… He llegado a sentir que aprender cuáles son nuestras actitudes en aconsejar es el más sutil pero más importante aspecto de nuestra labor18.
FILOSOFIA Y VALORES DEL ACONSEJAMIENTO
En 1955, Cribbin19 hizo un estudio minucioso de doscientos libros de texto y artículos para aprender el lugar de la filosofía y los valores de esta clase de aconsejar. Lo que sigue es un resumen de los principios filosóficos que él descubrió en su investigación:
1. Aconsejar se basa en el reconocimiento de la dignidad y valor del individuo y su derecho a una ayuda personal en tiempos de necesidad.
2. El aconsejamiento se centra en el paciente, y está al tanto del mayor desarrollo de la persona total y una completa realización de sus potencialidades para fines individuales y sociales.
3. El aconsejar es un proceso continuo, con orden entre sus fases y educativo.
4. Aconsejar tiene una responsabilidad ante la sociedad como también a los individuos.
5. El consejero debe respetar el derecho de cada persona para aceptar o rechazar la ayuda y los servicios que ofrece.
6. La actividad está orientada a la cooperación, no a la compulsión.
7. El aconsejar implica asistencia dada a personas para que hagan decisiones, planes e interpretaciones sabias y decisiones y ajustes en las situaciones críticas de la vida.
8. El aconsejamiento demanda un estudio comprensivo del individuo en su cultura local, con el uso de cada técnica científica posible.
9. El aconsejar debe confiarse sólo a los que están naturalmente dotados para la tarea y tienen la preparación y la experiencia necesarias.
10. El énfasis del aconsejamiento está en ayudar al individuo a darse cuenta y actualizar lo mejor de lo que él es para solucionar problemas, ya sean problemas de él mismo, o de la escuela o de otras instituciones.
11. El aconsejar debe evaluarse continuamente en forma científica por lo que se refiere a su efectividad.
ACONSEJAR PARA LOGRAR UN CAMBIO
El propósito final de aconsejar es efectuar un cambio en el aconsejado. Lo que sigue son algunos cambios específicos que el pastor ayudará a sus feligreses a obtener:
1. Reducción de ansiedad. Esto hace que la persona redirija su energía hacia la solución de su problema inmediato, en lugar de usarla para alimentar su ansiedad.
2. Lograr una mayor objetividad. El aconsejar sirve para disminuir la subjetividad a través de la clarificación del problema y un entendimiento de la relación del aconsejado hacia este problema.
3. Un adelanto en motivación. Esto resulta cuando uno principia a ver que hay base para una verdadera esperanza de que su problema puede ser resuelto.
4. La capacidad de realizar pruebas de estado emocional. Esto se logrará cuando uno aprende el por qué de el qué que le causa el problema.
5. Una capacidad creciente para evaluar y confrontar la culpa. Esto resulta cuando uno aprende a examinar la validez de su culpa (no todos los sentidos de culpa son válidos), y trata con ellos de un modo constructivo tanto en la dimensión humana, como en la divina.
6. Un creciente concepto de él mismo. Esto se obtiene efectuando una relación más cercana entre la percepción de sí mismo y sus experiencias propias.
7. Una creciente destreza en sus relaciones interpersonales. Esto se efectúa de dos modos: (1) Una experiencia franca con el pastor y en relación de aconsejamiento; y (2) experimentando franqueza con otros en las situaciones de su vida.
8. Una creciente capacidad para trabajar, para amar, y para ser. Estos resultados se obtienen cuando la persona aprende a dirigir sus energías e intereses, partiendo de una inútil subjetividad hacia una liberadora objetividad.
9. Una creciente confianza al enfrentarse al futuro. Esto resulta cuando uno tiene la experiencia del “dulce sabor de la victoria” en tratar con un problema serio, lo cual le da la creencia de que puede, con la ayuda de Dios, resolver los problemas que vengan en el futuro.
10. Un mejor concepto de Dios y un mayor entendimiento de su amoroso carácter. Esto resulta cuando el pastor ayuda a su feligrés a aceptar verdaderamente al Dios de la Biblia y a descartar, si la tiene, una opinión de Dios basada en sus propios sentimientos.
11. Una creciente semejanza a Cristo en actitud y comportamiento. Esto se obtiene cuando uno aprende a practicar los preceptos de nuestro Señor tanto en la dimensión intrapersonal como en la interpersonal.
12. Una capacidad creciente para expresar la fe cristiana en el servicio. Esto se efectúa aprendiendo a entender que somos salvos para servir.
II Los Límites del Aconsejamiento Pastoral
INTRODUCCION
La función de consejero del pastor es completamente vieja o completamente nueva. Es vieja en el sentido de que siempre ha habido intermediarios entre el hombre y sus problemas. Esto quiere decir que siempre ha habido personas que han actuado como consejeros de personas que se enfrentan a problemas serios.
A veces estos consejeros se ofrecían ellos mismos, en ocasiones eran designados por otros, en virtud de su posición o edad, como en el caso de videntes, sabios, reyes magos, o profetas. Así era particularmente en el mundo oriental. Cuando uno estudia la historia bíblica puede ver qué lugar tan prominente se le daba al que actuaba como consejero en el pensamiento y la vida de los judíos. El Antiguo Testamento, particularmente el libro de los Proverbios, hace muchas referencias al aconsejamiento. Históricamente, el aconsejar ha sido visto más como una función que como una profesión. El aconsejar se veía más bien como un producto de otra profesión.
Aconsejar es una función nueva en el sentido de que como disciplina profesional separada principió a resaltar en este siglo. Históricamente estaba relacionada con tres cosas: (1) El surgimiento de la psicología de factor y tendencia; (2) El desarrollo de la psicología motivacional; y (3) El surgimiento de la enseñanza vocacional, que data desde la publicación del libro de Frank Parson titulado “Escogiendo una Vocación” (Choosing a Vocation). El movimiento moderno de aconsejamiento principió cuando este libro fue publicado a principios de esta centuria.
Ha habido un continuo cambio de énfasis, de problemas a personas en el movimiento consejero. En esa forma la meta de esta actividad ha venido a ser que el individuo haga los ajustes necesarios en su vida. Se cree que es la persona quien necesita ayuda y no el problema lo que necesita resolverse.
Aconsejar[2] quiere decir muchas cosas diferentes para muchas gentes. Actualmente, el término “consejero” ha sido motivo de mucho abuso. No nos sorprenda descubrir que hay personas que sirven como consejeros de préstamos, de campamentos, de modelos, y aún para el cuidado del césped. Estos son usos descuidados de una buena palabra.
RECOMENDAR, ACONSEJAR Y PSICOTERAPIA
El consejo pastoral abarca dos extremos: el de recomendar y el de una psicoterapia a fondo. El consejo pastoral no es recomendar, porque recomendar intenta primordialmente resolver el problema en forma superficial. Tampoco se puede decir que el consejo pastoral es una psicoterapia a fondo, porque ésta busca hacer cambios de orden mayor en la estructura de la personalidad. Entre estos dos extremos: el de recomendación y de psicoterapia a fondo, se hace el trabajo de consejo pastoral. El consejo pastoral puede caracterizarse por los siguientes elementos:
1. Es una interacción espiritual-psicológica entre el pastor y el feligrés, los métodos y propósitos de los cuales, tal como se ha notado, yacen entre dos extremos: el de recomendar y el de la psicoterapia a fondo.
2. Los recipientes del consejo son consultantes o feligreses.
3. El aconsejamiento se hace con personas normales o a quienes se cree normales.
4. El aconsejamiento se hace con personas normales que están frustradas con frecuencia.
5. Su propósito es lograr un auto-entendimiento a luz de la potencia de la persona y requiere la modificación de actitudes y conducta.
6. Le da más énfasis al presente y a lo consciente que al pasado y al inconsciente.
7. Se hace dentro de un contexto cristiano y sus metas son enteramente cristianas.
Puesto que los límites del consejo pastoral se determinan por estas siete características, es muy importante que se examinen más de cerca. Al hacerlo, sabremos qué es el aconsejamiento pastoral y cómo se distingue de otros métodos de ayuda personal. Esto nos provee los límites dentro de los cuales opera.
1. El aconsejamiento pastoral es una interacción psicológica y espiritual entre el pastor y el feligrés con el propósito de resolver las dificultades de éste. Esto quizás se extienda desde la dificultad en enfrentarse con el problema de la vida en general, hasta la dificultad en enfrentarse con un problema particular. Este encuentro espiritual-psicológico puede formalizarse; esto es, puede arreglarse anticipadamente en un tiempo definido y en un lugar especial para la situación de consejo. Pero también puede ser informal, o sea, se puede establecer una relación de ayuda con el feligrés cuando el pastor está en contacto con él en algún otro tipo de relación y la situación de consejo resulta de ello. Puede iniciarse simplemente cuando el feligrés dice, “de paso, pastor, hay algo que me ha estado preocupando y quisiera hablar con usted acerca de ello”. No importa cómo se principie el contacto, sea formal o informalmente. Lo esencial es que cada uno se dé cuenta de su papel en esta relación.
Esta interacción espiritual y psicológica quizá requiera varias sesiones o quizás sólo requiera una sola conversación. El pastor sabio sabe que los problemas serios no se resolverán en una sola sesión. Por tanto, ayudará a su feligrés a ver la necesidad de continuar recibiendo consejo hasta que el problema esté adecuadamente resuelto. Esto no quiere decir que los problemas grandes no se puedan resolver en una sesión. Sin embargo, en la mayoría de los casos, esto no es posible. Tanto el pastor como el feligrés desearán pero no esperarán una solución rápida.
Como ya se ha dicho, la interacción psicológica-espiritual no es ni una mera recomendación ni una psicoterapia a fondo. La primera se hace generalmente con un mínimo de encuentro personal o interpersonal. Es más bien unidireccional entre la persona que aconseja y la persona que recibe el consejo. Esto hace a un lado el valor de una profunda interacción interpersonal. Y ésta es de vital importancia para la continuación de una relación válida y de ayuda. La psicoterapia a fondo trata de hacer cambios mayores en el individuo a través de una larga y ardua reestructuración de la personalidad. Solamente personas con una intensa preparación, gran técnica y mucha experiencia, están capacitadas para hacer esta clase de terapia. La mayoría de los pastores no lo están.
2. Los recipientes del consejo pastoral se conocen como consultantes o feligreses. Los que buscan ayuda de un consejero profesional o psicólogo se llaman clientes. A las personas que van con un psiquiatra se les llama pacientes. Aunque estas distinciones no parezcan importantes, de hecho lo son. Un cliente es el que emplea los servicios de un profesionista y usualmente paga una cantidad por estos servicios. El término “paciente” ubica la relación de ayuda dentro de un marco de referencia médica. Como el pastor no es ni un consejero profesional, ni un médico, no es propio que llame a sus feligreses clientes o pacientes.
3. El consejo pastoral se hace con gentes normales. El término normal, cuando se relaciona a la personalidad, es muy difícil de definir. Unos piensan que es imposible definirlo. Otros niegan que exista una persona verdaderamente normal. Esta posición resulta de la idea muy extendida por cierto, de que la diferencia entre la salud mental y una enfermedad mental no es cuestión de clase, sino de grado. Esta teoría sostiene que hay vestigios de enfermedad en la persona mentalmente sana y vestigios de salud en la persona mentalmente enferma.
Cuando le pidieron a un psiquiatra que describiera una persona normal, contestó: “No puedo, nunca me he encontrado con una”. No obstante, este libro asegura que las personas normales sí existen.
Sin intentar definir adecuadamente la normalidad, haremos un intento de describirla. Una persona normal es aquella que tiene suficiente contacto con la realidad para enfrentarse, en un grado razonablemente adecuado, con los más grandes aspectos de su vida. Puede trabajar, jugar, comer, dormir, estudiar, manejar su automóvil y conversar de tal manera que mantenga su vida en orden. Aunque algunas veces se halle frustrado, no está desintegrado. Sus amigos no lo consideran raro, extraño, o peligroso. El pastor puede ayudar a personas “normales” en tanto que ellas confrontan los problemas en su vida. Por otro lado, no puede ayudar inmediata o indirectamente a personas “anormales”. Estas son personas que han perdido o están perdiendo contacto con la realidad, quienes se están comportando en una forma extraña, y que son un peligro para ellos mismos y para otros. Estas personas necesitan ser recomendadas a una clínica de psicología o a un psiquiatra.
4. El consejo pastoral se hace con personas normales que están frustradas. La frustración es un bloque o interferencia de una necesidad o meta por causa de una barrera u obstrucción. La frustración es frecuente e inevitable. Una vida sin frustraciones es inconcebible, porque las necesidades básicas del hombre frecuentemente quedan insatisfechas y sus metas son bloqueadas. Por lo tanto, la frustración se presenta en varios grados en cada persona. No es cosa de si la frustración ocurrirá; sino cuan grande será. La frustración crea un gran dolor emocional y hace que uno pierda su objetividad. Uno se pierde en sus problemas. No ve con claridad el modo de salir de ellos, es por esto que busca ayuda. La frustración está presente en un grado intenso en la mayoría de las personas que buscan consejo pastoral.
5. El consejo pastoral busca un auto-entendimiento a la luz de la potencialidad de la persona y requiere una modificación de actitudes y conducta. Las actitudes y la conducta son los dos campos en que el pastor trabaja.
6. En el consejo pastoral se le da más énfasis al presente y al consciente que al pasado y al inconsciente. En este aspecto el consejo pastoral difiere mucho del psicoanálisis. El psicoanalista trata en su mayor parte con las experiencias pasadas de la persona y sus impulsos inconscientes. Cree que la persona puede ser entendida solamente en términos de su pasado y que el pensamiento consciente y conducta de uno se determinan por fuerzas inconscientes. El pastor no tiene la preparación, técnica y experiencia para hacer esta clase de trabajo. Por eso debe concentrar su énfasis sobre el presente y el consciente. Estas son dos dimensiones con las que él cuenta inmediatamente, y son las dos áreas en las que él está capacitado para trabajar. Este dominio está dentro del cuadro de la tradición cristiana y de la teología cristiana.
El pastor consejero sabe que su aconsejamiento debe tener una dimensión divina. Sabe muy bien que el hombre es un ser espiritual cuyas necesidades espirituales sólo pueden ser atendidas por Dios. El pastor consejero considera al hombre en su relación con Dios y ve al hombre en términos de valores eternos. Trata de traer al hombre dentro de una verdadera relación con Dios. El pastor tiene una meta primordial y es que su feligrés, por sus consejos, llegue a un mejor entendimiento de la fe cristiana, y “a la medida de la edad de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13).
ACONSEJAMIENTO Y TEOLOGIA
El pastor consejero necesita hacer un estudio completo de teología, para que pueda trabajar dentro de un marco bíblicamente acertado. Su teología tiene que estar completamente apoyada por la Palabra de Dios. Si su teología se deriva de la literatura secular[3] de aconsejamiento, tendrá un conocimiento incompleto, si no inválido de la teología. Aun si limita su lectura a la literatura de aconsejamiento, el pastor adquirirá una teología inadecuada porque la literatura del consejo pastoral, desafortunadamente, ha sido influenciada más por la psicología que por la teología bíblica. Una cuidadosa lectura de la literatura existente revelará que solamente ha sido rociada con palabras sagradas sobre una estructura puramente secular.
Una de las áreas en las que la teología bíblica tiene algo que decirle al pastor consejero es la naturaleza del hombre. Este es uno de los campos más cruciales en el arte de aconsejar. Al estudiar la literatura de consejo y psicoterapia, uno descubre que hay una gran divergencia en las teorías de la naturaleza del hombre. Los rogerianos[4] creen que el hombre es sin pecado; los freudianos afirman que el hombre carece de bien, y los behavioristas[5] (o comportamentistas) sugieren que el hombre carece de voluntad. Pero el punto de vista bíblico del hombre, salvará al consejero del optimismo de los rogerianos, del pesimismo de los freudianos y del neutralismo de los comportamentistas.
Otro campo crucial de la teología bíblica tiene que ver con el pastor consejero en relación a la existencia, naturaleza y actividad de Dios. Si uno limita su lectura a libros de aconsejamiento y psicoterapia, encontrará que en ellos frecuentemente se niega a Dios. Algunas veces se le tolera pero usualmente se le hace a un lado. Por supuesto, el pastor consejero no puede aceptar ninguna de estas perspectivas, porque sabe que el Dios de la Biblia está activo tanto en la historia como en la experiencia humana. Un conocimiento de la teología bíblica relacionada tanto al hombre como a Dios permitirá al consejero cristiano saber qué es el hombre y que Dios trata con el hombre dónde él está y cómo él es.
EL VALOR DE LAS PERSONAS
Hay un concepto básico en las enseñanzas de Jesús que tiene una gran relación en el consejo pastoral: el valor de las personas. Este concepto afecta mucho lo que Jesús dijo e hizo. Jesús afirmó que el hombre era de más valor que todo el mundo. Oxnam dijo:
Jesús creía que la personalidad era de un valor supremo. Puso al hombre sobre las cosas. La cuestión sobre el bien y el mal se decidió al referirla a su estimación del valor de la persona. Enriquecer la personalidad es hacer el bien. Destruirla es hacer el mal. El hombre tiene un valor infinito.1
Luego asegura que “el hombre y no las cosas, son la meta de la vida social.”2 Jesús, en sus enseñanzas revela la gran importancia que le da al individuo. El no estaba interesado primordialmente en las razas, nacionalidades, grupos selectos, o familias aisladas como fin en sí mismas. Su interés yacía en los individuos que formaban estas relaciones. Brooks dice que para Jesús, “la unidad final es el hombre y esa unidad de valor nunca salió del alma de Jesús. Quitarle a la cristiandad la importancia de las personas sería privarla de su mismo hálito viviente.”3 Este concepto de la personalidad cautivó tanto el pensamiento de Jesús que hizo de ello el fin de la acción humana. La regla de oro refleja este principio con claridad: “Y como queréis que os hagan los hombres, así hacedles también vosotros” (Lucas 6:31). Así pues, Oxnam nos dice, “Jesús hace al hombre la meta de la vida social.”4 Jesús consideró las cosas ligeramente pero a las personas en alto grado. El hombre no era cosa para usarse sino una persona para ser respetada. Scott dice, “Para Jesús el hombre tenía valor a la vista de Dios no solamente como unidad social sino como persona humana.”5
Quizás esta parábola de Jesús refleje mejor que nada su concepto personal de valor del hombre:
Entonces él les refirió esta parábola, diciendo: ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo porque he encontrado mi oveja que se había perdido. Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no necesitan arrepentimiento (Lucas 15:3-7).
Jesús dedicó su vida a la labor de buscar la oveja perdida. La oveja perdida era tan valiosa que era digna de que El viviera buscándola y de que muriera por ella.
Jesús estaba firmemente convencido de que el individuo era más importante que el grupo. Scott dice, “Jesús no piensa en términos de masas sino en términos del individuo.”6 Bogardus expresa un pensamiento similar cuando dice, “Trató con personalidades antes que con instituciones. Miró al individuo antes que a las masas.”7 No solamente fue el valor de las personas el concepto que Cristo enseñó; fue un principio que El ordenó a sus discípulos que siguieran. El ideal de las enseñanzas de Cristo era que uno había de volverse desinteresado en sus perspectivas, que la acción de uno fuera de una benevolencia natural a los individuos, sin consideración de nivel social. Lo siguiente expresa este punto:
¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti Y respondiendo el Rey, le dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis (Mateo 25:38-40).
La historia de Zaqueo el publicano es una buena ilustración del interés de Jesús en las personas. Los publicanos eran aborrecidos por todos. El peor nombre que se le podía dar a un individuo era “publicano”. Jesús notó el valor de Zaqueo, sin importarle lo que otros pensaran y se propuso ir a su casa y cenar con él. Lo hizo a expensas de su prestigio. El vio una persona que necesitaba el impacto de su vida. La respuesta de Cristo a la tan amistosa recepción de Zaqueo fue, “el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que había perdido” (Lucas 19:10).
Consideremos a los leprosos. Eran desterrados de la sociedad por su enfermedad. No teniendo la ventaja de nuestros leprosarios, los leprosos de los tiempos bíblicos tenían que separarse a sí mismos del resto de la sociedad, gritando, “inmundo” para que los demás no se contaminaran. Cristo no los rechazó porque estaban en esa condición. Los recibió y los curó. Reconoció su valor.
Uno de los primeros discípulos de Jesús fue Mateo, recaudador de rentas. Como los recaudadores de renta trabajaban con los romanos a base de comisión, podrían hacerse una fortuna con sobre-evaluar y añadir el impuesto a la propiedad. Y era por esto que los colectores de impuestos eran odiados por la gente. Jesús, pasando por la oficina de impuestos, vio en Mateo lo que otros no vieron: —un hombre—y lo hizo uno de sus discípulos.
O veamos al joven rico. Este joven poseía muchas cualidades. Era honrado, sincero, y había ganado un gran prestigio. Cristo inmediatamente se impresionó de él. Marcos escribe que cuando se encontraron, “Jesús mirándole, amóle” (Marcos 10:21). Este amor de Cristo para el joven no fue por ser quién era sino por lo que era, —un hombre.
El amor era la llave. Toda la vida de Jesús estuvo saturada con amor. El demostró ese amor en su vida y en su muerte. Durante su vida dijo: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:44). Desde la cruz, vio hacia los que le habían crucificado y dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).
¿Qué le dice todo esto al pastor consejero Le dice que el pastor debe darle un gran valor a las personalidades, como Jesús lo hizo; que el individuo viene a ser su motivación y la esfera de todo su trabajo pastoral.
III
Factores Positivos y Negativos en la Tarea de Aconsejamiento Pastoral
LA IMAGEN CULTURAL DEL MINISTRO
Los ministros hacen más labor de aconsejar que ningún otro grupo profesional. Esto se debe a la imagen cultural del ministro. Las personas se acercan al ministro con sus problemas porque muchos los consideran como personas de prestigio y respeto en la comunidad. Los ministros, históricamente, se han considerado como personas serviciales y competentes para ayudar a la gente en tiempos de crisis. Aunque ha habido un cambio general muy marcado en la actitud de la sociedad hacia los ministros, el ministerio[6] se considera todavía como una profesión de dignidad y respeto. Las personas se acercan a ciertos pastores porque para ellos son el símbolo de una profesión respetada. Tienen confianza en su carácter como persona y en su capacidad como consejero y esto enteramente aparte de su imagen como hombre de Dios. La imagen cultural del ministro crea oportunidad y responsabilidad para el pastor. Muchos vendrán a él por la sencilla razón de que es un pastor y esto le traerá muchas oportunidades para ayudar a los demás. Sin embargo, estas grandes oportunidades también quieren decir que le acarrearán una gran responsabilidad, no sólo con las personas a quienes aconseja, sino con la profesión que representa.
Aunque aconsejar[7] es relativamente una nueva disciplina profesional, ha florecido rápidamente y ha desarrollado muchas otras ramas. El consejero pastoral es una de las ramas que han surgido de la noche a la mañana en el movimiento de aconsejamiento.† Aunque hay algunos elementos básicos comunes a todas las ramas de aconsejamiento, hay también disparidad entre ellos. En algunos aspectos, se puede decir que el consejo pastoral es superior a otros tipos de consejo y en otros aspectos se puede decir que es inferior. Al compararlo con otros tipos, notaremos que tiene tanto sus puntos fuertes como sus puntos débiles.
PUNTOS FUERTES DEL ACONSEJAMIENTO PASTORAL
1. Relación[8] previamente establecida. El pastor consejero está un paso más adelante de otros consejeros en que, en la mayoría de los casos, ya conoce a sus consultantes. Esto quiere decir que ya ha establecido esa buena relación entre él y la otra persona, que es tan básica en todo tipo de consejo, relación que se ha obtenido por la razón de la relación entre el feligrés y el pastor. Las personas que vienen al pastor por consejo lo hacen porque ya saben que pueden confiarle, que los ama y que está muy interesado en su bienestar. Esto no existe en la mayoría de los otros tipos de aconsejamiento, en los que ha de obtenerse esa clase de relación durante el proceso de aconsejar. Personas que buscan otros consejos con frecuencia lo hacen con muchas dudas. La verdad es que estas dudas con frecuencia les evitan buscar la ayuda que necesitan, y si la buscan, no la prosiguen hasta el fin. Algunas personas frecuentemente hacen citas en centros de consejo y no acuden a ellas o van a una entrevista y no regresan. Aunque no puede decirse que esto siempre revela desconfianza del consejero o del consejo, muchas veces sí lo es. Esto no sucede en el consejo pastoral.
Cuando uno va al consejero que no conoce, pasa bastante tiempo al principio poniendo a prueba al consejero para descubrir si es de confianza. Los que vienen al pastor por consejo lo hacen con la seguridad ya establecida de que él puede ayudarles con los problemas que les confíen. Esto es una ventaja considerable que él tiene sobre otros tipos de consejeros.
2. Disponibilidad del pastor. Los feligreses saben que el pastor siempre está disponible a cualquier tiempo de día o de la noche. Aunque esto ponga una gran carga sobre el pastor, le proporciona a los feligreses “24 horas de servicio”. Si bien algunos feligreses abusan de que el pastor está disponible, esta inconveniencia es más que compensada por el hecho de que él tiene la oportunidad y privilegio de ayudar a su pueblo cuando ellos lo necesitan más.
3. El consejo es gratis. El decir que el consejo es gratis parece chiste, pero no lo es. El hecho de que sea gratis no quiere decir sólo un ahorro para el feligrés. Quiere decir que obtiene ayuda que de otro modo no sería posible obtener. Muchos no piensan en pagar por esta clase de ayuda. Son personas que con gusto pagarían dinero al plomero, al pintor, al médico o al dentista por sus servicios, pero no piensan en pagar a quien les aconseja. Así que el problema no es el precio por la consulta sino la idea de pagar por esta clase de servicio.
4. La dimensión espiritual. El aconsejamiento pastoral es único pues da un lugar elevado a la dimensión espiritual. Acepta la creencia de que el hombre es un ser espiritual tanto como físico e intelectual. Este amplio concepto bíblico del hombre impone al pastor la necesidad de ver al hombre no como parte de un todo sino como un ser total.
Aquí cabe bien una palabra de precaución. No sólo es cierto que la literatura y práctica generales de aconsejamiento pasan por alto la dimensión espiritual del hombre, sino que también y como sería de esperarse, la literatura sobre el aconsejamiento pastoral ha recibido a tal grado la influencia de la literatura de aconsejamiento secular[9] que no recalca propiamente el aspecto tan importante de la dimensión espiritual del hombre.
El pastor que sea un estudiante diligente de la literatura general de consejo y de consejo pastoral en particular, necesitará evaluar ambas a la luz del punto de vista bíblico del hombre. Si no lo hace, se convertirá sencillamente en otro consejero secular y habrá abandonado el campo de su peculiar jurisdicción.
5. El aspecto sobrenatural. El reconocer ambos, pastor y feligrés, la dimensión espiritual del hombre, les será fácil creer que lo sobrenatural está disponible en la solución de problemas humanos. Aunque no hay que ver a Dios como el camino más fácil para salir de los dilemas humanos, puede considerarse como la mejor solución. Esto quiere decir que tanto el pastor como el feligrés creen que Dios obra en la personalidad humana y en las relaciones humanas y que sus medios pueden ser utilizados cuando se busca seriamente la solución de su problema. El Espíritu Santo trae iluminación y penetración a la relación de consejo haciéndola una verdadera experiencia para el pastor y para el feligrés. El aceptar la dimensión espiritual del hombre y la creencia de que el elemento sobrenatural puede intervenir en el proceso consejero, hacen natural y apropiado que se haga uso de la oración. El pastor halla fácil y natural orar con el feligrés antes y después de aconsejar y orar con él durante el proceso de consejo.
6. El escogimiento de un consejero cristiano. Las personas vienen al pastor porque es pastor, porque es representante de Dios, porque apoya los preceptos de la Biblia, y porque creen que la fe cristiana en la cual él cree, la fe que predica, y vive, tiene algo que decir a los problemas con los que tratan. Así que su escogimiento de un consejero cristiano es deliberado pues sienten que él puede ayudar de un modo que otros consejeros no pueden.
LAS DEBILIDADES DEL CONSEJO PASTORAL
1. El feligrés admite fracaso. Muchas personas dejan de buscar consejo pastoral porque, al hacerlo, sienten que están admitiendo fracaso en vivir la vida cristiana. Creen que si hubieran sido la clase de cristiano que debieran ser, no tendrían necesidad de buscar consejo. Esto no es en sí una limitación del consejo pastoral, pero sí le impide al pastor proveer la ayuda que de otra manera podría proporcionar.
2. Vergüenza del feligrés. Esto está estrechamente relacionado con el asunto de admisión de fracaso del feligrés. Muchas veces los feligreses tienen vergüenza de revelar los problemas de sus vidas a quien quizás los ha considerado ejemplos de cristianos victoriosos. Sienten que esto los hará verse como algo menos que cristianos y menos que lo que el pastor los consideraba antes. Aunque el pastor no tiene este concepto tan alto de perfección para sus feligreses, ellos a veces piensan que sí lo tiene, así que encuentran difícil, y hasta imposible, comunicarle algunos de sus secretos íntimos.
3. Miedo de ser desenmascarados. En muchos casos las personas no van con su pastor con sus problemas porque tienen miedo de que él los revele. Esto es una lástima. Aunque uno no lo quiera aceptar, muchos tienen razón válida para este temor. Algunos pastores no han sabido guardar secretos. Son lenguaraces. Han sido personas a quienes no se les puede confiar. Los feligreses también saben que algunos pastores usan las situaciones de consejo como ilustraciones para el sermón. Tienen miedo de que sus problemas se conviertan en ilustraciones en el próximo sermón. Ningún feligrés quiere ser descubierto ante los miembros de su congregación en esta forma. Si el feligrés sabe que su pastor tiene la costumbre de “personalizar” sus sermones, aunque lo haga en forma anónima, no está seguro de que su problema no será revelado a la congregación. Así que este miedo de ser revelado le impide recibir la ayuda que el feligrés quiere y necesita.
4. La falta de preparación en los pastores. Este libro ha mencionado ya la naturaleza múltiple del ministerio pastoral, y el hecho de que el aconsejamiento pastoral es solamente una de las muchas labores que el pastor desempeña. Durante su preparación, recibe una cierta cantidad de instrucciones para aconsejar, pero esto no le imparte la pericia de un consejero profesional, cuya preparación para esta sola labor es tan larga y tan intensa como es la preparación del pastor para todas sus labores. La falta de preparación del pastor es la más grande debilidad del aconsejamiento pastoral. Y por cuanto su preparación es limitada no se espera que sepa el trabajo tan bien como uno que ha dedicado muchos años estudiándolo y practicándolo. Además, en muchos casos el pastor no tiene el beneficio de la preparación clínica que lo introduzca a los problemas humanos en los niveles más profundos. El consejero profesional recibe esta clase de preparación y tiene el beneficio no solamente de ver estos problemas tan profundos sino de trabajar con ellos bajo la dirección especializada de un maestro capacitado. La mayor parte del conocimiento del pastor en aconsejar se obtiene a base de experiencia, a veces buena, a veces mala. Aunque no se niega el valor de la experiencia, tampoco se puede decir que la experiencia sola capacita al pastor para ser la clase de consejero que se necesita en esta sociedad compleja.
Su preparación no incluyó el conocimiento de cómo dar, marcar e interpretar cuestionarios de medición psicológica. Aunque no se puede decir que estos instrumentos (tests) revelen un valor total de datos acerca de la personalidad humana, son de mucha ayuda.
Sin los beneficios del conocimiento que puede resultar de estos tests el pastor se pone en una posición muy peligrosa al tratar con algunos problemas.
Se ha dicho que el consejo pastoral tiene sus puntos fuertes y sus debilidades, pero los puntos fuertes exceden a las deficiencias. Por tanto, el pastor debe derivar la mejor ventaja posible de sus puntos fuertes a la vez que procura mejorarse en sus flaquezas. Al mismo tiempo que se da cuenta de que sus limitaciones pueden darle un sentido propio de modestia, al mismo tiempo debe estar completamente consciente de que puede tratar con algunos problemas mejor que otros consejeros.
CERRANDO LA BRECHA CON EL CONSEJO
Algunas veces el pastor se da cuenta de que hay una zanja o vacío en el proceso de aconsejar. Este vacío no es entre él y su feligrés; sino más bien entre el verdadero ego del pastor y su yo ideal. Por supuesto este hueco está presente en todos los pastores y todos los feligreses y representa un hueco con el cual tratan todos los cristianos sensitivos. Pero lo que lo hace especialmente amenazante y una fuente de culpabilidad al pastor es que el feligrés trate de cerrar el hueco de su vida, en presencia de un ministro que sabe bien en su interior que él está luchando con más o menos la misma clase de problema.
El pastor se sentirá a veces como hipócrita porque sabe que muchos feligreses creen que él ha alcanzado el ideal. Aunque sabe que no es así y tampoco lo ha afirmado, de todos modos se siente que vive una falsedad al llevar adelante el proceso de aconsejar. (Esto también lo siente cuando predica, pero esto no lo trataremos aquí). Esto lo pone a él en una posición vergonzosa e inoportuna de aconsejar “cerrar la brecha”. Hay que recalcar aquí que no nos referimos a ningún pecado, que se define como una trasgresión voluntaria a la ley conocida de Dios. Más bien tiene que ver con el proceso de crecimiento en la vida cristiana y de luchar con las implicaciones más profundas de la fe cristiana.
Al pastor le están abiertas dos opciones cuando se da cuenta de este hueco. (1) Negar que el hueco existe, o (2) Admitírselo a sí mismo y a Dios. El primero lo debilita, el último lo libera. La primera “solución” obliga al pastor a proteger una clase de yo que no existe; la segunda lo libera para ser el santo que lucha y que él sabe que es. El primer camino le hace asumir una posición falsa de superioridad sobre su consultante, tentándole a manejarlo o a considerarlo inferior; el segundo le deja estar en el mismo nivel que su feligrés, dejándole en libertad de relacionarse con su pastor y de tocarlo.
IV
Aconsejar, una Función del Ministerio
LA NATURALEZA DEL MINISTERIO PASTORAL
El ministro es llamado a servir a una generación que no solamente está amenazada por los problemas que todo hombre ha confrontado, sino también por una multitud de problemas que plagan la generación presente. Entre ellos están: (1) la amenaza del hambre para millones por causa de la explosión humana; (2) el peligro de aniquilación bajo la guerra nuclear; (3) las amenazas de rebelión por los jóvenes cuya adolescencia se complica por la incertidumbre de la sociedad entre la libertad excesiva o la autoridad y por ende escoge ambas; (4) el problema de su opulencia resultando en un materialismo que hace que los hombres sean politeístas prácticos que hacen ídolos de las cosas; (5) la tragedia de la rápida disolución del hogar; (6) el problema de la explosión educativa que ha dado por resultado que algunos sean educados más allá de su sabiduría; y (7) el problema de un secularismo que hace a Dios a un lado y a la iglesia anticuada e innecesaria.
Así es el mundo al que ha sido llamado el pastor. A esta clase de edad tiene que servir significativamente. El ministerio pastoral puede entenderse mejor si se le basa en una trinidad de premisas: (1) Es de Dios; (2) es por el Espíritu Santo; y (3) es para la gente.
1. Es de Dios
Ningún estudiante serio de la Biblia puede poner en tela de duda que el ministerio es de Dios. Esto se afirma tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento. El pastor nunca debe alejarse de la profunda verdad de que ha sido llamado por Dios para hacer la obra de Dios del modo que Dios quiera. Una visión clara del punto de vista bíblico de su llamado y de la misión de la iglesia será, como Jowett dice, “nuestra salvación de volvernos oficiales pequeños en empresas transitorias. Nos hará en verdad grandes, y por tanto, nos evitará pasar nuestro tiempo en nimiedades.”1 Esto también le permitirá dedicarse a actividades cuyo propósito es el cumplimiento de la misión de Cristo para la iglesia. ¡Qué tanta “administración trivial” pastoral se eliminaría si los pastores conservaran una perspectiva clara de que su obra es de Dios, y de que esta obra debe siempre guiarse por los objetivos que Dios ha dado para su iglesia!
La Biblia no es muda acerca del carácter del ministro ni acerca de la naturaleza de su ministerio. Las siguientes citas demuestran esta perspectiva bíblica:
Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios); no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo (I Timoteo 3:2-7).
Y de San Pedro:
Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria (I Pedro 5:2-4).
Una pequeña estaba dibujando con sus crayolas. Su madre le preguntó qué estaba dibujando. “A Dios” respondió ella. Su madre contestó, “Pero hija, nadie sabe cómo es El”. “Ya lo conocerán cuando yo termine”, dijo ella. Cuando el pastor ha terminado su ministerio en una iglesia dada, sus feligreses han de conocer cómo es Dios porque han visto su retrato en el trabajo del pastor. Si su ministerio es de Dios, representará a Dios.
El hombre que esta firmemente convencido de que su ministerio es de Dios estará por encima de la lucha por prestigio que capta la atención de muchos pastores contemporáneos. Mucho se ha escrito recientemente sobre la “crisis de identidad” que confrontan los ministros. Se da por sentado que socialmente, el ministro sufre por la falta de una adecuada definición de su actuación. Ningún pastor, por más listo que sea, escapa las implicaciones de la multiplicidad de expectaciones de su actuación impuesta sobre él por una sociedad que no está segura de lo que debe ser el trabajo de un ministro.
Recientemente una agencia de evaluación pedagógica envió un cuestionario a mil líderes laicos de varias denominaciones preguntándoles su concepto de “un ministro sobresaliente”. Los datos fueron turnados a un grupo de examinadores psicológicos y se les pidió que dijeran a quién estaban describiendo. Su respuesta fue, “Uno de los vicepresidentes de Sears y Roebuck.[10]”2
William E. Hulme dijo, “El ministro sufre de un sentido de inferioridad profesional. Ante sus propios ojos él ocupa el último lugar, él está al pie de la lista de las profesiones”.3 Y siendo así, muchos ministros anhelan ser reconocidos como doctores, licenciados, psiquiatras y psisólogos. De esta manera, reflejan la enorme tendencia de la cultura a formar clasificaciones y agrupar a la gente en ella. Hay que afirmar que si el ministro alguna vez gana un rango igual con otras profesiones, será un paso atrás para el ministerio. Quizás los ministros debieran estar al tanto de los resultados de un estudio comprehensivo hecho hace algunos años por una comisión federal sobre la salud mental. En respuesta a la pregunta: “¿A dónde acude usted a buscar ayuda con un problema personal”, La gente contestó así: el 42 por ciento fueron con su clérigo; el 29 por ciento con su doctor; el 18 por ciento con psiquiatras o psicólogos; el 13 por ciento acudió a agencias de trabajo social; el 6 por ciento con licenciados; el 3 por ciento con sus consejeros matrimoniales, y uno por ciento acudió a maestros, enfermeras, policías y jueces.4
El estudio reveló además que los resultados fueron tan favorables, si no más, quizás, para la persona que consultó a un clérigo, que para los que buscaron los servicios de otros profesionistas. El ministro debe darse cuenta de que en la opinión de muchos, él ya posee el prestigio que con toda el alma desea. Quizás él deba dar su atención a las cosas que en verdad importan. Si el ministro está deseoso de una clasificación ¿qué tiene de malo la de “siervo de Dios” ¿Qué más puede uno desear
2. Es por el Espíritu Santo
Esto no significa que es el ministerio del Espíritu aparte del ministro; sino más bien a través del ministro. La Iglesia Primitiva consideró de sumo valor el ministerio de personas llenas del Espíritu, aún para personas escogidas para ministrar en puestos subordidanos. En los Hechos de los Apóstoles se recalcó que los diáconos tenían que ser hombres “llenos del Espíritu Santo” (Hechos 6:3). El Espíritu Santo llamó literalmente a Bernabé y a Saulo diciendo: “Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado” (Hechos 13:2). La historia nos informa que fueron “enviados por el Espíritu Santo” (Hechos 13:4).
Sanders dice, “Hombres llenos del Espíritu Santo pueden ejercer sólo el liderato espiritual. Otras cualidades son de desearse. Esta es indispensable.”5 Asegura también que “la espiritualidad no es fácil de definir, pero su presencia o ausencia fácilmente puede ser discernida.”6
Un ministerio sin el Espíritu es como un guante sin mano; tiene la forma, pero no la sustancia. El pastor que hace el intento de ministrar significativamente a personas que están luchando con las realidades ásperas de la sociedad contemporánea, muy pronto llegará a la bancarrota de sus propios recursos humanos. El pastor debe confrontar que tiene que depender intensamente en los medios del Espíritu Santo si quiere seguir pastoreando con un sentido de suficiencia.
El pastor puede ver los rostros de sus feligreses en cualquier día del Señor, y ver problemas reflejados en ellos, cuyo número es excedido sólo por su profundidad. En una congregación de cualquier tamaño, se puede encontrar personas azotadas por hondos complejos de culpa; personas cuyas vidas no tienen sentido; jóvenes que han sido atrapados en las tormentas y preocupaciones de la adolescencia; ancianos que se enfrentan a la cercanía de su propia muerte; los temerosos, los abandonados, los que buscan amor. El tiene que servir a todos estos, los desheredados, el desengañado, y el desmayado. ¡Qué labor tan grande tiene el pastor y cómo necesita el poder del Espíritu Santo en su vida!
Hace algunos años el que esto escribe fue confrontado con una pregunta de la que no ha podido escapar. La incluyo aquí con la esperanza de que trastorne a otros como lo trastornó a él. El Dr. Carl Bates preguntó: “¿Qué está usted haciendo que no logrará hacer a menos que el poder de Dios descienda sobre su ministerio”7
3. Es para la Gente
Un ministro le dijo una vez a su psiquiatra, “Mi vida se caracteriza por una multitud de contactos y una pobreza de relaciones”.8 ¡Cuánta verdad hay en esto para muchos ministros! Los contactos automáticamente existen por la naturaleza misma del ministerio, pero las relaciones que resultan de estos contactos son enteramente la creación del ministro. La profundidad del ministerio de un hombre se mide por las profundidades de sus relaciones interpersonales con su congregación. De estas relaciones se originan tanto la agonía como la pasión del pastor, sólo que hay más pasión que agonía.
Uno de los errores más trágicos que un pastor puede hacer es el de no reconocer el valor de las personas. Es el día más oscuro en la vida del pastor cuando mira a una persona, y ve una “cosa”. Las cosas pueden usarse, pero las personas son para ser amadas. ¡Cuán sutil es la tentación del pastor de dominar a su pueblo en vez de servirlo! Séneca dijo, “Dondequiera que hay un ser humano, allí hay una oportunidad de ser amable”. Un proverbio japonés dice, “Una palabra cariñosa puede dar calor a tres meses de invierno”. El éxito de un pastor se determina, no por el número de congregantes que tiene, sino por el número de personas a quienes sirve.
Muchos ministros tienen un “complejo de edificios” que hace poner los templos como lo principal en su ministerio. ¡Qué preocupados están muchos pastores de que sus edificios sean suficientemente amplios para contener a sus oyentes! De mayor interés debería ser la pregunta; ¿tengo lugar para todos ellos en mi corazón
Si uno quiere servir a la gente, ha de principiar entendiéndolos. Lindgren dijo, “Mientras más profundo sea su entendimiento de las personas y más cercana su relación pastoral con ellos, más éxito logrará en hablarles significativamente”.9 Clinebell aseguró: “La única relación que en verdad es importante, es la relación a las necesidades profundas de las personas”.10 Una mujer le dijo a su aconsejador, “Cada persona es alguien buscando ayuda”. El pastor tiene que responder a este clamor, y el no responder es tanto como negar que esas personas necesitadas son personas.
Jesús sentó el patrón en la parábola del buen samaritano. ¿No es acaso extraño que de las tres personas que vieron el hombre herido—el sacerdote, el levita y el samaritano—fuese este último, el que no era clérigo, el único que hizo algo por él Es triste que el sacerdote y el levita estuvieran tan ocupados con su ministerio, (o lo que fuera) como para servir. Se ha dicho que “pretendemos amar a todos, y al generalizar nuestro amor para todos, dejamos de captar la relación de tú y yo. En vez de la intensidad de una relación que hace algo por alguien, hemos aceptado el pobre substituto de darnos la mano con alegría y de hacernos amigos e influir en la gente.”
En su evangelio, San Marcos afirma que quien quiera una posición prominente tiene que ser el esclavo de todos, y recalca el argumento recordándonos que nuestro Señor “no vino para ser servido, sino para servir” (Marcos 10:45).
En conclusión, debemos reafirmar que el ministerio pastoral descansa sobre esta trinidad de premisas: (1) Es de Dios; (2) por el Espíritu Santo; (3) Es para su pueblo. Dejemos afuera el “de Dios” y el ministerio se convertirá en una decisión vocacional en lugar de un llamamiento. Quitemos el “por el Espíritu” y el ministerio será una actuación humanitaria. Quitemos el “para el pueblo” y el ministerio se convertirá en una manipulación, no en una mediación.
EL LUGAR DEL ACONSEJAMIENTO EN EL MINISTERIO PASTORAL
Por ser el ministerio pastoral lo que es, el ministro tiene que enfocar todo, en vez de ser un especialista. Cuando el pastor principia a “especializar” cualquier aspecto del ministerio, tal vez los otros aspectos de su trabajo sufran. El pastor contemporáneo tiene que orar, estudiar, predicar, enseñar, planear, organizar, visitar, administrar, aconsejar, amén de miles de responsabilidades diversas. Las labores pastorales son tantas y tan diferentes que sería indeseable e imprudente que el ministro omitiera alguna o le diera poca atención a otra.
El pastor tiene que aprender a organizar su tiempo para que una actividad no absorba demasiado de su tiempo. Los pastores que escogen especializarse en una sola función de su ministerio carecen de una percepción adecuada del ministerio pastoral. La cosa más cercana a una especialidad en el trabajo pastoral sería predicar, pero aún este objetivo valioso tiene sus peligros. Los pastores pueden dedicar a tal grado su tiempo y atención en preparar sus sermones que se encierren como ermitaños alejados de su pueblo. Un pastor que no está en constante contacto con sus ovejas no es un pastor.
Aconsejar es una parte importante del ministerio pero no es todo. El pastor que dedica mucho tiempo aconsejando no sólo tiene una falta de comprensión de su ministerio pastoral, sino una evaluación impropia de su técnica de aconsejar. Algunos que se creen muy buenos consejeros quizá ni merezcan esta auto-evaluación, que los hace dedicarse tanto al aconsejamiento para compensar su deficiencia en otras labores pastorales. “Anuncian” su ministerio de consejo, lo que resulta en una carga siempre en aumento. Esto “justifica” —ante sus ojos— que no le dan el debido tiempo y atención a otras labores del pastorado.
La mayoría de los pastores tienen tanta oportunidad de aconsejar como ellos quieran, o necesiten, sin titularse como “especialistas” en este campo. Una gran desventaja de dedicar demasiado tiempo al aconsejamiento es que absorbe demasiado tiempo y energías del pastor para unos cuantos de sus feligreses, al grado que no puede rendir servicios adecuadamente a los demás. Si unos cuantos feligreses demandan continuamente una cantidad excesiva del tiempo del pastor, es casi seguro que la iglesia sufrirá en lo general mientras solamente unos cuantos reciben ayuda. Es mejor ser conocido como un pastor que aconseja, antes que como un consejero que pastorea. Alguien ha contado las veces que el Nuevo Testamento informa que Jesús actuó como consejero, y encontró sólo 35. Sin embargo, Jesús se destacó como el Predicador y Maestro. El pastor contemporáneo no puede ser mejor.
Si bien es posible que un pastor gaste demasiado tiempo en aconsejar, también es cierto que algunos lo menosprecian, cosa que les hace evitar tantas situaciones de consejo como pueden. A algunos pastores les repugna aconsejar, razonando que si los feligreses tuvieran una experiencia religiosa adecuada, el consejo no sería necesario. Algunos tienen desconfianza de ellos mismos en este campo y tienen miedo de meterse en estas relaciones con sus gentes. Algunos tienen miedo de las crudas realidades de la vida que posiblemente descubran así, y por eso titubean en meterse en las experiencias de aconsejamiento en manera formal.
El altar y el sofá. Algunos pastores, particularmente los de carácter conservador, no pueden ver la relación entre el altar, y la silla o el sofá, en el proceso de consejo. Creen que la necesidad de aconsejar niega lo que puede suceder y sucede en el altar de la oración. En un sentido amplio, muchos creen que el altar es el símbolo de la teología conservadora, mientras que la silla de consejo es el símbolo de la teología liberal. Pero esta es una caracterización innecesaria y falsa que resulta en una desagradable polaridad. En realidad el altar y la silla de consejo no se oponen mutuamente: más bien se complementan. Muchas personas cuyo arrepentimiento es real, cuya consagración es definitiva y cuyo servicio cristiano y testimonio son indubitables, todavía necesitan hacer decisiones en una situación de consejo. Tanto el pastor que se da cuenta de esto, como el feligrés que no se siente amenazado por ello, se sienten en libertad de poner sus energías en libertad para la búsqueda de respuestas a estos problemas, sin sentir que esto sea una negación de la fe del laico, una admisión de inefectividad del ministro o un insulto a la tradición teológica de ambos.
Desventajas en un énfasis exagerado al aconsejamiento:
1. Limita el ministerio del pastor a unos cuantos, cuando los muchos lo necesitan.
2. Les da a los feligreses neuróticos demasiada oportunidad de recibir la atención que ellos quieren, en lugar de hacer los cambios que necesitan.
3. Evita que el pastor se dedique a otras labores pastorales que tienen igual o más importancia.
Desventajas de descuidar esta actividad:
1. Impide que los feligreses reciban la ayuda que necesitan en el consejo pastoral.
2. Aísla al pastor de las crudas realidades de la vida que sus feligreses experimentan.
3. Impide el desarrollo de una relación ínterpersonal entre el pastor y su gente, la cual puede resultar de la relación de consejo.
Normas de guía para el pastor:
El pastor puede mantener su aconsejamiento ministerial en perspectiva adecuada en la forma siguiente:
1. Manteniéndose al tanto de todas sus responsabilidades, para que no deje que su tiempo se consuma solamente en actividades de consejo.
2. Limitando cada entrevista de consejo, a una hora como máximo, excepto en casos muy raros.
3. Espaciando las entrevistas con cada persona una vez a la semana, para que los feligreses tengan tiempo de aplicar a sus problemas la penetración y aprendizaje de las entrevistas anteriores.
4. Reconociendo que muchos neuróticos buscan atención, y no necesariamente encontrar la solución de sus problemas.
5. Recomendando a sus feligreses a otras personas o agencias cuando sus problemas estén más allá de su competencia.
ACONSEJANDO Y PREDICANDO
Generalmente hablando, el predicador puede hacer tres cosas relacionadas con el consejo: (1) puede cerrar la puerta; (2) puede abrirle la puerta a esta actividad; y (3) puede reducir la necesidad para aconsejar.
Hay dos factores que determinan si la predicación abre o cierra la puerta al aconsejamiento: (1) la actitud del pastor, y (2) el contenido de su predicación. La actitud del pastor que se proyecta en su predicación determina en gran parte la cantidad de consejo que él dará. Si en su predicación su actitud es dura, fría, y propensa a criticar, sus oyentes inmediatamente sentirán que él no es la clase de persona a quien ellos pueden comunicarle los aspectos más íntimos de sus vidas. (Por supuesto, la actitud del pastor se revela en sus relaciones, además de la predicación, pero en ninguna más claramente que en ésta). Si por el otro lado, su predicación revela simpatía, ternura y entendimiento, sus feligreses sentirán que pueden hablarle sobre cualquier clase de problema, sabiendo que él los aceptará. Lamentablemente, algunos pastores comparan la amabilidad con la debilidad y sienten que esta actitud es una negación de las demandas del evangelio. Sin embargo, un examen de la predicación de Jesús desvanecerá esta creencia porque el Nuevo Testamento claramente deja ver que la verdad más cortante es el amor.
El contenido de la predicación tiene la tendencia de determinar la cantidad de consejo que dará el pastor a su feligrés. Si la predicación es severa y crítica (sobre la ley) alejará a los feligreses del pastor; si es compasiva (llena de gracia) los unirá a él. Jackson dice:
Cuando sus palabras desde el púlpito son evidentemente el esfuerzo de un pastor que está consciente de las personas, para mediar el amor saludable de Dios, él abrirá las puertas del corazón de las gentes, a la vez que las puertas del cuarto de consulta. Porque la predicación efectiva siempre será una invitación a ir más allá en la exploración de las necesidades personales. 12
La predicación puede eliminar la necesidad de muchas situaciones de consejo, al ministrar propiamente a las necesidades personales con los recursos del amor y la gracia de Dios. La mejor clase de predicación demuestra como la zafia entre la debilidad de la humanidad y las normas de la Deidad pueden salvarse por el puente de la gracia. Así que la predicación es tanto una confrontación como una mediación que son dos elementos presentes en una relación consejera sana.
Esto no quiere decir que la predicación puede eliminar la necesidad de todo consejo. Sólo quiere decir que la clase de problemas que pueden ser resueltos por la predicación deben ser resueltos de ese modo.
V Las Técnicas de Aconsejar
El pastor-consejero no necesita “entregarse” a ninguna teoría, escuelas o punto de vista respecto al aconsejamiento. No hay una sola teoría que haya probado ser efectiva en todas las situaciones o siquiera en tipos específicos de situaciones. Es por eso que no hay un método “correcto” para aconsejar. Realmente muchas maneras de abordar el asunto y teorías pueden ser correctas, es decir, tal vez resulten efectivas en ciertas situaciones, mientras que en otros casos aparentemente no hay teoría o tratamiento que dé resultados satisfactorios.
Al estudiar la literatura sobre el aconsejamiento, resulta aparente que hay un amplio campo de teorías de las cuales se puede escoger. El consejero vehemente tratará de aprender tantos tratamientos como le sea posible, sabiendo que en ciertas ocasiones necesitará usar una técnica que no acostumbre usar. Lo más cercano al tratamiento correcto es aquel que el consejero encontró ser el más efectivo y con el cual se encuentra más seguro. Así como el mejor pianista usa todo su teclado al tocar, el pastor debe estar al tanto de todo el teclado de aconsejamiento y su técnica, para que pueda emplear la porción que desea usar cuando la necesidad llegue.
El aconsejamiento tiene que ver con el proceso de cambio en el consultante. Es muy interesante notar que todas las escuelas de aconsejamiento tienen el mismo objetivo, de crear cambio en los consultantes, pero su metodología para lograrlo es muy diferente.
ACONSEJAMIENTO INDIRECTO Y DIRECTO[11]
En términos generales, todos los métodos de consejo se ubican entre dos extremos: indirectos y directos. El indirecto de abordar el asunto es el que tiene su centro en el aconsejado, mientras que el acercamiento directo se centra en el consejero. En el indirecto la persona se vuelve el centro del proceso de consejo, mientras que en el acercamiento directo el problema es el centro. En el método indirecto el énfasis está en aprender, mientras que en el método directo se da el énfasis a la enseñanza, la que se hace por el consejero.
En la teoría indirecta la base para el cambio descansa en la comprensión que gana o adquiere del consultante. Sin embargo, en el punto de vista directo la base del cambio es la razón. La teoría indirecta pone su énfasis sobre la dimensión de lo afectivo que es la de los sentimientos y la emoción. En la teoría directa se le da énfasis a lo cognoscitivo, que tiene que ver con el proceso de percibir y saber. En el acercamiento indirecto el proceso se hace con el individuo, mientras que en el acercamiento directo el proceso de consejo es para el individuo.
La actitud del estilo indirecto es democrática mientras que el estilo directo es la actitud de autoridad. El consejero indirecto indulge en poca interpretación, en tanto que el consejero directo sí interpreta mucho. El consejero indirecto asume poca responsabilidad por el tema de conversación, en tanto que el directo asume mucha responsabilidad en ello.
El método indirecto de aconsejamiento podría más adecuadamente llamarse “teoría centralizada en el cliente”. Principió en 1942 cuando Carl Rogers publicó un libro titulado: Counseling and Psychoterapy. “El Aconsejamiento y la Psicoterapia”. Este libro fue el intento de Rogers para formular una teoría sobre su propio método psicoterapéutico. Como practicante de psicoterapia, consideraba la entrevista como el centro de origen para la intuición o comprensión (de su propio problema) que el consejero recibe. Por tanto, el aspecto importante del aconsejamiento es la naturaleza subjetiva de la interacción entre cliente y consejero. Rogers nunca ha declarado su teoría como una realidad, aunque algunos de sus seguidores lo han hecho. Su teoría ha cambiado y sigue cambiando. Cuando por primera vez presentó su método indirecto, lo presentó en una forma extrema. Sin embargo, desde ese tiempo, él ha cambiado la teoría para incluir más actividad del consejero en el proceso de aconsejamiento.
Una de las características distintivas del método rogeriano o indirecto es el concepto del hombre. Rogers cree en el ideal democrático, es decir, la dignidad, y el valor del individuo. Siente que el hombre tiene derecho a su opinión propia, a su propio destino, a la libertad y a la independencia y a dirigirse a sí mismo. Siente que el hombre es predominantemente una criatura subjetiva que vive en un mundo objetivo. Cree que en cada persona hay una tendencia hacia la actualización. Con esto quiere decir que intrínsecamente el hombre camina hacia el crecimiento, la salud, el ajustamiento, la socialización, la realización de sí mismo, la independencia y la autonomía. Cree que el hombre es honrado y es por esto, básicamente bueno. La “maldad” es el resultado de defensas que separan al hombre de su naturaleza inherente. Rogers también cree que el hombre es más sabio que su intelecto. Con esto quiere decir que el hombre cuando funciona a la no-defensiva (o no en una forma defensiva), lo intuitivo se combina con lo cognitivo haciendo que el total sea mayor que el pensamiento consciente solamente.
Rogers cree que el hombre existe en un mundo de cambio de experiencia del cual él es el centro. Al mundo privado del hombre se le llama el campo de lo fenomenológico o campo de lo que se experimenta y sólo el individuo puede conocerlo. El hombre reacciona a su campo tal como lo experimenta y observa, este campo perceptual es la realidad. La conducta, como Rogers la ve, es el intento del hombre para satisfacer sus necesidades tal como las experimentó y observó. El hombre reacciona no a la realidad, sino a la percepción de la realidad. La realidad para él, es en efecto, percepciones de la realidad, háyanse confirmado o no.
Rogers cree que la conducta se entiende mejor desde el punto de vista de su “cuadro (o estructura) de referencia”. Este término significa todas las experiencias, sensaciones, percepciones, emociones, y significados de uno, en cualquier momento dado de conciencia. El aconsejamiento trata de conocer este cuadro interno de referencia concentrándose en la realidad subjetiva del aconsejado. Rogers siente que en este proceso se necesita empatía.[12] Cuando el consejero siente empatía, ve al aconsejado como una persona. Sin embargo, si ve al aconsejado desde un cuadro externo de referencias, hay la tendencia de tratarlo como un objeto.
Rogers cree que la mayoría de la conducta está en armonía con el concepto de uno mismo. El concepto propio (o auto-concepto) es la vista que uno tiene de uno mismo, en relación a otras personas y cosas, El concepto propio es flexible y cambiable, pero en un momento dado es una entidad fija. Rogers cree que la falta de adaptación resulta de maniobras defensivas para hacer que las percepciones de conducta sean consistentes con el concepto propio.
Rogers habla acerca de lo que él llama incongruencia o disociación. El cree que esto resulta cuando hay una separación entre el concepto propio y las experiencias del yo. Esto se origina en la temprana edad, cuando el niño necesita mucho amor de parte de sus padres y otros. Este amor de sus padres o de otros es condicional; esto es, el niño recibe amor si se porta como ellos requieren. Así que, él vive por valores que no son los de él. Son contrarios a su proceso normal de evaluar su experiencia. Por tanto, el niño procura actualizar su yo que es contradictorio o incongruente con los procesos organísticos de su tendencia a actualizarse. Rogers siente que cuando uno vive por valores adoptados de otros con la idea de identificarse con ellos, está viviendo bajo las condiciones de valor. Esto es, se vuelve de valor (vale algo) cuando hace lo que otros quieren que haga. Esto quiere decir que está viviendo su vida por los valores de otros, antes que por los valores suyos.
La teoría centralizada en el cliente sostiene que cuando la experiencia contradice el concepto de sí mismo, y uno se da cuenta de ello, existe un estado de ansiedad. En otras palabras, la incongruencia percibida amenaza el concepto propio y da por resultado la ansiedad. Así, uno niega la experiencia o se equivoca en su percepción, y la hace más consistente con el concepto propio. Esto lo protege, pero deforma la realidad. El cambio resulta al crear condiciones donde hay menos amenaza y menos necesidad de resistir. Rogers cree que una relación correlativa (el aconsejamiento) con otra persona puede disminuir la necesidad de actuar sobre las condiciones de valor y aumentar la dignidad positiva de uno. La meta importante es relajar, poco a poco, los límites del concepto propio del cliente, para que pueda asimilar las experiencias negadas o deformadas. De este modo, el yo se vuelve más congruente con la experiencia.
Rogers cree que toda persona debe ser una persona que pueda funcionar completamente. La persona completamente funcional puede considerarse como una persona idealmente ajustada quien acepta todas sus experiencias:
Esto es, no demuestra estar a la defensiva, no vive bajo condiciones de valor, y experimenta un interés positivo incondicional. Su concepto propio es congruente con su experiencia y él actúa en términos de su tendencia actualizadora básica que actualiza el yo. Y al confrontar situaciones cotidianas, su estructura propia las asimila.
Es aparente que la teoría rogeriana no tiene el respaldo de la Biblia. El hombre no es, de hecho básicamente bueno. El hombre no es fidedigno. Esto quiere decir, entonces, que el pastor no puede aplicar toda la teoría rogeriana. Sin embargo, sí hay muchas intuiciones válidas y de valor que el método rogeriano le ofrece al pastor. Y aunque no se pueda decir que la teoría de Rogers acerca del hombre es bíblica, puede decirse que su teoría del valor de la personalidad humana es bíblica. El método rogeriano le da un lugar elevado a la personalidad humana. Pone mucho énfasis sobre el valor de las personas. Por eso, este aspecto del método rogeriano se usará frecuentemente en el aconsejamiento pastoral.
En contraste directo con el método indirecto, está el método directo, que es la forma más vieja de aconsejamiento. Esta es la técnica del consejo que se ha usado por siglos. En esta técnica, el consejero se vuelve la figura central, quien posa como una autoridad, alguien que sabe las respuestas a los problemas de las personas. En esta perspectiva, el consejero funciona primordialmente como un consejero o dador de información; toma el papel de maestro. El método directo da por sentado que el consejero tiene mayor conocimiento, mejor experiencia, e intuición mayor que el aconsejado. Esto quiere decir que el consejero tiende a tratar al aconsejado con condescendencia, en vez de en un plano de igualdad. Tiende a actuar como el especialista que hace el diagnóstico, y quien afirma que conoce tanto la enfermedad como el remedio. Hay un sentido en que el consejero directo opera desde una posición de presunción. Da la apariencia de que tiene las respuestas a todas las preguntas. Por tanto, solamente necesita una comprensión del problema para que pueda recetar el remedio.
Se puede ver inmediatamente que en este proceso el consultante no está muy involucrado. Su más grande actuación como consultante es describir verbalmente su problema. Una vez que el consejero conoce el problema, procede a dar el consejo necesario para resolverlo. Muchos pastores encontrarán fácil, casi natural, participar en esta forma de aconsejamiento, debido a que la posición del ministro es vista por muchas personas como una figura de autoridad. Los pastores que están inseguros encontrarán un gran refugio en esta posición de autoridad. Les será más fácil hablar condescendientemente a sus feligreses que trabajar con ellos. Cuando un pastor así habla a su gente, como “desde un pedestal” a los que están abajo, no está en verdad interesado en ellos. Esto quiere decir que en realidad no experimenta lo que ellos experimentan y no entiende completamente lo que ellos sienten. Por eso muchas personas rehúsan acudir a su pastor para aconsejamiento. No quieren que se les predique a quemarropa.
La mayoría del tiempo el pastor estará operando entre los dos extremos de aconsejamiento indirecto y directo. Al no entregarse completamente a ningún extremo puede utilizar los valores de ambos métodos al mismo tiempo que evitar sus limitaciones. Habrá ocasiones cuando el pastor será muy indirecto. Esto será particularmente cierto en las fases iniciales de la primera entrevista de consejo con el individuo, porque es durante este tiempo que el pastor se da cuenta de lo que su feligrés experimenta. Lo oye contarle sus problemas y procura introducirse en su estructura de referencia, para poder entender de lleno sus problemas. Aunque el pastor puede principiar con el método indirecto en su entrevista de consejo, no es bueno, ni deseable, que permanezca en ese extremo. Habrá veces cuando le será saludable volverse un tanto directo, compartiendo sus sentimientos y enseñándole lo que él piensa que el feligrés debe hacer. Una vez hecho esto, le convendría tomar una posición media, un acercamiento de cooperación, en el cual él trabaja con el consultante en resolver el problema específico. Así que no se trata de escoger una alternativa entre los métodos directo e indirecto. No tiene que ser “uno u otro”. Esta desafortunada polaridad ha existido por algún tiempo en el campo de aconsejamiento, forzando a los consejeros a escoger un método, usarlo y defenderlo. No hay ya la necesidad de continuar una lucha que de por sí nunca debió haber principiado.
OTRAS TECNICAS DE ACONSEJAMIENTO
Hay dos categorías amplias de terapia; la orientada a lo emocional (de los afectos) y la orientada o lo intelectual (cognoscitiva). Hasta hace poco las terapias orientadas emocionalmente constituían la mayoría de sistemas psicoterapéuticos. Sin embargo, están emergiendo nuevas formas de terapia intelectualmente orientadas para que el desnivel no sea tan grande. En esta sección se explicarán brevemente algunas de las nuevas maneras de abordar el aconsejamiento. El propósito de esta discusión es enseñarle al pastor algunos métodos de consejo, parte de los cuales logre emplear en su ministerio de aconsejamiento.
1. Logoterapia. El originador y principal proponente de esta teoría es Víctor Frankl. Su teoría puede encontrar-se en sus libros: Man’s Search for Meaning (La Búsqueda del Hombre por su Identidad[13]), Psychoterapy and Existencialism (Psicoterapia y Existencialismo), The Doctor and the Soul (El Doctor y el Alma), y The Will to Meaning (El Deseo de Identidad). Esta teoría se centraliza en el concepto del deseo de ser. Frankl fue prisionero de los nazis en la Segunda Guerra Mundial, y durante ese período sufrió mucho, y observó a otros sufrir tanto como él. A Frankl le pareció que muchos de sus compañeros de prisión murieron porque habían perdido el significado de la vida, aun bajo esas condiciones adversas.
La logoterapia tiene su raíz en la antropología. El hombre es libre de tomar cualquier actitud que escoja hacia su situación existencial. Puede escoger atribuirle o darle significado y valor a cualquier cosa que confronte. Este “deseo de (hallar) significado” se vuelve la fuerza motivadora en la existencia humana.
La logoterapia da un lugar muy grande a la dimensión espiritual del hombre. Es una psicoterapia personalista que intenta causar un cambio de actitud en una persona hacia su síntoma en vez de tratar directamente el síntoma. Así que su énfasis es sobre el hombre total.
Aunque Frankl no escribe desde una perspectiva cristiana, el pastor encontrará que la logoterapia es paralela en un grado considerable al pensamiento cristiano. Donald F. Tweedie, quien estudió bajo Frankl, ha procurado poner la logoterapia dentro del marco de la teología cristiana. El pastor encontrará que los dos libros de Tweedie Logotherapy and the Christian Faith (Logoterapia y la Fe Cristiana), y The Christian and the Couch (El Cristiano y el Diván) ayudan mucho y son lectura interesante.
2. Terapia de Integridad. Esta teoría fue originada por O. Hobart Mowrer, y se puede encontrar en dos libros: The Crisis in Psychiatry and Religion (La Crisis en la Psiquiatría y la Religión), y The New Group Therapy (La Nueva Terapia de Grupo). Tiene su centro en dos campos amplios: culpa e integridad. Desilusionado por la perspectiva freudiana para resolver la culpa, Mowrer, por su experiencia personal, logró ver que la culpa tiene que resolverse por la confesión. La terapia de integridad busca el desenvolvimiento de los individuos en personas responsables, por medio de un sistema de franqueza[14] (diálogo), confesión y por acción positiva. Asegura que cada individuo es una persona responsable con un sistema de valores. Cuando se viola este sistema de valores (conciencia) el resultado es la culpa. La solución de la culpa no se hace por represión sino por confesión. La confesión lleva a la restitución.
La terapia de integridad usa mucha terminología cristiana, como culpa, pecado, confesión y restitución, pero no es en realidad una terapia cristiana. Sin embargo, John W. Drakeford ha sistematizado la teoría y la ha puesto dentro de un marco cristiano. Su libro, intitulado: Integrity Therapy (Terapia de Integridad) se recomienda a pastores como ayuda y guía en aconsejar desde este punto de vista, teórico.
3. Análisis transaccional. Esta teoría originó con Eric Berne, quien escribió: Transactional Analysis in Psychoterapy (Análisis Transaccional en Psicoterapia). Esta teoría fue elaborada posteriormente por Paul MacCormick y Leonard Campos en su libro pequeño llamado: Introduce Yourself to Transactional Analysis (Conozca el Análisis Transaccional), y por Thomas Harris en su libro intitulado: I’m O.K., You’re O.K. (Yo Estoy Bien, y Tú Estás Bien).
La teoría sostiene que hay tres estados del yo, en cada individuo: (1) el padre, que siente, habla y se porta como su padre lo hizo; (2) el adulto, el cual clasifica los hechos separándolos de los sentimientos; y (3) el niño, que siente, habla y se conduce como uno lo hizo cuando era niño. En cualquier momento dado uno de estos estados del yo, puede ejercer el control. Las relaciones entre las personas se llaman transacciones (intercambios) entre personas. Las transacciones pueden ser intercambios como de adulto a adulto, de adulto a padre, de padre a padre y de padre a niño. Cuando las líneas de intercambio no se cruzan, resultan las transacciones simples, esto es cuando el estado del yo, en una persona, está relacionado y responde al idéntico estado del yo en otra persona. Transacciones cruzadas es cuando el estado del yo en una persona, se relaciona y responde a un estado diferente del ego en otra persona, resultando en una interrupción de comunicaciones.
El pastor encontrará que esta teoría le ayudará mucho al procurar resolver problemas de matrimonios y de familia, particularmente los primeros. El mejor uso de esta teoría se hace en el aconsejamiento de matrimonios por grupo.
4. Terapia de realidad. Este método lo originó William Glasser. En 1965, publicó un libro intitulado: Reality Therapy (Terapia de Realidad), en el que aparece su teoría. Es una protesta contra el interés de la psicología freudiana en el pasado. La terapia de la realidad tiene que ver con la realidad del presente y su énfasis sobre una conducta de responsabilidad. Tiene que ver más con la conducta que con las actitudes. El fin de la terapia de realidad es capacitar a las personas a funcionar en una conducta caracterizada por el deseo de aceptar responsabilidad por sus acciones. La terapia de realidad busca ayudar a las personas a enfrentarse con la vida tal como es y ayudarles a enfrentarse a las consecuencias de su propia conducta.
El pastor encontrará que hay mucho en la terapia de realidad que él puede usar en su trabajo de aconsejamiento. Nos parece que da mejores resultados con personas que tienen un fuerte deseo de cambiar y que tienen suficiente fuerza en su ego para hacerlo.
5. Terapia racional. Esta terapia fue fundada por Albert Ellis, pero sus raíces vienen desde el período griego filosófico cientos de años antes de Cristo. Trata de ayudar a las personas a resolver sus problemas a través de la razón. Ellis colaboró con Robert Harper y publicó un libro en 1961 intitulado: A Guide to Rational Living (Guía para una Vida Racional). Este libro señala los postulados básicos de la teoría racional. La presuposición básica de la terapia racional es que los problemas del hombre son el resultado de un pensamiento irracional, y que sus problemas se podrían evitar y resolverse haciendo que su conducta esté de acuerdo con la razón. Sostiene que el hombre puede vivir una vida completa, creadora y emocionalmente satisfactoria, organizando inteligentemente y disciplinando su manera de pensar.
Aunque este método tiene mucho que ofrecerle al pastor consejero, la teoría tiene también mucho con lo cual él no puede estar de acuerdo. Hay cuando menos dos razones para esto: (1) Es una perspectiva humanística, la cual no deja lugar a la dimensión divina; (2) niega el poder de las emociones para deformar la razón.
EL PROCESO DEL CONSEJO PASTORAL
Si el ministro quiere ser de verdadero servicio a sus feligreses, necesita tener un conocimiento completo de las técnicas de consejo. Si él no está seguro de lo que es el proceso del consejo pastoral, esto irá en contra de las posibilidades de su éxito. Por eso tiene que estar bien versado en las técnicas de aconsejamiento, al grado que se sienta como en “su casa” en el proceso de consejo.
Hay tres factores que afectan la manera en que el ministro aborda el aconsejamiento: (1) sus actitudes hacia las personas y sus problemas, (2) su interpretación religiosa del hombre, y (3) su concepto de sí mismo y su actuación como ministro. Estos factores determinan el curso y la calidad del proceso de aconsejamiento.
Si el ministro da por sentado que él vale más, que es más inteligente y que tiene más fuerza moral que sus feligreses, quizás tome una actitud autoritaria al aconsejar. Tal vez se vea tentado a dar consejos en vez de lo que es propiamente el aconsejamiento. Quizá quiera manipular la entrevista haciendo preguntas directas, dando interpretaciones y ofreciendo soluciones y respuestas de cajón. Carroll Wise advierte, “El tendrá que confrontar la tentación a demostrar verbalmente su conocimiento superior y resolverla en sí mismo. La mayor razón para esta demostración (de ese conocimiento superior) es la satisfacción del ego que le da al consejero.”1 El pastor no debe ser agresivo, porque hay un daño muy considerable que se le puede hacer al feligrés al forzarlo, al interrogarlo y al confrontarlo con más de lo que él puede soportar. Forzar al aconsejado a que acepte ciertas interpretaciones puede crear un ataque y hostilidad.
Según Karl Stolz, “En su connotación más pura, aconsejar es… una forma de interacción creadora. Es más que un intercambio de opiniones.”2 Así que debe ser una empresa de cooperación en que haya más que sólo hablar; tendrá que ser una transmisión de experiencias en términos de lo que significan. “Lo importante no es lo que el consejero hace para el aconsejante; lo importante es lo que pasa entre los dos.”3 Esto es el corazón del verdadero consejo. May lo llama la llave al proceso de aconsejar.4
La comunicación es más que la conversación. Las expresiones faciales, la postura de cuerpo, los gestos y otros tipos de conducta son también vías de comunicación. El ministro tendrá que saber qué es lo que le quieren decir aun los gestos silenciosos.
La labor del consejero no es la de interpretar, sino de ayudar al aconsejado a hacer sus propias interpretaciones. Esto quiere decir que el consejero tendrá que ser un experto en captar, en intuir, y debe estar dispuesto a dejar que el aconsejado desarrolle su propia intuición. Wise llama a la intuición “la meta del aconsejamiento”.5 A una persona con sentido de culpabilidad habrá que permitirle encontrar una completa liberación de ésta al comunicarse con su ministro, quien ha creado una atmósfera de aceptación y entendimiento. El pastor consejero tendrá que cuidarse para no dar una seguridad verbal a su aconsejado. Algunos psicólogos insisten en que estas experiencias de tranquilidad son realmente expresiones de las propias ansiedades del consejero. La seguridad “no se trasmite por el consejero, sino que es más bien el resultado de los dos (consejero y aconsejado) tratando juntos en un intento de encontrar un sentido más profundo de realidad positiva en las experiencias del aconsejado.”6 La tranquilidad viene como un resultado de compartir una experiencia entre el pastor y su feligrés.
El pastor debe evitar el imponer sus convicciones sobre su aconsejado. Esto no es conveniente, porque hace que el consejero antes que el aconsejado sea el punto focal en la situación de aconsejamiento. Hiltner dice, “Es un error si (el aconsejamiento) se hace en forma de explotación o de coerción, porque tal acción hará a un lado la dignidad inherente de la persona.7 Bonnell lo expresa de este modo: “Toda intimidad que se le da al consejero, éste ha de recibirla con espíritu de plena comprensión. No es su labor ser el juez de la gente.”8 Deberá desarrollar una actitud tal que nunca se sorprenda por lo que le digan en confianza. Bonnell ha dado algunos principios generales para el pastor consejero, que son dignos de consideración:
1. Pocas personas, ya sean feligreses o extraños, que vienen a hablar con el ministro, presentan al principio con franqueza y claridad la realidad del propósito de su visita.
2. Oiga con paciencia al feligrés que ha venido a hablar con usted.
3. No acepte el diagnóstico que el feligrés le exprese a usted de su propio problema.
4. Familiarícese con los problemas de sus feligreses, a fin de desarrollar una penetración de sus necesidades básicas.
5. Toda revelación que se le haga a usted en entrevista personal debe mantenerse inviolable.9
La actitud del ministro hacia sus feligreses debe ser una actitud de respeto. A medida que ellos aprenden a confiar en él, él también debe confiar en ellos. Su actitud constante hacia ellos debe revelar que tiene fe en la humanidad y en el bien que reside en los seres humanos.
FUNCIONES DEL ACONSEJAMIENTO
1. Escuchar. El consejero debe dejar que la historia del aconsejado proceda con naturalidad, sin inyectar dominación o coerción alguna. Cuando el pastor intenta que el problema “nazca mediante una operación cesárea”, hay la posibilidad de lastimar al paciente. El nacimiento natural de la historia es más lento, pero ofrece mucho menos peligro. El aconsejado experimenta una forma de sanidad mientras relata su historia de acuerdo a su propio paso. A muchas personas no les es fácil cambiar de su aislamiento a la intimidad. Cuando el consejero procura acelerar este cambio, aumenta la ansiedad del aconsejado en lugar de reducirla.
Cuando el pastor está escuchando bien, es llevado por la corriente de emociones del aconsejado. Como el hombre que flota en un río que no es muy profundo, puede dejar que la corriente lo cargue y al mismo tiempo “tocar el fondo”. Asimismo, él puede sentir las emociones del aconsejado sin dejar que lo inunden. Puede ser llevado, pero sin ser dominado por ellas.
Muchas personas no son buenos oyentes. Solamente un porcentaje pequeño de lo que se dice es escuchado. Sin embargo, millones están muriéndose (emocionalmente) porque no se les ha escuchado. Una mujer, frustrada porque su esposo no la escuchaba, hizo esta dramática declaración: “Ya nadie escucha a nadie”. Ella casi tenía razón. Nuestro más grande medio de contacto interpersonal es hablar. Cuando se escucha lo que dice una persona cierta terapia ocurre; cuando no se le oye, viene la frustración.
El pastor está en posición de ayudar a las personas simplemente escuchándolas. Lamentablemente muchos pastores no saben escuchar. Lo cual es fácil de entender, al recordar que su mayor preparación es para comunicar, no para escuchar. Sus amplios estudios en los campos bíblicos, teológico e histórico, como también su preparación en muchos de los campos prácticos, lo equipan a comunicar sus conocimientos a otros. Ciertamente esto es de vital importancia. Pero aunque su efectividad en el púlpito depende de su habilidad para comunicar (comunicar la verdad) mucho de su éxito en la iglesia depende de su capacidad de escuchar.
Muchos pastores no pueden hacer fácilmente la transición entre hablar y oír. Al fallar en este particular, impiden o casi destruyen su éxito al tratar de aconsejar.
Casi las únicas personas que verdaderamente oyen a otros en nuestra sociedad, son los psiquiatras, los psicólogos y los consejeros, y a ellos se les paga considerablemente por sus servicios. ¡Oidores pagados!
El consejo del pastor no puede ser mejor que su información. Solamente hay una persona que tiene cierta información que el pastor necesita: el aconsejado. El único modo de recibir esta información es oyendo. El consejo de Shakespeare, “Dale a cada hombre tu oído, y a pocos la voz”, se aplica especialmente al pastor consejero. El pastor que escucha aprende. Cuando un pastor consejero está hablando, el aconsejado está aprendiendo poco y el pastor no está aprendiendo nada.
Algunos africanos se expresaron así acerca de un misionero: “Tiene orejas suaves.” El oído suave puede ser una de las más grandes posesiones del pastor consejero. Y aunque estamos de acuerdo en que el pastor debe tener más que un “oído atento” debe ver el valor de escuchar, y debe escuchar con exactitud como el fundamento en que descansa el resto de su arte de aconsejar.
Una mujer se quejó de su esposo con su consejero. “El no oye con su corazón.” No todos los oidores “sin corazón” se encuentran en los hogares de los feligreses; algunos están en las oficinas pastorales. El oír con el corazón permite al pastor oír gemidos silenciosos y ver las lágrimas invisibles. El arte de escuchar, de un pastor dado, no está completamente desarrollado sino hasta que no solamente oye lo que se le dice, sino también lo que no se le dice.
Un error común es el de oír más rápidamente de lo que el aconsejado está hablando. En esta forma el consejero se adelanta al aconsejado y principia a derivar conclusiones sobre lo que piensa que el aconsejado va a decir. El aconsejado sabe que el consejero no “está con él” y se sentirá frustrado mientras intenta hablar de su problema.
2. Responder. Ya hemos dicho que escuchar es el fundamento sobre el cual descansan todas las técnicas del consejero. Una de estas técnicas es la de responder. Respondiendo propiamente a su conversación, el aconsejado siente que su pastor en verdad le ha oído. Esto sucede cuando el pastor responde a lo que se ha dicho de tal manera que pueda proyectar lo que siente, al menos en cierto grado, como el aconsejado siente. A esto se le llama empatía[15]. La empatía se ha definido como, “Tu dolor en mi corazón”. Sin embargo, la empatía que uno siente no es suficiente. Debe comunicársele al aconsejado. Esta es la técnica de responder.
El responder le comunica al aconsejado la idea, “sí, yo sé cómo se siente” o, “Sí, yo también he estado en esa situación.” Este proceso de oír y responder puede ser muy terapéutico para el aconsejado. Esto no quiere decir que todos los problemas se resuelven por el proceso de oír y responder; pero, quiere decir que esto forma un vínculo entre consejero y aconsejado, del que puede nacer una relación benéfica. Aconsejar no es tanto una identificación de mentes como de sensaciones. La función del aconsejamiento no es lograr que los feligreses se enteren en qué condición está el pastor; sino saber en qué condición están ellos. Esto se obtiene principalmente escuchando sus sentimientos y respondiendo a ellos.
3. Apoyar. Otra función del consejero es apoyar, término que aquí usamos con varias definiciones tales como: sostener, llevar el peso o fuerza, soportar o evitar que uno se hunda. Todas estas definiciones son aplicables a la actuación del ministro. Muchos vienen a su ministro con una carga tan grande que ya no pueden soportar. Su función es la de ayudar a su feligrés sosteniéndole, elevándole y evitando que se hunda. Esto no quiere decir que él asume todo el peso y responsabilidad de los problemas de sus aconsejados. Pero sí que le ayuda a soportar su carga en tanto que llegan mejores tiempos para ellos, a través del aconsejamiento y tratando con sus problemas. El pastor dedicado ayuda con alegría y decisión a llevar esas cargas porque en verdad le interesan sus feligreses.
4. Aclarar. Otra función del aconsejamiento es la de ayudar a aclarar la naturaleza del problema de su feligrés. En muchos casos esta aclaración se necesita porque el feligrés ha estado tan cerca de su problema que ha perdido su perspectiva en relación con él. Está tan hundido en él que no puede verlo objetivamente. Los problemas profundos evocan emociones profundas que con frecuencia le impiden al feligrés ver aquello que el pastor puede ver fácilmente. La emotividad del feligrés afecta negativamente su razón. Se ve impulsado por la emoción en vez de ser guiado por la razón. Aquí la actuación del pastor es doble: (1) Reducir la emotividad dejando al feligrés ventilar sus sentimientos; y (2) aumentar la racionalidad ayudándolo a examinar con la prueba de la realidad su condición emotiva.
Habrá que obtener la aclaración del problema si se quiere una adecuada solución. De otro modo el intento del feligrés de resolver su problema resultará en tomar un camino incierto hacia un destino indefinido.
5. Interpretar. Este es un proyecto combinado del pastor y el feligrés. Incluye tener un entendimiento de lo que es el problema, qué lo ha causado, cómo ha afectado al aconsejado, y qué dirección general habrá que tomar hacia su solución. Esta es una etapa crucial en el proceso de aconsejamiento.
6. Formular. Esta función del aconsejamiento consiste en ayudar al feligrés en la formulación de una solución de su problema. Este proceso será doble: (1) Una formulación de actitud, y (2) una formulación de acción. La formulación de actitud incluirá un nuevo modo de reacción y conducta. Debe haber un cambio de actitud antes de que haya un cambio de acción. El cambio de actitud es intrapersonal en naturaleza mientras que el cambio de conducta es generalmente interpersonal.
Hay que señalar que en la función de formulación, el papel del pastor es el de ayudar. Tiene que darse cuenta de que es problema del feligrés y no de él; por tanto el feligrés mismo tiene que formular la solución del problema, con la ayuda del pastor. Ocasionalmente, es posible que la solución propuesta a cierto problema sea principalmente el trabajo del pastor, pero el feligrés tiene que aceptarlo como “suyo propio” en el sentido de que ve la validez de él y esté dispuesto a utilizarlo. Así lo adopta y se convierte en suyo.
El pastor tiene que evitar la práctica de andar dando recetas como soluciones a los problemas de sus feligreses. Esta manera de abordar los asuntos niega la validez de una perspectiva de cooperación, y tiende a facilitar que el pastor imponga planes de afuera antes que permitir que aparezcan del fondo mismo de la relación de consejo.
7. Guiar. La última función del pastor consejero es la de guiar al feligrés hacia una meta, usando el mapa que fue creado durante el proceso de formulación. En los primeros escalones del viaje del feligrés, tal vez el pastor tendrá que estar muy activo en su actuación como guía. A medida que su feligrés progresa hacia su meta, el pastor tomará menos parte hasta que finalmente su ayuda no será necesaria.
Y siendo que su meta final para sus feligreses es el crecimiento, la madurez y la totalidad, el pastor consejero está buscando siempre cómo perder su trabajo a base de solucionar el problema. Esto es, tal es el cambio operado en sus feligreses, que ya el pastor no es necesitado del mismo modo que lo necesitaban cuando estaban en crisis.
[1] En esta obra se usa el término consejero, aconsejar y aconsejamiento para traducir counselor, counselling y counsel, respectivamente, palabras que abarcan la temática psicológica, como se verá al leer el libro. N. del T.
[2] Con el significado que se le da en este libro, y con cuya acepción se usa en todo él.
[3] Es decir, el movimiento de análisis transaccional y otros parecidos que no se circunscriben a la lectura bíblica.
[4] Los seguidores de Carl Rogers, psicólogo norteamericano.
[5] Escuela psicológica que procura modificar el comportamiento de la persona en lo que fija su meta.
[6] Tal vez sea atinado hacer esta observación acerca del sacerdocio en países tradicionalmente católicos.
[7] Counseling.
[8] Relación es un término muy débil para traducir rapport, anglicismo que significa: una relación de armonía, conformidad, acuerdo o afinidad.
[9] Secular aquí se usa para denotar la perspectiva puramente profesional, y enteramente separada de cualquier perspectiva bíblica.
[10] Gran cadena de tiendas en Estados Unidos.
[11] Nondirective y directive, respectivamente.
[12] Empathy. Gr. empátheia, captación mental del sentimiento o espíritu de una persona o cosa.
[13] Traducciones de títulos son aproximadas.
[14] Openness.
[15] Ver nota anterior sobre el significado de esta palabra.